Herramienta nº 37
Buenos Aires, 2008
Chesnais, François. Profesor emérito en
la Universidad de París 13-Villetaneuse. Destacado marxista, es parte del
Consejo científico de ATTAC-Francia, director de Carré rouge, y miembro del
Consejo asesor de Herramienta, con la que colabora asiduamente. Es autor de La
Mondialisation du capital y coordinador de La finance mondialisée, racines
sociales et politiques, configuration, conséquences. La finance capitaliste,
último libro bajo su dirección, acaba de ser publicado por Ediciones
Herramienta. E-mail: chesnaisf@free.fr
La marcha de
la crisis financiera que estalló en el sector de préstamos hipotecarios de los
Estados Unidos en agosto del año pasado no es lineal. Los momentos de regreso a
una calma relativa se alternan con expresiones más visibles de crisis, a veces
espectaculares. El estallido de esta crisis representa un giro en el curso de
la economía mundial.
En primer
lugar, marca el fin del ciclo económico estadounidense iniciado con la
recuperación de comienzos de 2003. Ya en este sentido su alcance es mundial,
pues el consumo interno norteamericano representó, entre 2003 y 2006, la
principal salida para la oferta de mercancías producidas en los otros países. Y
hay más: aún antes de que la demanda interna de los Estados Unidos sufriese
todos sus efectos, la crisis hipotecaria comenzó a propagarse casi en todo el
mundo, mediante los mecanismos propios del sistema financiero globalizado,
hacia los bancos y las sociedades de colocación financiera (los mutual
funds, los hedge funds y las sociedades especializadas en
préstamos hipotecarios). No son afectados sólo los países fuertemente
interconectados con las finanzas estadounidenses. Lo son también los que tienen
monedas más expuestas a los efectos de la caída del dólar. Por lo tanto, los
niveles de actividad económica, de empleo y de disposición al consumo o la
inversión en un conjunto de países pueden disminuir a consecuencia de lo que
ocurre en los Estados Unidos. Son de prever interacciones a este nivel, pues la
OCDE precisó que la desaceleración había comenzado entre los países miembros
antes del inicio de la crisis financiera.[1]
El mecanismo
de contagio en el que más se interesan los diarios es el de la cotización de
las acciones en las bolsas. La transmisión de las fluctuaciones bursátiles
puede ser espectacular, pero más allá del efecto "subjetivo", en
términos de imagen del capitalismo, no es el canal de propagación más importante.
Sólo en los Estados Unidos y en menor medida en Gran Bretaña el consumo interno
está directa y rápidamente afectado por los movimientos bursátiles. La
inquietud inmediata de los observadores tiene que ver sobre todo con otras tres
cuestiones. La primera se refiere a la amplitud de la contracción del crédito
interno en el sector financiero, provocada por los títulos "podridos"
de "nueva generación" (ver más adelante) que los bancos y los fondos
de colocaciones de riesgo (los hedge funds ) tienen en sus
carteras. No se trata todavía de una contracción del crédito a las empresas,
sino de un paso en esa dirección. La segunda tiene que ver con al ritmo y la
violencia del estallido de la burbuja inmobiliaria en otros países en que
existe, sobre todo los de la Unión Europea como España o Irlanda, pero también
Australia. El tercero se refiere a los efectos al menos parcialmente
antagónicos de las políticas de tasas de interés y tasas de cambio adoptadas
por los principales países. Un ejemplo es el alza de las tasas de cambio del
euro con respecto al dólar, que se aceleró con la baja de las tasas de interés
norteamericanas.
Un poco a
más largo plazo, a seis u ocho meses, el principal interrogante, del que
realmente depende el curso de la crisis financiera, se refiere al Asia. Esta
crisis financiera no podría desembocar en una crisis mundial grave del tipo de
la de 1929, si no se produjera una desaceleración general de la demanda mundial
que revelase que hubo -desde 2002 y más aún luego de 2003- un proceso de
sobreacumulación en todas las economías asiáticas de la costa del Pacífico (en
China, pero también en Japón, Corea y Taiwán). Muchos economistas piensan que
en esta región clave del sistema capitalista mundial, la capacidad de
producción instalada excede ampliamente las posibilidades de absorción del
mercado mundial. Pero siguen esperando que, a pesar de la contracción de la
demanda externa -que es absolutamente necesaria para las economías de Asia- los
países en cuestión sabrán compensar esa limitación aumentado su demanda
interna. En todo caso, se entra en un contexto en el que la presión de la
competencia de las mercancías asiáticas engendra tensiones proteccionistas que
enfrentarán a los Estados Unidos y otros países con China. Finalmente, está la
situación de los países productores del mismo tipo de mercancías, por ejemplo
textiles: incluso una contracción limitada de la capacidad de los Estados
Unidos y de la Unión Europea para recibir importaciones provenientes de China y
otros países de Asia acentuará la presión de la mercancías asiáticas sobre
ellos y agravara sus dificultades.
¿Qué puntos de apoyo brinda Marx para abordar las crisis financieras?
Marx no
conoció una situación de hipertrofia de la esfera financiera comparable a la
actual. Sin embargo dejó algunas indicaciones metodológicas importantes y sobre
todo una teoría del capital ficticio en la que nos apoyaremos más adelante.
Recordemos por ahora que lo denominado en el siglo XIX "crisis
monetaria" o "de dinero" más que financiera, constituía para él
"un momento de las crisis industriales", pero un momento muy
significativo porque en él se desnuda una contradicción fundamental contenida
en la moneda:
la función
del dinero como medio de pago envuelve una brusca contradicción. En la medida
en que los pagos se compensan unos con otros, el dinero sólofunciona idealmente,
como dinero aritmético o medida de valor. En cambio, cuando
hay que hacer pagos efectivos, el dinero ya no actúa solamente como medio de
circulación, como forma mediadora y llamada a desaparecer de la asimilación,
sino como la encarnación individual del trabajo social, como la existencia
autónoma del valor de cambio, como la mercancía absoluta. Esta contradicción
estalla en ese momento de las crisis comerciales y de producción a las que se
da el nombre de crisis de dinero.[2]
El reemplazo
del oro por las monedas estatales de los países más fuertes (actualmente, un
"semi-patrón oro"[3]) así como el desarrollo
extraordinario que adquirieron los efectivos bancarios exigiría transcribir
esta contradicción a las condiciones actuales.[4] Queda en pie sin embargo el
hecho de que en esta crisis ya se ha perfilado una situación en la cual
el crédito
se reduce o desaparece en absoluto, el dinero se enfrenta de pronto de un modo
absoluto a las mercancías como medio único de pago y como la verdadera
existencia del valor. De aquí la depreciación general de las mercancías, la
dificultad, más aún, la imposibilidad de convertirlas en dinero".[5]
Es muy útil
una distinción introducida por Marx respecto a las "crisis
monetarias" o "de dinero". Por un lado, "es una fase de
cualquier crisis". Por el otro, y sin que existan barreras infranqueables
entre ambas, está
esa
modalidad especial de crisis a que se da también el nombre de crisis de dinero,
pero que puede producirse también de un modo independiente, influyendo luego de
rechazo sobre la industria y el comercio. Son estas crisis que tienen como
centro de gravitación el capital-dinero y que, por tanto, se mueven
directamente dentro de la órbita de los Bancos, de la Bolsa y de la finanza.[6]
Las crisis
monetarias de este tipo son las que llamamos ahora crisis financieras. Traducen
la maduración de las contradicciones a nivel de la formación de la tasa de
ganancia así como de las condiciones de realización del valor y plusvalor. El
hecho de que estas crisis se forman de manera "independiente" es
consecuencia de la acumulación de capital-dinero y de la formación de capital
ficticio a gran escala. Pero estas son a su vez la expresión de graves
"disfunciones" que hunden sus raíces en las relaciones de producción
y de propiedad y en las medidas de política económica utilizadas para
contenerlas.
El tiempo de la crisis financiera
Así se
comienza a percibir el alcance de la crisis financiera que se abrió y la
importancia de las cuestiones en juego. Ocurre en un momento en que los
instrumentos utilizados por los bancos centrales comenzaron a mostrar sus
limitaciones, a fuer de haber sido utilizados repetidamente desde hace veinte
años. Se produce después de una fase excepcionalmente larga de acumulación sin
ruptura. Se sitúa, finalmente, cuando la configuración del marco geoeconómico y
geopolítico del capitalismo mundial está experimentando modificaciones
profundas.
El acento se
debe poner, en primer lugar, sobre el alcance y consecuencias de lo que
denomino una muy larga fase de "acumulación sin ruptura".
Considerando que la reconstrucción de lo destruido en la Segunda Guerra Mundial
terminó a mediados de los años 1950, el capitalismo como sistema mundial
conoció desde entonces más de cincuenta años de acumulación casi
ininterrumpida. Es la fase de este tipo más larga de toda su historia. La
acumulación se dio con momentos de ritmos diferentes, pero sin que se produjese
ninguna ruptura, como una gran crisis económica o una guerra análoga a las dos
grandes conflagraciones del siglo XX. La recesión mundial de 1974-76 puso fin
al largo movimiento cíclico llamado "los treinta gloriosos". Cerró un
período, pero luego de una fase de transición la acumulación recomenzó sobre la
base, especialmente, de un desplazamiento progresivo de su centro de gravedad
geográfico. Ninguna ruptura se produjo tampoco desde el flanco de la lucha de
clases. El capitalismo mundial tuvo las manos libres para responder a lo que
pudo parecer en su momento una ruptura por medio de la revolución neoliberal o
más exactamente neoconservadora. Con el beneficio de la distancia histórica y
la destrucción (al menos parcial) de las anteojeras de aquella época, podemos
ver ahora que su esfera de acción e influencia sobrepasó las fronteras de la
dominación imperialista del momento. Las "reformas" de Margaret
Thatcher tuvieron como contrapartida las de Deng Xiaoping en China, que
comenzaron como las suyas en 1979-80 y pasaron desapercibidas para la izquierda
mundial.
