13/4/09
Traducido
por Sinfo Fernández y S. Seguí. Revisado por Caty R.
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Introducción
Todos los ídolos del capitalismo de
los tres últimos decenios se han venido abajo. Los dogmas y lugares comunes,
los paradigmas y los diagnósticos de progreso indefinido bajo el capitalismo
liberal de mercado libre no han resistido la prueba de la realidad. Estamos
viviendo el fin de una época y los expertos de todo el mundo atestiguan el
hundimiento del sistema financiero de EEUU y del mundo entero, la falta de
crédito al comercio y la falta de financiación de la inversión. Se está
perfilando una depresión mundial en la que el paro se cierne sobre la cuarta
parte de la fuerza laboral mundial. El mayor descenso del comercio en la
historia reciente –bajada del 40% anual– define el futuro. Las quiebras
inminentes de las empresas fabricantes más grandes del mundo capitalista atormentan
a los líderes políticos occidentales. Se han desacreditado el mercado como
mecanismo de asignación de recursos y el gobierno de EEUU como líder de la
economía global. (Financial Times, 9 de marzo de 2009); y todas las
suposiciones sobre la “autoestabilización” de los mercados son claramente
falsas y obsoletas. El rechazo a la intervención pública en el mercado y la
defensa de la economía de la oferta se han desacreditado hasta para sus
incondicionales. Incluso los círculos oficiales reconocen que la desigualdad de
las rentas ha contribuido a la quiebra económica y debe corregirse. La
planificación, la propiedad pública y las nacionalizaciones están en el orden
del día, mientras que las alternativas socialistas han llegado a ser casi
respetables.
Con el inicio de la depresión se han
abandonado todos los mantras del último decenio. A medida que
fallan las estrategias de crecimiento basadas en las exportaciones, resurgen
las políticas de sustitución de importaciones. A medida que la economía mundial
se desglobaliza y se repatrían los capitales para salvar las
casas matrices casi arruinadas, se propone la propiedad pública. A medida que
miles de millones de dólares-euros-yenes en activos se destruyen y devalúan,
los despidos masivos extienden el desempleo por todas partes. El miedo, la
ansiedad y la incertidumbre acechan a los ministerios del Estado, las
instancias directivas financieras, las oficinas centrales, las fábricas y las
calles.
Entramos en una época de agitación,
en la que se fracturan profundamente los fundamentos del orden político y
económico mundial, hasta el punto de que nadie puede imaginarse una
restauración del orden político-económico del pasado reciente. El futuro
promete caos económico, agitación política y empobrecimiento de las masas. De
nuevo, el espectro del socialismo se cierne sobre las ruinas de los anteriores
gigantes de las finanzas. A medida que se hunde el capitalismo de libre
mercado, sus defensores ideológicos abandonan el barco y los antiguos
estribillos sobre la bondad del mercado, y proponen un nuevo eslogan: el Estado
como salvador del sistema, una propuesta incierta cuyo único resultado será
prolongar el pillaje del tesoro público y posponer la agonía del capitalismo
tal como lo hemos conocido.
Teoría de la crisis del capital: la
desaparición del experto económico
Las fallidas políticas económicas de
los líderes de la política y la economía se basan en el funcionamiento del
capitalismo de mercado. Para evitar una crítica del sistema capitalista, los
tratadistas echan la culpa a los líderes y a los expertos financieros por su
incompetencia, su avaricia y sus defectos individuales.
La charlatanería ha sustituido al
análisis razonado de las estructuras, las fuerzas materiales y la realidad
objetiva que impulsan, motivan y ofrecen incentivos a los inversores, los
responsables políticos y los banqueros. Cuando las economías capitalistas se
derrumban, los dioses enloquecen a los políticos y los articulistas, los priva
de la capacidad de razonar sobre los procesos objetivos y los envía a las
tinieblas de la especulación subjetiva.
En vez de examinar las estructuras de
oportunidad creadas por el enorme excedente de capital y los márgenes de
beneficio realmente existentes, que impulsan a los capitalistas a la actividad
financiera, nos dicen que ha sido un “fracaso de liderazgo”. En vez de examinar
el poder y la influencia de la clase capitalista sobre el Estado, en especial
en la selección de unos responsables políticos y unos reguladores económicos
que permitan maximizar sus beneficios, nos dicen que ha habido una “falta de
comprensión” o una “ignorancia intencionada de lo que requieren los mercados.”
En vez de analizar concretamente las clases y relaciones sociales reales –en
particular las clases capitalistas históricas que actúan en los mercados
reales– los charlatanes postulan un mercado abstracto poblado por capitalistas
imaginarios (racionales). En vez de examinar cómo el aumento de los beneficios,
los mercados en expansión, el crédito barato, el trabajador sometido y el control
sobre las políticas y los presupuestos del Estado crean la confianza de
los inversores –y cómo su ausencia destruye esta confianza–, los
charlatanes afirman que la pérdida de confianza es la causa del derrumbe
económico. El problema objetivo de la pérdida de las condiciones específicas
para la producción de beneficios, que conduce a la crisis, se convierte en una
opinión sobre esta pérdida.
La fe, la esperanza y la confianza en
las economías capitalistas proceden de unas relaciones y unas estructuras económicas
que producen beneficios. Estos estados psicológicos provienen de resultados
exitosos, es decir, de las transacciones, las inversiones, el aumento de valor
de las acciones y la multiplicación de beneficios presentes y futuros. Cuando
las inversiones fracasan, las empresas pierden dinero y quiebran, y los
perjudicados dejan de confiar en los propietarios y sus agentes; cuando
sectores económicos enteros perjudican seriamente a toda la clase de
inversores, depositarios y prestatarios, se produce una pérdida de confianza en
el sistema.
La charlatanería es el último recurso
de los ideólogos, académicos, expertos y editorialistas financieros
capitalistas. Poco dispuestos enfrentarse al desglose de los mercados
capitalistas realmente existentes, escriben y recurren a vagas utopías como los
“mercados apropiados” distorsionados por “determinados modos de pensar.” Es
decir, para salvar su fallida ideología, basada en los mercados capitalistas,
se inventan un ideal moral: el mercado y el modo de pensar capitalista
apropiados, divorciado de cualquier comportamiento real y de los
imperativos y contradicciones económicas inscritos en la lucha de clases.
Los argumentos económicos inadecuados
y faltos de rigor que impregnan los escritos de los ideólogos capitalistas están
en un plano paralelo a la quiebra del sistema social en el que se enmarcan. El
fracaso intelectual y moral de la clase capitalista y sus seguidores políticos
no son defectos personales, sino que reflejan el fracaso económico del mercado
capitalista.
La quiebra del sistema financiero de
EEUU es síntoma de un hundimiento más profundo del sistema capitalista, que
tiene sus raíces en el desarrollo dinámico del capitalismo de los tres últimos
decenios. En el sentido más amplio, la depresión mundial actual es el resultado
de la formulación clásica resumida por Karl Marx hace más de 150 años: la
contradicción entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones
de la producción existentes.
A diferencia de los teóricos que
sostienen que han sido las finanzas y el capitalismo postindustrial los que han
destruido o “desindustrializado” la economía mundial y han puesto en su lugar
una especie de capitalismo de casino, o capitalismo especulativo,
es evidente que hemos sido testigos del crecimiento a largo plazo más
espectacular de la historia del capitalismo industrial, que ha llegado a
emplear más trabajadores industriales asalariados que nunca en la historia.
Impulsadas por unas tasas crecientes de beneficios, las inversiones a gran
escala y largo plazo, cada vez mayores, han sido la fuerza motriz de la
penetración del capital industrial y conexo hasta las regiones subdesarrolladas
más remotas. Los países capitalistas, nuevos y viejos, han visto nacer y crecer
imperios económicos enormes que han derribado barreras políticas y culturales,
permitiendo con ello la incorporación y la explotación de miles de millones de
trabajadores, nuevos y viejos, en un proceso implacable. Dado que la
competencia de los nuevos países industrializados se ha intensificado, y dado
también que los crecientes beneficios han llegado a exceder la capacidad de
reinvertirlos provechosamente en los antiguos centros capitalistas, grandes
masas de capital han migrado hacia Asia, América Latina, Europa del Este y, en
menor grado, a Oriente Medio y África meridional.
Los enormes beneficios excedentarios
se volcaron en los servicios, entre otros los financieros, el sector
inmobiliario, los seguros y las grandes propiedades de tierras, urbanas y
rurales.
El dinámico crecimiento de las
innovaciones tecnológicas del capitalismo encontró su expresión más clara en un
mayor poder social y político, que eclipsó a los trabajadores organizados
limitando su capacidad de negociación, y permitió multiplicar los beneficios.
