mediapart.fr
17/9/11
Frente a un nuevo fenómeno, las
palabras se apresuran a nombrarlo hasta que alguna de ellas termina por
imponerse. Es lo que sucedió en francés con el término “altermundismo”. Entró
en el campo político entre el 2001 y el 2002. Nombrando a la nebulosa mundial
de organizaciones y de redes que poco a poco se fueron reconociendo en el
eslogan de los Foros Sociales Mundiales “Otro mundo es posible” adoptado por la
organización Attac (creada en junio de 1998) surgida de un artículo de Ignacio
Ramonet en Le
Monde diplomatique de mayo de 1998. Se halla
íntimamente vinculada a momentos de alta visibilidad mediática como fueron los
Foros, desde el realizado en Porto Alegre en 2001 y las grandes manifestaciones
contra la OMC, el FMI, el Banco Mundial, etc. desde Seattle en diciembre de
1999.
El “Altermundialismo” sucedió al
“antimundialismo”, concretando el paso desde una posición de simple rechazo a
la mundialización liberal a la proposición de políticas alternativas. Una
manera de contradecir el famoso TINA (There is no alternative) de Margaret
Thatcher.
En enero de 2008, la revista Utopie critique y Mémoire des Luttes propusieron el concepto de
“post-altermundismo” (2) dest inado
a designar a las posibles articulaciones entre movimientos sociales, partidos y
gobiernos progresistas en pos de objetivos precisos, como la lucha contra el
cambio climático. La cumbre de Cochabamba, convocada por el presidente
boliviano Evo Morales en 2010, constituye un buen ejemplo. El post-mundialismo
no se opone al altermundismo: es solo una de sus posibles derivaciones.
Un concepto nuevo y que molesta
Y he aquí que acaba de hacer irrupción
en el léxico político francés un nuevo concepto aunque alineado sin embargo al
anterior: el de “desmundialización”. Se ha desarrollado en por lo menos tres
libros recientes: el de Georges Corm, “Le nouveau gouvernement du monde” (La
découverte 2010), “ La
démondialisation” (Seuil 2011) de Jacques Sapir y el
de Armand de Montebourg “Votez pour
la démondialisation” con prefacio de Emmanuel Todd
(Flammarion 2011). Estos dos últimos autores remontan el concepto al filipino
Walden Bello, figura señera de los Foros sociales mundiales en su libro
titulado “Démondialisation:
Ideas for a New World Economy” editado
en 2002. También había sido propuesto ya por el autor de estas líneas en un
artículo publicado en noviembre de 1996 publicado en “Manière de voir” , publicación bimestral de Le Monde diplomatique. En esa
época todavía no había aterrizado en el debate público (3) . Las palabras también deben esperar a que les llegue su hora… y parece
que la de desmundialización ha llegado.
Por si quedaran dudas, solo es
preciso ver las virulentas reacciones que este concepto a suscitado en sectores
esperados ( los liberales superobedientes) pero también en otros en los que no
se esperaba (algunos altermundistas de Attac). La razón en ambos casos es la
misma: en la medida en que Arnaud Montebourg la convierte en voz de orden de la
campaña de las “primarias” del Partido Socialista en relación con la
designación de su candidato para el Elíseo, el tema de la desmundialización
queda confinado a los debates de la izquierda crítica para instalarse en el
panorama electoral y adquirir una legitimidad y una “respetabilidad” política
que supera el círculo de los convencidos.
Uno podría preguntarse si no es esa
la razón por la cual, en una publicación del 6 de junio de 2011 del sitio de
Mediapart titulada “Desmundialización y altermundismo son dos proyectos
antagónicos”, nueve miembros del Consejo Científico de Attac – es decir las
principales figuras de la dirección de la asociación han creído poder afirmar
en tono polémico y sentencioso que la “desmundialización” es “un concepto
superficial y simplista” Sin dudar, de paso, en poner en escena el torpe -y
escandaloso– artificio de una pretendida convergencia con las tesis del Frente
Nacional.
