lunes, 27 de agosto de 2012

Ha llegado la hora de la "desmundialización" - Bernard Cassen


mediapart.fr
17/9/11

 
Frente a un nuevo fenómeno, las palabras se apresuran a nombrarlo hasta que alguna de ellas termina por imponerse. Es lo que sucedió en francés con el término “altermundismo”. Entró en el campo político entre el 2001 y el 2002. Nombrando a la nebulosa mundial de organizaciones y de redes que poco a poco se fueron reconociendo en el eslogan de los Foros Sociales Mundiales “Otro mundo es posible” adoptado por la organización Attac (creada en junio de 1998) surgida de un artículo de Ignacio Ramonet en Le Monde diplomatique de mayo de 1998. Se halla íntimamente vinculada a momentos de alta visibilidad mediática como fueron los Foros, desde el realizado en Porto Alegre en 2001 y las grandes manifestaciones contra la OMC, el FMI, el Banco Mundial, etc. desde Seattle en diciembre de 1999.
El “Altermundialismo” sucedió al “antimundialismo”, concretando el paso desde una posición de simple rechazo a la mundialización liberal a la proposición de políticas alternativas. Una manera de contradecir el famoso TINA (There is no alternative) de Margaret Thatcher.
En enero de 2008, la revista Utopie critique y Mémoire des Luttes propusieron el concepto de “post-altermundismo” (2)  dest inado a designar a las posibles articulaciones entre movimientos sociales, partidos y gobiernos progresistas en pos de objetivos precisos, como la lucha contra el cambio climático. La cumbre de Cochabamba, convocada por el presidente boliviano Evo Morales en 2010, constituye un buen ejemplo. El post-mundialismo no se opone al altermundismo: es solo una de sus posibles derivaciones.
Un concepto nuevo y que molesta
Y he aquí que acaba de hacer irrupción en el léxico político francés un nuevo concepto aunque alineado sin embargo al anterior: el de “desmundialización”. Se ha desarrollado en por lo menos tres libros recientes: el de Georges Corm, “Le nouveau gouvernement du monde” (La découverte 2010), “ La démondialisation” (Seuil 2011) de Jacques Sapir y el de Armand de Montebourg “Votez pour la démondialisation” con prefacio de Emmanuel Todd (Flammarion 2011). Estos dos últimos autores remontan el concepto al filipino Walden Bello, figura señera de los Foros sociales mundiales en su libro titulado “Démondialisation: Ideas for a New World Economy” editado en 2002. También había sido propuesto ya por el autor de estas líneas en un artículo publicado en noviembre de 1996 publicado en “Manière de voir” , publicación bimestral de Le Monde diplomatique. En esa época todavía no había aterrizado en el debate público (3) . Las palabras también deben esperar a que les llegue su hora… y parece que la de desmundialización ha llegado.
Por si quedaran dudas, solo es preciso ver las virulentas reacciones que este concepto a suscitado en sectores esperados ( los liberales superobedientes) pero también en otros en los que no se esperaba (algunos altermundistas de Attac). La razón en ambos casos es la misma: en la medida en que Arnaud Montebourg la convierte en voz de orden de la campaña de las “primarias” del Partido Socialista en relación con la designación de su candidato para el Elíseo, el tema de la desmundialización queda confinado a los debates de la izquierda crítica para instalarse en el panorama electoral y adquirir una legitimidad y una “respetabilidad” política que supera el círculo de los convencidos.
Uno podría preguntarse si no es esa la razón por la cual, en una publicación del 6 de junio de 2011 del sitio de Mediapart titulada “Desmundialización y altermundismo son dos proyectos antagónicos”, nueve miembros del Consejo Científico de Attac – es decir las principales figuras de la dirección de la asociación han creído poder afirmar en tono polémico y sentencioso que la “desmundialización” es “un concepto superficial y simplista” Sin dudar, de paso, en poner en escena el torpe -y escandaloso– artificio de una pretendida convergencia con las tesis del Frente Nacional.
Sin nombrarlos ni citarlos se apoyan, travistiéndolos, en las tesis de Jacques Sapir, Arnaud Montebourg y Emmanuel Todd. Lo que les valió la réplica de un nuevo interlocutor Fréderic Lordon: uno en el blog de Le Monde diplomatique “Quién tiene miedo a la desmundialización” (4) ; el otro en el número de agosto de 2011 del semanario “La démondialisation et ses ennemis”
Detrás de una palabra, una orientación estratégica
Contrariamente a lo que afirman los dirigentes de Attac, altermundialismo y desmundialización no son conceptos antagónicos, sino que pertenecen a la misma familia. En el primer caso se trata de un haz de reivindicaciones y de diferentes propuestas (debido a la heterogeneidad de los protagonistas) y cuyo principal denominador común, como si puede reconstituir desde afuera es el imperativo del acceso universal a los derechos (5) .