La falta de
ruptura en la acumulación durante un período tan largo no es algo secundario.
Facilitó considerablemente el trabajo del capital "para apropiarse de la
praxis social en toda su extensión y toda su profundidad" y forjar como
dice Alain Bihr, a nivel ahora verdaderamente mundial, "un tipo de
sociedad global profundamente marcado por el dominio del capital, mucho más
allá de la esfera puramente económica".[7] Es en esta sociedad en la que estallará cualquier eventual crisis
de sobreproducción mundial, tomando a la mayor parte de sus componentes
sociales, es decir los asalariados, en un estado de total falta de preparación
"subjetiva" y por tanto política.
Una de las
principales consecuencias y manifestaciones de "la acumulación sin
ruptura" es por supuesto el nivel alcanzado y los mecanismos engendrados
por la acumulación de capital de préstamo a interés, que se
valoriza exteriormente a la producción de valor y plusvalor, sin salir de la
esfera de los mercados financieros.[8] La fuerza económica y
social del capital de inversión financiera es consecuencia directa de la
duradera falta de ruptura en la acumulación. No hay que olvidar que una de las
primeras causas de la reaparición de este tipo de capital a fin de los años
1960 fue el aumento de las ganancias no reinvertidas en la producción directa
de valor y plusvalor. Era preciso que tales capitales no quedaran
"ociosos" y fue necesario abrirles posibilidades de valorización como
capital de préstamo. Fue la función jugada transitoriamente por el mercado de
eurodólares offshore en la City, hasta que la liberalización
financiera orquestada desde Washington sentara las bases de los mercados de
activos planetarios. Las otras dos grandes fuentes de acumulación de un capital
que viene a compartir la plusvalía manteniéndose fuera de la producción han
sido (y siguen siendo) la renta basada en las fuentes de energía o de materias
primas, con la renta petrolera a la cabeza, y los fondos acumulados en títulos
de los sistemas de jubilación privada. Mientras más importante pasó a ser la
concentración del capital de préstamo a interés, especialmente en los Estados
Unidos, más crucial se volvió garantizarle condiciones que le permitiesen
concretar su pretensión de compartir la plusvalía, cuya masa debería estar en
constante aumento. Una política monetaria consistente en tasas de interés bajas
e inyecciones de liquidez ante cada sobresalto financiero pasó a ser el
principal sino el único instrumento de política macroeconómica.
La nueva configuración de la dominación mundial del capital y sus
contradicciones
El segundo
gran factor en el que es preciso detenerse, son los cambios en la
configuración geoeconómica de la dominación del capital, comenzando por la
identidad de los países y los sitios precisos donde se efectúan la acumulación
del capital productivo y la extracción del plusvalor. Comentando el debate
sobre el "intercambio desigual", Louis Gill sostenía no hace mucho
tiempo (su libro es de 1996) que
para que
exista transferencia de plusvalor mediante el cambio, es preciso primero que
exista producción de plusvalor. Pero la masa de plusvalor producida en los
países subdesarrollados es débil porque su productividad es débil. La fuente
principal de la acumulación a escala mundial se encuentra allí donde la
productividad es más elevada, en los países capitalistas industrializados y no
en los países subdesarrollados.[9]
Ya no es
así. Por supuesto, siguen siendo los países capitalistas avanzados (y sobre
todo los Estados Unidos) los lugares en donde la tasa de plusvalía,
entendida como diferencia entre el tiempo de trabajo necesario para la
reproducción de la fuerza de trabajo y el tiempo efectivamente trabajado, es la
más elevada del mundo. La productividad del trabajo es muy alta y el tiempo de
trabajo necesario muy bajo, y una de las razones de esto es la importación
masiva de muy baratos "bienes salarios" (los que entran en el costo
de reproducción de la fuerza de trabajo). Pero si consideramos el cuadro en
términos de masa y no de tasa, la mayor parte de la plusvalía
que permite la reproducción del capital ahora proviene de Asia y sobre todo de
China.
Lo que ha cambiado
en poco más de una década en estos países y los ha hecho tan atractivos al
capital extranjero es lo que Marx denominaba en las indagaciones expuestas en
el primer tomo del El capital "el precio proporcional del
trabajo", refiriéndose a su precio en comparación con la plusvalía o con
el valor de lo producido. En Asia, el precio proporcional del trabajo bajó, a
medida que al efecto de la duración y la intensidad del trabajo se le sumó el
del aumento de la productividad por la modernización del equipamiento, lo que
fue estimulado y parcialmente asegurado por la presencia de grupos industriales
extranjeros, pero también por inversiones autónomas.[10]
Durante la
primera mitad de los años 1990 se dio un primer desplazamiento de la
acumulación hacia Asia, principalmente hacia Corea y Taiwán, pero también a
Singapur y otros países cuya vulnerabilidad se reveló durante el curso de la
"crisis asiática" de 1997-1998. Después de esa fecha, tomaron la
posta China y, en menor medida, también la India en determinadas industrias y
con grandes interrogantes.
Hay que
considerar la distancia recorrida desde hace un siglo. En el momento en que se
elaboró la teoría "clásica" del imperialismo en sus diferentes
versiones, China estaba sometida a un estatus semicolonial y la India a una
dominación imperial que exigían una importante ocupación militar permanente.
Hoy, en condiciones políticas y grados diferentes, ambas entidades constituyen
elementos centrales en el funcionamiento de la economía mundial. No es preciso
decidir si corresponde o no darles el estatus de potencias económicas de
primera línea, o decir si dominarán o no el siglo XXI, para comprender que la
plena incorporación de estos dos países-continentes a la economía mundial, y en
particular la de China, impone dejar de lado los análisis ordenados a partir de
un solo país, aunque sea todavía el más poderoso. Lo seguro es que China no se
hubiese transformado tan rápido y en tal escala en "la fábrica del
mundo" sin el movimiento masivo de deslocalización de la producción de las
mayores empresas estadounidenses y luego japonesas y sin la tercerización
internacional masiva organizada por las grandes distribuidoras de
características casi industriales, como Wal-Mart.
Las
relaciones económicas y políticas de la época de la "globalización"
deben ser consideradas, más que nunca, como "articulaciones de una
totalidad, diferenciaciones en el interior de una unidad"[11]. Hasta comienzos de los años 2000, todavía se podían hacer análisis
colocando a los Estados Unidos en el centro de las relaciones jerarquizadas
constitutivas de la mundialización, concediéndole incluso un lugar aparte, el
de potencia hegemónica en el sentido fuerte de la palabra. Ya no. Los Estados
Unidos estuvieron en el origen de la mundialización del capital contemporáneo y
fueron en gran medida los arquitectos del correspondiente régimen
institucional. Pero ahora ya no son más que uno de los elementos constitutivos
centrales, uno de los polos, pero no el único. El análisis del movimiento de
acumulación, de sus contradicciones y de su crisis debe hacerse concediendo
todo su lugar al que tal vez ya sea, en la configuración actual, su piedra
angular: China. Los Estados Unidos siguen disponiendo de potentes palancas
económicas y políticas, la más importante de las cuales es el rol que conserva
aún el dólar. Pero la crisis en gestación debe ser pensada en un marco donde
Asia ha pasado a ser un componente esencial.[12]
El Asia
industrializada (economías enteras como las de Corea o Taiwán, o los grandes
polos industriales de China y la India) aseguró una longevidad suplementaria a
la larga fase de acumulación sin ruptura. Pero contradictoriamente, y debido a
las condiciones en que funciona la economía mundial, sembró algunos gérmenes de
la crisis actual. La plena integración de China a la economía mundial y también
la de la India, tuvieron como efecto poner en competencia directa a los
trabajadores de todo el mundo. Desde hace dos o tres años los bancos de
inversiones vienen multiplicando los análisis referidos a la "duplicación
de la oferta de trabajo mundial debido a la entrada en la globalización de China
y la India" y a sus efectos sobre los salarios, los precios y las
perspectivas de ganancia. Pero la transformación de China en "fábrica del
mundo" y de la India en país de relocalización de las actividades de
servicios informáticos y de producción de computadoras han tenido una
contrapartida muy importante, tanto en la economía real como en el dominio
financiero.