Sin nombrarlos ni citarlos se apoyan,
travistiéndolos, en las tesis de Jacques Sapir, Arnaud Montebourg y Emmanuel
Todd. Lo que les valió la réplica de un nuevo interlocutor Fréderic Lordon: uno
en el blog de Le
Monde diplomatique “Quién tiene miedo a la
desmundialización” (4) ; el otro en el número de agosto de 2011 del semanario “La
démondialisation et ses ennemis”
Detrás de una palabra, una
orientación estratégica
Contrariamente a lo que afirman los
dirigentes de Attac, altermundialismo y desmundialización no son conceptos
antagónicos, sino que pertenecen a la misma familia. En el primer caso se trata
de un haz de reivindicaciones y de diferentes propuestas (debido a la
heterogeneidad de los protagonistas) y cuyo principal denominador común, como
si puede reconstituir desde afuera es el imperativo del acceso universal a los
derechos (5) .
La desmundialización es una
orientación estratégica que tiende tanto mediante acciones políticas
(elecciones, instituciones y gobiernos) como ciudadanas (luchas de los
movimientos sociales especialmente) a recuperar concretamente la esfera
económica y financiera que las instancias políticas les ha entregado
deliberadamente y que son la causa de la actual crisis sistémica del
capitalismo. Sin esa orientación prácticamente ninguna de las propuestas
altermundistas tiene posibilidades de lograr éxito.
El objetivo de la desmundialización
puede formularse muy simplemente, pero de otro modo sería difícil de alcanzar:
tender a que el entorno de la toma de decisiones democráticas coincida lo más
posible con la capacidad de regular los flujos económicos y financieros. Lo que
plantea el tema de la instancia del espacio nacional.
Lo nacional: una palanca y no un
“repliegue”
Aunque sea necesario establecer
objetivos convergentes para las movilizaciones sociales a escala regional
(europea en el caso de los europeos) y mundial, ese escenario por ahora solo es
nacional. Es necesario disponer de todas las potencialidades aprovechando las
fallas y las debilidades del adversario. Y eso sin dejarse impresionar por las
denuncias de “unilateralismo” trivial de una parte de la extrema izquierda y
del movimiento altermundialista y que remite todo cambio en Francia a las
calendas europeas o mundiales, es decir a un futuro que se sabe que no llegará.
Después de todo el 29 de mayo de 2005, los ciudadanos franceses no esperaron
para votar “no” a que lo hicieran los demás.
Todas las experiencias de rupturas
concretadas en estos últimos años han demostrado que no es en los niveles
mundiales o regionales, sino a nivel nacional, como ha sido posible alcanzar
algunos cambios y aún lograr algunas victorias. Ya sea por el accionar de los
gobiernos apoyados por los movimientos sociales (como en América latina) o por
la presión sobre los Estados de los movimientos populares capaces de movilizar
a los pueblos (como en el mundo árabe).
Los tres motores de la mundialización
liberal, promovidos igualmente por los tratados europeos como estatuto de
“libertades fundamentales” son la libertad de circulación de capitales, la
libre inversión y el libre comercio de bienes y de mercancías. Y esto no
solamente en la UE sino también entre la UE y el resto del mundo. Esos son los
tres motores que es necesario atrapar y someter al control democrático.
El neoliberalismo ha definido el
territorio de sus intervenciones: todo el planeta, sin fronteras de ningún
tipo. Lo importante es saber si para combatirlo debemos ubicarnos en el
mismo terreno o si es necesario elegir otros y en lugar de una guerra de
trincheras a nivel mundial, desarrollar una guerra en movimiento, como una
guerrilla en los primeros escalones. Todo depende de la relación de fuerzas.
Precisamente para ganar ventaja se
crearon las organizaciones multilaterales como el Banco Mundial, el FMI, la
OMC, la OCDE, así como las demás instituciones Europeas y sin olvidar al
G-7,G-8 o G-20. Saben que no tienen estrictamente nada que temer de una
eventual confrontación con sus adversarios en ese nivel. Pueden hasta
darse el lujo de “dialogar” públicamente con ellos como lo hicieron algunos de
sus miembros en oportunidad de la teleconferencia debate “Porto alegre contra
Davos” que se organizara en el primer Foro social mundial de 2001 y en la que
participó personalmente el megaespeculador George Soros.