Con el crecimiento de los mercados mundiales, los trabajadores pasaron a ser
considerados, simplemente, como costes de producción, no como consumidores
finales. Los salarios se estancaron, los beneficios sociales se limitaron,
recortaron o trasladaron a los trabajadores. En esta situación de crecimiento
capitalista dinámico, el Estado y sus políticas se convirtieron en un
instrumento totalmente al servicio del capital: se debilitaron las
restricciones, los controles y las reglamentaciones. Lo que se denominó neoliberalismo abrió
nuevos ámbitos a la inversión de los beneficios excedentes: se privatizaron las
empresas, la tierra, los recursos y los bancos públicos.
A medida que se intensificaba la
competencia y surgían nuevas potencias en Asia, el capital de EEUU invertía
cada vez más en actividades financieras. En los circuitos financieros se
elaboraron toda una serie de instrumentos financieros que atrajeron la riqueza
y los beneficios de los sectores productivos.
El capital de EEUU no se
“desindustrializó”, sino que se desplazó a China, Corea y otros centros de
crecimiento, no a causa de la caída de los beneficios, sino por los beneficios
más altos que obtienen las empresas fabricando en ultramar.
En China, La apertura al capitalismo
proporcionó a centenares de millones de trabajadores empleos sometidos a una
brutal explotación con salarios de subsistencia, ningún beneficio social y
escaso o ningún poder social organizado. Una nueva clase de colaboradores
capitalistas asiáticos, consolidada y fomentada por el capitalismo asiático de
estado, aumentó el volumen enorme de beneficios. Las tasas de inversión
alcanzaron proporciones desorbitadas, teniendo en cuenta las enormes
desigualdades entre la clase de los propietarios y los trabajadores
asalariados. Los enormes excedentes aumentaron, pero con una considerable
limitación de la demanda interna. El crecimiento de las exportaciones y los
consumidores de ultramar se convirtieron en la fuerza impulsora de las
economías asiáticas. Los fabricantes de EEUU y Europa invirtieron en Asia para
exportar de nuevo a sus mercados interiores, lo que desplazó la estructura del
capital interno en favor del comercio y las finanzas. Los bajos salarios
pagados a los trabajadores llevaron a una gran expansión del crédito. La
actividad financiera creció en proporción a la entrada de mercancías de los
dinámicos países de reciente industrialización. Los beneficios industriales se
reinvirtieron en servicios financieros. Los beneficios y la liquidez crecieron
en proporción a la decadencia relativa del valor real generado por el paso del
capital industrial al capital financiero-comercial.
Los superbeneficios generados por la
producción, el comercio y las finanzas mundiales, y el reciclaje en EEUU de las
ganancias obtenidas en ultramar a través de los circuitos financieros, tanto
estatales como privados, crearon una enorme liquidez. Mucho más alta que la
capacidad histórica de las economías de EEUU y Europa para absorber tales
beneficios en sectores productivos.
La explotación dinámica y voraz del
enorme excedente de mano de obra de China, la India y otros lugares, el pillaje
total y la transferencia de cientos de miles de millones de dólares de la Rusia
ex comunista y la América Latina neoliberalizada llenó las
cajas de instituciones financieras nuevas y viejas.
La sobreexplotación del trabajo en
Asia y la sobreacumulación de liquidez financiera en EEUU llevaron a la
ampliación de la economía de papel y a lo que los economistas liberales
llamaron luego desequilibrio global entre los
ahorradores-inversores- exportadores (en Asia) y los consumidores-financieros-
importadores (en EEUU). Los enormes excedentes comerciales del Este se
titularizaron mediante la compra de bonos del Tesoro de EEUU. La economía
estadounidense estuvo respaldada, precariamente, por una economía de papel cada
vez más inflada.
La expansión del sector financiero
fue el resultado de las altas tasas de rendimiento y se aprovechó de la
economíaliberalizada impuesta por el poder del capital de inversión
diversificado en los decenios anteriores. La internacionalización del capital,
su crecimiento dinámico y el crecimiento enorme del comercio progresaron con
una aceleración mayor que los salarios estancados, los beneficios sociales
decrecientes y el gran excedente de mano de obra. Temporalmente, el capital
intentó potenciar sus beneficios por medio de la propiedad inmobiliaria inflada
gracias a la ampliación del crédito, la deuda altamente apalancada y una serie
de instrumentos financieros claramente fraudulentos (activos
invisibles sin valor.) El hundimiento de esta economía de papel dejó al
descubierto un sistema financiero hipertrofiado y forzó su desaparición. La
pérdida de recursos financieros, crédito y mercados repercutió en todas las
potencias industriales orientadas a la exportación de bienes industriales. La falta
de consumo social, la debilidad del mercado interior y las enormes
desigualdades negaron a los países industrializados cualquier tipo de mercado
compensatorio para estabilizar o limitar su deslizamiento hacia la recesión y
la depresión. El crecimiento dinámico de las fuerzas productivas basadas en la
sobreexplotación del trabajo, llevado hasta la hipertrofia de los circuitos
financieros, puso en movimiento el proceso de expulsión –feeding off– de
la industria y de subordinación del proceso de acumulación al capital altamente
especulativo.
La mano de obra barata, las fuentes
de beneficio, la inversión, el crecimiento comercial y las exportaciones a
escala mundial ya no podían sostener, a la vez, el pillaje por parte del
capital financiero y el mantenimiento de un mercado para el sector industrial
dinámico. Lo que se interpretó erróneamente como una crisis financiera, o más
particularmente una crisis de la vivienda y las hipotecas, fue simplemente el
pistoletazo de salida del hundimiento de un sector financiero hipertrofiado. El
sector financiero, que en un primer momento surgió de la expansión dinámica del
capitalismo productivo, se puso más tarde contra éste. Los vínculos históricos
y los lazos globales entre la industria y el capital financiero llevaron inevitablemente
a una crisis capitalista sistémica, implícita en la contradicción entre una
empobrecida fuerza de trabajo y la concentración del capital. La depresión
mundial actual es un producto del proceso de sobreacumulación del sistema
capitalista, en el que la quiebra del sistema financiero fue el detonador pero
no el determinante estructural. Esto se demuestra por el hecho de que países
industriales como Japón y Alemania experimentaron una caída de la exportación,
la inversión y el crecimiento mayor que otros países financieros como EEUU y
Reino Unido.
El sistema capitalista en crisis
destruye el capital para purgarse de las empresas y los
sectores menos eficaces y competitivos y más endeudados, y para reconcentrar el
capital mientras se reconstruye la capacidad de acumulación, dadas las
condiciones políticas necesarias. La recomposición del capital surge del
pillaje de los recursos del Estado, es decir de los llamados rescates y
otras transferencias masivas de la Hacienda pública (léase, de los contribuyentes),
que resulta de la reducción salvaje de transferencias sociales (léase,
servicios públicos) y del abaratamiento de los salarios conseguido mediante
despidos, desempleo masivo, reducciones salariales, de pensiones y sanitarias,
y el empeoramiento general de las condiciones de vida que permitan aumentar la
tasa de beneficio.
La depresión mundial: un análisis de
clase
Los indicadores económicos generales
del auge y el declive del sistema capitalista mundial son de escaso valor para
la comprensión de las causas, la trayectoria y el impacto de la depresión
mundial. En el mejor de los casos, describen la carnicería económica; en el
peor, ofuscan a las clases sociales dominantes y gobernantes –con sus complejas
redes y transformaciones que dirigieron la expansión y el hundimiento
económico– y a las clases trabajadoras asalariadas –que produjeron la riqueza
que alimentó la fase expansiva y ahora pagan el coste del hundimiento
económico-.
Ya es una perogrullada decir que los
que causaron la crisis son también los mayores beneficiarios de la generosidad
de los gobiernos. La simple observación cotidiana de que las clases gobernantes
produjeron la crisis y la clase trabajadora está pagando la factura, con un
coste mínimo para aquéllas, es un reconocimiento de la utilidad del análisis de
clase a la hora de descifrar la realidad social que se oculta detrás de los
datos económicos generales. Tras la recesión de principios de los 70, la clase
capitalista industrial occidental consiguió asegurarse una financiación que le
permitió iniciar un período de crecimiento extenso y profundo que cubrió todo
el globo. Los capitalistas alemanes, japoneses y del Sureste Asiático
prosperaron, compitieron y colaboraron con sus homónimos de EEUU. Durante este
período, el poder social, la organización y la influencia política de la clase
trabajadora perdió importancia, tanto en términos absolutos como relativos, en
paralelo al descenso de su participación en la renta material. Las innovaciones
tecnológicas, incluida la reorganización del trabajo, compensaron las subidas
salariales con la reducción de la masa de trabajadores, y en particular de su
capacidad de ejercer presión sobre las prerrogativas de la gestión. Se
consolidó la posición estratégica capitalista en la producción y sus dueños
pudieron ejercer un control casi absoluto sobre la localización y los
movimientos del capital.