La desmundialización es una orientación estratégica que tiende tanto mediante acciones políticas (elecciones, instituciones y gobiernos) como ciudadanas (luchas de los movimientos sociales especialmente) a recuperar concretamente la esfera económica y financiera que las instancias políticas les ha entregado deliberadamente y que son la causa de la actual crisis sistémica del capitalismo. Sin esa orientación prácticamente ninguna de las propuestas altermundistas tiene posibilidades de lograr éxito.
El objetivo de la desmundialización puede formularse muy simplemente, pero de otro modo sería difícil de alcanzar: tender a que el entorno de la toma de decisiones democráticas coincida lo más posible con la capacidad de regular los flujos económicos y financieros. Lo que plantea el tema de la instancia del espacio nacional.
Lo nacional: una palanca y no un “repliegue”
Aunque sea necesario establecer objetivos convergentes para las movilizaciones sociales a escala regional (europea en el caso de los europeos) y mundial, ese escenario por ahora solo es nacional. Es necesario disponer de todas las potencialidades aprovechando las fallas y las debilidades del adversario. Y eso sin dejarse impresionar por las denuncias de “unilateralismo” trivial de una parte de la extrema izquierda y del movimiento altermundialista y que remite todo cambio en Francia a las calendas europeas o mundiales, es decir a un futuro que se sabe que no llegará. Después de todo el 29 de mayo de 2005, los ciudadanos franceses no esperaron para votar “no” a que lo hicieran los demás.
Todas las experiencias de rupturas concretadas en estos últimos años han demostrado que no es en los niveles mundiales o regionales, sino a nivel nacional, como ha sido posible alcanzar algunos cambios y aún lograr algunas victorias. Ya sea por el accionar de los gobiernos apoyados por los movimientos sociales (como en América latina) o por la presión sobre los Estados de los movimientos populares capaces de movilizar a los pueblos (como en el mundo árabe).
Los tres motores de la mundialización liberal, promovidos igualmente por los tratados europeos como estatuto de “libertades fundamentales” son la libertad de circulación de capitales, la libre inversión y el libre comercio de bienes y de mercancías. Y esto no solamente en la UE sino también entre la UE y el resto del mundo. Esos son los tres motores que es necesario atrapar y someter al control democrático.
El neoliberalismo ha definido el territorio de sus intervenciones: todo el planeta, sin fronteras de ningún tipo. Lo importante es saber si para combatirlo debemos ubicarnos en el mismo terreno o si es necesario elegir otros y en lugar de una guerra de trincheras a nivel mundial, desarrollar una guerra en movimiento, como una guerrilla en los primeros escalones. Todo depende de la relación de fuerzas.
Precisamente para ganar ventaja se crearon las organizaciones multilaterales como el Banco Mundial, el FMI, la OMC, la OCDE, así como las demás instituciones Europeas y sin olvidar al G-7,G-8 o G-20. Saben que no tienen estrictamente nada que temer de una eventual confrontación con sus adversarios en ese nivel. Pueden hasta darse el lujo de “dialogar” públicamente con ellos como lo hicieron algunos de sus miembros en oportunidad de la teleconferencia debate “Porto alegre contra Davos” que se organizara en el primer Foro social mundial de 2001 y en la que participó personalmente el megaespeculador George Soros.
En cambio los “habitués” de Davos no se arriesgarían a algo similar a nivel “regional” por ejemplo, europeo, ¿sería imaginable un diálogo televisado entre Carlos Ghosn y el comité de la empresa europea Renault? Y menos aún a nivel nacional, es decir allí donde la capacidad militante puede ser realmente movilizada (6) Las fuerzas del capital comprendieron perfectamente que una compulsa social en un Foro mundial perdería rápidamente su fuerza a medida que se fuera alejando de su “epicentro” para haber desaparecido prácticamente al llegar al nivel nacional.
La experiencia nos enseña inversamente que las luchas sociales y políticas en un determinado país pueden producir contagio en otros y así regionalizarse e internacionalizarse. Es lo que han demotrado las sublevaciones árabes, partiendo de la situación tunecina y las manifestaciones en masa contra las desigualdades en Israel directamente inspiradas en los indignados de la Puerta del Sol -y la rueda se cierra- réplica de las ocupaciones de las plazas públicas en Túnez y el Cairo…
Lo “nacional” no es de ningún modo un sustituto de lo “internacional” o de lo “europeo”. Lejos de constituir un “repliegue” es por el contrario una condición previa de una estrategia del débil contra el fuerte. No se comprende que tales evidencias avaladas por los hechos, escapen a la comprensión de los “anti-desmundializacion” que plantea la izquierda crítica, especialmente en una parte del altermundialismo-