En cambio los “habitués” de Davos no
se arriesgarían a algo similar a nivel “regional” por ejemplo, europeo, ¿sería
imaginable un diálogo televisado entre Carlos Ghosn y el comité de la empresa
europea Renault? Y menos aún a nivel nacional, es decir allí donde la capacidad
militante puede ser realmente movilizada (6) Las fuerzas del capital comprendieron perfectamente que una compulsa
social en un Foro mundial perdería rápidamente su fuerza a medida que se fuera
alejando de su “epicentro” para haber desaparecido prácticamente al llegar al
nivel nacional.
La experiencia nos enseña
inversamente que las luchas sociales y políticas en un determinado país pueden
producir contagio en otros y así regionalizarse e internacionalizarse. Es lo
que han demotrado las sublevaciones árabes, partiendo de la situación tunecina
y las manifestaciones en masa contra las desigualdades en Israel directamente
inspiradas en los indignados de la Puerta del Sol -y la rueda se cierra-
réplica de las ocupaciones de las plazas públicas en Túnez y el Cairo…
Lo “nacional” no es de ningún modo un
sustituto de lo “internacional” o de lo “europeo”. Lejos de constituir un
“repliegue” es por el contrario una condición previa de una estrategia del
débil contra el fuerte. No se comprende que tales evidencias avaladas por los
hechos, escapen a la comprensión de los “anti-desmundializacion” que plantea la
izquierda crítica, especialmente en una parte del altermundialismo-
La desmundialización no es un
concepto rígido, sino dinámico, y se puede traducir en una serie de medidas
políticas prácticas, tales como, entre otras, las propuestas de los autores
anteriormente citados (7) y que no se limitan a la necesidad de un proteccionismo europeo. Su
“combustible” es la exigencia democrática de recuperar la soberanía popular en
el espacio en que pueda ejercerse realmente para regular los flujos económicos
y financieros.
En teoría son posibles dos soluciones
extremas: o bien “renacionalizar” los flujos para que respondan a una voluntad
política nacional expresada a través del sufragio universal –cuando existe– o
ampliar a todo el planeta el espacio público democrático con objeto de realizar
un control efectivo sobre los ya mundializados. Se ve que ninguna de estas dos
posiciones es íntegramente sustentable. Por un lado, existen efectivamente una
cantidad de dominios –no solo el de la lucha contra el cambio climático– que
por naturaleza exceden los límites fronterizos y por el otro un gobierno
mundial con todas las competencias de un ejecutivo nacional del presente que no
resulta previsible en un tiempo histórico demasiado próximo. Se trata por lo
tanto de jugar dentro del marco de las soluciones extremas e intermedias.
Las soluciones intermedias pueden
adoptar dos formas. Se puede construir lo internacional a partir de los Estados
constituidos, es decir ir poniendo gradualmente en común fragmentos de
soberanías nacionales que formen parte de temas libremente delegados y
decididos, limitados, controlados, y revocables en condiciones previamente
acordadas.
El otro término alternativo, consiste
en hacer evolucionar a los cuadros estatales para incluir mayores conjuntos de
soberanía popular. Es necesario no confundir esta idea con la de los
agrupamientos regionales basados en el libre comercio y la “competencia libre y
no falseada”. Lo que hace la diferencia es la existencia o no de mecanismos de
regulación política con bases democráticas que hagan contrapeso al mercado.
La Unión europea (UE), que
teóricamente habría podido entrar en esta categoría, al contrario es un
agente activo de de la mundialización neoliberal, una verdadera máquina de
liberalizar. Por lo tanto un terreno muy extenso para una contraofensiva
desmundializadora.
Una “Grenelle”(8) de la UE para hacer saltar el cerrojo europeo
En la medida en que las decisiones
europeas sobresalen y enmarcan todas las demás y que el 57% de los textos que
nos gobiernan no son más que actos legislativos decididos por instancias de la
Unión, la cuestión europea se sitúa en primera línea en todo proceso de
desmundialización.
En la perspectiva de las próximas
elecciones presidenciales y legislativas francesas, el ciudadano debe saber que
márgenes de acción se darán tal o cual partido para poner en marcha un
verdadero programa de transformación social, incompatible por lo tanto con el
tratado de Lisboa.