Los poderes capitalistas establecidos
–especialmente en el Reino Unido y EEUU— con grandes reservas de capital y
enfrentados a una creciente competencia por parte de los capitalistas alemanes
y japoneses, completamente recuperados, intentaron ampliar sus tasas de
rentabilidad trasladando sus inversiones de capital a las finanzas y los
servicios. Al principio, esta iniciativa estaba vinculada y dirigida a la
promoción de las ventas de sus productos manufacturados, proporcionando para
ello el crédito y la financiación para las compras de automóviles o productos
electrodomésticos. Los capitalistas industriales menos dinámicos deslocalizaron
sus fábricas de montaje hacia las regiones y países con salarios más bajos. El
resultado fue que los capitalistas industriales de EEUU tomaron más un aspecto
de financieros manteniendo su carácter industrial en la operación de sus
filiales manufactureras de ultramar y sus proveedores satélites. Al mismo
tiempo, la fabricación en países de bajos salarios y los rendimientos financieros
en el propio país hincharon los beneficios generales de la clase capitalista.
Mientras que la acumulación de capital se extendía en el país de origen, los
salarios nacionales y los costes sociales sufrían presiones a medida que los
capitalistas trasladaban los costes de la competencia a las espaldas de los
asalariados por mediación de la colaboración sindical en EEUU y de los partidos
políticos socialdemócratas en Europa. Las limitaciones salariales, la
vinculación de los salarios a la productividad de una manera asimétrica y los
pactos entre capital y trabajo aumentaron los beneficios. Los trabajadores de
EEUU recibieron compensaciones mediante importaciones baratas
de productos de consumo, producidas por los trabajadores sometidos a salarios
más bajos de los países de reciente industrialización, y mediante el acceso al
crédito fácil.
Durante la década de los 90, el
pillaje occidental de la ex URSS, con la colaboración de gángsters oligarcas
locales, condujo a una fuga masiva del capital saqueado hacia los bancos
occidentales. La transición china al capitalismo en los años 80, que se aceleró
en los 90, amplió la acumulación de beneficios industriales derivados de la
explotación intensiva de decenas de millones de asalariados con sueldos a
niveles de subsistencia. Mientras el pillaje de billones de dólares en Rusia y
toda la ex Unión Soviética hinchaba el sector financiero de Europa Occidental y
EEUU, el crecimiento masivo de miles de millones de dólares en transferencias y
el blanqueo de dinero ilegal hacia bancos de EEUU y Reino Unido contribuyó a la
hipertrofia del sector financiero. El alza de los precios del petróleo y de los
beneficios de los capitalistas rentistas añadió una nueva fuente de beneficios
y de liquidez financieros. El pillaje, las rentas y el dinero negro proporcionaron
una vasta acumulación de riqueza financiera desconectada de la producción
industrial. Por otra parte, la rápida industrialización de China y otros países
asiáticos proporcionó un gran mercado para los fabricantes alemanes y japoneses
de producto de gama alta: suministraron maquinaria y tecnología de alta calidad
a las fábricas chinas y vietnamitas.
Los capitalistas de EEUU no se desindustrializaron,
quien lo hizo fue el país. Al deslocalizar la producción a ultramar e importar
los productos acabados, y al centrarse en el crédito y financiación, la clase
capitalista de EEUU y sus miembros se volvieron diversificados y
multisectoriales. Multiplicaron sus beneficios e intensificaron la acumulación
de capital.
Por otra parte, los trabajadores
estaban sometidos a múltiples formas de explotación: los salarios se
estancaron, los acreedores incrementaban sus intereses y los puestos de trabajo
de altos salarios y alto nivel se transformaron en empleos de servicios con
sueldos más bajos, lo que redujo constantemente el nivel de vida de aquéllos.
El proceso básico que ha conducido a
la debacle estaba bien claro: el crecimiento dinámico de la riqueza capitalista
occidental estuvo basado, en parte, en el pillaje brutal de la URSS y América
Latina, que sufrieron un descenso acentuado de sus condiciones de vida durante
los años 90. La explotación intensificada y salvaje de centenares de millones
de trabajadores chinos, mexicanos e indonesios mal pagados, y el éxodo forzado
de campesinos a la industria produjo altas tasas de acumulación. La decadencia
relativa de salarios en EEUU y Europa Occidental también contribuyó a la
acumulación de capital. El énfasis alemán, chino, japonés, latinoamericano y
europeo oriental en un crecimiento impulsado por el sector exportador
contribuyó al desequilibrio o contradicción entre la riqueza capitalista
concentrada y la propiedad y la creciente masa de trabajadores de bajos
salarios. Las desigualdades a escala mundial crecieron geométricamente. El
proceso dinámico de acumulación excedió la capacidad del sistema capitalista,
altamente polarizado, de absorber el capital en sus actividades productivas
dadas las altas tasas existentes de beneficio. Esto condujo al crecimiento
multiforme y a gran escala del capital especulador que infló los precios e
invirtió en el sector inmobiliario, las materias primas, los fondos de capital
de riesgo, los valores bursátiles, la financiación de la deuda y las fusiones y
adquisiciones, actividades todas divorciadas de la producción de valor real. El
auge industrial y las restricciones de clase impuestas a los salarios de los
trabajadores socavaron la demanda nacional e intensificaron la competencia en
los mercados mundiales. La actividad financiera especulativa, provista de una liquidez
masiva, ofreció una solución a corto plazo: los beneficios basados en la
financiación de deuda. La competencia entre prestatarios fomentó la
disponibilidad de crédito barato. La especulación inmobiliaria llegó hasta la
clase trabajadora, a medida que trabajadores asalariados sin ahorros personales
o activos se aprovecharon de su acceso a préstamos fáciles para unirse al
frenesí inducido por los especuladores, basándose en la idea de un incremento
incesante del valor de las viviendas. El inevitable hundimiento repercutió en
todo el sistema y detonó la parte inferior de la cadena especulativa. De los
últimos participantes hasta los detentores de los productos hipotecarios subprime,
la crisis ascendió hasta afectar a los bancos y las sociedades más grandes,
implicados en rescates y adquisiciones, altamente endeudados. Todos los
sectores diversificados,de la manufactura a las finanzas, la
especulación comercial y de materias primas, sufrieron las consecuencias. Toda
la panoplia de capitalistas se enfrentó a la quiebra y los exportadores
industriales alemanes, japoneses y chinos que descansaban en la explotación del
trabajo fueron testigos del hundimiento de sus mercados de exportación.
El estallido de la burbuja financiera
fue resultado de la sobreacumulación de capital industrial y del pillaje de la
riqueza a escala mundial. La sobreacumulación se arraiga en la relación
capitalista más fundamental: las contradicciones entre la propiedad privada y
la producción social, la concentración simultánea del capital y el declive de
las condiciones de vida.
Encontramos por doquier indicadores
de la creciente depresión de 2009:
·
Las quiebras aumentaron en un 14% en
2008 y pueden incrementarse otro 20% en 2009 (Financial Times, 25
de febrero de 2009; p.27);
·
La depreciación de los grandes bancos
occidentales ya está en torno a un billón de dólares y sigue creciendo (según
el Institute for International Financing, grupo de presión en Washington de los
grupos bancarios.) (Financial Times, 10 de marzo de 2009 p.9);
·
Y según el mismo Financial
Times, las pérdidas que sufren los bancos que tienen que ajustar a la baja
sus inversiones a los precios de mercado ya alcanzan los tres billones de
dólares, equivalentes al valor anual de la producción económica británica. Como
se cita en el mismo informe, el Banco Asiático de Desarrollo estima que los
activos financieros a escala mundial se han reducido en más de 50 billones de
dólares, una cifra equivalente a la producción global anual. Para 2009, EEUU
tendrá un déficit presupuestario del 12,3% de su PIB y unos déficits fiscales
que pueden llevar a la ruina de las finanzas públicas.
Los mercados mundiales experimentan
una caída vertical:
·
El índice Topix ha caído de 1.800 a
mediados de 2007 a 700 a principios de 2009;
·
Standard & Poor de 1.380 a
principios de 2008 a 700 en 2009;
·
FTSE 100 de 6.600 a 3.600 a
principios de 2009;
·
Hang Seng de 32.000 a principios de
2008 a 13.000 a comienzos de 2009 (FT, 25 de febrero de 2009; p.27);
·
En el cuarto trimestre de 2008, el
PIB se redujo en un porcentaje anual del 20,8% en Corea del Sur, 12,7% en
Japón, 8,2% en Alemania, 2,9% en el Reino Unido y 3,8% en EEUU (FT, 25
de febrero de 2009; p.9);
·
El índice Dow Jones ha disminuido de
14.164 en octubre de 2007 a 6.500 en marzo de 2009;
·
El porcentaje de decrecimiento anual
de la producción industrial fue del 21% en Japón, el 19% en Corea del Sur, el
12% en Alemania, el 10% en EEUU y el 9% en el Reino Unido (FT, 25 de
febrero de 2009; p.9);
·
Se prevé que los flujos de capital
privado netos dirigidos a los países capitalistas menos desarrollados por los
países imperiales se reduzcan en un 82% y los flujos de crédito por un valor de
30.000 millones de dólares (FT, 25 de febrero de 2009; p.9);
·
La economía de EEUU disminuyó en un
6,2% en los últimos tres meses de 2008 y cayó aún más en el primer trimestre de
2009 a consecuencia de una reducción acentuada de las exportaciones (23,6%) y
gastos de consumo (4.3%) en el último trimestre de 2008 (BBC, 27 de febrero de
2009).