El
redespliegue de las inversiones de los grupos industriales de los países de la
Tríada (EE.UU., Europa, Japón) y la importación de mercancías baratas
producidas en China y otros lugares de Asia dieron un fuerte apoyo (y en
algunos casos llegaron a sustituir) a políticas económicas y presupuestarias
(en el caso de los Estados Unidos, política monetaria) dirigidas a contener los
salarios. En muchos sectores industriales, los precios de los "bienes
salarios" de origen industrial cayeron tanto que las empresas enfrentaron
una situación casi deflacionista y fueron "acogotadas" (y con ellas
sus asalariados). En Alemania el efecto depresivo del estancamiento e incluso
la baja de los salarios reales en la demanda y la actividad económica interna
terminó siendo compensado por el aumento de las exportaciones. En otras partes,
fue al endeudamiento o a las medidas fiscales a lo que recurrieron los gobiernos
para sostener el empleo. El resultado fue en gran medida insignificante debido
a la magnitud de las importaciones. Las medidas aplicadas alentaron sobre todo
el alza artificial de los activos financieros y patrimoniales que termina
actualmente.
Pero poner en
competencia directa a los trabajadores tuvo también repercusiones muy
importantes en la esfera financiera, especialmente con la baja de las tasas de
interés a largo plazo. Michel Aglietta dice que nació un "régimen
financiero con tendencia deflacionista"[13], que condujo al aumento de las inversiones especulativas. Los fondos de
colocación financiera, pero también los bancos, se lanzaron en una fuga hacia
adelante en operaciones cada vez más riesgosas con activos cada vez más
"opacos", es decir ficticios. Paralelamente, se asistió a la
acumulación de excedentes comerciales y de reservas en divisas -principalmente
dólares- por los países asiáticos, pero también por países que son grandes
proveedores de materias primas. Estos excedentes fueron colocadas en bono del
Tesoro y en acciones y obligaciones privadas (entre ellas, los créditos
hipotecarios). Los Estados Unidos pudieron dejar que se acumularan los déficits
externos y financiar sus guerras al mismo tiempo que la administración Bush se
permitía seguir bajando los impuestos. Pero los excedentes fueron también una
fuente de la creación de "liquideces" y de financiamiento de
operaciones especulativas de alto rendimiento. Hoy la economía capitalista está
mundializada como campo de valorización del capital y terreno de competencia
entre los trabajadores. Pero todavía no lo está en un terreno crítico, el de la
moneda, las políticas monetarias y las decisiones de los bancos centrales; en
esto sigue siendo "transnacional", es decir marcada por las
decisiones soberanas de los países más fuertes. En el terreno monetario, las
relaciones actuales entre el dólar, el euro, la libra esterlina, el yen y ahora
la moneda china el yuan son en gran medida "no cooperativas", para
utilizar una expresión de moda. Lo que es, potencialmente, un factor de
aceleración de la crisis.
Desde 1982: crisis financieras a repetición
La
acumulación de capitales que buscan valorizarse como capital-dinero a interés y
el crecimiento y complejidad cada vez mayor de los mercados financieros
conllevan crisis multiformes propias de las finanzas. El lugar ocupado por lo
que frecuentemente se denomina el "capital financiero" (al que
prefiero denominar"capital-dinero concentrado" o "capital
de colocación financiero") torna prácticamente seguro que las primeras
fases de cualquier eventual crisis de superproducción pasarán por los mercados
financieros y la acumulación de préstamos y deudas. La liberalización y la
mundialización financieras estuvieron continuamente jalonadas por crisis y
sobresaltos menores. Debido al rol jugado por el alza de las tasas de interés
norteamericanas y por el dólar en la creación de las condiciones para la
dominación de las finanzas en la acumulación, el primer episodio fue la crisis
mexicana de 1982. Fue el punto de partida de la crisis de la deuda del tercer
mundo, especialmente en América latina en países dirigido por clases dominantes
parasitarias desprovistas de renta petrolera. Pero incluso en los Estados
Unidos, las quiebras bancarias (Penn Square, Seattle First Bank, Continental
Illinois) jalonan la primera mitad de la década de 1980. Luego, los choques y
sobresaltos financieros continuaron a medida que la masa de capital ficticio en
busca de valorizarse se incrementó y las formas de colocación y especulación se
multiplicaron y diversificaron. Se dio el crack bursátil de mediana amplitud de
Wall Street en 1987. Fue seguido en 1989 por la quiebra y salvataje de las
cajas de ahorro norteamericana (loan and savings) que marcó el debut de
una primera crisis mundial inmobiliaria. Su punto culminante es el crack del
Nikkei y del sector inmobiliario en Japón, cuyas consecuencias realmente nunca
desaparecieron, pese a que la potencia de los grupos industriales fue
salvaguardada mediante su implantación en los Estados Unidos y en China. El
estallido de esta primera burbuja inmobiliaria internacional en 1990 provocó
una recesión, caracterizada por algunos economistas como "financiera"
para subrayar que su causa era cierta forma de especulación.
Al comienzo
de los años 1990 se vieron también graves crisis en los mercados cambiarios de
Europa, provocados por el capital-dinero concentrado de los inversores
institucionales. Estas crisis les permitieron lograr ganancias especulativas,
imponiendo al mismo tiempo políticas económicas centradas en "el manejo de
la inflación", garantizado por el Banco Central Europeo según los tratados
de Maastricht y de Amsterdam. Estos años fueron marcados sobre todo por el
desplazamiento temporario de las crisis financieras y las recesiones nacionales
que las acompañaban hacia la zona periférica del capitalismo mundial (donde se
encontraban las economías y los mercados financieros llamados
"emergentes"). Así se asistió primero a la muy grave segunda crisis
de la deuda en México en 1995, con repercusiones sobre la producción
estadounidense, pese a la intervención rápida de la Fed (Banco Central de los
Estados Unidos ) y del Departamento del Tesoro. El episodio siguiente tuvo como
escenario al Asia. Lo que se ha llamado la "crisis asiática",
desarrollada entre junio de 1997 y los primeros meses de 1998, tocó fuertemente
a siete economías y tuvo efectos en muchos otros países. Fue inmediatamente
sucedida por la crisis rusa, antes de tener fuertes impactos en Brasil y la
Argentina, tras provocar la quiebra y exigir el salvataje en octubre de 1992 de
un gran fondo especulativo (un hedge fund) con base en Nueva York,
el Long Term Capital Management. La importancia de la crisis asiática es que la
propagación de la crisis se produjo por la transmisión de la contracción de la
producción y del empleo desde los países en los que se produjo la crisis
financiera hacia otras economías. Esto se dio a través del comercio
internacional. En el caso del Sudeste Asiático, la crisis afectó sobre todo los
intercambios intrarregionales de productos complementarios y menos a las
exportaciones de productos directamente competitivos. Pero en el caso de Corea,
en octubre de 1997, se asistió a una crisis financiera que reveló una fuerte
sobreacumulación y desembocó en una verdadera crisis de superproducción con
repercusiones mundiales.
Por primera
vez desde los años 1930, se conformó a fines de 1997 una situación de deflación,
es decir de baja de precios y de competencia salvaje entre exportadores de
algunas categorías específicas de mercancías. Hubo también un momento de crisis
bursátil. Tocó a las principales bolsas asiáticas, especialmente Hong Kong, donde
el hundimiento de las cotizaciones provocó un comienzo de contagio bursátil a
la baja realmente mundial. Durante dos días (27 y 28 de octubre de 1997), las
acciones cayeron fuertemente en Nueva York, y la caída se extendió hacia
Europa.
Completemos
por ahora la cronología volviendo a los Estados Unidos en la fase expansiva del
ciclo de la "Nueva Economía" de 1998-2001. En este momento se
completó el montaje del actual régimen de "gobierno de empresa", que
hace del "valor accionarial" el objetivo prioritario de las firmas
(con los stock-optionscomo estímulo para los ejecutivos). Los
capitales de los inversores institucionales refluyeron desde Asia hacia sus
bases de origen. Las dos bolsas de Nueva York, el NYSE y el Nasdaq
(especializado en las acciones de las firmas de "alta tecnología"),
volvieron a ser el principal terreno de operación de los inversores financieros
y de los managers "de nuevo estilo" cuya personificación fueron los
ejecutivos de Enron. El "valor accionarial" no exige solamente un
reparto de las ganancias que prioriza los dividendos. Supone también mantener
las cotizaciones de la bolsa en un nivel alto. Los grupos industriales pasaron
a comprar sus propias acciones, endeudándose en el mercado de préstamos. Las
adquisiciones de las firmas más débiles fueron financiadas por intercambios de
títulos con precios que no tenían ninguna relación con su valor real. Cuando la
"burbuja Internet" estalló a comienzos de 2001, el Nasdaq conoció un
verdadero crack mientras que el NYSE sufrió una seria caída y se mantuvo en
niveles bajos hasta fines de 2002. Incluso las empresas que no corrieron la
misma suerte que Enron o Vivendi, quedaron muy endeudadas y siguieron estándolo
hasta 2003 o incluso 2004. Las opciones y medidas tomadas por el gobierno de los
Estados Unidos para contener los efectos del crack del Nasdaq y apoyar aún más
que antes al sector inmobiliario, sembraron la semilla de la crisis financiera
que ahora vemos y privaron también al actual presidente de la Fed de medios de
acción efectivos.
Los mecanismos de propagación de la crisis
Es preciso
regresar a 2007 para precisar el punto de inflexión de la coyuntura
estadounidense e identificar los mecanismos de propagación de la crisis
financiera desatada en agosto.
