jueves, 23 de mayo de 2013

Otoño del imperio y del capitalismo - Alberto RABILOTTA


ALAI AMLATINA
Rebelión
10/5/13

Cuando el imperio es incapaz de mantener su hegemonía aportando soluciones a las crisis sistémicas recurre a la “hegemonía explotadora” (1), con toda la violencia y la destrucción que la acompaña. Así sucedió en la decadencia de la hegemonía imperial de Holanda.

Fue tratando de salvarse imponiendo el libre comercio con una hegemonía explotadora que terminó el imperio británico, y algo similar pero de naturaleza diferente es lo que desde hace ya unas tres décadas estamos presenciando en la decadencia de la hegemonía mundial de Estados Unidos (EE.UU.).

Hegemonía explotadora suena muy bien como apellido del neoliberalismo,
de esa extraordinaria expansión financiera, comercial e industrial que el imperialismo estadounidense quiere llevar a sus límites extremos, que ya no puede controlar ni remediar sus terribles secuelas de disolución social y desastre económico, ni la concentración del poder y riqueza en las cuentas de la oligarquía que poseen los monopolios ya presentes en prácticamente todas las ramas de los sectores económicos, sin hablar de la destrucción ambiental y el recalentamiento global que amenaza la vida del planeta.

En los casos de Holanda y Gran Bretaña las fases de hegemonía explotadora fueron en efecto el “otoño” de esos imperios, pero también las “primaveras” en el proceso de desarrollo del capitalismo, y en particular del modo de producción del capitalismo industrial.

En el caso del imperio estadounidense hay razones para pensar que la hegemonía explotadora no solo es el “otoño” del imperio sino también del modo de producción capitalista, que ya se encuentra ante la “barrera insalvable” que anticipaba Karl Marx.

Bajo el imperio estadounidense el capitalismo industrial adquiere su forma más perfeccionada y desarrolla –no solo en EE.UU.- las bases de un modo de producción basado en la automatización, logrando concretar una parte del gran objetivo del gran capital, o sea la de producir de manera continua y prescindiendo de la mayor parte o la totalidad de la fuerza de trabajo asalariada.

Desde hace más de medio siglo, por las transformaciones que la automatización produjo en el modo de producir, el desenvolvimiento de las estructuras empresariales transnacionales y el creciente papel del capital financiero en la determinación de las inversiones a efectuar, lo que fue posible vía las inversiones directas, los flujos financieros y la deslocalización de la producción, el sistema capitalista se universalizó, o sea que completó la segunda parte del objetivo del gran capital.

El gran sueño del capital, de liberarse de la fuerza de trabajo asalariada o de pagar los salarios más bajos posibles, y de universalizarse, se hizo realidad con la automatización y la deslocalización. Pero esta transformación implicó un creciente reemplazo de la extracción de plusvalía, el uso de la fuerza de trabajo asalariado en las sociedades avanzadas –que crean los imprescindibles “puntos de consumo” para la realización del capital, de que hablaba Marx-, por la plusvalía extraída en el exterior, en otras sociedades, y que llega a las casas matrices en el centro imperial como renta diferencial, o sea como ganancias que van a parar a los accionistas y ejecutivos de las empresas.

Es a partir de este desenvolvimiento, en mi opinión, que es posible explicar tanto la naturaleza de la crisis estructural del capitalismo como la relativamente irreversible realidad actual en las sociedades del capitalismo avanzado.

Así sería posible explicar esta crisis de sobreproducción y subconsumo, el creciente y cada vez más crónico desempleo tecnológico –como definía John M. Keynes al reemplazo de los trabajadores por las maquinas- en un contexto de mayor creación de riquezas que se concentra en las pocas manos de los monopolios y los financieros, y que ya no entra sino marginalmente en la reproducción del capital en los países avanzados.

Asimismo explica que el subconsumo tiende a volverse crónico por la disminución del empleo y la masa salarial total, factor que a su vez amplia la espiral del desempleo y el subempleo, que termina poniendo en crisis las ramas de la economía aun no automatizadas.

Esto también explica el aumento de la deuda familiar –falta de empleos y bajos salarios-, y el endeudamiento de los Estados por la contracción de la recaudación fiscal –la carga tributaria descansa fundamentalmente sobre los ingresos de los trabajadores-, y el aumento del gasto público para paliar el desempleo, entre otros aspectos más.

Y, no olvidemos, esta universalización del capitalismo y de las nuevas tecnologías también permite explicar la rápida emergencia de las nuevas potencias industriales en Asia, donde las transnacionales tuvieron que integrarse a un sistema capitalista parcialmente regulado por Estados que no cedieron toda su soberanía ante el neoliberalismo.

Quizás puede también explicar que a la luz de las experiencias asiáticas y por la falta de verdadero desarrollo económico, se esté dando en los países en desarrollo que primero sufrieron la experiencia neoliberal, los de América latina, la búsqueda de nuevas estrategias de desarrollo para reparar la herencia neoliberal, como el desempleo y el subempleo, la pobreza y extrema pobreza, la destrucción de los sistemas estatales y de los programas sociales de salud, educación y de pensión.

El anzuelo sin carnada

Según los sociólogos Giovanni Arrighi y Beverly J. Silver, no es posible saber cuándo, pero es seguro que esta hegemonía explotadora del imperio estadounidense terminará muy mal (2).

Por el momento constatamos que ante su impotencia para salir de estas crisis el imperialismo ha retornado y se aferra a las políticas depredadoras –como una más pérfida institucionalización del libre comercio que permita aumentar la extracción de rentas-, y junto a sus aliados retorna a las políticas guerreristas y colonialistas del pasado, con sus terribles consecuencias sociales, económicas y políticas para todos los pueblos afectados.

Con la automatización y la deslocalización reemplazando a los trabajadores, y habiendo desaparecido la “amenaza” comunista con el desmembramiento de la URSS, el capitalismo estadounidense desmanteló totalmente el programa básico que describía Immanuel Wallerstein: “satisfacer las demandas combinadas del Tercer Mundo (relativamente poco para cada uno, pero para mucha gente) y de la clase obrera occidental (para relativamente poca gente, pero mucho para cada uno)”.

En realidad, como bien observaba Wallerstein hace casi dos décadas, el capitalismo emprendió un retornó a “la situación anterior a 1848, en la que, en los focos del Estado liberal {…} los obreros estarían mal pagados y fuera del ámbito de los derechos políticos y sociales” (2).

Sin posibilidad real a corto, mediano y largo plazo, de una vigorosa recuperación económica, las empresas transnacionales y los bancos de los países avanzados siguen “sentadas” en billones de dólares y no utilizan los préstamos casi gratuitos que los bancos centrales han puesto a su disposición. Como apunta el columnista canadiense Thomas Walkom, del diario Toronto Star, esas empresas y financieros no invertirán en la producción que creará empleos “a menos que tengan un mercado para sus productos”.

Esta situación general y las políticas de austeridad para mantener la deflación que favorece al sistema financiero ya incuban crisis políticas e importantes protestas sociales, que en la UE empiezan a meter miedo en la clase política, como muestra el forcejeo de algunos gobiernos para que se extiendan –y no para extinguir- los plazos para cumplir con las metas de austeridad fiscal.

Y en medio de estas crisis simultáneas el principal objetivo de EE.UU. es expandir y profundizar la liberalización con el Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico de Asociación Económica (TPP, en su sigla en inglés), mientras que la UE se esfuerza en cerrar un acuerdo de liberalización económica y financiera con Canadá, para comenzar a negociar uno similar con EE.UU.

Ni siquiera cabe preguntarse si al negociar estos acuerdos los gobiernos están respondiendo a los intereses de sus países o simplemente a las trasnacionales y monopolios que poco o nada contribuirán en esos países desde el punto de vista fiscal, en materia de creación de empleos y de demanda interna.

Es bien conocido que EE.UU. dejó de ser la “fábrica” del mundo, que ahora está en China y el resto de Asia oriental, y también ha perdido –como señalan Arrighi y Silver- el papel del único “cajero” de las finanzas mundiales. Y por si fuera poco la baja del consumo en EE.UU. lo inhabilitó para seguir siendo la “locomotora” de la expansión económica mundial.

Si la realidad cambió hay que cambiar la manera de pensar

En febrero pasado el historiador y economista Robert Skidelsky describía la ola de automatización en la manufactura en los países occidentales –que está llegando a China-, y que la substitución del trabajo asalariado por capital (la automatización) está yendo más allá de la manufactura y no solo se está “comiendo” los trabajos poco pagados, sino también “los mejores trabajos”, de nivel técnico y que parecían seguros (4).

Haciendo referencia al “desempleo tecnológico” de John M. Keynes, Skidelsky opina que la solución es reducir la jornada laboral: “Si una máquina puede reducir a la mitad la necesidad de mano de obra humana, ¿por qué en vez de prescindir de la mitad de los trabajadores no los empleamos a todos durante la mitad del tiempo? ¿Por qué no aprovechar la automatización para reducir la semana laboral media de 40 horas a 30, después a 20 y después a diez, contabilizando esa jornada laboral decreciente como un empleo a tiempo completo? Esto sería posible si el rédito de la automatización, en vez de quedar exclusivamente en manos de los ricos y poderosos, se distribuyera equitativamente.”

Y concluye señalando que hay que prepararse “para un futuro en el que la automatización nos dejará más tiempo libre. Pero para ello será necesaria una revolución del pensamiento social.”

En 1996 la recientemente desaparecida ensayista y escritora francesa Vivianne Forrester (5) afirmaba, en entrevista con el diario L’Humanité, que “el horror económico (de la sociedad neoliberal) se debe en gran parte al hecho de que vivimos con los criterios del siglo 19 en lo tocante al empleo”, subrayando que ella no confundía “la idea del trabajo, valor fundamental, con la idea del empleo”.

Pero al conservar los criterios del siglo 19 –decía Forrester-, culpabilizamos a quienes sufren la situación. Toda la argumentación se funda sobre la necesidad de encontrar un empleo. Terminemos de decirles constantemente a las personas –en particular a los jóvenes- que no pueden encontrar un salario para sobrevivir, que el solo modelo de vida autorizado es la vida asalariada. Los programas de los partidos políticos son sensiblemente idénticos a lo que eran cuando creían temporaria la crisis del empleo. Las políticas deben tomar en consideración la mundialización, las tecnologías de punta, y no dejar esas realidades ser la propiedad de la sola economía.

Para la brillante analista ya estaba planteada la cuestión de “qué hacer en una sociedad en la cual el trabajo asalariado, el empleo asalariado” se reduce constantemente, y que era hora de preguntarse si “continuaremos diciendo que la dignidad depende del hecho de tener un empleo”.

Preguntada por L’Humanité si esperaba algo de “un partido como el Partido Comunista” francés, la ensayista respondió que no era adherente de ese partido, pero que “yo espero de todos los partidos, incluyendo el suyo, que consideren la situación de manera realista, moderna y actual. Que se ocupen más de la mundialización y de las tecnologías de punta, y de la consiguiente reducción del empleo, de manera a dejar de pretender que se puede arreglar una era industrial ya superada, y a no seguir alimentando la vergüenza que padecen muchos de los cesanteados por estar desempleados, o el miedo que quienes aun trabajan tienen de perder sus empleos”.

Entonces, por qué y para qué el TPP y demás acuerdos…

Una característica del TPP y de los acuerdos de liberalización económica y financiera que la UE negocia con Canadá y próximamente con EE.UU. es que esas negociaciones son secretas, tienen lugar entre los tecnócratas gubernamentales y los representantes de las transnacionales, y que no serán presentadas ante los parlamentos para ser discutidas, enmendadas y puestas a votación (6).

Acerca del por qué de estas negociaciones hay que mencionar lo que Arrighi y Silver destacan en el libro citado, sobre la integración económica transnacional lanzada por EE.UU., que en Asia oriental fue “menos institucionalizada y sustantivamente más abierta” que la producida por la integración en la UE.