Con más de 600.000 trabajadores que
pierden mensualmente sus empleos en los tres primeros meses de 2009 y muchos
más que han visto reducidas sus horas extraordinarias, o las verán durante
2009, el desempleo real y camuflado puede alcanzar hasta el 25% a finales de
año. Todo apunta a una depresión profunda y prolongada:
·
Las ventas de automóviles de General
Motors, Chrysler y Ford se redujeron casi el 50% de 2007 a 2008. El primer
trimestre de 2009 registró otra disminución del 50%;
·
Los mercados extranjeros se están
agotando a medida que la depresión se extiende a ultramar;
·
En el mercado interior de EEUU, las
ventas de mercancías duraderas están disminuyendo en un 22% (BBC, 27 de febrero
de 2009); y
·
Las inversiones residenciales cayeron
un 23,6% y la inversión empresarial en un 19,1%, reducción liderada por un
descenso del 27,8% en bienes de equipo y programas informáticos.
La desinversión liderada por la
actividad empresarial privada es la que impulsa la depresión. Los stocks
empresariales en aumento, la inversión decreciente, las quiebras, las ejecuciones
hipotecarias, los bancos insolventes, las pérdidas masivas acumuladas, el
acceso restringido al crédito, la caída del precio de los valores y una
reducción del 20% de la riqueza de los hogares (más de 3 billones de dólares)
son causa y consecuencia de la depresión. Como resultado del hundimiento de los
sectores industrial, minero, inmobiliario y comercial, hay por lo menos 2,2
billones de dólares de deuda bancaria tóxica en todo el mundo,
mucho más que los fondos de rescate asignados por la Casa Blanca en octubre de
2008 y febrero y marzo de 2009.
La depresión está disminuyendo la
presencia económica mundial de los países imperiales y además socava las
estrategias de exportación financiadas por capital extranjero en América
Latina, Europa del Este, Asia y África.
Casi todos los economistas, expertos,
asesores de inversiones, historiadores de la economía y conocedores variopintos
comparten una fe común de que, a largo plazo, el mercado de valores se
recuperará, la recesión terminará y el gobierno se retirará de la economía.
Anclados en conceptos relativos a modelos cíclicos y tendencias históricas del
pasado, estos analistas pierden de vista las actuales realidades sin
precedentes: la naturaleza mundial de la depresión económica, la velocidad sin
precedente de la caída, los niveles de deuda contraídos por los gobiernos para
sostener los bancos e industrias insolventes y los extraordinarios déficits
públicos, que absorberán recursos durante muchas generaciones.
Los profetas académicos del largo
plazo seleccionan arbitrariamente marcadores de tendencia del pasado
que se establecieron en un contexto político-económico radicalmente diferente
del actual. La charla ociosa de los economistas de lapostcrisis desatiende
los parámetros abiertos y en constante variación, con lo que pasan por alto los
verdaderos marcadores de tendencia de la depresión actual. Como observa un
analista, "ninguna condición de partida que seleccionemos entre los datos
históricos disponibles puede dar una réplica exacta de las condiciones de partida
en cualquier otro momento, porque, en ambos casos, los precedentes nunca son
idénticos" (FT, 26 de febrero de 2009; p.24.) La actual depresión
estadounidense tiene lugar en el contexto de una economía desindustrializada,
un sistema financiero insolvente, con déficits fiscales récord, déficits
comerciales récord, una deuda pública sin precedentes, una deuda exterior
“multibillonaria” y más de 800.000 millones de dólares asignados a los gastos
militares de varias guerras y ocupaciones en curso. Todas estas variables
desafían los contextos en los que tuvieron lugar las depresiones anteriores.
Ninguno de dichos contextos previos a una crisis del capitalismo se parece a la
situación de hoy. La actual configuración de estructuras económicas, políticas
y sociales del capitalismo incluye niveles astronómicos de pillaje del tesoro
público con el fin de apuntalar bancos e industrias insolventes, lo que implica
un volumen de transferencia de rentas sin precedentes de los salarios a los
rentistas no productivos, los capitalistas fallidos, los receptores de
dividendos y los acreedores. El índice y los niveles de apropiación y reducción
del ahorro, los planes de pensiones y los planes sanitarios, todo sin ninguna
compensación, ha desembocado en la más rápida y extensa reducción de las
condiciones de vida y el mayor empobrecimiento masivo en la historia reciente
de EEUU.
Nunca en la historia del capitalismo
ha tenido lugar una crisis económica profunda sin que hubiera algún movimiento,
partido o estado socialista alternativo presente para plantear una alternativa.
Nunca los estados y gobiernos han estado bajo un control tan absoluto de la
clase capitalista, especialmente en la asignación de recursos públicos. Nunca
en la historia de una depresión económica se ha destinado tanto gasto público,
tan unilateralmente, a la compensación de una clase capitalista fallida ni se
ha destinado tan poco a los asalariados.
Los nombramientos y las políticas
económicas del gobierno de Obama reflejan claramente el control total de la clase
capitalista sobre los gastos del Estado y la planificación económica.
Obama y la crisis capitalista: un
análisis de clase
Los programas elaborados por la UE y
EEUU, junto a capitalistas de otras regiones, ni siquiera consiguen reconocer
las bases estructurales de la depresión.
En primer lugar, Obama ha asignado un
billón de dólares a la compra de activos bancarios sin valor y más del 40% de
su paquete de estímulo, 787.000 millones, irá a bancos insolventes y
desgravaciones fiscales, en vez de ir destinado al sector productivo, y todo
ello con el fin de salvar a los propietarios de acciones y bonos, mientras más
de 600.000 trabajadores pierden mensualmente sus empleos.
En segundo lugar, el gobierno de
Obama destina más de 800.000 millones de dólares a la financiación de las
guerras de Iraq y Afganistán, con el fin de sostener la construcción imperial
basada en el sector militar. Esto constituye una transferencia masiva de fondos
públicos de la economía civil al sector militar, lo que obliga a decenas de miles
de jóvenes desempleados a alistarse en el ejército (Boston Globe, 1 de
marzo de 2009.)
En tercer lugar, la comisión creada
por Obama para supervisar la reestructuración de la industria del automóvil
estadounidense ha apoyado los planes de la industria de cerrar docenas de
fábricas, eliminar los planes de salud financiados por las empresas en
beneficio de sus jubilados y forzar a decenas de miles de trabajadores a
aceptar reducciones brutales en atención sanitaria y pensiones. Toda la carga
que implica reintegrar la industria del automóvil, de propiedad privada, a la
senda de los beneficios, se carga sobre las espaldas de los trabajadores
asalariados y retirados y las de los contribuyentes estadounidenses.
En su conjunto, la estrategia
económica del gobierno de Obama consiste en salvar a los poseedores de acciones
mediante la asignación interminable de billones de dólares en sociedades
insolventes y la compra de deuda sin valor y activos fallidos de empresas
financieras. Al mismo tiempo, su gobierno evita realizar cualquier tipo de
inversión estatal directa en empresas productivas de propiedad estatal, que
proporcionarían empleo a los diez millones de trabajadores desempleados.
Mientras que el presupuesto de Obama dedica más del 40% a gastos militares y pago
de la deuda, uno de cada diez estadounidenses ha perdido de su hogar, el número
de ciudadanos sin empleo está llegando a porcentajes de dos cifras y el número
de los que reciben bonos de racionamiento (food stamps) para cubrir sus
necesidades básicas de alimentación se está incrementando durante 2009 en
millones de personas.
El sistema de creación de
empleo de Obama canaliza miles de millones hacia las grandes empresas
privadas de telecomunicaciones, construcción, medioambientales y de la energía,
en las que la mayor parte de los fondos del gobierno va a la gestión mayor y al
personal y proporciona beneficios a los titulares de valores, mientras que una
menor parte irá a trabajadores asalariados. Por otra parte, la mayor parte de
los trabajadores desempleados en los sectores de la manufactura y los servicios
no es ni remotamente empleable en los sectores beneficiarios.
Solamente una fracción del paquete de estímulose asignará en 2009.