El primer
mecanismo de propagación es interno a la economía norteamericana. Tiene como
origen el estallido de una burbuja inmobiliaria que se formó progresivamente
desde 2004. Comenzó afectando la actividad económica estadounidense en el
sector de la construcción, pero también a la economía en general. El ritmo de
la creación neta de empleos cayó en promedio mensual de 189.000 en el 2006 a
118.000 en el curso de los meses de agosto-septiembre-octubre.[14] Implicó la quiebra de algunas sociedades financieras, de dos
tipos: las sociedades de préstamo hipotecario y las especializadas en la
actividad detitulización de préstamos hipotecarios riesgosos, su
compra y su reventa (explicaremos mas adelante en que consiste esta titulización).
Hablar de "burbuja inmobiliaria" se justifica porque casas y
departamentos no representan sólo un valor de uso para el propietario, sino
también un "activo financiero", que se compra pensando en revenderlo
y que sirve de garantía para otros préstamos. En el origen de una burbuja se
encuentra siempre, junto con candidatos a especuladores que tienen dinero para
colocar, procesos que alientan la idea de "buena colocación" de
bienes patrimoniales -títulos financieros, departamentos o casas- a ser
comprados para revenderlos con ganancia segura y alta rentabilidad. Una vez que
este convencimiento colectivo (siempre con carácter "de manada") toma
cuerpo, comienza un alza de precios de los activos implicados que impone
durante cierto tiempo un proceso de autorrealización. La suba de los precios
atrae nuevos compradores cuya llegada empuja los precios aún más arriba. En el
caso de los títulos de empresas (acciones u obligaciones privadas) esto dura
hasta que se dé un cambio de coyuntura como resultado de la marcha lenta de las
inversiones o del consumo o de un choque exterior, que rompa la inercia de los
inversores y los empuje a deshacerse de los títulos más expuestos. En el caso del
sector inmobiliario, el momento en que termina la suba de precios proviene de
la saturación de la demanda, el grado de sobreinversión resultante de
"anticipaciones" excesivamente optimista de los promotores
inmobiliarios y también de la simple disminución del crecimiento de los
ingresos en los hogares.
En los
Estados Unidos, la utilización de la casa individual como activo financiero
viene de lejos. En el curso de la última década y a despecho del mundo
bursátil, las plusvalías realizadas con la compra y venta de casas de
habitación individuales fueron la primera fuente (60%) de enriquecimiento
patrimonial de los hogares estadounidenses y las plusvalías bursátiles (20%)
ocuparon la segunda posición. La práctica de préstamos hipotecarios se
generalizó desde hace mucho, pero también y de manera aún mas importante la
de titulización de los préstamos hipotecarios poseídos por los
bancos. Sobre este dispositivo descansa el sueño americano (más exactamente, el
mecanismo de estabilidad social) de acceso a la propiedad de la vivienda. Por
eso en 2002 el sector inmobiliario fue elegido por la Fed y el gobierno federal
para relanzar la actividad económica. A medida que la burbuja inmobiliaria se
formó, los préstamos hipotecarios ya no fueron ofrecidos solamente a los hogares
que disponían de ingreso relativamente altos y estables, sino también a los que
no estaban en esa situación. La desregulación acelerada de los años 1990 y 2000
permitió el florecimiento de sociedades de préstamos hipotecarios
independientes (que hoy la Fed reconoce no poder controlar y ni siquiera
supervisar). Son las que están directamente en el origen del mercado de
préstamos "subprime" (literalmente "inferiores
a la norma de calidad"). Pero para que no sólo fuesen acordados préstamos
de riesgo muy frágiles y dudosos, sino también que fueran revendidos, era
preciso que las sociedad de préstamo hipotecario independientes encontraran
sociedades financieras robustas (al menos aparentemente) frente a las cuales
pudiesen titulizarlos contratos que habían hecho firmar. Y los
fondos especulativos de alto riesgo (los hedge funds), en general
filiales de grandes bancos de inversión o grandes bancos comerciales, aceptaron
hacerlo. Estos fondos y sus sociedades madres no son sólo norteamericanos, sino
también extranjeros. Esto es lo que provocó un proceso de la rápida propagación
de una crisis realmente mundial con el sistema financiero como escenario.
¿Por qué los
fondos de colocación especulativos ocuparon un lugar cada vez más importante
desde 2002-2003? Debido al débil rendimiento de las obligaciones derivado de la
baja en las tasas de interés, así como al estrechamiento de los mercados de
acciones (achicamiento relativo, en relación a la masa de
"liquideces" que buscaban valorizarse), los inversores institucionales
adoptaron y propusieron a sus clientes lo que se llama una "gestión
dual". Por un lado constituyeron carteras de "gestión pasiva",
para cubrir sus costos. Por el otro delegaron la gestión activa de las
colocaciones destinadas a ofrecer rendimientos elevados, ya sea a los hedge
funds (los ya existentes o los que ellos mismos crearon), ya sea a los
"fondos de fondos", especialmente de private equity,
especializados en las OPA con un fuerte efecto de palanca, que también
constituyeron solos o asociándose. Los hedge funds buscan
colocaciones con rendimiento alto. Sus estrategias descansan en palancas de
préstamos muy elevados, activos de alto riesgo y una rotación muy rápida de sus
carteras. Con el 5% de los activos gestionados en el mundo, los hedge
funds realizan entre un tercio y la mitad de las transacciones diarias
combinadas de Nueva York y Londres. El ingreso de nuevos actores en la
industria de inversiones financieras en un contexto de liquideces masivas (cuya
causa se explica más adelante) exacerbó la competencia. Se asistió entonces a
la creación de instrumentos de colocación cada vez más complejos, generalmente
basados en la titulización y la creación de lo que la jerga denomina los "productos
sintéticos" en los que se realiza un "empaquetamiento"
de acreencias de origen y fiabilidad muy distintos. Son los RMBS (residential
mortgage backed securities), es decir los títulos adosados a préstamos
inmobiliarios; los CDS (credit default swaps) que son derivados de
créditos que implican transferencias a través de un interés del riesgo ligado a
la tenencia de obligaciones de empresas; y finalmente los CDO (collateralied
debt obligation), que son "títulos derivados", es decir el
resultado de dos operaciones sucesivas de titulización. Como pudo verse desde
agosto, estos títulos mantenidos en "gestión dinámica" por los bancos
contenían generalmente acreencias hipotecarias insolventes.
La desregulación del crédito interbancario
La quiebra
en julio del 2007 de dos fondos de riesgo de la banca de inversiones
neoyorquina Bear Stearns fue seguida el 4 de agosto por el anuncio de que el
banco regional alemán IKW estaba en grandes dificultades y el Ministerio de
Finanzas había intervenido para su salvataje. Después se anunció, el 9 de
agosto, que BNP-Paribas había congelado tres fondos de riesgo invertidos
en subprime, para detener el retiro de los capitales allí colocados
por los inversores. La sacudida siguientes se produjo el 22 de agosto cuando se
supo que en Nueva York tres grandes bancos habían recurrido a la facilidad de
descuento de la Fed por cuenta de sociedades financieras clientes en
dificultades, así como también que ese mismo día en Londres Barclays había
sufrido el rechazo por el HSBC del crédito interbancario llamado "over
night ", usual entre bancos para cerrar sus cuentas del día,
abriendo lo que The Economist llamó una "guerra
fría" entre los mayores bancos de la City. Ellos saben que todos tienen
inversiones en "productos sintéticos" con títulos sin valor, aunque
ignoran en qué grado ni con qué nivel de pérdidas potenciales. La incertidumbre
se tradujo en una fuerte alza a mediados de agosto del mercado interbancario
londinense (el Líbor) en el que los bancos, británicos y extranjeros, se
financian y prestan mutuamente, afectando el funcionamiento del crédito interno
del sector financiero.
En la
configuración del sistema financiero de los años 2000, los fondos de inversión
y otras sociedades financieras pudieron volverse, en tiempos normales, hacia el
mercado monetario para emitir títulos de deuda de corto plazo (llamados commercial
paper), garantizados con algunos de sus activos, de ahí su nombre asset
backed commercial paper (ABCP). Después de agosto, tuvieron grandes
dificultades para hacerlo. La capacidad de obtener fondos emitiendo estos ABCP
depende de la calidad de los activos a los cuales se adosa la emisión. Hasta
agosto los antes mencionados "productos sintéticos" satisfacían ese
criterio, pero ya no es así, de modo que los compradores de ABCP escasearon y
el mercado se achicó. El estrechamiento del crédito interno del sector
financiero, combinado por supuesto con la fuerte disminución de los precios del
sector inmobiliario en el Reino Unido, provocó el episodio siguiente, la
situación de cuasi quiebra de Northern Rock. Durante varios años, esta sociedad
que es el quinto establecimiento de préstamos hipotecarios y el octavo banco
del sistema británico, obtuvo fuertes ganancias financieras con el ahorro de
particulares, pero sobre todo logrando muy fuertes sumas en el mercado de
títulos ABCP. Su gestión, al igual que la de las sociedades de Private
Equity, se basó en "el efecto palanca" que exige una rotación
continua de préstamos elevados de corto plazo. Desde fines de agosto los bancos
y los fondos ya no quisieron conceder préstamos a Northern Rock. El banco fue
obligado a comunicarlo, provocando la primera fuga de depositantes (bank run)
en un país capitalista avanzado desde los años 1930. El Banco de Inglaterra y
el gobierno británico se vieron obligados a intervenir para evitar la quiebra.