Ambos observaban que EE.UU. había tenido poco éxito en “utilizar su declinante pero todavía considerable poder político-económico para reorientar la integración económica regional hacia formas institucionalizadas, que crearían un ámbito más favorable para sus exportaciones e inversiones”.

Por otra parte, las transnacionalizadas corporaciones estadounidenses, en particular las industrias de alta tecnología, no se comportaban efectivamente como “cuñas para mantener abiertas” a la influencia de EE.UU. las puertas de Asia oriental, y que hasta podían estar actuando en sentido contrario. Por esto mismo, agregaban, “las fuerzas de la economía transnacional están claramente minando el poder de los Estados pero, en este proceso, el de algunos está creciendo”, como el de Japón y otros países asiáticos.

Más adelante señalan la sorprendente velocidad con la que esta formación regional se ha convertido en el nuevo taller y cajero del mundo bajo el liderazgo ‘invisible’ de un Estado empresarial (Japón) y una diáspora empresarial (la china)”, que ha contribuido a generalizar el ‘temor a la caída’ en los principales centros de la civilización occidental.

En efecto, si la deslocalización industrial occidental en Asia es un fenómeno conocido y estudiado, menos se habla de los “cajeros” asiáticos, los importantes centros financieros (Hong Kong, Singapur y otros más) donde operan las transnacionales y en los cuales importan las decisiones regionales tanto como las de Wall Street, de la City de Londres o de Francfort.

Y también está el papel clave que han jugado y están jugando las autoridades monetarias y los bancos centrales, públicos y privados de Japón, de China y Corea del Sur.

Imperio en decadencia queriendo vivir de rentas

La transnacionalización y deslocalización de la producción industrial y de las finanzas en el contexto del Asia oriental, y particularmente de China, aumentó el poder de los Estados de esa región y redujo el poder hegemónico de EE.UU., lo que explica el afán de Washington y los monopolios en recuperarlo mediante la institucionalización de las reglas (el chaleco de fuerza) del neoliberalismo, que comprenden aspectos económicos, financieros, y comerciales, como el crucial respeto al derecho de propiedad intelectual que figura en el TPP.

En cuanto al “para qué servirá el TPP”, es claro que una institucionalización implica un intento de imponer esta hegemonía explotadora mediante la aplicación extraterritorial de las leyes estadounidenses en los mercados de los países signatarios, para aplicar estrictamente la protección al derecho de propiedad intelectual, entre otros aspectos más, y así aumentar la captación de la renta por parte de las empresas transnacionales.

Tal institucionalización proporcionaría a Washington y a los intereses estadounidenses una poderosa palanca –vía el arbitraje obligatorio fuera de las cortes- para operar en el marco político y legal de los demás países signatarios y disponer así de un poder de veto en materia de cambios políticos o económicos que afecten a sus intereses. Eso es lo que Washington y Ottawa querían con el ALCA, pero que no pudieron obtener.

La negociación del TPP aceleró el interés de la UE en negociar con Canadá y EE.UU., y eventualmente con los países de América latina.

Los objetivos son similares: avanzar en la institucionalización que constituya el chaleco de fuerza que mantenga el orden establecido para impedir que se fortalezcan en Asia los poderes estatales que restringen el neoliberalismo, y se consolide en América latina el camino de una integración regional basada en los principios de nuestras instituciones, como el ALBA, UNASUR, MERCOSUR y CELAC.

En fin, todo esto define la hegemonía explotadora que puso en marcha el imperialismo estadounidense, y que muy bien puede estar señalando tanto el ocaso del imperio como el del capitalismo.

La Vèrdiere, Francia.

- Alberto Rabilotta es periodista argentino - canadiense.

Notas:

1.- La expresión “hegemonía explotadora” fue acuñada por el economista estadounidense David Calleo (1) para describir las “potencias en declive (que) en lugar de conformarse y amoldarse, intentan apuntalar su tambaleante preeminencia en una hegemonía explotadora”.
David Calleo, Beyond American Hegemony: The Future of the Western Alliance, New York, Basie Books, 1987, página 142, citado por Giovanni Arrighi y Beverly J. Silver.

2.- Ver las “cinco proposiciones” que forman las conclusiones del libro de los sociólogos Giovanni Arrighi y Beverly J. Silver, “Caos y orden en el sistema-mundo moderno”, ediciones Akal (2000).

3.- Immanuel Wallerstein, “Response: Declining States, Declining Rights? 1995. International Labor and Working-Class History 47, citado por Arrighi y Silver.

4.- Robert Skidelsky, economista e historiador de la economía.
The Rise of Robots (en español) http://www.project-syndicate.org/commentary/the-future-of-work-in-a-world-of-automation-by-robert-skidelsky/spanish

5.- Vivianne Forrester, autora de “L’horreur économique” (1996), falleció a comienzos de mayo de este año, a la edad de 87 años. Se pueden consultar las entrevistas en L’Humanité en 1996 y 2000: (1996):
http://www.humanite.fr/social-eco/deces-de-viviane-forrester-auteure-de-lhorreur-eco-533610
(2000) http://www.humanite.fr/node/424533

6.- Sobre estas negociaciones ver http://rabble.ca/blogs/bloggers/council-canadians/2013/04/five-reasons-canada-should-not-ratify-canada-eu-free-trade- Y http://www.globalresearch.ca/the-trans-pacific-partnership-tpp-an-oppressive-us-led-free-trade-agreement-a-corporate-power-tool-of-the-1/5329497
http://www.globalresearch.ca/the-trans-pacific-partnership-obamas-secret-trade-deal/5329911

 http://www.alainet.org/active/63837

viernes, 17 de mayo de 2013

"Brasil usa la OMC para hacer acuerdos multilaterales" - Alejandro REBOSSIO



El País
Madrid, 11 de mayo de 2013
Ricardo Carneiro es el actual director del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en representación de Brasil. Economista de 61 años, siempre se ha inscripto dentro del pensamiento desarrollista latinoamericano. De familia latifundista del estado de Pernambuco (nordeste del país), de joven militó en el Partido Comunista Brasileño (PCB), después pasó por el poderoso Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) y finalmente recaló en 1989 en el Partido de los Trabajadores (PT) de Luiz Inácio Lula da Silva. En 2002, cuando ganó por primera vez unas elecciones presidenciales, Lula prefirió aplicar una receta económica más ortodoxa y por eso escogió a Antonio Palocci como ministro de Hacienda, en lugar de Carneiro u otro economista más reformista. Carneiro se quedó entonces dando clases en la Universidad de Campinas, pero finalmente en 2012 la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, lo designó en el BID. Pese al bajo crecimiento actual de su país, confía en que ha llegado una etapa más productiva. Desde su oficina en Washington, dialogó con El País. 
Pregunta: -¿Qué responde cuando en EE UU le preguntan cómo está la economía de América Latina?
Respuesta: -No se puede tratar a América Latina como un todo homogéneo, sino una de América Latina del norte y otra del Sur. La del norte va desde México a Panamá, dependo mucho de la demanda de EE UU, inclusive no solo por el comercio sino también por el mercado de trabajo, que está integrado. La trayectoria de la economía de EE UU va a mejorar y puede haber beneficios de cierto encarecimiento de la mano de obra china. Con una recuperación más firme de la economía de EE UU, su mercado de trabajo está recuperándose. Pero hay alto nivel deuda de las empresas, las familias y los gobiernos y eso problematiza el crecimiento económico futuro de EE UU, su velocidad de expansión será menor que a principios de los 2000 y no impactará significativamente en el mercado de trabajo. Además, el sector tecnológico es muy poco empleador y eso tiene implicancias para Latinoamérica. Más de 15 millones de trabajadores latinoamericanos viven en EE UU. No solo interesa la recuperación de la economía de EE UU sino sus características. De eso depende el norte de Latinoamérica, y no veo una mejora sustantiva.
P: -¿Y Sudamérica?
R: -Hoy está mucho más conectada con a Asia que con EE UU y la Unión Europea. Es una región más integrada con todo el mundo, más productora de materias primas. El desempeño de China ya se ha desacelerado, pero sigue en un nivel significativo. Además China articula al resto de Asia, incluido Japón. Esa parte del mundo tiene un peso muy significativo, va a continuar creciendo, más que EE UU y la UE, y eso crea para la región cierto nivel mínimo de dinamismo. Esto no ocurría en el pasado, antes éramos más cíclicos. Esto es significativo para las materias primas. China les da cierta estabilidad de precios. También puede estabilizar mucho a Sudamérica el desempeño de Argentina y Brasil, que son economías de grandes mercados internos. La recuperación de EE UU también es importante, pero en tercer lugar. Estos tres factores tienen hoy mayores posibilidades de recuperación, pero no es el mismo contexto internacional que hubo de 2000 a 2008. Tampoco veo una desaceleración de mucha magnitud como las del pasado. Estamos mejor que en desaceleraciones anteriores. Estos países sudamericanos van a depender más de lo que suceda en el mercado interno.
P: -¿Por qué?
R: -Porque en el contexto internacional China es un elemento dinámico, pero EE UU y la UE siguen pesando en el PIB mundial. Solo el hecho de que la UE crezca poco en los próximos años, hará que haya menos crecimiento mundial. China desacelera y eso tiene impacto internacional, aunque no será un impacto desestructurante.
R: -Yo veo la situación brasileña con más optimismo que la prensa y los mercados financieros. En los últimos dos años Brasil está haciendo una transición desde un modelo que tenía el consumo como elemento más dinámico a otro que, sin desplazar el consumo, tiene a la inversión como elemento más dinámico. El gran aumento del consumo creó una presión en la infraestructura y en el balance de pagos. Hay ahora un amplio programa de política económica, con inversión pública significativa, con concesiones, más financiamiento público, exoneraciones fiscales, cambio de precios relativos, bajada de tipos de interés y de las tarifas energéticas. Son cambios significativos. Sus resultados se están demorando más de lo pensado, pero hay que ver el impacto desfavorable de la crisis internacional. Ahora se apunta a un modelo de crecimiento más alto, de largo plazo, con mucha sustentación porque esta comandado por la inversión. Si se consolida, será un factor de estabilización para la región.
P: -¿Y México cómo está?
R: -Es una economía muy integrada y complementaria con EE UU. Por la apreciación de la moneda china, parte de cadena productiva, como la automotriz, se benefició. El problema es que es muy dependiente de EE UU y tiene menos dinamismo en el mercado interno. Argentina es una economía diferente, de tamaño menor, pero con exportaciones que dependen de Asia y, por tanto, está en una posición sólida en el largo plazo. Más allá de los problemas de corto plazo que pueda tener, ha invertido mucho en tecnología de los alimentos, cuya demanda va a ser fuerte en los próximos años. Argentina depende más de la demanda internacional de alimentos que Brasil y tiene una renta per cápita alta. Las condiciones estructurales de Argentina son favorables. Brasil puede ser un factor de estabilización para Argentina.
P: -¿Qué problemas ve en la economía latinoamericana?
R: -Los problemas son los de siempre. Tenemos un problema más general que son las asimetrías del sistema internacional. Nosotros (por los sudamericanos) tenemos lazos muy fuertes con China y el Sur en general, pero los lazos financieros son con la economía de EE UU. Hay que intentar limitar el impacto de los shocks financieros. Esta política monetaria de EE UU creó mucha liquidez, es un problema y nosotros tenemos que regular muy eficientemente el control de capitales. Tenemos que buscar un perfil de política económica para protegernos de esos shocksfinancieros. Brasil avanzó en eso. Otra cuestión es que Brasil y Argentina, que son grandes economías, hoy no son vulnerables en sus balances de pagos, pero no se incorporaron de manera progresista a las cadenas de valor de las industrias de alta tecnología. ¿Cómo hacemos para incorporarnos a esas cadenas productivas? Es un problema el intento de sumar contenido local a las cadenas productivas de la industria en general, y más en las de alta tecnología. Ése es el grande desafío. El resto es sintonía más fina. En Brasil tenemos que avanzar hacia la reforma fiscal. Si se hace, mejora la eficiencia, pero no es decisiva. Lo decisivo es evitar shocks financieros y tener una política de incorporación de industrias de más alta tecnología. El resto se puede hacer con mayor o menor velocidad.
R: -Creció menos, pero creció bastante. Brasil es un país más complejo que los demás latinoamericanos. Varios países crecieron por el impacto del ciclo de precios de las materias primas, pero son países más especializados y el impacto de los precios es muy mediato. Pero Brasil depende menos de las materias primas, tiene una economía más diversificada. Recibió efectos positivos, pero no de la misma intensidad. La otra cosa es que desde los 90 no fuimos capaces de tener más integración de las cadenas productivas. De parte de nuestro crecimiento se beneficiaron afuera del país. Brasil además debería rever su cálculo de PIB porque la economía de Brasil de hoy es mucho más de servicios, algunos de baja productividad y otras de alta, y la metodología de medir el PIB no capta suficientemente eso.
P: ¿Qué significa para Brasil que un brasileño, Roberto Azevêdo, dirija ahora la Organización Mundial de Comercio (OMC)?
R: -Brasil ganó en la OMC con el apoyo de países en desarrollo, con el apoyo de China, y sin el apoyo de EE UU y la UE, lo que es muy significativo. Brasil está usando este instrumento en el buen sentido, para llegar a acuerdos multilaterales. Si no, los países en desarrollo se ven obligados a hacer acuerdos bilaterales en una situación de desventaja muy grande. Los países percibieron eso. Hay que avanzar en acuerdos multilaterales, reforzar el poder de negociación de los países más frágiles.
P: -¿Tendremos una OMC más proteccionista? Porque Brasil usa barreras para protegerse, mientras que México, que postulaba al otro candidato a director general de la OMC, es más liberal.
R: -No creo que el tema sea eso. Brasil quiere atender los desacuerdos multilaterales, llegar a acuerdos muy fuertes, que EE UU y la UE hagan acuerdos no tan asimétricos. Puede haber controversias, pero Brasil hace política industrial dentro de las normas de la OMC. No creo que Brasil sea proteccionista sino que usa instrumentos. La tarifa media (para la importación) está bajo de lo que podría ser. Pero Brasil hace una opción por un sistema comercial internacional más justo, más multilateral, mientras México tiene más de 30 tratados de libre comercio, hizo una opción diferente.
P: -Tienen  una diferente política industrial…
R: -México tiene un conjunto de limitaciones de política industrial. No se puede hablar de industria mexicana sino norteamericana y asiática. Está plenamente integrado con EE UU. La política de contenido local no es una política de México y, en cambio, puede ser hecha en Brasil porque tiene otra inserción internacional.