En el caso de que las instituciones
europeas establezcan un cerrojo, ¿estarán o no dispuestas a tomar decisiones
unilaterales de ruptura (9) o por lo menos a amenazar con tomarlas en plazos próximos y previamente
anunciados con el objeto de obligar a una negociación? La reacción que habría
de esperar de la Comisión y de la Corte de Justicia y de la mayor parte de los
dirigentes europeos podría ser rápidamente contrarrestada y aún ir más allá
mediante la vinculación de numerosos movimientos sociales de otros países que
presionarían a la vez sobre sus gobiernos.
Lo que convierte a la UE en agente
activo de la mundialización liberal debería ponerse sobre el tapete: libertad
de circulación de capitales; libre comercio; pertenencia a la zona euro, planes
de “rescate”; poderes de la Comisión y de la Corte de Justicia de Luxemburgo;
estatuto del Banco Central europeo; dumping social,
fiscal y ecológico: primacía de la competencia, etc. Para tratar de concretar
una especie de “Grenelle” (versión 1968) a nivel europeo.
Se objetará no sin razón que eso
haría entrar a la UE en una zona de turbulencias sin precedentes y que los
resultados no estarían garantizados de antemano. Lo que por el contrario puede
garantizarse con anticipación es que si la trayectoria de la construcción
europea no da un giro de 180 grados la austeridad será perpetua, así como la
explosión de las desigualdades y de la precariedad, el desguace del tejido
social, el empuje de la extrema derecha y la xenofobia.
Los liberales no son sensibles a este
tema, ya han hecho su elección y su única obsesión es el temor a mayores
turbulencias sociales. Por pusilanimidad, por confusión mental entre nación y
nacionalismo y por europeísmo beato, la mayor parte de la izquierda
socialdemócrata y una parte de la izquierda crítica parecen partidarias de hacer
lo mismo, pero por defecto. Están liberando de este modo un amplio espacio para
las fuerzas que rechazan verse atrapadas en la trampa de una alternancia
posible.
(Este texto fue redactado sobre la
base de intervenciones, artículos y obras anteriores. En especial mi conclusión
en Manière de voir nº 32, noviembre de 1866); una comunicación al coloquio M’PEP “ Qué
hacer con la Unión europea” de junio de 2011 y un artículo publicado en Politis del 7 de julio 2011)
NOTAS
[5] Leer sobre este tema un obra muy
documentada de Gustave Massiah, Une stratégie altermondialiste, La Découverte,
Paris, 2011.
[6] Paradójicamente, el altermundismo
se fortalece defendiendo este planteamiento. Existe una presencia
“supranacional” muy importante, en parte gracias a los medios. Su presencia en
Europa (al margen de la red Attac Europa), es marginal como lo atestigua la
declinación de los Foros sociales europeos y el hecho de que los movimientos de
los indignados se desarrollan al margen de él. Y no hablemos del nivel
nacional: sobre el total francés, en enero de 2008, a lo sumo entre 3.000 y
4.000 personas participaron en la Jornada mundial de movilización y de acción
convocada por el Consejo Internacional del FSM. El año anterior José Bové,
figura emblemática del movimiento alter, había logrado el 1,32% de los votos en
la elección presidencial…
[7] En lo inmediato y esperando una
futura síntesis crítica de las diferentes propuestas remitimos al lector a los
textos de esos autores como también al libro de Jeann-Luc melenchon “Qu’ils s’en aillent tous”. El candidato del Frente de Izquierda en las elecciones presidenciales
no emplea la palabra “desmundialización” pero ciertamente sus propuestas se
inscriben en esta misma lógica.
[8] Grenelle (N. de T.) Los acuerdos
de Grenelle se negociaron en plena crisis de mayo de 1968 entre el gobierno de
Pompidou, los sindicatos y las organizaciones patronales. Sin embargo nunca se
firmaron y se referían esencialmente a un aumento del 35% en los salarios
mínimos interprofesionales y la creación de sindicatos de empresa.
(9) Invocando particularmente el
“compromiso de Luxemburgo” de enero de 1966 impuesto por el General De Gaulle a
sus socios de los Seis de esa época llamado también la política de la “silla
vacía”, recordamos los dominios comunitarios regidos por el procedimiento de
mayoría calificada (tal el caso del mercado interno, liberalizaciones de todo
tipo en consecuencia) como regla de unanimidad. Lo que significa el derecho a
veto.
Bernard
Cassen es Secretario General de “Mémoire des luttes” y presidente honorario de
Attac
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