Un proceso análogo de estrechamiento del crédito interno del sector financiero
hizo caer una amenaza de quiebra sobre él hedge funds de
capitales familiares franceses Oddo, considerado hasta el mes de agosto como un
modelo de "gestión dinámica " exitosa. La contracción del crédito
interno en el sector financiero es uno de los canales posibles de propagación
de la crisis financiera hacia los mercados bursátiles, pues los hedge
funds en dificultades, pero poseedores de una cartera de acciones,
podrían verse obligados a venderlas. Después de agosto es sobre todo la caída
de las cotizaciones de los bancos en su calidad de sociedades cotizantes en
Bolsa lo que provocó la caída de los índices bursátiles. Las dificultades que
conocieron fondos especulativos importantes acentuaron también las de los
bancos.
Hipertrofia de los mercados de activos, acumulación de deudas y teoría
del capital ficticio
Si hiciera
falta un hilo conductor para caracterizar la historia económica de los países
capitalistas industriales avanzados durante las tres últimas décadas, sería el
de la acumulación de un monto extremadamente elevado de capital
ficticio y la modificación de las políticas económicas y políticas
para asegurar su mantenimiento. En este período y debido a la misma acumulación,
se han producido cambios profundos en la composición del capital ficticio, en
el sentido de un continuo aumento del carácter puramente ilusorio, imaginario,
de los títulos que componen ese capital y que deben liberar
"ganancias", así como de los peligros cada vez mayores que su emisión
y su intercambio hacen pesar sobre el sistema financiero mundializado. Los
mismos defensores de este sistema hablan de "fuga hacia adelante" y
de decisiones que permitieron "que el genio se escape de la botella",
etcétera.
La categoría
de "capital ficticio" se encuentra únicamente en Marx. Esboza sus
contornos cuando escribe sobre el capital de préstamo a interés, pero también
cuando examina la actividad de creación de crédito por los bancos. El término
define la naturaleza de los títulos emitidos en contrapartida de préstamos a
las entidades públicas o empresas (las obligaciones), o en reconocimiento a la
participación en el financiamiento (generalmente inicial) del capital de una
empresa (las acciones).
El contenido
económico de estos títulos está dado por la pretensión de participar en la
distribución de la ganancia (en una magnitud fijada por normas referidas al
valor de las acciones) o a obtener beneficios vía el servicio de la deuda
pública y la redistribución de ingresos centralizados impositivamente.[15] Para sus poseedores estos títulos, que pueden ser negociables en cualquier
momento en mercados especializados, representan un "capital", del que
se espera un rendimiento regular bajo la forma de intereses y dividendos (una
"capitalización"). Vistos desde el ángulo del movimiento de capital
productivo de valor y plusvalor, tales títulos no son capital, en el mejor de
los casos son el "recuerdo" de una lejana inversión; pero para sus
poseedores son un "capital", no solamente por la apropiación de valor
que posibilitan, sino por la posibilidad de cederlos en los mercados financieros
y recuperar sumas líquidas que pueden ser nuevamente colocadas, consumidas o
invertidas en el sentido preciso de la palabra.
El crédito
creado por los bancos conlleva también una dimensión de creación de capital
ficticio, y aunque asume diversas formas y puede ser más o menos importante,
significa en definitiva que los bancos ponen a disposición de los "agentes
económicos" sumas que no tienen. Para las empresas, son sumas que les
permiten ya sea esperar pagos por venir, ya sea completar su propio capital en
el momento de inversiones en actividades creadoras de valor y plusvalor. Para
los particulares a los que se concede crédito, son sumas superiores a su ahorro
y a sus ingresos corrientes que les permiten construir o comprar una casa o
comprar bienes de consumo. Las operaciones de creación de capital ficticio para
las empresas o de medios ficticios para hacer compras implican un aumento de la
masa monetaria en circulación. Son también un factor de riesgo. Los créditos
creados necesariamente sobrepasan ampliamente el monto de las sumas depositadas
en los bancos (cuya principal fuente en los países capitalistas avanzados es
hoy el depósito de los salarios mensualizados): la cuestión es saber cual es la
amplitud tolerable sin que el riesgo sea excesivo. Por ambas razones, durante
mucho tiempo la principal misión de los bancos centrales fue vigilar a los
bancos y controlar la amplitud de esta actividad de creación de crédito.
Haciéndolo limitaban, de hecho, el monto de capital ficticio creado en el sector
bancario.
Marx, que
había advertido la importancia crucial de sistema de crédito para la fluidez de
la producción, subrayó también que existían fuerzas que dificultaban su
control:
No solamente
la mayor parte de los activos de los bancos es ficticio, puesto que está
compuesto por títulos y esta clase de riqueza en dinero imaginario constituye
una parte considerable no sólo de la riqueza en dinero de los particulares,
sino también, como ya hemos dicho, de los banqueros.[16]
pero además
Al
desarrollarse el capital a interés y el sistema de crédito, parece duplicarse y
a veces triplicarse todo el capital por el diverso modo a como el mismo capital
o simplemente el mismo título de deuda aparece en distintas manos bajo
distintas formas.
Y precisa:
La mayor
parte de este "capital-dinero" es puramente ficticio. Todos los
depósitos con excepción del fondo de reserva, no son más que saldos en poder
del banquero, pero no existen nunca en depósito. Cuando sirven para las
operaciones de giros, funcionan como capital para el banquero, una vez que éste
los presta. Los banqueros se pagan recíprocamente las mutuas asignaciones sobre
los depósitos no existentes mediante operaciones de descargo en estos saldos.[17]
La
acumulación de títulos y acreencias que ha tenido lugar desde hace casi
cuarenta años fue inicialmente resultado por así decirlo mecánico del proceso
en que intereses y dividendos pasaban a ser colocados en nuevos títulos. Y dado
que el carácter ficticio de esta forma de capital no anula, sino que por el
contrario exacerba su peso económico, político y social, el aumento del
"poder de las finanzas" contribuyó a reforzar el conjunto de los
mecanismos conducentes a la acentuación de la desigualdad de ingresos,
alimentando un flujo continuo de sumas en busca de colocación.
Estas sumas
llegaron del conjunto del mundo y se incrementaron aún más con el reflujo en
1997-98 de los capitales que estaban colocados en Asia. El aumento de la masa
de capitales a colocar o recolocar provocó ulteriores desarrollos. En primer
lugar, los inversores financieros, comenzando por los inversores
institucionales, ya no se conformaron con el rendimiento de sus carteras en
intereses y dividendos. Ellos pasaron, para satisfacer las normas del "corporate
gobernance" a una gestión llamada de "total return"
en la cual el monto de las ganancias resultantes de la venta o del intercambio
de títulos con alta cotización bursátil pasó a ser un elemento decisivo, e
incluso el más decisivo para la evaluación de la performance de los
administradores. Los grupos industriales comenzaron a recomprar sus títulos en
Bolsa para sostener su valor y obtuvieron los fondos para tal inversión
endeudándose. Este disparate es la expresión de una situación en que las
exigencias de acumulación de capital ficticio se imponen por encima de las del
capital orientado hacia la puesta en marcha del trabajo asalariado y la
apropiación de plustrabajo.
La titulización y la naturaleza de las ganancias
obtenidas en la esfera financiera
El "total
return" no fue más que una etapa. Con la atonía de los mercados
bursátiles después de 2001-2002 y la caída de las tasas de interés a mediano y
largo plazo provocada por los efectos inflacionistas nacidos con la crisis
asiática y luego por el monto cada vez más elevado de los excedentes
comerciales y las reservas cambiarias de China, de India e incluso de Brasil en
busca de colocación, los inversores institucionales adoptaron la "gestión
dual", como explicamos. E hicieron que los hedge funds,
tratados con mucha desconfianza tras el salvataje obligado de LTCM, pasaran a
ser instituciones "respetables" cuyos resultados de rendimiento para
los inversores fueron esperados y admirados. Nadie lo objetó. ¿Por qué? Porque
los inversores financieros, así como también los bancos centrales, creyeron
tener finalmente una técnica milagrosa que garantizaba al sistema bancario
contra el riesgo: la titulización generalizada. ¿Qué es estatitulización (en
francés "titrisation", aunque la expresión original en
inglés es "securitization")? Pues consiste en
"transformar las acreencias en manos de establecimientos de crédito,
sociedades financieras, compañías de seguros o sociedades comerciales (las
cuentas-cliente) en títulos negociables"[18]. Estos títulos tienen nombres
estrafalarios pero es obligado mencionarlos. Están en primer lugar los RMDS (resiential
mortgage backed securities), adosados a los préstamos inmobiliarios. Se
encuentran luego los CDS (credit default swaps), derivados de crédito
que conllevan la transferencia con intereses y elevadas comisiones del riesgo
ligado a la posesión de obligaciones de empresas (estos CDS eran instrumentos
de cobertura de riesgo, pero pasaron a ser instrumentos de colocación
especulativa). Están finalmente los CDO (collateralized debt obligations),
que son "títulos derivados de títulos" que suponen dos operaciones
sucesivas de titulización y una total opacidad sobre la composición del
"producto sintético". Han jugado un rol muy importante en la marcha
de la crisis.