lunes, 6 de mayo de 2013

Convergencias Origen y declinación del capitalismo - Jorge BEINSTEIN




Retorno al origen
En ciertos rituales funerarios de tiempos remotos los muertos eran colocados en posición fetal, por ejemplo se han encontrado restos de neardentales sepultados de esa manera con la cabeza apuntando hacia el Oeste y los pies hacia el Este, algunas hipótesis antropológicas sostienen que esa disposición del cadáver estaba relacionada con la creencia en el renacimiento del muerto. La civilización burguesa a medida que avanza susenilidad parece reiterar esos ritos, preparándose para el desenlace final apunta la cabeza hacia su origen occidental y va acomodando el cuerpo degradado buscando recuperar las formas prenatales intentando tal vez así conseguir una vitalidad irremediablemente perdida.
El fin y el origen aparentan converger, pero el anciano no consigue volver al pasado sino más bien reproducirlo de manera grotesca, decadente. Hacia el final de su recorrido histórico el capitalismo se vuelca prioritariamente hacia las finanzas, el comercio y el militarismo en su nivel más aventurero “copiando” sus comienzos cuando Occidente consiguió saquear recursos naturales, sobreexplotar poblaciones y realizar genocidios acumulando de ese modo riquezas desmesuradas con relación a su tamaño lo que le permitió expandir sus mercados internos, invertir en nuevas formas productivas, desarrollar instituciones, capacidad científica y técnica. En suma construir la “civilización” que llevó Voltaire a señalar: “la civilización no suprime la barbarie, la perfecciona”.
La decadencia del mundo burgués imita en cierto modo a su origen pero no lo hace a partir de un protagonista joven sino decrépito y en un contexto completamente diferente: el de la gestación era un planeta rico en recursos humanos y naturales disponibles, virgen desde el punto de vista de los apetitos capitalistas, el actual es un contexto saturado de capitalismo, con fuertes espacios resistentes o poco manejables en la periferia, con numerosos recursos naturales decisivos en rápido agotamiento y un medio ambiente global desquiciado.
Fin de ciclo. Decadencia: del capitalismo industrial al parasitismo.
Toda la historia del capitalismo está atravesada por numerosas crisis de corta, mediana y larga duración, de gestación, de nacimiento, de crecimiento, de madurez, de decadencia, sectorial, plurisectorial, general etc. La actual coyuntura global suele ser descripta empleando el término crisis (del neoliberalismo, financiera, sistémica, del capitalismo, de civilización...), ¿se trata realmente de una crisis o de algo más?. ¿Nos encontramos ante una turbulencia devastadora o no tan truculenta pero anunciadora de un nuevo ordenmundial capitalista, es decir de una regeneración sistémica o bien del canto del cisne de una civilización caduca?, en el primer caso correspondería hablar de crisis de reconversión, de destrucción creadora en el sentido shumpeteriano, en el segundo podría en principio alcanzar con una sola palabra: decadencia.
Los conceptos de crisis y decadencia son ambiguos, su uso no resuelve completamente los interrogantes que plantea la descripción de la realidad actual. Por lo general hablamos de crisis cuando nos enfrentamos a una turbulencia o perturbación importante del sistema social, el concepto de decadencia suele ser asociado a la idea de irreversibilidad, de trayectoria ineludible, de camino más o menos lento, accidentado o calmo hacia la extinción, hacia el final. Sin embargo la historia muestra tanto largos procesos de declinación que culminan con el fin de una sociedad o una civilización como fenómenos visualizados como decadencias pero que en algún momento se convierten en renacimiento, en inicio de una segunda juventud. Sobre todo durante ciertos períodos de transición cultural donde se combina lo viejo declinante pero todavía hegemónico con lo nuevo ascendente aunque soportando derrotas, fracasos propios de las experiencias demasiado jóvenes, demasiado dependientes del “sentido común” establecido por las antiguas verdades capaces de sobrevivir durante mucho tiempo a su creciente divorcio con la realidad.
Muchas veces una crisis prolongada atravesada por turbulencias que se van sucediendo unas tras otras conformando una continuidad de calamidades aparece como un mundo que se derrumba cuando puede llegar a ser el taller de forja de una nueva era. La llamada “larga crisis del siglo XVII” que afectó a Europa y que se fue convirtiendo gradualmente en la base de lanzamiento planetario de la modernidad occidental fue vista por buena parte de sus contemporáneos más lúcidos como una época de desastres y decadencia
universal.
Esa visión se prolongó hasta bien entrado el siglo XVIII cuando la emergencia del iluminismo, de la ideología del progreso, del culto a la Razón, se combinaron en las elites de Occidente con el fantasma de la decadencia, simbolizada por la declinación del imperio romano. En 1734 Montesquieu publicada sus “Consideraciones acerca de las causas de la grandeza y decadencia de los romanos” y curiosamente en 1776 en la Inglaterra donde comenzaba a abrirse paso la Revolución Industrial mientras Adam Smith publicada la primera edición de “La riqueza de las naciones” estableciendo las bases teóricas del capitalismo liberal naciente, marcando el avance optimista del racionalismo burgués, Edward Gibbon publicaba la primera edición de su “Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano” engrosando el espacio de las visiones pesimistas de las elites tradicionales de Europa angustiadas por la declinación del universo cultural e institucional de las aristocracias.
No está de más recordar lo que podríamos calificar como obsesión y nostalgia plurisecular recurrente de la cultura occidental en torno de la grandeza de la Roma imperial, de su durable “pax romana” o dominación “universal” (del “universo” colonial posible en esa época con centro en el Mar Mediterráneo). Desde la tentativa de restauración del imperio varios siglos después de su derrumbe con la proclamación en Roma de Carlomagno en el año 800 (y en consecuencia del extinto Imperio Romano de Occidente), siguiendo con el
Sacro Imperio Romano Germánico (el “Primer Reich”) en el siglo posterior, llegando a los delirios imperiales-romanos del emperador Napoleón, continuando con el Kaiserreich (“Kaiser” derivado del Caesar romano) o “Segundo Reich” de Alemania desde 1871 radicalizado luego por Hitler como “Tercer Reich”, la Italia fascista proclamada por Mussolini como Tercera Roma (la “Terza Roma” heredera de la Roma Imperial y de la Roma Papal) y por supuesto falangistas, nazis y fascistas saludando con el brazo en alto, el saludo romano imperial, para llegar finalmente (por ahora) a las elucubraciones durante la década pasada acerca de la Pax Americana imaginada por los halcones de George W. Bush como una suerte de reedición a escala planetaria del Imperio Romano tal como lo plantearon en su momento textos influyentes en el primer círculo del poder de los Estados Unidos por autores como Robert Kaplan (1).
Pero la nostalgia imperialista no puede prescindir del temor oculto que se esconde por debajo de la euforia, porque el esplendor esclavista anunciaba su decadencia, sus lujos parasitarios resultado de la incesante expansión del sistema se convirtieron en el veneno mortal, la droga que alentó su ruina. Como señalaba Juvenal: “El lujo, más insidioso que el enemigo extranjero, nos apoya su pesada mano, vengando al mundo que hemos conquistado” (2). La estrafalaria literatura que proliferó a comienzos del siglo XXI alentada por el triunfalismo de los halcones del Imperio desarrollando paralelos entre Roma (de los césares) y Washington (de Bush) lo hizo en paralelo a la aparición de numerosos textos referidos a la decadencia romana muchos de ellos estableciendo similitudes con las potencias occidentales principalmente los Estados Unidos. 
La larga crisis del siglo XVII fue una enorme trituradora histórica de viejas estructuras y mentalidades generando el declive de las monarquías absolutistas de Occidente y más adelante favoreciendo el ascenso del capitalismo industrial a partir de una crisis de nacimiento, del parto turbulento, dramático del mundo moderno entre fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX marcado por la revolución industrial en Inglaterra, la Revolución Francesa, las guerras napoleónicas, la Restauración, etc.
Mucho tiempo después Europa vivió una crisis relativamente larga entre 1914 y 1945, fue pensada por los bolcheviques como la declinación universal del capitalismo que abría las puertas a su superación revolucionaria, socialista-comunista. En realidad se trató de un proceso complejo que combinaba elementos incipientes de decadencia, significativos pero insuficientes como para conformar una avalancha global imparable, con otros de recomposición, de rejuvenecimiento como la intervención estatal en la economía, la masa de inventos, de ideas técnicas que se fueron transformando en innovaciones abriendo un nuevo horizonte social y sobre todo la presencia de los aparatos militares en expansión conjugando potencia y acción destructiva con multiplicadores del consumo, la inversión y la renovación tecnológica de la producción civil (keynesianismo militar). 