Su propósito e impacto consistirá en mantener las rentas de las clases dirigentes,
financiera e industrial, y aplazar su desaparición, necesaria desde hace
tiempo. Su efecto será aumentar las desigualdades socioeconómicas entre la
clase gobernante y los trabajadores asalariados. Los incrementos fiscales en
las rentas más altas se producirán paulatinamente, pero las deudas masivas
resultantes de los déficits fiscales recaen ya sobre las espaldas de los
contribuyentes asalariados.
Obama asume con todo entusiasmo y
apoyo la construcción militar del imperio, incluso en pleno déficit récord del
presupuesto y del comercio y ante una depresión de avance inexorable, lo que lo
define como un militarista sin par en historia moderna. A pesar de las promesas
en contra, el presupuesto militar para 2009-2010 excede al del gobierno de Bush
por lo menos en un 4%. El número de fuerzas militares de EEUU aumentará en
centenares de miles. El número de tropas de EEUU en Iraq seguirá estando
cercano a su cifra más alta, y aumentará en decenas de miles las destacadas en
Afganistán, por lo menos a lo largo de 2009 (a pesar de las promesas en
contra.) Los ataques estadounidenses, por tierra y aire, contra Pakistán han
aumentado en proporción geométrica. Los nombramientos de más alto rango en
materia de relaciones exteriores que ha realizado el presidente Obama en el
Departamento de Estado, el Pentágono, el Tesoro y el Consejo de Seguridad
Nacional, especialmente en todo lo que se relacione con Oriente Medio, son
sionistas predominantemente militaristas con una larga tradición de defensa de
la guerra contra Irán y con lazos estrechos con el alto mando israelí.
En resumen, las principales
prioridades del gobierno de Obama son evidentes en su asignación de recursos
financieros y materiales, en sus nombramientos de los principales responsables
de políticas económicas y exteriores, y en los términos en los que las
diferentes clases sociales se benefician o resultan perjudicadas bajo su
gobierno. Las políticas del Obama demuestran que su gobierno está totalmente
comprometido con la salvación de la clase capitalista y el imperio de EEUU.
Para ello, está dispuesto a sacrificar las necesidades inmediatas más básicas,
los intereses futuros y el nivel de vida de la gran mayoría de estadounidenses
trabajadores y propietarios de viviendas, que son los más directamente afectados
por la depresión económica nacional. Obama ha aumentado el alcance de la
construcción del imperio y ha potenciado la posición de poder de los
militaristas pro Israel en su gobierno. La recuperación económica de Obama y
sus estrategias de escalada militar son financiera y fiscalmente incompatibles;
el coste de éstas socava el impacto de aquéllas y deja un agujero tremendo en
cualquier esfuerzo para contrarrestar el hundimiento de los servicios sociales,
el incremento de las ejecuciones hipotecarias de viviendas, las quiebras
empresariales y los despidos masivos.
Las transferencias horizontales de
riqueza pública realizadas por el gobierno de Obama en favor de la clase
económica dirigente no tienen un efecto de goteo –trickle down– sobre
los empleos, el crédito y los servicios sociales. Intentar convertir bancos
insolventes en empresas saneadas y capaces de generar crédito es una
incongruencia. El dilema central de Obama es cómo crear las condiciones para
restaurar la rentabilidad a los sectores fallidos de la economía existente en
EEUU.
Su estrategia plantea varios
problemas fundamentales:
En primer lugar, la estructura
económica de EEUU que en su día generaba empleo, beneficios y crecimiento ya no
existe. Se ha desmontado en el curso del desvío de capitales hacia otros países
y hacia los instrumentos financieros y otros sectores económicos improductivos.
En segundo lugar, las políticas
de estímulo de Obama refuerzan el dominio financiero sobre la economía
y canalizan gran cantidad de recursos a este sector en vez de reequilibrar la
economía en beneficio del sector productivo. Incluso dentro de este sector
productivo, los recursos del Estado van a parar a manos de las élites
capitalistas que han demostrado su incapacidad para generar empleo sostenible,
estimular la competitividad del mercado e innovar según las preferencias e
intereses de los consumidores.
En tercer lugar, la estrategia
económica de Obama de recuperación de arriba abajo malgasta la
mayor parte de su impacto en subvencionar a capitalistas fallidos en vez de
aumentar los ingresos de las rentas de la clase trabajadora, duplicando el
salario mínimo y los subsidios de desempleo, que es la única base real para
aumentar la demanda y estimular la recuperación económica. Dadas las condiciones
de vida decrecientes derivadas de la decadencia del país y la expansión del
imperio de base militar, ambas cuestiones enraizadas en el fundamento
institucional del Estado, no hay posibilidad de transformación estructural que
pueda invertir las políticas de arriba abajo, y absorber las
políticas imperiales promovidas por el gobierno de Obama.
La recuperación de la creciente
depresión no reside en poner en marcha la máquina de imprimir billones de
dólares, que solamente crea condiciones para la hiperinflación y la degradación
del dólar. La causa profunda es la sobreacumulación de capital derivada de la
sobreexplotación del trabajo, que ha conducido a aumentos de las tasas de
beneficio y al hundimiento de la demanda. La vasta disparidad entre la expansión
y decadencia del consumo de los trabajadores preparó la escena para la burbuja
financiera.
El reequilibrio de la economía
significa crear demanda (no de un sector productivo privado completamente
postrado o de un sistema financiero insolvente) sino por medio de la propiedad
directa del Estado y la inversión a largo plazo y de gran envergadura en la
producción de mercancías y servicios sociales. Toda la superestructura
especulativa, que creció hasta proporciones enormes cebada por el valor creado
por el trabajo, se multiplicó en una miríada de instrumentos de papel
divorciados de cualquier valor de uso. Es preciso desmantelar toda la economía
de papel para liberar las fuerzas productivas de las trabas y los
obstáculos impuestos por los capitalistas improductivos y su entorno. Es
preciso establecer un vasto programa de reciclaje para convertir a los
corredores de bolsa en ingenieros y trabajadores productivos. La reconstrucción
del mercado interior y la creación y aplicación de innovaciones que aumenten la
productividad requieren desmontar masivamente el imperio mundial. Las onerosas
e improductivas bases militares, elementos esenciales para la construcción
imperial basada en la fuerza militar, deberían ser liquidadas y reemplazadas
por redes comerciales en el extranjero, mercados y transacciones económicas
vinculadas con los productores que operan lejos de sus mercados interiores. La
inversión de la decadencia nacional requiere el fin del imperio y la
construcción de una república socialista democrática. Para desmontar el imperio
es fundamental poner fin a las alianzas políticas con los poderes militaristas
de otros países, en especial con el estado de Israel, y desarraigar en su
totalidad su configuración de poder en nuestro país, que socava los esfuerzos para
crear a una sociedad democrática abierta que sirva los intereses de los
ciudadanos estadounidenses.
Impacto regional de la crisis global
La depresión mundial tiene algunas
causas comunes y otras específicas, y se ve afectada por las interconexiones
entre economías y estructuras socioeconómicas precisas. A escala general más
global, la tasa creciente de beneficios y la sobreacumulación de capital, que
condujeron al frenesí especulativo inmobiliario y a su quiebra, afectó a la
mayor parte de los países directa o indirectamente. Al mismo tiempo, aunque
todas las economías regionales sufran las consecuencias del avance de la
depresión, las diferentes regiones se sitúan en la economía mundial de manera
diferente, por lo que los efectos varían sustancialmente.
América Latina
Con sus políticas de libre mercado en
pleno desorden y con enormes divisiones de clase que socavan cualquier
recuperación nacional, la vertiginosa caída de sus exportaciones y producción
industrial está llevando a Brasil hacia una recesión profunda a pesar de la
jactancia y las declaraciones de Wall Street y del favorito de la Casa Blanca,
su presidente Lula da Silva.
En enero de 2009, la producción
industrial cayó un 17,2% anual. El producto interior bruto se contrajo el 3,6%
en el último trimestre de 2008 (FT, 11 de marzo de 2009). Todo indica
que el crecimiento negativo persistirá y se profundizará durante el resto de
2009. La inversión extranjera directa y los mercados de exportación, que han
sido las fuerzas impulsoras del crecimiento en el pasado, están en recesión
aguda. Las políticas de privatización de Lula han traspasado a manos
extranjeras gran parte del sector financiero, que ha transmitido las crisis de
EEUU y la UE. Sus políticas de globalización fomentan la
vulnerabilidad de Brasil en paralelo al hundimiento del comercio exterior. Los
flujos de capitales son ampliamente negativos. Cientos de miles de trabajadores
perdieron sus empleos entre diciembre de 2008 y abril de 2009. Los cinco
millones de trabajadores rurales pobres sin tierra y los diez millones de
familias que viven con un dólar gracias a la subvención de la canasta básica
del Estado están excluidos de la demanda nacional efectiva, al igual que las
decenas de millones de trabajadores de salario mínimo que viven con 250 dólares
al mes. El poder adquisitivo de los pequeños agricultores familiares altamente
endeudados no es ningún sustituto de la demanda exterior, cada vez más pequeña.