El autor del
pequeño léxico del que tomé la definición de titulización agrega
que esta técnica presenta múltiples ventajas:
brinda la
oportunidad de diversificar las fuentes de financiamiento, la transferencia a
terceros de la gestión de los reembolsos anticipados y por lo tanto del riesgo
de la tasa de refinanciamiento, el respeto de las porcentajes de solvencia
bancaria (ratio Cooke) y la creación de un nuevo producto financiero que pasa a
ser negociable en un mercado.
Y concluye:
el
advenimiento de la titulización constituye una revolución financiera
fundamental en la medida en que esta técnica representa la generalización de la
transferencia de los riegos a quienes están en mejores condiciones de
asumirlos.[19]
Son palabras
que reflejan la opinión casi unánime de los profesionales de las finanzas, que
siguen proclamando que no hay que cuestionar la titulización. Pero como lo ha
mostrado el curso de la crisis hipotecaria y su transformación en crisis de
liquidez del sistema financiero, es un espejismo creer que existirían
prestamistas "en mejores condiciones de asumir el riesgo" asegurando
la perennidad de la cadena de créditos transferidos en cascada. Lo único que
hay son fondos dispuestos a asumir riesgos más elevado que otros en el marco de
un sistema extraordinariamente opaco, desprovisto del cualquier mecanismo de
regulación y alimentado por la "sobreliquidez" de capital ficticio y
que, en determinado momento, ya no encuentran a nadie sobre quien descargarse.
Las
"ventajas" que se atribuyen a la titulización parecen responder como
un eco a la cita de Marx que antes hicimos. Y una de estas
"ventajas", completamente contemporánea, tiene que ver con la
utilización de la titulización por los bancos para evadir (aunque respetando
formalmente) las reglas que el Banco de Reglements Internacionales (BRI)
intentó montar, especialmente en lo referido a los niveles mínimos de fondos
propios. La titulización permitió que los bancos colocaran en una contabilidad
paralela, llamada "fuera de balance", un monto cada vez más elevados
de acreencias. La incertidumbre relativa a la dimensión de estos compromisos
fuera de contabilidad formal es una de las causas de inquietud de los
especialistas en cuanto la posibilidad de que se produzca un "crédit
crunch" en el sentido fuerte, es decir una contracción del crédito a
la economía. El recurso a la titulización así como la filialización por los
bancos de los fondos riesgosos es una etapa más en la desespecialización de los
bancos desde que la liberalización financiera puso fin a su primacía en materia
de préstamos a las empresas. Bajo efectos de la competencia de los fondos de
pensión y de los mutual funds, los bancos se lanzaron a préstamos
remunerativos pero cada vez más riesgosos. Estuvieron en el corazón de la
crisis hipotecaria de 1990-92. Luego se hicieron cargo del refinanciamiento de
los créditos bancarios emitidos en los países del sudeste asiático hasta
retirarse brutalmente en 1997, con pérdidas en algunos casos, especialmente en
Indonesia. Después del 2004, se lanzaron a los mercados de efectos titulizados por
intermedio de filiales de alto riesgo. Y hoy están tocados por el estallido de
la burbuja inmobiliaria.
Queda por
abordar un último aspecto de los cambios que tuvieron lugar en la composición
del capital ficticio en estos veinte años: la aparición, al lado de la búsqueda
de intereses y de dividendos, de lo que se puede llamar "ganancias
ficticias". Venían de antes, pero con un rol muy secundario. Es lo que
expresaba el término "windfall profits" utilizado en los años
1920-1930 para designar las ganancias resultantes de especulaciones bursátiles
exitosas. Las "ganancias ficticias " se oponen a las "acreencias
fuertes " asociadas a la acumulación de capital-dinero a interés, es decir
con pretensiones de llegar a compartir el valor y plusvalor bajo la forma de
pago de intereses sobre los préstamos al estado y dividendos a que alude la
expresión "dictadura de los acreedores". Las "acreencias
fuertes" están asentadas sobre mecanismos económicos y medios de coerción
política que garantizan su efectividad excepto en caso de muy grandes crisis,
guerras o revoluciones (por ejemplo, los "títulos rusos" perdidos en
1917). Se está ante "capital ficticio" en el sentido ya explicado
(capital para los poseedores de títulos, vestigio de inversiones pasadas desde
el punto de vista del movimiento de acumulación propiamente dicho), pero
posibilita transferencia de valor y de plusvalor hacia grupos sociales con
rasgos parasitarios que no son para nada de ficticios. En el momento de los cracks
financieros, el carácter ficticio de los títulos se descubre a expensas de su
poseedores. Pero hasta entonces, son instrumentos de transferencias muy reales,
que modifican la distribución del ingreso y que pesan sobre las inversiones.
La otra gran
forma de acreencias que da lugar a una transferencia efectiva de ingresos,
tomado sobre los salarios para los préstamos a los particulares y sobre las
ganancias para los préstamos a las empresas, es la que nace del crédito. La
fuerza de estas acreencias es menor, a veces muy débil. La capacidad de los
acreedores de imponer el pago tiene límites. Así lo prueban las
"acreencias dudosas" que exigen precauciones especiales por parte de
los bancos, pues la quiebra de los deudores ocasiona verdaderas pérdidas para
los prestamistas. En todo caso, lo novedoso fue la aparición (desde mediados de
los años 1990 y más aceleradamente a partir de 2001) junto a las acciones y las
obligaciones, de un monto cada vez más elevado de títulos cuya valorización
descansa únicamente en un proceso de circulación interno a la esfera
financiera. La ficción alcanza su punto culminante pues el "valor" de
estos títulos sólo se mantiene en tanto y en cuanto su circulación no se
interrumpa, y las sociedades financieras continúen aceptándose los títulos de
unas y otras entre sí. Las "ganancias" provenientes de ocuparse de
estos títulos y de la liquidación exitosa de las deudas subyacentes son
"ganancias ficticias". Con el pasaje al "total
return" y la formación de la burbuja del Nasdaq, las "ganancias
ficticias" cobraron mayor importancia. La crisis en desarrollo demuestra
que la titulización pero también un conjunto de prácticas desarrolladas por los
bancos de inversiones y los "hedge funds" han
relegado esta forma a un segundo plano. En un reciente trabajo, Reinaldo
Carcanholo y Paulo Nakatani[20] atribuyen a las "ganancias ficticias" la recuperación de
la curva de la tasa de ganancia durante los años 90. Un artículo de The
Economist atestigua de la importancia de las sumas provenientes de las
especulaciones y las comisiones por la gestión de las sociedades financieras
así como de su inclusión (en los Estados Unidos) en las contabilidades bajo la
rúbrica "ganancias".[21] También son incluidos por las sociedades cotizantes en Bolsa en
sus ganancias operacionales (operating earnings) y además
están incluidas en las ganancias registradas en la contabilidad nacional. Las
"ganancias" sacadas de las colocaciones y las especulaciones
financieras representan el 27% de las ganancias de las 500 sociedades del
índice Standard & Poors y una tercera parte del crecimiento de las
ganancias de las sociedades norteamericanas en la última década se debería a
las sociedades financieras (todas las cifras provienen del artículo de The
Economist). Pero es imposible acordar con Carcagnolo y Nakatani cuando
escriben que estas ganancias fueron un "nuevo factor poderoso que vino a
contrarrestar la baja tendencia de la tasa de ganancia". Los factores que
contrarrestaron pasajeramente la baja de la tasa de ganancia deben ser buscados
en otra parte: sólo los factores que afecten la tasa de explotación o el precio
de los elementos constitutivos del capital constante pueden hacerlo. Las
"ganancias ficticias" son una emanación de la hipertrofia financiera
y están condicionadas por su extrema vulnerabilidad. Hoy los especialistas,
incluido el autor del artículo del The Economist, esperan que
caigan fuertemente provocando impactos macroeconómicos coyunturales
posiblemente serios, y por lo tanto con rebote sobre la actividad de las
empresas.
Los gastados medios de acción de los bancos centrales y la rivalidad de
las monedas
La política
monetaria se ha convertido en el principal medio de política económica
anticíclica. Está conducida por los bancos centrales junto con los gobiernos en
todas partes, excepto en la zona del euro donde prevalece la sacrosanta
independencia del Banco Central Europeo. Esta política descansa esencialmente
en dos instrumentos: la creación de liquidez en beneficio de los bancos o de
otras sociedades financieras en dificultad y la baja de las tasas de interés
directrices que fijan el precio de los préstamos a corto plazo. Pero lo que
estos dos medios de manejo de la crisis financiera tienden a mostrar, es que
los bancos centrales han quemado sus cartuchos o tienen en el mejor de los
casos cartuchos mojados. La Fed, el Banco de Inglaterra y el Banco Central
Europeo pusieron a disposición de las sociedades financieras en dificultades
créditos importantes sin lograr con esto detener la progresión de la crisis en
el seno del sistema financiero. La Fed bajó sus tasas medio punto, lo que es
una baja importante, el 18 de septiembre. La Bolsa se regocijó, pero al día
siguiente los comentadores serios explicaban que eso no tendría ningún impacto
sobre el mercado hipotecario y como máximo frenaría el proceso de contagio
hacia otros sectores de la economía norteamericana.