Los comunistas de los años 1920 subestimaban la capacidad de recomposición del mundo burgués pero la extrema derecha, los fascistas de esa época la sobrestimaban, le atribuían una esperanza de vida demasiado prolongada, así es como Mussolini proclamaba triunfalista en un artículo de enero de 1921: “el capitalismo está ahora apenas en el inicio de su historia”, capítulo en el que el nuevo autoritarismo fascista proyectaba cumplir un papel decisivo, refundador, recuperando las raíces más brutales del sistema. El Duce lo sintetizaba ante la Cámara de Diputados italiana algunos meses después: “la verdadera historia del capitalismo empieza ahora... hay que abolir el Estado colectivista, tal como la guerra nos lo ha transmitido por la necesidad de las circunstancias y volver al estado Manchesteriano” (3). Disciplinamiento dictatorial de la fuerza laboral y libertad total para los capitalistas.
Sin embargo el sistema no podía regresar al siglo XIX, sus bloqueos estructurales lo obligaban a utilizar la intervención estatal en la economía para desarrollar nuevos espacios de rentabilización como la industria de guerra y las grandes obras públicas. Lo que se empezaba a instalar no era el viejo capitalismo liberal decimonónico sino su tabla de salvación militarista, intervencionista que en su primera etapa europea durante los años 1920-1930 asumió la forma de mutación ideológica desde el liberalismo hacia el totalitarismo fascista bajo el paraguas legitimador de la “comunidad nacional” aplastando a los “intereses sectoriales”... de los de abajo. Como señalaba Horkheimer “la idea de comunidad nacional (la “Volksgemeinschaft” de los nazis), levantada como objeto de idolatría no podía en última instancia ser sostenida sino por medio del terror. Esto explica la tendencia del liberalismo a derivar hacia el fascismo” (4).
La recomposición estatista (keynesiana) del capitalismo central cuando emergió de la Segunda Guerra Mundial tuvo una era dorada de apenas un cuarto de siglo (aproximadamente 1945-1970), luego se inició una sucesión de turbulencias que dura hasta el presente.
Más adelante desde los años 1980 apareció lo que los medios de comunicación anunciaban como recomposición neoliberal del sistema, sin embargo los datos duros demuestran que más allá del barullo mediático optimista se producía un deterioro sistémico que se profundizaba con el correr de los años, las tasas de crecimiento productivo global, principalmente en los países centrales, se fueron reduciendo como tendencia de largo plazo, la economía mundial se fue financierizando hasta que hacia fines de la primera década del siglo XXI la masa financiera global equivalía a veinte veces el Producto Bruto Mundial, los estados, las empresas y los consumidores de las naciones ricas se endeudaban vertiginosamente hasta quedar aplastados por las deudas. 
Este larga degradación tiene todas las características de una decadencia, lenta si la medimos según los ritmos del siglo XX, se trata de una trayectoria de aproximadamente cuatro décadas cuyo despegue puede ser situado en el período 1968-1973/74. A partir de allí la expansión del capitalismo global se combina con el deterioro de sus componentes fundamentales que van siendo cubiertas por el parasitismo financiero y consumista, una militarización desestructurante y donde la dinámica tecnológica está en el centro de una depredación sin precedentes de los recursos naturales. El recorrido no alcanza un punto de regeneración sino todo lo contrario, hacia los años 2007-2008-2009 se produce un verdadero salto cualitativo y la decadencia se radicaliza convirtiéndose en un fenómeno de autodestrucción.
Decadencia general del sistema y no crisis larga ni de crecimiento como lo ocurrido en Europa en el siglo XVII y entre fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, tampoco aparecen como en el período 1914-1945 expresiones de declinación mezcladas con otras de recomposición marcadas por la declinación de Europa centro-occidental y el ascenso de los Estados Unidos.
Respecto a esto último es necesario señalar que desde el punto de vista de la dinámica del capitalismo mundial la China de comienzos del siglo XXI no es el equivalente de los Estados Unidos de la primera mitad del siglo XX. La economía china es periférica respecto de las potencias centrales, su desarrollo depende de su estructura industrial-exportadora atada a sus principales clientes: los Estados Unidos, la Unión Europea y Japón compradores del grueso de sus exportaciones que constituyen aproximadamente la mitad de su producción industrial y en consecuencia cerca del 25 % de su Producto Bruto Interno.
Lo hace a partir de su mano de obra barata lo que permite a esas potencias sobreexplotar de manera directa e indirecta a unos 230 millones de obreros industriales y a una abanico aún más extendido de trabajadores chinos. Acumula mas de 3,5 billones (millones de millones) de dólares de reservas, montaña de papeles de valor futuro incierto, el endeudamiento estatal y empresario crece vertiginosamente y su economía está plenamente integrada a la maraña financiera global que impacta en su interior generando burbujas especulativas, distorsiones inflacionarias, corrupción institucional (5).
Su desinfle actual acorde con el estancamiento de los centros imperiales es inevitable y las tentativas de las autoridades por suavizarlo, contenerlo dentro de límites manejables choca cada vez más con una configuración social elitista que bloquea la expansión del mercado interno. A esto se agrega la rigidez de estructuras industriales trananacionalizadas, incorporadas a redes comerciales y financieras globales, tecnológicamente modeladas por la demanda de los países ricos cuya reconversión hacia la demanda local constituye una suerte de cuadratura del círculo.
Mientras tanto China ha salido de la existencia marginal y miserable a la que la había condenado la decadencia del viejo imperio y la colonización occidental y hoy dispone de un potencial industrial, científico-tecnológico, militar, etc. (producto de los procesos de desarrollo iniciado hace algo más de seis décadas) que la convierte en un protagonista decisivo de las futuras turbulencias internacionales.
La visión de una China “más desarrollada” puede ser extendida al conjunto de la periferia, en especial a sus grandes naciones como India, Brasil o Rusia y a otras de menor talla como Sudáfrica, Argentina o Venezuela lo que conduce inevitablemente hacia el campo de las ilusiones en torno de la renovación del capitalismo global a partir de la periferia, de su despegue positivo respecto de la decadencia occidental (y japonesa). Pero los datos sobre China, India, Brasil, Rusia, etc., muestran la integración de esas economías a la red financiera global centrada en los espacios especulativos de Occidente y si bien es cierto que las economías periféricas emergentes siguen creciendo no es menos cierto que su crecimiento se va desinflando, lo hace con un desfasaje temporal que se ha venido sosteniendo durante el último lustro pero que podría ser corregido próximamente de manera abrupta.
Aunque esta aclaración debe ser asociada al hecho de que sobre todo durante la última década se ha producido un cambio significativo en la geografía económica mundial donde ahora una parte significativa de la periferia presenta niveles relativos de desarrollo industrial, militar, urbano, etc. que la hacen menos sometida a la jerarquía global tradicional del capitalismo, más independiente desde el punto de vista político. Medido a “paridad de poder de compra” la suma de los PBI de tres países periféricos Brasil, India y China es hoy equivalente a la de las grandes economías occidentales (Inglaterra, Francia, Canadá, Italia, Alemania y los Estados Unidos) y el comercio entre los países del Sur es ya casi igual al que existe entre los países del Norte. 
La agravación futura del deterioro del capitalismo global abre por consiguiente importantes espacios de autonomía en la periferia que cuenta ahora con bases productivas y culturales que le podrían permitir atravesar con mayor facilidad las barreras burguesas y defenderse de eventuales agresiones externas. Pensemos por ejemplo en la ola de movimientos sociales y los crecimientos productivos de América Latina en la última década, en China pasando de 50 millones a 230 millones de obreros industriales en un cuarto de siglo, en una periferia donde la comunicaciones se han expandido exponencialmente: la masificación de internet era a comienzos de la década pasada una marca distintiva de los países centrales pero actualmente en la periferia los usuarios de internet superan las 1500 millones de personas contra poco más de 600 millones en los países centrales. 