La desmundialización no es un concepto rígido, sino dinámico, y se puede traducir en una serie de medidas políticas prácticas, tales como, entre otras, las propuestas de los autores anteriormente citados (7) y que no se limitan a la necesidad de un proteccionismo europeo. Su “combustible” es la exigencia democrática de recuperar la soberanía popular en el espacio en que pueda ejercerse realmente para regular los flujos económicos y financieros.
En teoría son posibles dos soluciones extremas: o bien “renacionalizar” los flujos para que respondan a una voluntad política nacional expresada a través del sufragio universal –cuando existe– o ampliar a todo el planeta el espacio público democrático con objeto de realizar un control efectivo sobre los ya mundializados. Se ve que ninguna de estas dos posiciones es íntegramente sustentable. Por un lado, existen efectivamente una cantidad de dominios –no solo el de la lucha contra el cambio climático– que por naturaleza exceden los límites fronterizos y por el otro un gobierno mundial con todas las competencias de un ejecutivo nacional del presente que no resulta previsible en un tiempo histórico demasiado próximo. Se trata por lo tanto de jugar dentro del marco de las soluciones extremas e intermedias.
Las soluciones intermedias pueden adoptar dos formas. Se puede construir lo internacional a partir de los Estados constituidos, es decir ir poniendo gradualmente en común fragmentos de soberanías nacionales que formen parte de temas libremente delegados y decididos, limitados, controlados, y revocables en condiciones previamente acordadas.
El otro término alternativo, consiste en hacer evolucionar a los cuadros estatales para incluir mayores conjuntos de soberanía popular. Es necesario no confundir esta idea con la de los agrupamientos regionales basados en el libre comercio y la “competencia libre y no falseada”. Lo que hace la diferencia es la existencia o no de mecanismos de regulación política con bases democráticas que hagan contrapeso al mercado.
La Unión europea (UE), que teóricamente habría podido entrar en esta categoría, al contrario es un agente activo de de la mundialización neoliberal, una verdadera máquina de liberalizar. Por lo tanto un terreno muy extenso para una contraofensiva desmundializadora.
Una “Grenelle”(8)   de la UE para hacer saltar el cerrojo europeo
En la medida en que las decisiones europeas sobresalen y enmarcan todas las demás y que el 57% de los textos que nos gobiernan no son más que actos legislativos decididos por instancias de la Unión, la cuestión europea se sitúa en primera línea en todo proceso de desmundialización.
En la perspectiva de las próximas elecciones presidenciales y legislativas francesas, el ciudadano debe saber que márgenes de acción se darán tal o cual partido para poner en marcha un verdadero programa de transformación social, incompatible por lo tanto con el tratado de Lisboa.
En el caso de que las instituciones europeas establezcan un cerrojo, ¿estarán o no dispuestas a tomar decisiones unilaterales de ruptura (9) o por lo menos a amenazar con tomarlas en plazos próximos y previamente anunciados con el objeto de obligar a una negociación? La reacción que habría de esperar de la Comisión y de la Corte de Justicia y de la mayor parte de los dirigentes europeos podría ser rápidamente contrarrestada y aún ir más allá mediante la vinculación de numerosos movimientos sociales de otros países que presionarían a la vez sobre sus gobiernos.
Lo que convierte a la UE en agente activo de la mundialización liberal debería ponerse sobre el tapete: libertad de circulación de capitales; libre comercio; pertenencia a la zona euro, planes de “rescate”; poderes de la Comisión y de la Corte de Justicia de Luxemburgo; estatuto del Banco Central europeo; dumping social, fiscal y ecológico: primacía de la competencia, etc. Para tratar de concretar una especie de “Grenelle” (versión 1968) a nivel europeo.
Se objetará no sin razón que eso haría entrar a la UE en una zona de turbulencias sin precedentes y que los resultados no estarían garantizados de antemano. Lo que por el contrario puede garantizarse con anticipación es que si la trayectoria de la construcción europea no da un giro de 180 grados la austeridad será perpetua, así como la explosión de las desigualdades y de la precariedad, el desguace del tejido social, el empuje de la extrema derecha y la xenofobia.
Los liberales no son sensibles a este tema, ya han hecho su elección y su única obsesión es el temor a mayores turbulencias sociales. Por pusilanimidad, por confusión mental entre nación y nacionalismo y por europeísmo beato, la mayor parte de la izquierda socialdemócrata y una parte de la izquierda crítica parecen partidarias de hacer lo mismo, pero por defecto. Están liberando de este modo un amplio espacio para las fuerzas que rechazan verse atrapadas en la trampa de una alternancia posible.
(Este texto fue redactado sobre la base de intervenciones, artículos y obras anteriores. En especial mi conclusión en Manière de voir nº 32, noviembre de 1866); una comunicación al coloquio M’PEP “ Qué hacer con la Unión europea” de junio de 2011 y un artículo publicado en Politis del 7 de julio 2011)