Estos
instrumentos están gastados por dos razones: su utilización reiterada, y el
desborde de los bancos centrales por mecanismos resultantes de la
mundialización financiera. Michel Aglietta es quien da la explicación más seria
del primer aspecto: son las exigencias y los efectos del régimen del valor
accionarial que llevaron a su utilización reiterada. Vale la pena citar a
Aglietta extensamente, testimoniando de paso el abandono implícito pero
impactante de las tesis que defendía en 1997 con respecto a los encadenamientos
virtuosos del "capitalismo de mañana":
para
mantener una ganancia alta y regular hace falta una demanda dinámica. La misma
no puede provenir de los países emergentes, porque están en situación
estructural de balanza de pagos excedente. No puede provenir de los ingresos
salariales, cuyo crecimiento es débil. Proviene de los ingresos distribuidos a
los accionistas y a la elite dirigente, pero la masa global de estos ingresos
es insuficiente para sostener una demanda agregada y creciente rápida. El
capitalismo contemporáneo encuentra la demanda que permite realizar las
exigencias del valor accionarial en el crédito a los hogares. Este proceso
alcanza su paroxismo en los Estados Unidos. Alimenta los desequilibrios
financieros globales que se acumulan siguiendo una pendiente sin
contratendencia. El lazo del crédito y el principio del valor accionarial es
estrecho. Empujando al alza de los precios de los activos patrimoniales, el
crédito desconecta el consumo del ingreso disponible.[22]
El recurso a
tal procedimiento necesariamente tiene un límite. Llega el momento en que el
precio de los activos patrimoniales, sobre todo los activos inmobiliarios, ya
no puede subir, comienza a estancarse y luego a bajar, a causa de los mecanismos
endógenos de todo ciclo, especialmente los que terminan en burbuja financiera.
El consumo no puede tampoco ser relanzado indefinidamente mediante el crédito,
porque el endeudamiento ya es muy alto. El banco central quiere socorrer a
sociedades financieras proveyéndoles liquideces de urgencia y bajando la tasa
de interés sobre la que todavía se apoya: pero no es suficiente, y el
movimiento hacia la recesión continúa. Así se constata tras dos meses de
intervención de la Fed bajo la dirección de Ben Bernanke, el desdichado
heredero de Alan Greenspan, que fue quien utilizó los "instrumentos de
banquero central" hasta gastarlos.
El
agotamiento de la eficacia de medios demasiado utilizados se conjuga con la
total pérdida del control de los bancos centrales sobre variables que
tradicionalmente debían manejar si no controlar: la cantidad de las monedas de
distinto tipo en circulación. La integración de los mercados financieros
nacionales en un espacio de circulación de capital dinero ahora mundializado en
el sentido fuerte de la palabra se lo impide. Para lograrlo, deberían
desarrollar entre ellos una cooperación muy estrecha. El aumento descontrolado
de la masa de divisas y de simples escrituras que se presentan como
"monedas" tuvo en particular dos causas. La primera es lo que se
llama "carry trade". Sobre todo se acusa a Japón. El
banco central fue forzado a mantener sus tasas de intereses directrices en un
nivel muy bajo con la esperanza de relanzar la demanda interna. En otras
partes, las tasas fueron más altas, siempre superiores en tres o cuatro puntos
y en el caso de países como Brasil, la distancia fue mucho mayor aún. Cualquier
sociedad financiera instalada en la plaza de Tokio, fuese japonesa o filial
extranjera, tuvo la posibilidad de jugar sobre el diferencial de remuneración
del dinero para comprar activos financieros donde les resultaban muy baratos.
Como dijimos, sólo una estrecha cooperación entre los bancos centrales para
poder nivelar las tasas directrices podría terminar con esa práctica. ¡Y sería
necesario mucho más todavía para controlar el monto de las liquideces
mundiales! Y aquí llegamos a la segunda causa: el aumento de la liquidez
mundial. Son las reservas, sobre todo en dólares y un poco en otras grandes
monedas, resultantes de los excedentes comerciales de los nuevos países
industriales de Asia, de los países beneficiarios de rentas energéticas
"petróleo y gas" (mientras duren) y de los países exportadores de
productos mineros y agroindustriales (Brasil, etcétera). Su monto justificaría
una cooperación entre bancos centrales que condujese a la esterilización de una
fracción muy alta de las reservas. Pero estamos lejos de esto. Los Estados
Unidos no mostraron hasta el presente ningún interés, pues las reservas
extranjeras han financiado el déficit presupuestario norteamericano y fueron
incluso llevadas a los mercados de titulización de las deudas de los
particulares. Michel Aglietta da estas cifras: sobre los 850 mil millones de
dólares de capitales extranjeros que requiere el financiamiento de la economía
norteamericana, solamente 170 mil provienen de otros bancos centrales y 680 mil
de los inversores privados, 600 mil millones de ellos como billetes de
Tesorería u obligaciones en promedio, al primer trimestre del año 2006. Estos
títulos están emitidos por empresas no financieras y financieras y surgen sobre
todo de la titulización de los créditos. Los no residentes aseguran el 50% del
refinanciamiento de la deuda de los hogares. Y subraya que "esta
repartición del financiamiento externo de los Estados Unidos entre los bancos
centrales y los inversores privados extranjeros es estructural".[23]
Lejos de sentar
las bases de una cooperación sobre tasas de cambio y regulación de la liquidez
global en función de las necesidades de pagos internacionales, las autoridades
políticas y monetarias de los países o de las uniones económicas con monedas
importantes se encierran en atender cada uno sus intereses o en políticas que
traducen impases institucionales profundos. Vemos algunos pocos ejemplos. La
Fed bajó su tasas de interés respondiendo a presiones internas en los Estados
Unidos, la medida no tenía prácticamente ninguna posibilidad de lograr algo más
que frenar el movimiento hacia la recesión, pero tuvo en cambio un impacto
inmediato en la tasa de cambio del dólar con las otras monedas. El alza del
euro así provocada, contribuirá de rebote a propagar la recesión hacia los
países miembros de la zona euro, con el inmediato aumento de las tensiones
entre esos países, que deben enfrentar a la mundialización desde economías
sensiblemente diferente. El estallido del euro, en caso de que el Banco Central
Europeo siga conduciendo una política cuyo peso solo Alemania puede soportar,
está siendo discutido abiertamente por economistas con responsabilidades en la
esfera financiera. El principal escenario de riesgo sistémico monetario y
financiero es el que podría nacer de la baja del dólar más allá de cierto
umbral (que nadie puede adivinar). La pérdida de confianza en el dólar en los
mercados financieros internacionales obligaría a los bancos centrales de Asia a
dejar de sostener la moneda norteamericana. La especulación contra el dólar se
desencadenaría.
Las
interdependencias de mercado harían entonces su trabajo: alza de las tasas de
interés norteamericanas; caída de los precios de los activos en el mundo;
revelación de los sobreendeudamientos de numerosos agentes económicos en muchos
países; y por lo tanto recesión mundial por deflación de balances.[24]
La posición estratégica de Asia en el desarrollo de la crisis financiera
A fin de
octubre del 2007, parecía perfilarse una desaceleración de la producción y el
empleo en los Estados Unidos, pero también en Europa. En los Estados Unidos, lo
motoriza el cambio de signo del mercado inmobiliario. Más allá del desgaste de
los medios de intervención monetarios, los efectos de la burbuja en las
actividades inmobiliarias son en todo caso mucho más amplios y mucho menos
fáciles de absorber que un crack bursátil. El servicio de estudios económicos
de Goldman Sachs titula "Sector inmobiliario de los Estados Unidos, un
círculo vicioso con raíces profundas " y calcula que sus efectos durarán
varios meses. El 16 de octubre, la publicación del índice de los indicadores de
las previsiones de los profesionales (las peores desde 1985) y sobre el número
de quiebras individuales (las más numerosas desde hace 20 años), fue continuado
por las declaraciones del presidente de la Fed y del Secretario de Estado del
Tesoro sobre la gravedad de la crisis del inmobiliario privado. The
Economist plantea interrogantes sobre la situación en el sector
inmobiliario de oficinas. Los operadores en la Bolsa actúan de manera
completamente irracional. El Wall Street Journal del 1 de
octubre 2007 ironiza tras la suba de cotizaciones que siguió al anuncio de las
pérdidas del tercer trimestre de los bancos Citibank y UBS, "¿qué
calamidad será necesaria para hacer que los inversores comprendan la
situación?". A fin de octubre The Economist constata que
"la euforia de fines de septiembre de los inversores financieros se
evaporó". La tasa de crecimiento del tercer trimestre fue superior a lo
esperado, pero en los Estados Unidos se espera un cuarto trimestre en el que se
conjuguen el efecto de la crisis inmobiliaria y de la suba del precio del
petróleo. Por esto la Fed nuevamente bajó sus tasas un cuarto punto el 31 de
octubre de 2007. Europa sufre ahora los efectos no sólo de las tasas de cambio
muy elevadas del euro, sino también los de la suba del barril de petróleo y los
productos alimenticios. La coyuntura alemana muestra signos contradictorios. En
septiembre el índice de confianza de los empresarios alemanes publicado por el
instituto privado de coyuntura IFO bajó por cuarta vez consecutiva. El choque
subjetivo del anuncio de que los bancos alemanes fueron bañados por la
especulación subprime fue seguido por la disminución del
consumo interno a consecuencia del fuerte alza de los precios alimenticios y el
aumento del IVA. La economía está motorizada por las exportaciones, es decir
por Asia.