Todos los sectores, rurales y urbanos, de la clase capitalista congelan sus
nuevas inversiones a medida que el crédito privado se evapora, los inversores
exteriores huyen y el consumo interior se encoge frente a la profundización de
la recesión. Las propuestas de Lula de desvinculación –decoupling– y sus
proyecciones de crecimiento de un 4% anual se consideran ilusiones que sirven
para encubrir el inicio de una recesión económica severa. El respaldo ciego de
Lula a la globalización y al mercado libre es un determinante central de la
profundización de la recesión en Brasil.
La reducción del crecimiento del PIB
de Brasil a tasas negativas es la pauta en toda la región. Argentina va hacia
un 2% negativo, México a menos 3% y Chile a un crecimiento cero, o menor.
América Central y el Caribe, altamente integrados en la
economía de EEUU y mundial, están experimentando con toda la fuerza la
depresión mundial, con tasas altísimas de desempleo derivadas del hundimiento
del sector turístico, la demanda decreciente de materias primas y un descenso
acusado de las remesas de sus trabajadores en el extranjero. Se producirá un
incremento agudo de la pobreza extrema, de la delincuencia y de un potencial de
agitación social y popular contra los gobiernos de derecha e izquierda en el
poder.
La extensión del capital imperial por
todo el mundo, calificada de globalización por sus defensores y de imperialismo
por sus críticos, ha conducido a la rápida expansión de la crisis financiera y
a la crisis en los países más estrechamente vinculados a los circuitos
financieros de EEUU y la UE. La globalización ligó las economías latinoamericanas
a los mercados mundiales a expensas de sus mercados interiores, y con ello
aumentó su vulnerabilidad a la caída vertical en la demanda, precios y el
crédito que hoy vemos. La globalización, que promovió anteriormente la
afluencia de capitales, ahora, con el inicio de la depresión, facilita su
salida masiva. Estados Unidos, que está absorbiendo el 70% de los ahorros
mundiales en su esfuerzo desesperado para financiar sus monstruosos déficits
comerciales y presupuestarios, ha expulsado a sus socios comerciales
latinoamericanos del mercado global del crédito. La depresión muestra con total
claridad las trampas de la globalización centrada en el imperio, y la ausencia
notoria de cualquier remedio para sus colaboradores en América Latina. La desintegración
de la economía global centrada en el imperio es evidente en el creciente
proteccionismo y en las subvenciones estatales de miles de millones de dólares
destinadas a apuntalar a los capitalistas de los estados imperiales en los
sectores de la banca, los seguros, el sector inmobiliario y el manufacturero.
La depresión mundial no solamente revela las fallas intrínsecas de la economía
globalizada, sino que también garantiza su liquidación en última instancia en
una multiplicidad de unidades en competencia mutua, en la que las naciones,
cada una dependiente de su propia Hacienda y sectores del Estado, confía en
salir de la creciente depresión de profundización a expensas de sus anteriores
socios. La depresión mundial está estimulando la vuelta al Estado-nación a
medida que la globalización se acelera.
Un elemento paralelo e íntimamente
relacionado con el desmoronamiento del mercado mundial es el ascenso del Estado
capitalista como pieza central de salvamento del tesoro nacional, con capacidad
para exigir un tributo exorbitante de los fondos de pensiones, de salud y
salariales de miles de millones de trabajadores, pensionistas y contribuyentes.
El creciente capitalismo de Estado en tiempos de hundimiento capitalista no
sólo surge para salvar al sistema capitalista de los fracasos
capitalistas, como afirman sus promotores. Para hacerlo utiliza la
riqueza colectiva de toda la población. La nacionalización oestatificación de
bancos e industrias insolventes es la culminación del capitalismo depredador.
En vez de una explotación por parte de las empresas individuales o incluso una
explotación sectorial de los trabajadores asalariados, es el Estado capitalista
quien se aprovecha de la clase productora de riqueza en su totalidad.
Las opciones de América Latina giran
alrededor del reconocimiento y la aceptación de que la globalización ha muerto
y de que solamente bajo control democrático popular las naciones pueden generar
riqueza y crear empleo, en vez de servir para canalizar y redistribuir recursos
hacia arriba y hacia afuera, en beneficio de la clase capitalista fallida y
arruinada.
Europa del Este y los países ex
comunistas
La conversión del comunismo en
capitalismo en Europa del Este siguió a un proceso de privatización, en muchos
casos basado en el pillaje generalizado, las apropiaciones ilegales de recursos
públicos, la caída en picado de las condiciones de vida en los países y la
producción durante la primera mitad de los años 90. Aprovechándose de la mano
de obra barata, el acceso fácil a oportunidades lucrativas en todos los
sectores económicos, capitalistas de Europa Occidental y de EEUU tomaron el
control de los sectores manufactureros, mineros, financieros y de
comunicaciones. Al mismo tiempo que las barreras entre el Este y el Oeste
caían, hubo un flujo masivo de trabajadores cualificados hacia Europa
Occidental. La recuperación económica y el crecimiento subsiguiente en Europa
del Este y los países ex comunistas se basaron en su dependencia del desarrollo
de la inversión y el crédito del capitalismo occidental, en forma de
deslocalización de la producción, afluencia del capital especulativo financiero
e inmobiliario, acceso a los mercados occidentales en expansión y,
especialmente, la financiación de deuda de los gastos de consumo estimuló el
crecimiento del Este. Por consiguiente, la región recibió golpes por dos lados
durante la crisis económica: un hundimiento engendrado por una especulación
interna insostenible y por el impacto de su dependencia del capital, el crédito
y los mercados de una Europa Occidental deprimida. Las economías capitalistas
de los Estados bálticos, Europa del Este y Rusia se desmoronaron rápidamente. A
medida que los mercados de crédito se anquilosaban y la desinversión
multinacional se afincaba, las monedas locales se devaluaron y los mercados de
ultramar desaparecieron. Todo el modelo de desarrollo dependiente basado en la
desarticulación de los mercados locales y en los flujos de capital exterior
socavó los esfuerzos internos para contrarrestar el hundimiento. Su única
opción fue conseguir transfusiones masivas de ayuda financiera del FMI y los
bancos, en términos onerosos, que limitaron las posibilidades de un plan fiscal
nacional de estímulo.
Los vínculos de las regiones con los
mercados mundiales, basados en relaciones de subordinación y dependencia con
los capitalistas occidentales, propiciaron que carecieran, en primer lugar, de
los mercados interiores y el capital para amortiguar la caída y, en segundo
lugar, que al secarse los flujos de entrada de capital exterior se profundizara
y ampliara la depresión. Del Báltico a los Balcanes, de Europa del Este a
Rusia, la gran fuerza de la depresión ha producido paro de larga duración y
gran envergadura y quiebras generalizadas de las industrias, los servicios y
los bancos satélites y subsidiarios locales. Han surgido movimientos populares
que ponen en cuestión las políticas de libre mercado de los gobiernos y, en
algunos casos, rechazan el modelo capitalista dependiente de las exportaciones.
Asia: el fin de las ilusiones de
desacoplamiento y crecimiento autónomo
La Gran Depresión de 2009 está
afectando adversamente a todas las economías asiáticas que dependen de los
mercados internacionales, financieros y de materias primas. Incluso los países
más dinámicos, como Japón, China, India, Corea del Sur, Taiwán y Vietnam, no
han escapado de las consecuencias de las drásticas caídas en comercio, empleo,
inversión y nivel de vida. Dos decenios de expansión dinámica, fuerte
crecimiento y márgenes de beneficios cada vez mayores, basados en los mercados
de exportación y en la intensa explotación de la mano de obra, llevaron a una
sobreacumulación de capital. Muchos expertos asiáticos y occidentales
defendieron un ‘nuevo orden mundial’ guiado y dirigido por las emergentes
potencias económicas asiáticas, especialmente China, donde el poder se basaría
cada vez más en su “autonomía regional”. En realidad, el dinámico crecimiento
industrial de China estaba profundamente empotrado en una cadena mundial de
producción en la que los países industriales avanzados, como Alemania, Japón,
Taiwán y Corea del Sur, proporcionaban las herramientas de precisión,
maquinaria y piezas para que China montara los productos y después los
exportara a los mercados asiáticos, europeos y estadounidenses. El
“desacoplamiento” no era más que un mito.