NOTAS
[5] Leer sobre este tema un obra muy documentada de Gustave Massiah, Une stratégie altermondialiste, La Découverte, Paris, 2011.
[6] Paradójicamente, el altermundismo se fortalece defendiendo este planteamiento. Existe una presencia “supranacional” muy importante, en parte gracias a los medios. Su presencia en Europa (al margen de la red Attac Europa), es marginal como lo atestigua la declinación de los Foros sociales europeos y el hecho de que los movimientos de los indignados se desarrollan al margen de él. Y no hablemos del nivel nacional: sobre el total francés, en enero de 2008, a lo sumo entre 3.000 y 4.000 personas participaron en la Jornada mundial de movilización y de acción convocada por el Consejo Internacional del FSM. El año anterior José Bové, figura emblemática del movimiento alter, había logrado el 1,32% de los votos en la elección presidencial…
[7] En lo inmediato y esperando una futura síntesis crítica de las diferentes propuestas remitimos al lector a los textos de esos autores como también al libro de Jeann-Luc melenchon “Qu’ils s’en aillent tous”. El candidato del Frente de Izquierda en las elecciones presidenciales no emplea la palabra “desmundialización” pero ciertamente sus propuestas se inscriben en esta misma lógica.
[8] Grenelle (N. de T.) Los acuerdos de Grenelle se negociaron en plena crisis de mayo de 1968 entre el gobierno de Pompidou, los sindicatos y las organizaciones patronales. Sin embargo nunca se firmaron y se referían esencialmente a un aumento del 35% en los salarios mínimos interprofesionales y la creación de sindicatos de empresa.
(9) Invocando particularmente el “compromiso de Luxemburgo” de enero de 1966 impuesto por el General De Gaulle a sus socios de los Seis de esa época llamado también la política de la “silla vacía”, recordamos los dominios comunitarios regidos por el procedimiento de mayoría calificada (tal el caso del mercado interno, liberalizaciones de todo tipo en consecuencia) como regla de unanimidad. Lo que significa el derecho a veto.


Bernard Cassen es Secretario General de “Mémoire des luttes” y presidente honorario de Attac

No hay comentarios:

Publicar un comentario