Esto nos lleva al primer indicador de la decadencia global: la declinación sin remplazo a la vista del centro dominante (occidental) del sistema. La integración (política, militar, financiera, etc.) de las grandes potencias capitalistas en torno de los Estados Unidos conformó una suerte de imperialismo colectivo que solo una grado muy avanzado de la decadencia podría llegar a deshacer y por otra parte ninguna de las economías importantes de la periferia está en condiciones de convertirse en superpotencia imperialista planetaria. Queda planteada la posibilidad teórica de un capitalismo mundial sin centro imperialista, es decir sin un amo capaz de imponer reglas de juego al conjunto del sistema ante lo cual las mismas serían el resultado de una suerte de idílica armonía universal. De ese modo una formación social esencialmente autoritaria conseguiría funcionar de manera democrática en el plano internacional estableciendo reglas de juego mínimamente estables: un verdadero milagro histórico. La otra alternativa sería la del funcionamiento del sistema sin reglas de juego estables reproduciéndose positivamente en medio del caos: un milagro histórico aún mayor.
A este indicador decisivo es posible agregar otros como la tendencia (desde los años 1970 hasta el presente) a la desaceleración del crecimiento global, la hipertrofia (hegemónica) de las redes financieras cuya expansión ha ingresado en el nivel de metástasis invadiendo-degradando a la totalidad del sistema global, la evidencia de rendimientos productivos decrecientes de la revolución tecnológica que sometida a la dinámica del capitalismo parasitario se va convirtiendo en un factor de destrucción neta de fuerzas productivas, el estancamiento o declinación en la extracción de recursos naturales no renovables decisivos (por ejemplo el petróleo), la decadencia del estado burgués, su transformación en los países centrales en un aparato manipulado por bandas mafiosas, la desintegración social en el centro, principalmente en los Estados Unidos. 
La distintas “crisis” de las últimas cuatro décadas quedan entonces inscriptas en un proceso de decadencia sistémica de larga duración. La última crisis abierta en 2007-2008 inauguró una etapa donde la decadencia experimenta un gigantesco salto cualitativo, la tendencia iniciada en los años 1970 a la reducción de la tasas de crecimiento económico global comienza a tocar piso: el fatídico crecimiento cero al que ya ha llegado la Unión Europea, Japón lo ha atravesado y ahora navega en la recesión y los Estados Unidos agota sus últimas artimañas financieras, las reactivaciones son cada vez mas costosas y menos eficaces.
Los países centrales ya se encuentran recorriendo una nueva etapa donde la desocupación a gran escala, la concentración acelerada de ingresos y el desmantelamiento de tejidos productivos pasan a ser aspectos “normales” de su vida económica y donde las discursos acerca de una futura recomposición han periodo toda credibilidad. Lo que parecía ser una bravuconada de especialistas cuando el banco francés Natixis anunciaba en agosto de 2012 que “la crisis en la zona euro puede durar hasta veinte años” aparece hoy como un pronóstico relativamente realista (6). Lo que no parece realista es suponer que la “zona euro” podría sobrevivir como espacio monetario común durante dos décadas de contracción económica permanente, salvo que la referencia futurista a la “zona euro” se limite al espacio geográfico.
Es necesario ir más allá de la economía integrándola a la totalidad social lo que nos permite describir estrategias, interacciones perversas entre estructuras militares, financieras, mediáticas, religiosas, parlamentarias, etc. de las potencias centrales, es decir mecanismos de reproducción del sistema cuyos manipuladores se sumergen en el pantano de la desesperación, de la psicología del naufrago sin esperanza. El capitalismo global bloqueado desde el punto de vista económico elabora y pone en ejecución estrategias político-militares de rapiña periférica destinadas a apropiarse y explotar intensamente hasta el agotamiento al conjunto de recursos naturales del planeta y exprimir hasta su extinción los mercados periféricos compensando así la reducción de los beneficios productivos y de los mercados internos centrales. Apuntando contra la mayor parte del territorio global y una población de varios miles de millones de personas que lo habitan, dicha estrategia amenaza provocar el mayor desastre humano y ambiental de la historia. 
Se trataría de la liquidación de la periferia devorada en unas pocas décadas, pero la historia del capitalismo desde sus orígenes es la de la articulación imperialista entre centro y periferia, esta última como base esencial en la reproducción ampliada de la civilización burguesa, su destrucción integral equivaldría a la anulación de un pilar decisivo del sistema. Más aún, si visualizamos al “centro” y a la “periferia” como formas específicas de la totalidad mundial capitalista (no hay desarrollo en el centro sin subdesarrollo en la periferia) la anulación del suburbio global, su transformación en un caos no es el aplastamiento de una realidad externa sino de un espacio inferior interno estrechamente interrelacionado con los niveles superiores del sistema global a través de un conjunto de redes visibles e invisibles, de infinitas interpenetraciones, la destrucción de la periferia es autodestrucción del mundo burgués, de su historia, de subsistemas decisivos para su reproducción.
La destrucción de Irak, Afganistan, Libia, Siria, México y de las próximas víctimas puede llegar a ser pensada por los miembros más duros de las élites imperiales como una autodestrucción parcial, sacrifico necesario para la supervivencia del sistema, en ese caso nos encontramos ante un pensamiento delirante, una profunda crisis de percepción de la realidad escindida artificialmente entre dos planetas: el propio, humano, desarrollado, y el otro, simiesco, inferior, subdesarrollado, condenado a perecer. Pero las estrategias imperiales no se limitan a circular por el mundo imaginario, golpean al mundo real y al hacerlo desestructuran al sistema en su totalidad: la destrucción de la periferia se convierte en autodestrucción del capitalismo como totalidad universal. 
Los orígenes: del parasitismo al capitalismo industrial.
Occidente inició su carrera imperial con una primera arremetida que terminó en fracaso. Al despertar el segundo milenio se produjeron paralelamente fenómenos cuya interacción creó las bases para una gran transformación social. Las cruzadas fueron el primer intento serio, a gran escala de ocupación y saqueo colonial de un espacio externo rico y su largo desarrollo engendró cambios y ampliaciones significativas de las actividades militares. Por otra parte redes de mercaderes y banqueros comenzaron a desplegarse implantado embriones de capitalismo.
En la misma época impulsado por un sector “modernizador” de la Iglesia, los monjes cisterciences, se desarrolló un conjunto de innovaciones técnicas calificado por algunos historiadores como “primera revolución industrial” causando transformaciones de la producción agrícola en espacios limitados de Europa occidental (introducción del molino hidráulico, del arado de metal, difusión de mejoras de semillas, etc.). También se dieron importantes pasos estableciendo elementos embrionarios para futuros desarrollos de la ciencia moderna uno de cuyos capítulos decisivos fue la desacralización de la “naturaleza”, su percepción como realidad externa, hostil pero que podía ser racionalizada, controlada, explotada, base de las grandes revoluciones tecnológicas del capitalismo... y del desastre ambiental que ahora conocemos (7).
Nos encontramos así ante el despliegue de una gran transformación cultural apoyada en el militarismo colonial y en emergencias comerciales y financieras, engendrando desarrollos técnico-productivos, ideológicos, etc. El ascenso del parasitismo colonial, militar, comercial y financiero comenzaba a producir modernidad burguesa. 
Pero las cruzadas fueron derrotadas, la expansión colonial hacia el rico Medio Oriente fue contrarrestada por la resistencia de las víctimas frustrando el saqueo, por otra parte los esfuerzos y éxitos iniciales de los saqueadores había desordenado a su retaguardia: la cristiandad occidental (el espacio imperialista). La combinación de esos procesos generó en Occidente un retroceso productivo general, luchas intestinas, el deterioro del sistema alimentario y del estado de salud de la población. Todo eso culminó hacia mediados del siglo XIV con la “peste negra”, epidemia que se expandió fácilmente en una sociedad frágil atravesada por hambrunas y causó un gigantesco derrumbe demográfico.
Ese mega desastre significó la sepultura del feudalismo que venía siendo desestabilizado por su expansión interna y externa. Ello incluyó a su sistema militar, el año 1348 es el del inicio de la peste negra pero en 1346 se produjo la batalla de Crecy donde la caballería francesa con sus imponentes y pesadas armaduras, fuerza blindada aparentemente invencible, fue derrotada por la infantería inglesa marcando el ocaso de la vieja configuración social (8).
Pero la asegunda arremetida colonial fue exitosa, la sucesión de olas de pillaje y control de la periferia iniciada en el siglo XV culminó casi quinientos años después con la dominación total del planeta. Los pilares sobre los que se instaló la modernidad fueron en primer lugar la depredación periférica que potenció la expansión comercial y financiera y apoyado por está última el desarrollo de las estructuras militares, su renovación técnica, parte esencial del desarrollo de estados despóticos. Fue ese complejo colonial, estatal,
militar, comercial y financiero el padre de la modernidad burguesa, acumulando riquezas, destruyendo estructuras sociales internas y creando mercados prósperos, acaparando tierras, expulsando campesinos hacia las ciudades, formando desde fines del siglo XVIII masas de pobres urbanos mano de obra barata del capitalismo industrial. Históricamente no fue el capitalismo productivo (y la cultura burguesa en general) la cuna del estado moderno, del militarismo y de las finanzas sino exactamente al revés.
Con toda razón Robert Kurz se refería a “los orígenes destructivos del capitalismo” colocando al desarrollo militar como disparador de la modernidad (9). El “Arsenal de Venecia” fabrica militar de avanzada del siglo XVI sin cuya existencia es imposible explicar el resultado de la batalla de Lepanto, es decir la victoria estratégica de Occidente sobre el Imperio Otomano, fue una de las escuelas más importantes de organización industrial, sus innovaciones en materia de división y programación del trabajo sentaron las bases de la producción capitalista.
Pero junto al señor de la guerra, a la monarquía despótica, se encontraba al banquero a su vez ligado a negocios comerciales, por ejemplo la Casa Fugger facilitando fondos al emperador Carlos I y su descendiente Felipe II titulares de un extendido sistema colonial. La revolución industrial llegará más de dos siglos después parada sobre un enorme surplús histórico (10) que no solo fue acumulación de riquezas coloniales sino también disciplinamiento social por parte del estado y su dispositivo militar. 
Esta vez el parasitismo pudo parir capitalismo con tanto éxito que consiguió ocultar la memoria de sus orígenes y de ese modo instalar trampas ideológicas destinadas no solo a construir legitimidad productivista sino también para confundir tanto a sus partidarios como a sus enemigos.
Uróboros.
El mito de uróboros, de la serpiente que se devora a si misma atraviesa varias civilizaciones desde la Grecia clásica hasta el Antiguo Egipto llegando al Occidente medieval, se funda en la ilusión conservadora de que la serpiente empieza devorando su cola y al hacerlo va regenerando su propio cuerpo en un juego infinito donde el comienzo es a la vez fin y viceversa consumándose el eterno retorno, la inmortalidad del mundo. El
mito parecería encontrar una referencia concreta en casos observables de ese animal alimentándose y suicidándose al mismo tiempo, el espectáculo es aterrador. 
La confrontación entre el mito y su referencia real sugiere la reflexión en torno de lo que podría ser calificado como “trampa de uróboros”: la civilización burguesa al igual que otras civilizaciones anteriores en decadencia considera que al devorar su parte más lejana, menos próxima a la cabeza imperial recupera fuerzas y dinamiza su funcionamiento. No experimenta ninguna sensación de horror, no se angustia sino todo lo contrario, provisoriamente se siente mejor, mejora su autoestima fundada en el aplastamiento y pillaje de los débiles. Para que se ponga en marcha y avance el proceso de suicidio es necesario que el suicida realice una suerte de ruptura psicológica con la parte de su cuerpo que está siendo sacrificada. La cola deja de ser cola o tal vez pasa a ser la cola de otro animal, la periferia deja de ser periferia del sistema y se convierte en otro universo, sus habitantes dejan de ser seres humanos. La realidad se aparta de la cabeza, la crisis de percepción se convierte de locura suicida. 
El fenómeno tiene antecedentes en la historia del sistema, en sus mecanismos de reproducción desde sus orígenes más lejanos atravesando sus etapas más prósperas. Dicho de otra manera debajo de las revoluciones culturales y productivas de la modernidad, del progreso en su sentido más amplio podemos encontrar pistas que nos conducen al actual proceso de autodestrucción sistémica global. La disociación hombre-naturaleza fundamento de las revoluciones técnicas de la modernidad convirtiéndose finalmente en degradación ambiental planetaria, la explotación imperialista de la periferia, interacción desarrollo-subdesarrollo como motor histórico de la expansión global de fuerzas productivas tendiendo ahora al exterminio de sociedades y recursos naturales, las finanzas impulsoras de mercados e inversiones industriales
transformándose en devoradora de tejidos productivos y capacidades de consumo, etc.
El mito de uróboros se expresó en la tradición europea-nórdica como Jörmungander una gigantesca serpiente cuyo crecimiento, en una de las versiones del tema, la lleva a rodear completamente al planeta hasta llegar a su propia cola iniciándose la autofagia presentada como el resultado inevitable del éxito del proceso expansivo que encuentra el límite superior, el máximo nivel de expansión no como frontera externa al monstruo sino como autobloqueo. La solución a la tragedia no pasa por persuadir a la serpiente completamente decidida a seguir el rumbo elegido inscripto en su dinámica de desarrollo sino en la metamorfosis, la transformación radical de la bestia en un ser diferente. No hay otro capitalismo posible lo que abre la perspectiva del postcapitalismo, instala dramáticamente su necesidad histórica.
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(1), Robert Kaplan, “El retorno de la Antigüedad”, Ediciones B, Barcelona, 2002.
(2), Juvenal, Satiras, Editorial Gredos, Madrid, 1991, Satira VI.
(3), Angelo Tasca, “El nacimiento del fascismo”, pp. 152-153, Crítica, Barcelona, 2000.
(4), Max Horkheimer, “Éclipse de la Raison”, pp. 29-30, Payot, París, 1974.
(5), Los datos estadísticos aquí señalados se apoyan en cifras de los años 2011 y 2012.
(6), Natixis, “The euro-zone crisis may last 20 years”, Flash Economics-Economic Research, August 16th
2012 - No. 534
(7), Jean Gimpel, “La révolution industrielle du Moyen Age”, Éditions du Seuil, Paris, 1975.
(8), La batalla de Crecy constituyó un acontecimiento decisivo pero no había sido el primero de la serie, en 1302 las milicias populares de Courtrai (Belgica) había derrotado a pié con picas y lanzas a la caballería feudal del Conde de Artois. La Caballería feudal se fue desmoronando gradualmente golpeada por una realidad social en transformación, hacia 1415 la batalla de Agincourt donde nuevamente la caballería francesa es aniquilada por la infantería inglesa cierra definitivamente el ciclo militar del feudalismo. El proceso se desarrolló a lo largo del espacio europeo durante algo más de un siglo, por ejemplo la infantería suiza derrotó a golpes de hacha (una alabarda de más de dos metros de longitud) a la caballería austríaca en Morgarten (1315), Laupen (1339), Sempach (1386).
(9), Robert Kurz, “Los orígenes destructivos del capitalismo”, 1997,
http://www.oocities.org/pimientanegra2000/kurz_origen_destructivo_capitalismo.htm
(10), Anouar Abdel Malek, “Political Islam”, Socialism in the World, Number 2, Beograd 1978.
Brandsen, Abril de 2013