El crecimiento derivado de la
exportación se vio impulsado por una explotación salvaje de la mano de obra, el
desmantelamiento de inmensas áreas de servicios sociales (a saber, atención
sanitaria gratuita, pensiones, subsidios para alojamiento, alimentación y
educación) y la inmensa concentración de la riqueza en una élite diminuta de
nuevos ricos multimillonarios (Economic and Political Weekly, Mumbai,
27 de diciembre de 2008, págs. 27-102). El crecimiento de China y del resto de
Asia se basó en la contradicción entre la expansión dinámica de las
fuerzas de producción y la creciente polarización de las relaciones de clase
productivas. Las altas tasas de beneficios llevaron a una sobreacumulación
de capital –tasas altas de inversión-, que a su vez llevó a un inmenso
presupuesto y a un superávit comercial que se derramó en los sectores
financieros, en la expansión exterior (o blanqueo de dinero) y en la
especulación inmobiliaria.
El edificio económico de Asia se
levantó de forma precaria sobre las espaldas de cientos de millones de
trabajadores que casi no tenían ningauna capacidad como consumidores y sobre
una creciente dependencia de los mercados de exportación exteriores. La crisis
mundial deflactó los mercados de exportación, poniendo en evidencia la
vulnerabilidad de las economías asiáticas y originando una caída masiva del
comercio y de la producción y un crecimiento enorme del desempleo. Los
esfuerzos de China y otros países asiáticos para contrarrestar el colapso de
los mercados exportadores mediante inyecciones masivas de capital público que
estimularan la liquidez financiera y el desarrollo de infraestructuras fueron
insuficientes para detener el crecimiento del desempleo y la bancarrota de
millones de empresas vinculadas con la exportación.
La clase capitalista asiática y su
élite gubernamental son totalmente incapaces de “reestructurar” la
configuración social y económica y sustituir la demanda interna una vez
derrumbado el mercado exterior. Hacer eso implicaría llevar a cabo diversas
transformaciones profundas en la estructura de clases. Dichas transformaciones
supondrían trasladar las inversiones basadas en la alta rentabilidad hacia
otras con bajo margen productivo y en servicios sociales para los cientos de
millones de trabajadores con escasos ingresos y campesinos. Requeriría la
transferencia de capital desde el sector inmobiliario privado, los mercados de
valores y las compras de bonos en el exterior (como los bonos del Tesoro de
EEUU) para financiar una atención sanitaria universal, educación y pensiones y
el restablecimiento de la tierra para uso productivo en vez de promover la
desposesión y la especulación inmobiliaria.
Toda la dinámica de crecimiento de
Asia, construida en torno a la especulación de capital, altos beneficios y
bajos salarios, está tratando de sobrevivir a costa de empobrecer aún más la
mano de obra despidiendo masivamente a los trabajadores, de inmensos flujos de
emigrantes en sentido contrario que vuelven a los campos devastados y de un
aumento del excedente de la fuerza de trabajo. La expulsión de la mano de obra,
la solución capitalista habitual, a la que meramente se traslada, intensifica
las contradicciones incrementando el conflicto entre el capital urbano basado
en el sector financiero/industrial y los cientos de millones de trabajadores y
campesinos empobrecidos, desempleados y subempleados. Las inyecciones estatales
de capital para estimular la economía pasan a través del filtro de las élites
estatales regionales y la clase capitalista, que absorbe y utiliza el grueso de
este capital para apuntalar empresas a punto de venirse abajo, todo lo cual
apenas impacta de forma positiva en las masas de trabajadores desempleados.
La propiedad privada y el control
capitalista del Estado descartan el tipo de transformación social que puede
recuperar el crecimiento a través de la expansión de las economías internas.
La “locomotora del crecimiento
inverso” china ha socavado, necesariamente, a sus socios comerciales que
dependen de las exportaciones industriales y de materias primas a China. El
colapso de la demanda en los mercados europeos y estadounidenses está
destruyendo toda la arquitectura de las industrias exportadoras chinas. La
explotación salvaje de la mano de obra y el poder de la nueva burguesía china no
proporcionan muchas posibilidades de recuperación de la demanda doméstica desde
el interior.
La recuperación económica de China
depende de una nueva transformación socialista que haga de la demanda interna
masiva el motor real de crecimiento.
Oriente Medio: Depresión y guerras
regionales
La clave de la crisis y
descomposición de Oriente Medio tiene su raíz en las guerras regionales
imperial-sionistas y en el colapso de los precios de las materias primas.
Los países productores de petróleo
acumularon rentas inmensas que reciclaron en financiaciones a gran escala,
compras inmobiliarias y gastos militares dentro y fuera de la región. Los
beneficios concentrados en manos de los gobernantes absolutistas
multimillonarios llevaron a relaciones de clase tremendamente polarizadas:
rentistas inmensamente ricos y mano de obra inmigrante mal pagada limitaron el
tamaño y alcance de los mercados internos. Para superar la crisis de
sobreacumulación y descenso de beneficios, las élites dominantes adoptaron dos
estrategias que sirvieran temporalmente para esquivar la crisis: la dependencia
de la exportación a gran escala de capital hacia cualquier lugar del mundo que
produjera dividendos, rentas e intereses, primero hacia EEUU y Europa y después
hacia Asia y África. La segunda estrategia se basó en reciclar los beneficios
en proyectos de centros inmobiliarios faraónicos, turísticos y bancarios, en
los Estados del Golfo… que crearon una enorme burbuja inmobiliaria.
El frenético boom del
petróleo y de las materias primas que se produjo entre 2004 y 2008 provocó el
desmoronamiento de las “oligarquías rentistas (o no productivas)” de Oriente
Medio, acrecentando el proceso de sobreacumulación y la sobrextensión de la
deuda y la importación de mano de obra. La consecuencia fue la aparición de una
crisis económica regional en la que los superávits comerciales y
presupuestarios se vieron reemplazados por un aumento del déficit. Las
economías de Oriente Medio, al estar estructuradas a partir de las “rentas”, no
se diversificaron en ningún momento para una economía variada centrada en la
producción y en la creación de un mercado regional dinámico a partir de las
masas. Las clases rentistas dominantes se enfrentan a una creciente masa de
inmigrantes y trabajadores internos desempleados, a la salida masiva de miles
de financieros europeos expatriados, de profesionales del sector inmobiliario y
otros parásitos improductivos.
Al venirse abajo los precios,
beneficios y rentas por no beneficiarse ya del boom del
petrodólar, ni ser tampoco los poderosos banqueros y titulares de deuda, la
clase dirigente del Golfo Árabe cuenta con pocos recursos externos e internos y
con escasos mercados para poder proyectar un “programa de recuperación”.
Pero hay más, en medio de este
emergente colapso económico, el Estado militarista de Israel actúa como fuerza
desestabilizadora regional que proyecta su poder y sus ambiciones coloniales
por toda la región. A través de una de las configuraciones de poder más
particulares de la historia mundial el insignificante, desde el punto de vista
económico, Estado de Israel, actuando a través de las actividades de varias
decenas de miles de partidarios comprometidos a nivel ideológico, muy
organizados y disciplinados y estratégicamente colocados en la diáspora,
controla los sectores fundamentales del poder político en el gobierno
estadounidense.
El régimen de Obama, la Configuración
del Poder Sionista y el Oriente Medio
En la peor crisis económica desde la
Gran Depresión de 1930 y teniendo que hacer frente a un déficit presupuestario
de 1.700 billones de dólares y a unos 8,1 millones de trabajadores desempleados
en marzo de 2009 (BBC News, 6 de marzo de 2009), cifras que se espera se
dupliquen a finales de año, la administración Obama ha aumentado los gastos
militares, los conocidos y los ocultos, a más de 800.000 millones de dólares,
un aumento de un 4% sobre el presupuesto del anterior régimen belicista de
George W. Bush. El objetivo clave de la expansión militar estadounidense se
centra en Oriente Medio y en el sur de Asia, con una población que abarca
cientos de millones de personas, mayoritariamente musulmanas y pro palestinas,
que se oponen a las políticas coloniales de Israel y a la actual ocupación
militar estadounidense de los países musulmanes en la región. La fuerza motriz
tras el militarismo estadounidense en Oriente Medio se encuentra en los
funcionarios y asesores judíos/sionistas que ocupan puestos gubernamentales
estratégicos y están asesorados y alentados por una multiplicidad de
importantes organizaciones “cívicas” y políticas judías estadounidenses, un
ejército de editores, académicos, editoriales, periodistas y propagandistas
empotrados en todos los medios de comunicación de masas y dedicados a promover
sistemáticamente los intereses del Estado de Israel.
Un análisis cuidadoso del régimen de
Obama pone de manifiesto el alto grado de penetración sionista y proporciona
una base empírica para entender la escalada militar estadounidense en Oriente
Medio, a pesar de la catástrofica situación de la economía interna. Las
cruzadas combatientes de Israel contra los musulmanes agudizan el
empobrecimiento masivo de la población estadounidense. Nada demuestra más la
fortaleza arrogante de la Configuración del Poder Sionista (ZPC) que su
capacidad para promover una agenda bélica en Oriente Medio pasando por encima
de las necesidades de 350 millones de estadounidenses, la bancarrota de sus 500
corporaciones Blue Chip y sus cinco bancos principales, por no
mencionar los más de 50 millones de trabajadores estadounidenses que no tienen
acceso a la atención sanitaria.