Asia y sobre
todo China determinarán el rumbo de la crisis financiera. Esta parte de la
economía mundial es escudriñada por los economistas de los países industriales.
Buscan mecanismos estabilizadores capaces de contrarrestar los riesgos de crisis
que operan en los Estados Unidos y Europa. Buscan también datos que confirmen o
desmientan los temores de sobreacumulación. El "modelo de
crecimiento" de China es del tipo llamado "arrastrado por las
exportaciones". Más del 40% del producto interno bruto chino depende de
sus exportaciones. Desde 2005 las exportaciones netas representan la tercera
parte del crecimiento chino. Los Estados Unidos son el principal mercado de
China. Se estima que el grupo de distribución Wal-Mart, que posee una red densa
de tercerización en China, asegura cerca del 10% de las ventas chinas en el
exterior, la mayor parte a los Estados Unidos. China buscará compensar la
desaceleración de la demanda norteamericana volviéndose hacia otros mercados,
pero puede llegar el momento en el que, como ocurrió con Corea en octubre de
1997, los efectos de la sobreacumulación se transformen en factor inmediato de
propagación internacional de la crisis. Las inversiones representan el 45% del
producto interno bruto y siguen aumentando a un ritmo del 25% anual.
China tiene
mecanismos de sobreacumulación específicos, de los que habla Michel Aglietta en
el libro que escribió con Laurent Berrebi. La anarquía de la competencia
inherente al capitalismo, uno de cuyos efectos clásicos es la sobreacumulación,
en China está también alimentado por las rivalidades entre los aparatos
políticos de las ciudades grandes o muy grandes y de las provincias, así como
por la corrupción. A pesar de las medidas en principio estrictas prohibiendo
nuevas inversiones,
el gobierno
tiene dificultad para frenar los gastos en el sector inmobiliario, las
infraestructuras camineras y nuevas construcciones de fábricas. Esta situación
se debe en parte a las provincias y a los industriales locales. Los primeros
buscan afirmar su autonomía frente al poder central y alientan
indiscriminadamente la implantación de industrias locales, los segundos buscan
aprovechar la euforia general. [25]
Los bancos,
que las autoridades controlan con mucha dificultad, alimentan las inversiones
con créditos y a pesar del anuncio de que el monto de las acreencias bancarias
dudosas disminuyó, una crisis del sistema bancario es posible en cualquier
momento. Con ganas de encontrar en China los mecanismos estabilizadores que
necesita el capitalismo mundial, The Economist se tranquiliza
diciendo que las inmensas reservas cambiarias permitirán que el gobierno evite
el hundimiento del sistema bancario. Pero todos los observadores acuerdan en
que el único remedio para la superproducción sería una reorientación de la
actividad económica desde un crecimiento extravertido a un crecimiento más
autocentrado. Más allá de la nueva "clase media" beneficiada por las
repercusiones de la integración de China a la economía mundial, esto supondría
cambios relativos a la libertad de organización política, el derecho de los
asalariados a construir sindicatos independientes y defender sus reivindicaciones
mediante huelgas. En un libro específicamente referido a China escrito por
Michel Aglietta con Yves Landry, se recuerda que
pasada la
fase de recuperación cuantitativa donde bastaba invertir para generar
crecimiento, viene la fase cualitativa donde sólo el mejoramiento de la
productividad y el reforzamiento institucional sostienen el crecimiento y lo
transforman en desarrollo durable. En esta segunda etapa, los factores clave
son la educación, la valorización de la iniciativa y la creatividad, que
permiten la emergencia de nuevos modos de organización y nuevas estructuras. La
libertad de debate y la presencia de contrapoderes son entonces elementos
esenciales que dan una flexibilidad indispensable a las estructuras.
Estos
autores constatan sobriamente que "China todavía está lejos".[26] El tenor de los debates en el Congreso del Partido Comunista chino
acaba de confirmarlo estrepitosamente.
En su
dossier sobre China[27], The Economist da
mucha importancia a las exportaciones chinas hacia la Unión Europea, que han
comenzado a crecer más que las dirigidas hacia América del Norte. La Unión
Europea está totalmente abierta a la economía mundial y está paralizada
políticamente. Ambas cosas son mucho menos ciertas en los Estados Unidos. Sin
duda se asistirá entonces a un ascenso de medidas proteccionistas que los
enfrentarán con China. Para completar la valoración del lugar de China en la
red mundial de mecanismos potenciales de propagación de crisis se debería
incluir sus relaciones con los países vecinos de Asia, así como también con la
parte de la economía mundial que no hemos considerado en este texto y quedará
para otro artículo. Los países que proveen a China los productos de base y los
productos alimenticios que requiere, sólo serían afectados si entrara en
recesión y crisis abierta de sobreacumulación. No ocurre lo mismo con los
países que producen el mismo tipo de productos, por ejemplo textiles. Ellos,
por ejemplo Túnez y Marruecos, sufren ya de lleno la competencia de China.
Incluso una contracción limitada la capacidad de los Estados Unidos y de la
Unión Europea para recibir las importaciones provenientes de China y otros
países de Asia acentuará la presión de las mercancías asiáticas sobre ellos y
agravará sus dificultades.
La hipótesis sostenida en este artículo es que la economía mundial se
dirige hacia una crisis relativamente importante. Dado que toda crisis lleva la
marca del momento en que surge y de las contradicciones características del
mismo, esto es lo que el artículo procuró aclarar. Toda crisis de cierta
amplitud nos recuerda el carácter y los límites históricos del capitalismo:
seguramente tendremos más oportunidades de referirnos a ello, sabiendo de todos
modos que eso no basta para asegurar su superación.
[1] Nota del
economista jefe del 5 de septiembre de 2007, en www.oecd.org
[2] Marx, El
Capital, libro I, FCE t. 1, pag. 95.
[3] Es la justa
expresión utilizada por Michel Aglietta en el libro escrito con Lurent
Berrei Désordres dans le capitalismo mondial, Paris, Odile Jacob,
2007.
[4] El útil libro
de Suzzane de Brunhoff La monnaie chez Marx tiene ya cuarenta
años.
[5] Marx, El
Capital, libro III, México, FCE 1973, t. 3, pag. 484.
[6] Idem, ob.
cit., Libro I, t. 1, nota al pie en la pag. 95.
[7] Alain
Bihr, La préhistoire du capital. Le devenir-monde du capitalisme I,
Lausana, Page Deux, 2006, pag. 23.
[8] François
Chesnais, "La preeminence de la finance au sein du ‘capital en general’,
le capital fictif et le mouvement contemporain de mondialization du
capital", en Séminaire d’Etudes Marxistes, La finance
capitaliste, Paris, PUF, 2006. [Este libro será publicado próximamente
en castellano por Ediciones Herramienta.]
[9] Louis
Gill, Fondements et limites du capitalisme, Montreal, Boréal,
1996, pag. 489-90.
[10] Pongamos
"el punto sobre la i". Hemos subrayado el rol de las inversiones de
grupos industriales estadounidenses y, desde la entrada de China a la OMC,
también de los grupos industriales japoneses que la convirtieron en una de sus
bases industriales externas. Sin embargo, el lugar ocupado en la economía
mundial por China y en mucho menor grado por la India no puede reducirse
solamente a la "exportación" de las relaciones de producción
capitalista desde los países de la Tríada. Está basado en un proceso autóctono
de acumulación impulsado por fuerzs sociales endógenas. Lo que distingue a
tales "paises-continentes" de otros "grandes países
emergentes" a los que suele aproximárselos.
[11] C. Marx,
"Introducción" en Elementos fundamentales para la crítica de
la economía política (borrador) 1857-1858, vol. 1, pag. 20. Buenos
Aires, Siglo XXI, 1971.
[12] Aglietta y
Berrebi entienden a "la globalización como un sistema de interdependencia
multilateral en donde las potencias emergentes (es decir China y en menor grado
la India) ejercen una influencia determinante sobre las economías
desarrolladas", agregando que "a partir del giro del siglo XXI el
término ‘globalización’ devino adecuado a los fenómenos que designa" (0b.
cit., pag. 8).
[13] Idem,
capítulo 3.
[14] The
Economist 17
-11- 2007 , pág. 73)
[15] Sobre la teoría
del "capital ficticio" esbozada por Marx a la que ahora toca dar
pleno desarrollo, ver mi capítulo en Seminario Marxista La finance
capitaliste, op. cit.
[16] C. Marx, El
Capital, Libro III, t. 3, ob. cit., pag. 449.
[17] Idem,
pag. 443.
[18] Bertrand
Jacquillat, Les 100 mots de la finance, Paris, PUF, 2006, pag. 91.
[19] Idem.
[20] "Capitalismo
especulativo y alternativas para América Latina", en Herramienta nº
35, junio 2007.
[21] The
Economist, 15/9/2007, pag. 88.
[22] "Le
capitalisme de demain" en Notes de la Fondation Saint-Simon nº
101, noviembre 1998.
[23] M. Aglietta y
L. Berrebi, Désordres... op. cit., pag. 311.
[24] Idem, pag.
382.
[25] Ibíd., op.
cit. pag. 267.
[26] M. Aglietta e
Yves Landry, La Chine vers la superpuissance, Paris,
Economica, 2007, pag. 66.
[27] "How fit
is the panda?", The Economist 29/11/2008.
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