jueves, 2 de mayo de 2013

Sobre el imperialismo y la pirámide imperialista - Aleka PAPARIGA


Uno de los asuntos que plantea el oportunismo contra el Partido es nuestra evaluación (que por cierto no es nueva ya que se menciona en el Programa actual y fue elaborada en el 15º Congreso, en 1996) que el capitalismo griego está en la fase imperialista de desarrollo y que ocupa una posición intermedia en el sistema imperialista internacional, con una fuerte dependencia de los EE.UU. y de la Unión Europea.
Ellos atacan nuestra posición de que la lucha por la defensa de las fronteras, de los derechos soberanos de Grecia, desde el punto de vista de la clase obrera y de los sectores populares, está inextricablemente ligada con la lucha por el derrocamiento del poder del capital. El pueblo griego no debe defender los planes de guerra de uno u otro polo imperialista, la rentabilidad de uno u otro grupo monopolista.
El PCG tiene una rica experiencia que confirma plenamente la posición leninista sobre la relación entre el imperialismo –como la fase superior del capitalismo- y el oportunismo en el movimiento obrero, lo cual es un asunto que no está relacionado sólo con Grecia, sino con todos los países capitalistas. No es casualidad que la esencia económica del imperialismo, que es el monopolio con sus rasgos característicos, es subestimada o se deja de lado también por los partidos comunistas que se han adherido al oportunismo ya sea antes o, principalmente, después de la victoria de la contrarrevolución en los países socialistas.
La percepción oportunista sobre el imperialismo y la negación de la existencia de un sistema imperialista internacional (pirámide imperialista)
El término imperialista se ha puesto muy de moda recientemente en Europa y en Grecia entre fuerzas que no lo utilizaban con frecuencia o tan fácilmente en los años anteriores. El problema es que el imperialismo se presenta como algo diferente y distintivo del capitalismo, como un concepto político separado de la base económica, una posición que fue respaldada fuertemente por el padre del oportunismo, Kautsky. El oportunismo resulta, entre otras cosas, incapaz de modernizarse; repite a Kautsky, recurre a argumentos anticientíficos, se centra deliberadamente en la superficie y no en la esencia. No está en su interés y, por lo tanto, no puede ver el panorama total de la economía capitalista mundial en sus relaciones internacionales mutuas. Él, que no quiere entender la esencia económica del imperialismo y ver en esta base la superestructura ideológica y política, al final lo absuelve, lo apoya y siembra ilusiones entre las masas obreras y populares de que existe capitalismo bueno y malo, gestión burguesa buena e ineficaz. En último análisis, el oportunismo quiere una sociedad capitalista sin las supuestas desviaciones, llamando desviaciones a las propias leyes de la economía capitalista y sus consecuencias. Oculta a los pueblos la esencia clasista de la guerra, ya que la critica desde el punto de vista moral por sus consecuencias trágicas. Siembra la ilusión de que el capitalismo puede garantizar la paz si se imponen los principios de igualdad y libertad, de entendimiento político entre los países capitalistas rivales, si se ponen reglas en la competencia intercapitalista.
El oportunismo, el reformismo, repite con un estilo innovador la percepción antigua, vieja y anticuada de que el imperialismo se identifica con la agresión militar contra un país, con la política de las intervenciones militares, con los bloqueos, con el esfuerzo de reactivar la antigua política colonial. En Europa, los oportunistas identifican el imperialismo con Alemania y con el dogmático, según dicen, punto de vista liberal autoritario. La política de los EE.UU. bajo la administración de Obama se considera progresista por las diferencias parciales con Alemania sobre la gestión de la crisis, o se considera imperialista solamente en relación con América Latina. Se considera como progresista cada intento de la clase obrera, por ejemplo de Francia o de Italia, de confrontar el antagonismo con el capitalismo alemán. El oportunismo en Grecia tiene como posición fundamental la de que el país está bajo ocupación alemana, que se ha transformado o que se está transformando en una colonia, que la están saqueando la señora Merkel y los acreedores. El enemigo principal, aparte de la propia Alemania, es la tríada de la Unión Europea, del Banco Central Europeo y del Fondo Monetario Internacional que supervisan y determinan la gestión de la deuda externa e interna y del déficit fiscal. Acusan a la burguesía del país y a los partidos gubernamentales de traidores, antipatriotas, subordinados y serviles a Alemania, a los acreedores o a los banqueros.
Ellos acusan al PCE por nuestras evaluaciones sobre el capitalismo griego en el sistema imperialista internacional, lo cual no aceptan que exista. Consideran que Grecia es un país ocupado principalmente por Alemania y que el régimen es neo-colonial.
Utilizan de manera arbitraria la evaluación de Lenin en su obra conocida “Imperialismo, la fase superior del capitalismo”, de que un puñado, un pequeño número de Estados, saquean la gran mayoría de Estados en el mundo. Como consecuencia, el imperialismo se identifica con un muy pequeño número de países, que se cuentan con los dedos de una mano, mientras todos los demás países están subordinados, oprimidos, son colonias, países ocupados debido a la subordinación a la percepción liberal.
Hoy en día, hay pocos países en la cima, en las posiciones superiores del sistema imperialista internacional (lo cual se ilustra también con el esquema de una pirámide para mostrar los diferentes niveles que ocupan los países capitalistas). Incluso se podría decir que son un puñado de países, según la expresión leninista. Sin embargo, esto no significa que los demás estados capitalistas son víctimas de los estados capitalistas poderosos, que la burguesía de la mayoría de los países ha sucumbido a la presión, a pesar de su interés general, que llegó a ser corrupta. No significa que la lucha de los pueblos en Europa debe estar en dirección antialemana, y que en el continente americano debe orientarse solamente contra los EE.UU. No es casualidad que los oportunistas en Grecia dan como ejemplo positivo la superación de la crisis en Brasil y Argentina y exaltan la política de Obama.
Su insistencia en que no existe una pirámide imperialista, es decir que no existe un sistema imperialista internacional (sino solamente un número muy reducido de países que se pueden clasificar como imperialistas sobre todo debido a su posición hegemónica y de su capacidad de decidir lanzar una guerra local o generalizada), no es nada accidental o producto de una opinión equivocada; es consciente. De esto deriva su disposición a asumir responsabilidades en un gobierno burgués para gestionar la crisis.
Lo principal es que defienden la existencia de una etapa entre el capitalismo y el socialismo, con un objetivo claro. Por un lado, asegurar que la clase obrera renuncie a la lucha por el poder obrero y, por otro lado, prometer que en el futuro lejano e indefinido el capitalismo se transformará pacíficamente mediante reformas y sin sacrificios en socialismo, en su “socialismo”, en el que la propiedad capitalista va a coexistir con algunas formas de autogestión.
Cabe señalar que cuando se habla de una Grecia independiente y digna que resiste a la señora Merkel, aclaran que el país debe permanecer en la Unión Europea como Estado miembro, mientras esperan que la OTAN se autodisuelva, desligándose de las dependencias y los compromisos político- militares que impone.
Dicen que Grecia, siempre como miembro de la Unión Europea y de la OTAN, puede buscar préstamos, crédito, inversiones de otros estados como los EE.UU., Rusia y China, mientras que consideran que los gobiernos de Brasil y Argentina han logrado la liberación de sus pueblos del FMI. Como si las inversiones de estos estados no se basan en la adquisición del mayor beneficio posible y en la utilización de la fuerza de trabajo barata, en la utilización a largo plazo de recursos naturales y de materias primas locales, hasta que se agoten.
Incluso dicen que la restauración capitalista en los países socialistas abolió la Guerra Fría y que el mundo se ha vuelto mejor porque es multipolar, es decir, tiene muchos centros y nuevas potencias. Sin embargo, “se le olvida” el hecho de que estos nuevos “centros” y “potencias” se basan en el desarrollo de las relaciones capitalistas de producción, en el dominio de los monopolios en la economía, es decir que se trata de nuevas potencias imperialistas emergentes. En conclusión, el mundo no se ha vuelto mejor, ni más prometedor -aunque ya no existe el conflicto entre el imperialismo y el socialismo-, como sostienen los apologistas del capitalismo.
El oportunismo justifica su curso decadendente interpretando de modo arbitrario citas de Marx y Lenin
Debido a la existencia y la actividad del PCE, y principalmente debido a su táctica aventurera, pretenden aparecer como sustitutos del movimiento comunista, invocando fragmentos de Lenin, e incluso de Marx y Engels para acusar a nuestro Partido de haber abandonado el socialismo científico.
Hoy es absolutamente necesario recordar algunos elementos básicos del concepto leninista del imperialismo que han sido confirmados, así como destacar los desarrollos que se están acelerando y hacen aún más imperativo que antes la identificación de la lucha antiimperialista con la lucha anticapitalista. La respuesta al capitalismo no es, entre otras, el retorno imposible a la época del capitalismo de libre competencia, de empresas capitalistas dispersas, sino la necesidad y la vigencia del socialismo, la adquisición de preparación en condiciones de situación revolucionaria. Una preparación que, por supuesto, no se puede conciliar con el oportunismo en la lucha diaria.
Incluso si imaginamos lo inimaginable, es decir, si fuese posible volver al capitalismo de la libre competencia, esto conduciría inevitablemente de nuevo al nacimiento del monopolio. Las grandes empresas llevan dentro de sí la tendencia de convertirse en monopolio. Marx ya había dejado claro que la libre competencia crea el monopolio.
La historia ha demostrado que el monopolio, como consecuencia de la concentración del capital, como ley fundamental de la fase actual del capitalismo, es una tendencia general en todo el mundo y puede coexistir con formas de la economía y de la propiedad precapitalistas. A finales del siglo 19 la crisis económica aceleró la creación de los monopolios, como todas las crisis económicas cíclicas que aceleraron la concentración y centralización y el surgimiento de monopolios poderosos, la reproducción de la competencia a un nivel superior. El surgimiento de monopolios y su desarrollo, expansión y penetración no se lleva a cabo simultáneamente en todos los países, ni siquiera en los países vecinos, pero sin duda se produce de la misma manera, con la exportación de capitales que prevalece sobre la exportación de mercancías. El surgimiento y el fortalecimiento de los monopolios incluso si se limita a ciertos sectores a nivel nacional, al final causa anarquía en el conjunto de la producción capitalista. Esto fue particularmente característico en el siglo 20 y hasta hoy día, el desequilibrio en el desarrollo entre la producción industrial y agrícola, el desequilibrio en el desarrollo entre sectores de la industria. El desequilibrio no tiene que ver solamente con los sectores de producción sino además con el desequilibrio en la aplicación y la utilización de la tecnología. La política de saqueo, de anexiones, de conversión de estados en protectorados, la política de desmembramiento de Estados, no es el resultado de la inmoralidad política por parte de los imperialistas poderosos, ni tampoco es una cuestión de subordinación y cobardía por parte de la burguesía del país que experimenta la dependencia. Es un asunto que tiene que ver con la exportación de capitales y la desigualdad que es inherente al capitalismo a nivel nacional e internacional.
Grecia es uno de los ejemplos característicos que sin duda tiene un valor universal ya que el fenómeno no es meramente griego. Nuestro país tiene importante potencial productivo que, sin embargo, se ha desarrollado de forma selectiva en el curso de desarrollo capitalista, mientras que la incorporación del país en la Unión Europea y en general su relación con el mercado capitalista mundial ha llevado a un uso aún más restrictivo de sus recursos naturales. Brevemente, cabe señalar que Grecia tiene importantes recursos energéticos, importantes recursos minerales, producción industrial y agrícola, artesanía, es decir, recursos que pueden cubrir gran parte de las necesidades del pueblo como es la necesidad de alimentación, de energía, de transporte, de construcción de obras públicas, de infraestructura y de vivienda popular. La producción agrícola puede apoyar la industria en varios sectores. Sin embargo, Grecia, no sólo como resultado de la crisis sino de todo el curso de asimilación en la pirámide imperialista, se ha deteriorado aún más; depende de las importaciones mientras que los productos griegos no se venden y se entierran.
Se trata de una característica que muestra las consecuencias de la propiedad capitalista y de la competencia capitalista, tanto a nivel europeo como a nivel mundial.
Al igual que Kautsky, el oportunismo contemporáneo divide el capital en secciones separadas, centra su crítica en una de sus formas
Recordemos que Kautsky considera como enemigo sólo una parte del capital, el capital industrial que, con su política imperialista, lanza su ataque en primer lugar contra las zonas rurales y así se crea un desequilibrio entre el desarrollo de la industria y la agricultura. Supuestamente se trata de una desviación estructural. Los oportunistas contemporáneos afirman más o menos las mismas posiciones centrando su crítica contra el sistema bancario, los banqueros, el capital bancario, sin tomar en cuenta la fusión del capital bancario con el capital industrial, aunque se presentan como marxistas. Los desequilibrios que aparecen, incluso en los países capitalistas desarrollados y fuertes en las diferentes ramas y sectores, se atribuyen a la irracionalidad o a una tendencia hacia la especulación que ellos consideran que es inmoral puesto que hacen una distinción entre la rentabilidad y la especulación.
Pero la posición de que la exportación de capitales estaba orientada exclusivamente a las zonas rurales no se confirmó ni en el período en que el oportunista Kautsky estaba en pleno apogeo. En aquella época también la política de las llamadas anexiones, utilizando como palanca el capital financiero, afectó además las zonas industriales. Si el capitalismo en su fase imperialista apoyara todo el potencial de desarrollo de todos los países sin excepción, entonces no tendría tal nivel de acumulación capitalista para exportar capitales y explotar las materias primas y a la clase obrera de un gran número de países manteniéndolos atados con una variedad de relaciones de dependencia e interdependencia.
La Invocación del patriotismo con el fin de justificar la estrategia de la burguesía para tomar la mayor parte posible de la nueva distribución en condiciones de rivalidad imperialista implacable
Los oportunistas y los partidos nacionalistas en Grecia están diciendo a gritos que la burguesía, el Estado griego y los partidos burgueses no son patriotas sino traidores. En realidad, la burguesía de nuestro país, así como sus partidos, son muy conscientes del hecho de que incluso en condiciones de desigualdad es preferible adherirse a una unión imperialista porque es el único modo para reclamar una parte del botín y esperar tener un apoyo político-militar externo si el sistema empieza a temblar, si se intensifica la lucha de clases, para prevenir y aplastar el movimiento con la ayuda de los mecanismos militares de la Unión Europea y de la OTAN. El patriotismo de la burguesía se identifica con la defensa del sistema capitalista podrido.
En condiciones en que las contradicciones interimperialistas y mundiales conducirán a un conflicto militar, entonces la burguesía de Grecia tendrá que elegir al lado de un imperialista poderoso, al lado de qué alianza imperialista va a luchar para la redistribución de los mercados con la esperanza de tomar siquiera una pequeña parte.
Es imposible que la burguesía defienda los derechos soberanos a favor del pueblo; lo hará exclusivamente por sus propios intereses. Si es necesario, incluso ignorará sus intereses particulares a fin de no perder su poder, para mantenerla tanto como sea posible.
La teoría con respecto a un puñado de países dominantes
Cuando Lenin hablaba de un puñado de países que saquean un gran número de países, destacaba con muchos ejemplos y detalles una variedad de formas de saqueo de países coloniales, semi-coloniales o incluso no coloniales. En la cima de la pirámide está un pequeño número de países, ya que el capital financiero (una de las cinco características básicas del capitalismo en la fase imperialista como fusión del capital bancario con el capital industrial) está extendiendo sus tentáculos a todos los países del mundo.
La posición de un “puñado de países” define las diferentes formas de relaciones entre los países capitalistas que se caracterizan por desigualdad. Esto es lo que describe la pirámide con el fin de ilustrar la economía capitalista mundial.
Ante todo, Lenin dejó claro que el imperialismo es el capitalismo monopolista, es la economía capitalista mundial, es el prólogo de la revolución socialista en cada país.
Lenin aclaró las características del imperialismo: la concentración de la producción y del capital, la fusión del capital bancario con el capital industrial y la creación de la oligarquía financiera, la exportación de capitales, la creación de uniones monopolistas internacionales. No se trata de una política de anexiones, de dependencias desde un aspecto moral o de un fenómeno que refleja una cierta visión política en el marco del sistema político burgués, una cosa que hacen sistemáticamente los oportunistas. Conecta directamente el imperialismo en las relaciones internacionales con el surgimiento del capital financiero en la fase imperialista del capitalismo y con su necesidad imperiosa de ampliar continuamente el terreno económico más allá de las fronteras nacionales con el objetivo de desplazar a los antagonistas. El desplazamiento del antagonista se podría hacer más fácilmente a través de la colonización, así como a través de la transformación de una colonia en un Estado políticamente independiente, sacando del medio el país capitalista-metrópoli, cuya posición la ocuparía otra potencia capitalista emergente a través de la exportación de capitales y de las inversiones extranjeras directas. Es importante e ilustrativa la diferente postura de la Gran Bretaña colonialista y de Alemania emergente como potencia imperialista.
El nuevo reparto del mundo a finales del siglo 19º y a principios del siglo 20º del que habló Lenin, se llevó a cabo entre los países capitalistas más poderosos. Sin embargo, en el juego del reparto, de la formación de la correlación de fuerzas negativa general se involucraron también otros Estados capitalistas, no se quedaron pasivos. Los países capitalistas fuertes repartían no sólo las colonias sino además países no-coloniales, mientras que aparte de las grandes potencias coloniales había también países coloniales más pequeños a través de los cuales se inició la nueva expansión colonial. Incluso se mencionan estados pequeños que mantenían colonias cuando las grandes potencias coloniales no lograban un acuerdo en el reparto.
Además, Lenin subrayaba que la política colonial existía incluso en las sociedades precapitalistas, pero lo que distingue a la política colonial capitalista es que esta se basa en el monopolio. Subrayaba que la variedad de relaciones entre los estados capitalistas en el período del imperialismo se convierten en un sistema general, constituyen parte del conjunto de las relaciones del reparto del mundo, se convierten en eslabones de las cadenas de operaciones del capital financiero mundial. En el período al que se refiere Lenin, y aún más hoy día, las relaciones de dependencia y de saqueo de materias primas existen también a expensas de no-colonias, es decir, estados con independencia política.
Después de la Segunda Guerra Mundial y del establecimiento del sistema socialista internacional, se llevó a cabo necesariamente la máxima agrupación del imperialismo contra las fuerzas del socialismo-comunismo y se intensificó su agresividad, su expansionismo económico, político y militar multifacético. Bajo el impacto de la nueva correlación de fuerzas, comenzó rápidamente el desmantelamiento de los imperios coloniales, del imperio francés y del británico. Los Estados capitalistas más poderosos se vieron obligados a reconocer la independencia de los Estados nacionales, bajo la presión de los movimientos por la independencia nacional que disfrutaban el apoyo múltiple y la solidaridad de los países socialistas, del movimiento obrero y comunista.
En el período posguerra, una serie de países no se incorporaron plenamente en los organismos político-militares y económicos del imperialismo, ya que tenían la posibilidad de establecer relaciones económicas con los países socialistas, a pesar de que la correlación de fuerzas se mantenía a favor del capitalismo. Se vuelve a confirmar la variedad de relaciones, de interdependencias así como de obligaciones en el marco del mercado capitalista mundial.
En la última década del siglo 20 la situación empezó a cambiar como resultado de dos factores que interactúan entre ellos, pero cada uno tiene su autonomía relativa. Los países capitalistas más maduros y poderosos, que están en la cima de la pirámide, con un punto de partida histórico diferente pero con el mismo objetivo estratégico, siguen una diferente política a favor de los monopolios, sobre todo bajo el impacto de la crisis económica capitalista de 1973. En condiciones de antagonismo creciente y de internacionalización más rápida, la estrategia contemporánea que apoya la rentabilidad capitalista abandona las recetas neokeynesianas que fueron útiles sobre todo en países que habían sufrido daños de guerra. Procede a extensas privatizaciones, fortalece la exportación de capitales, disminuye y gradualmente suprime las concesiones que había hecho sobre todo en el sector social, con el objetivo de detener el movimiento obrero que fue influenciado por las conquistas del socialismo y, en especial, para comprar a una parte de la clase obrera y de sectores sociales intermedios.
Esto se demuestra también por el hecho de que la política pro-imperialista contemporánea tiene un carácter mundial; no es una forma de gestión coyuntural, sino una opción estratégica, dado que se adoptan medidas antipopulares y antilaborales para contrarrestar la tendencia decreciente de la tasa de ganancia en casi todos los países, no sólo en la Unión Europea, sino también más allá, sobre todo en América Latina. Las medidas que están encaminadas a la eliminación de las conquistas laborales se toman tanto por los gobiernos liberales como por los socialdemócratas, tanto por la centroizquierda como por la centroderecha.
La restauración capitalista dio al imperialismo la oportunidad de lanzar una nueva ola de ataques con menor resistencia, con la ayuda del oportunismo que se había fortalecido, mientras que se formaron nuevos mercados en los antiguos países socialistas. Como resultado, se debilitó la unidad entre las potencias dirigentes contra el socialismo que ponía en segundo plano las contradicciones entre sí. Estalló una nueva ronda de contradicciones interimperialistas sobre el reparto de nuevos mercados lo que dio lugar a las guerras en los Balcanes, Asia, Oriente Medio y África del Norte. En esta guerra tomaron parte también Estados que no estaban integrados en las uniones interestatales imperialistas. Esto demuestra que el sistema imperialista existe como sistema mundial. En ello se incorporan todos los países capitalistas, incluso los que están atrasados o que tienen residuos de formas de economía precapitalistas. Las potencias dirigentes están en la cima; entre ellas existe una fuerte competencia y los acuerdos establecidos son de carácter temporal.
A finales del siglo 20 había tres centros imperialistas desarrollados principalmente después de la Guerra Mundial: la Comunidad Económica Europea que posteriormente se convirtió en la Unión Europea, los EE.UU. y Japón. Hoy en día, los centros imperialistas  han aumentado y han surgido nuevas formas de alianza como la alianza que tiene en su núcleo a Rusia, la alianza de Shangai, la alianza de Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica (BRICS), la alianza de los países de América Latina ( Mercosur, ALBA) etc.
La política imperialista no está ejercida solamente por los países capitalistas que están en la cima sino además por los de otros niveles, incluso por los que tienen fuertes dependencias de las potencias mayores, como potencias regionales y locales. Hoy día, en nuestra región, tal es el caso de Turquía, Israel, los estados árabes, y tales potencias a través de las cuales el capital monopolista ocupa nuevo terreno se encuentran también en África, Asia, América Latina, y como consecuencia de ello tenemos el fenómeno de dependencia e interdependencia.
La dependencia e interdependencia de las economías por supuesto no son iguales. Están determinadas por la fuerza económica de cada país, así como por algunos otros elementos militares y políticos dependiendo de los lazos de alianza particulares.
Aunque uno o varios países están al nivel más alto y son los líderes de la internacionalización capitalista y en el reparto, no dejan de estar bajo un régimen de interdependencia con otros países. Por ejemplo, en Europa, Alemania puede que sea la potencia dirigente, sin embargo las exportaciones de capitales y bienes industriales dependen de la capacidad de los estados europeos de absorberlos. Ya en China, debido a la crisis, esta posibilidad ha empezado a limitarse y por eso los círculos dirigentes del gobierno así como sectores de la burguesía, sobre todo en la industria, reflexionan y se preocupan.
El curso de la economía de los EE.UU. depende en gran medida de China, así como de los intereses opuestos en la Unión Europea; la batalla de dólar, euro y yen es visible.
En las Tesis del 19o Congreso se destaca que la tendencia de cambio en la correlación de fuerzas entre los estados capitalistas se refleja también en la participación de los países en el flujo de capitales en forma de Inversiones Extranjeras Directas (IED), así como en las reservas de capitales en forma IED que han fluido.
Está aumentando el número de los estados satélites de potencias imperialistas fuertes, países capitalistas regionales que juegan un papel particular en la política de alianzas y de afiliación de una u otra potencia de la pirámide. Las contradicciones interimperialistas están en vigor en cada forma de alianza y todas estas relaciones multifacéticas que abarcan todos los países capitalistas del mundo, sin excepción, constituyen la pirámide imperialista.
Nuestra referencia a esto no significa en absoluto que estamos de acuerdo con las posiciones sobre el “ultra-imperialismo” como nos acusan erróneamente. ¡Todo lo contrario! Resaltamos siempre que en el sistema imperialista, que lo representamos con la forma de una pirámide, siguen desarrollándose y manifestándose fuertes contradicciones entre los estados imperialistas, entre los monopolios por el control de las materias primas, de las rutas de transporte, de las cuotas de mercado etc. La burguesía puede que forme un frente común para la explotación más eficiente de los obreros, pero siempre afilará sus cuchillos a la hora de compartir el “botín” imperialista.
Además, es ridícula la acusación de que la referencia a una “pirámide” es un “enfoque estructuralista” del imperialismo. Lenin, como es bien conocido, utilizó el esquema de la “cadena”. El esquema que se utiliza en cada ocasión es una manera de ayudar a los trabajadores a comprender la realidad del imperialismo como capitalismo monopolista, como capitalismo que está podrido y muere, en el que están incorporados todos los países capitalistas, según su fuerza (económica, política, militar etc). Esto está claramente en conflicto con el llamado “enfoque cultural” del imperialismo que, al igual que hizo Kautsky, separa la política del imperialismo de su economía. Lenin señalaba que este enfoque nos llevaría a la evaluación errónea de que los monopolios en la economía pueden coexistir en la política con un tipo de actividad no monopolista, no violento, no depredador.
El desarrollo desigual se hace aún más evidente, no sólo entre los países capitalistas poderosos en comparación con los más débiles, sino también en el núcleo duro de los países más poderosos. Cabe señalar que en Europa está creciendo la brecha entre Alemania, por un lado, y Francia e Italia por el otro. Sin embargo, el fenómeno más importante y característico es la disminución de la participación de los EE.UU., de la UE y de Japón en el Producto Bruto Mundial. La zona euro ya no mantiene la segunda posición, se ha caído a la tercera, mientras que la segunda posición ha sido ocupada por China. Ha aumentado la participación de China e India en el producto bruto mundial mientras que la participación de Brasil, Rusia y Sudáfrica se mantiene estable.
Por lo que respecta al capital que constituye el stock de IED, es notable la tendencia de fortalecimiento de los capitales de origen o con destino final las economías emergentes del grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica). China se refuerza como destino de IED y está aumentando su participación en el stock de IED, sobre todo después del estallido de la crisis capitalista en 2008. Como exportador de capitales está aumentando su participación en las salidas mundiales de IED que se duplicaron con creces en los años 2007-2009 y se han mantenido a un alto nivel desde entonces.
En cambio, tiende a reducirse la participación de las economías capitalistas desarrolladas con respecto a la entrada y salida de capitales de IED después del estallido de la crisis. Por supuesto que no pierden su primacía (manteniendo una distancia del grupo anterior de países), ya que en medio de crisis la mayor parte se dirige o proviene de los EE.UU. y de los países de la Unión Europea.
Una tendencia similar se está desarrollando con respecto a la participación en las importaciones y exportaciones de mercancías. La participación de China se está reforzando de modo constante con respecto a la totalidad de exportaciones de mercancías así como al conjunto de las importaciones. La participación correspondiente de India se está fortaleciendo pero a un ritmo mucho más lento, mientras que Rusia, Corea del Sur y Sudáfrica se están moviendo con un ritmo constantemente creciente.
Los únicos países miembros de la OCDE que superan a los EE.UU. en la productividad (volumen de producción por unidad de tiempo) son Noruega, Irlanda, Luxemburgo y se acercan a Alemania, Francia, Bélgica y los Países Bajos.
En las Tesis del 19º Congreso se hace hincapié en que los cambios en la correlación de fuerzas entre los estados capitalistas aumentan la posibilidad de un cambio general de la posición de Alemania en relación con el tema de las relaciones euro-atlánticas y el reordenamiento de los ejes imperialistas. Los factores decisivos en este desarrollo son, por un lado, las relaciones de interdependencia de las economías de EE.UU. y de la Unión Europea y, por otro lado, el antagonismo entre el euro y el dólar como monedas de reserva internacional y el fortalecimiento de la cooperación entre Rusia y China.
Sobre la posición de Grecia en el sistema imperialista
Los que hablan de subordinación y ocupación no reconocen la exportación de capitales de Grecia (un rasgo característico del capitalismo en la fase imperialista), que fue significativa antes de la crisis y sigue sin disminuirse en condiciones de crisis. La exportación de capitales se lleva a cabo para inversiones productivas en otros países y, por supuesto, en los bancos europeos hasta que se formen las condiciones para que vuelvan a entrar en el proceso de asegurar el máximo beneficio posible. Ellos ven la escasez de capitales en vez de la sobreacumulación.
Elllos no ven el problema de la sobreacumulación porque entonces se verían obligados a admitir el carácter de la crisis económica capitalista, que haría saltar por los aires su propuesta política pro-monopolista. Los partidos burgueses así como los oportunistas, a pesar de las diferencias parciales entre ellos, defienden la protección de la competitividad de los monopolios nacionales (domésticos), que inevitablemente traen en primer plano las reestructuraciones reaccionarias, aseguran una fuerza de trabajo más barata, intensifican la intimidación estatal, la represión y el anticomunismo,  al mismo tiempo que centran la atención en la expansión del capital griego en la región (Balcanes, Mediterráneo Oriental, zona del Mar Negro). Se trata, entre otras cosas, del círculo vicioso que conduce a un nuevo y más profundo ciclo de crisis.
Lenin, en su obra sobre el imperialismo, añadió que la comparación no se puede hacer entre los países capitalistas desarrollados y atrasados, sino entre la exportación de capitales, un asunto que los oportunistas en todas partes no quieren y no se atreven a reconocer, porque este criterio refuta su punto de vista con respecto a la ocupación de Grecia, la colonia griega.
Todos estos datos confirman también que, desde este punto de vista, la lucha contemporánea debe tener una dirección antimonopolista, anticapitalista, que en ningún caso no puede ser solamente antiimperialista con el contenido que dan los oportunistas a este término, que identifican el imperialismo con la política exterior agresiva, con la desigualdad de relaciones, con la guerra, con la llamada cuestión nacional, desligada de la explotación clasista, de las relaciones de propiedad y de poder.
Es un hecho que la adhesión de un país a una alianza interestatal imperialista, e incluso con una forma más avanzada como es la Unión Europea, limita algunas capacidades de maniobras tácticas desde el punto de vista de la burguesía. Por ejemplo, minimiza los márgenes y las posibilidades de maniobras en la política monetaria ya que esta está bajo la jurisdicción del Banco Central Europeo. Pero este asunto no tiene que ver solamente con el período de la crisis, ya que se habían firmado acuerdos entre los estados miembros mucho antes -20 años antes del estallido de la crisis en la zona euro-, según los cuales se ceden derechos nacionales-estatales conscientemente, se reconoce la primacía del derecho europeo en muchos asuntos, independientemente del hecho de que la zona euro y la Unión Europea en general no tienen una forma federal. Esta tendencia, precisamente, que demuestra el interés clasista de la burguesía, se expresará en la promoción de elementos de federalización de la Unión Europea si se superan los respectivos desacuerdos interimperialistas.
La situación en África, en regiones de Eurasia y en Oriente Medio confirma que todos los países capitalistas están incorporados en el sistema imperialista internacional, independientemente de si tienen la capacidad de asumir la responsabilidad de llevar a cabo una política expansionista. En cualquier caso, el siglo 20 y el siglo 21 demuestran que incluso los EE.UU., la principal potencia imperialista, no puede manejar independientemente los asuntos mundiales del imperialismo si no tiene ayuda múltiple y el apoyo de sus aliados, si no forma alianzas, al menos temporales. Grecia no es solamente un estado miembro de la Unión Europea y de la OTAN; es un país que tiene una alianza de importancia estratégica con los EE.UU., debido a su posición geográfica como encrucijada de tres continentes: Europa, Asia y África, siendo una importante base militar de lanzamiento de ataques y de suministro para las operaciones militares, un país por medio y al lado del cual pasan los tubos de petróleo y de gas natural. A lo largo del siglo 20, así como del 21, cuando fue necesario, contribuyó a las operaciones de guerra y al mantenimiento de la paz imperialista, así como en el caso de la guerra en Yugoslavia, en Afganistán, en Irak y Libia con fuerzas militares, y además mostró su disposición en el caso de una guerra contra Siria.
Por lo tanto, la posición del PCE que Grecia pertenece al sistema imperialista, que está orgánicamente integrada y que desempeña un papel activo en la guerra como aliado de los principales actores, está completamente justificado. Se trata de una decisión a favor de los intereses de la burguesía que, de hecho, llamó dos veces al imperialismo británico y estadounidense a aplastar al pueblo armado con fuerzas militares, armas y operaciones militares.
Los oportunistas contemporáneos, cuando quieren destacar la necesidad de que su burguesía no sea el “pariente pobre” en cuanto al reparto de los mercados, recuerdan la cuestión nacional, pero cuando se trata del asunto de la lucha por el socialismo, entonces declaran o bien que el socialismo será mundial o que no se puede llevarse a cabo en un solo país. Renuncian a la lucha en el ámbito nacional, es decir, rechazan la necesidad de agudizar la lucha de clases, la necesidad de preparar el factor subjetivo en condiciones de situación revolucionaria.
La lucha por la liberación del hombre de toda forma de explotación, la lucha contra la guerra imperialista, no puede tener una evolución positiva si no se combina con la lucha contra el oportunismo. Independientemente de la fuerza política del oportunismo en cada país, este no debe ser subestimado o juzgado con criterios parlamentarios, puesto que la raíz del oportunismo se encuentra en el propio sistema imperialista, porque la burguesía cuando se da cuenta de que no puede gestionar sus asuntos con estabilidad, se apoya se apoya oportunismo como una visión generalizada, como partido político, con el fin de ganarse tiempo para reagrupar el sistema político burgués, para socavar el crecimiento constante del movimiento obrero revolucionario. La concentración de fuerzas, la alianza de la clase obrera con los sectores populares pobres de los trabajadores autónomos, objetivamente debe desarrollarse en una dirección firmemente antimonopolista y anticapitalista, dirigirse a la adquisición del poder obrero. La dirección antimonopolista,  anticapitalista expresa el compromiso necesario, pero avanzado, entre el interés de la clase obrera de eliminar toda forma de propiedad capitalista -grande, mediana y pequeña- y las capas que son oscilantes debido a su naturaleza (por su posición en la economía capitalista), que tienen interés en la abolición de los monopolios, en la socialización de los medios de producción concentrados, mientras que al mismo tiempo están imbuidas de la ilusión que tienen interés en la la propiedad pequeña privada. No pueden entender que sus intereses a largo y medio plazo se pueden servir solamente por el poder socialista. La ilusión de que cualquier otro compromiso puede tener éxito en condiciones del capitalismo monopolista, es decir, en la fase imperialista del capitalismo, es perjudicial, utópico, ineficiente.
El PCE, en condiciones en que no existe una situación revolucionaria, tiene como objetivo no sólo prevenir el curso decadente, no sólo lograr algunas concesiones temporales, sino además preparar el factor subjetivo, es decir, el partido de la clase obrera y de sus aliados, para llevar a cabo sus tareas estratégicas en condiciones de situación revolucionaria. En estas condiciones, que no se pueden predecir de antemano -hay que tomar en cuenta la profundización de la crisis económica, la agudización de las contradicciones interimperialistas que llegan hasta el punto de conflictos militares-, es posible que se creen estas condiciones previas y desarrollos en Grecia. En las condiciones de la situación revolucionaria, el papel de la preparación organizativa y política de la vanguardia del movimiento obrero, del Partido Comunista, es decisivo para la agrupación y la orientación revolucionaria de la mayoría de la clase obrera, especialmente del proletariado industrial, para atraer a los sectores dirigentes de las capas populares.


Artículo para El Machete, Revista de teoría y política del Partido Comunista de México, escrito por Aleka Papariga Secretaria General del Partido Comunista de Grecia. Reproducido en http://www.lamanchaobrera.es/
Los días 11-14 de abril de 2013 se celebrará el 19º Congreso del KKE cuyo tema básico, aparte del informe de las actividades y de las tareas hasta el próximo 20º Congreso, es la elaboración del Programa del Partido y de sus Estatutos.