La Configuración del Poder Sionista
de Israel y las guerras regionales
El poder sionista-israelí sobre la
política exterior de Obama, especialmente en los asuntos de Oriente Medio
relacionados con las ambiciones hegemónicas de Israel ya era evidente en el
período anterior a su toma del poder y en sus primeros meses como presidente.
Una investigación empírica de las acciones y posiciones del régimen de Obama
muestra el poder de la configuración del poder sionista estadounidense:
1. La bestial invasión de Gaza por
Israel, en la que masacró a más de mil civiles, la mayoría mujeres y niños, y
destruyó una inmensa proporción de la infraestructura civil, así como el brutal
bloqueo para matar de hambre a toda una población de 1,5 millones de personas y
la respuesta de EEUU, son buenos ejemplos. El régimen de Obama y todo el
liderazgo del Partido Demócrata aprobaron sin reservas la masacre y se negaron
a exigir un nivel mínimo de responsabilidades a los dirigentes militares y civiles
de Israel por sus crímenes. Se negaron a pedir el fin del criminal bloqueo
israelí por tierra y mar que impidió la entrada de alimentos básicos como el
arroz y de materiales esenciales para poder llevar a cabo cualquier
reconstrucción. El liderazgo israelí rechazó con arrogancia la sugerencia de la
Secretaria de Estado de EEUU, Clinton, de suavizar el bloqueo, sin que Obama
diera ni la menor respuesta. Los continuos ataques militares de Israel contra
el pueblo de Gaza están apoyados por el régimen de Obama-Clinton-Gates.
2. La expansión que lleva a cabo
Israel de sus asentamientos ilegales en la ocupada Cisjordania y la masiva
expropiación de casas y propiedades en el Jerusalén Este árabe, así como la
continua destrucción de hogares, son otros tantos ejemplos. EEUU se ha limitado
a reiterar su posición acerca de la solución de los “dos Estados”. El muy leve
cuestionamiento planteado con anterioridad por Clinton con respecto a la
expansión de los asentamientos coloniales en la tierra ocupada por Israel, se
encontró con el mismo rechazo del estado judío sin que tuviera consecuencia
alguna en las relaciones entre Israel y EEUU.
3. Israel condenó la conferencia
internacional antirracista celebrada en Durban, Sudáfrica, por sus críticas al
sionismo israelí como forma brutal de racismo. Cuando un sector del régimen de
Obama propuso enviar una delegación estadounidense a la reunión preparatoria,
en la que se iba a discutir el orden del día, la ZPC movilizó de inmediato a
sus activistas y el régimen de Obama capituló. EEUU y otros Estados europeos
retiraron a sus participantes y condenaron la reunión de Durban por
“antisemita”, repitiendo todos como papagayos la posición israelí.
4. Israel y sus seguidores
estadounidenses insistieron para que Obama nombrara a destacados sionistas como
sus más estrechos asesores y planificadores políticos en los puestos
estratégicos encargados de las negociaciones con Siria e Irán, a fin de
asegurarse de que todo lo que se lleve a cabo se ajuste a la propia posición
del Estado israelí. Con este objetivo, echaron por tierra el nombramiento del
General de la Marina retirado Anthony Zinni, por su conocida independencia
frente a los dictados israelíes. El grotesco reparto, aparte del General Zinni,
y el nombramiento por parte de la administración del más “leal” agente de
Israel en Oriente Medio, Dennis Ross, como “negociador” estadounidense con
Irán, significa que la agenda bélica israelí de bloquear y atacar a Irán será
la que predomine en cualquier decisión que se tome. Ross, conocido también como
el “defensor de Israel”, no cuenta con la confianza de los gobiernos de Oriente
Medio ni de Irán debido a su pasada posición como descarado partidario de
Israel bajo la anterior administración de Clinton. Incluso el hecho de que Ross
haya trabajado para un think tank israelí dirigido y
financiado por el gobierno de Israel, que le convirtió en un agente no
declarado del estado judío, no logró impedir su nombramiento. Entre el grupo de
sionistas que habitan en el aparato de la política exterior del régimen de
Obama, la Secretaria de Estado Clinton ha nombrado a Jeffery Feltman
Subsecretario de Estado para los Asuntos de Oriente Próximo, y a Daniel
Shapiro, del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, para encabezar
las negociaciones con Siria (BBC News, 7 de marzo de 2009). Los
nombramientos de sionistas para los puestos de importantes negociadores
asegurarán que los pocos movimientos necesarios para poder efectuar
intercambios y concesiones recíprocas que pudieran entrar en conflicto con las
ambiciones regionales de Israel, no van a tener lugar con Obama. El
nombramiento por el régimen de Obama de importantes sionistas favorables a
Israel y de bien conocidos seguidores de Ante Todo, Israel que
no son judíos en todos los puestos políticos y de análisis importantes, con la
efímera excepción de Charles Freeman para encabezar el Consejo Nacional de
Inteligencia (véase más abajo), garantiza que será Tel Aviv quien seguirá
formulando la política estadounidense hacia Oriente Medio.
5. La política israelí en Oriente
Medio se centra en dos vectores:
a) Apalancar a sus agentes para
dirigir las 51 Organizaciones Estadounidenses Judías Más Importantes que
configuran la política estadounidense para destruir a los adversarios de Israel
(como Irán), proporcionando cobertura propagandística y diplomática y ayuda
militar en sus invasiones y ataques contra Siria, Líbano y la ocupada Palestina
(Cisjordania/Gaza), preparando y promoviendo sanciones económicas junto a
deliberadas acciones bélicas contra objetivos de Israel, entre los que figuran
Irán, Hamás, Hezbolá, Sudán y Somalia.
b) Dividir y conquistar a sus
adversarios a través de negociaciones y regateos diplomáticos. En los últimos
años Israel, con el apoyo de EEUU, ha dividido con éxito a libaneses (la élite
de Beirut frente a Hezbolá), a palestinos (la OLP/AP contra Hamás), a iraquíes
(kurdos frente a árabes), a sudaneses (secesionistas de Darfur frente a Jartum)
y lo más importante de todo, a estadounidenses (las élites de Ante
todo, Israel frente al pueblo estadounidense).
El gobierno israelí, incapaz de
precipitar un ataque aéreo estadounidense contra Irán ni de conseguir su
colaboración para un primer ataque, de forma directa y también a través de sus
partidarios en EEUU, ha promovido una nueva política en busca de la ruptura de
la alianza entre Irán y Siria. El régimen Clinton-Obama, siguiendo las
directrices de Israel, ha llevado a cabo conversaciones con Damasco. El
objetivo de los negociadores estadounidenses es ofrecer un mayor reconocimiento
diplomático y concesiones económicas a Siria a cambio de que ésta rompa con
Irán, con Hezbolá y con Hamás. Para asegurarse de que se defiendan los
intereses israelíes y de que no haya concesiones territoriales (como la ilegal
ocupación colonial israelí de territorio sirio en los Altos del Golán), el
régimen de Obama ha nombrado a dos importantes sionistas estadounidenses,
Feltman y Saphiro, para que dirijan las “negociaciones”. La táctica diplomática
hacia Siria que Israel ha venido desarrollando de forma intermitente y
“secreta”, ahora asumida por su protegida estadounidense, la Secretaria
Clinton, hace tiempo que fracasó debido a la ausencia de voluntad por parte de
Israel de hacer cualquier concesión territorial frente al poder político de sus
colonos y a su incapacidad para abrirse al mercado occidental y a las
oportunidades de inversión. El régimen de Obama proseguirá los objetivos de
Israel de “neutralizar” a Siria como base política de apoyo a los dirigentes de
Hamás y como vínculo logístico entre Irán y Hezbolá en el sur de Líbano.
6. El aspecto fundamental, a escala
más sostenida, de la campaña militar, política y mediática en la que están
implicadas todas las organizaciones judías importantes, lobbies sionistas,
frentes, legisladores y altos funcionarios del gobierno, ha sido y sigue siendo
el debilitamiento y la destrucción de Irán. La oposición a la política de
confrontación de la Configuración del Poder Sionista se localiza en todos los
sectores del gobierno, incluidos los servicios de inteligencia, el ejército
estadounidense, los oficiales de carrera del Departamento de Estado y muchos ex
altos funcionarios. Los sionistas han triunfado más allá del más ambicioso de
sus sueños. El sionista derechista David Frum (que escribió los discursos más
belicistas para el ex presidente Bush y que incluyó a Irán como el elemento
principal del “Eje del Mal”) y el fanático sionista y funcionario del Tesoro,
Stuart Levey, han estado y continúan estando a la vanguardia de quienes quieren
reforzar y extender las sanciones económicas y boicots secundarios contra la
banca, el comercio y las inversiones iraníes. Todos los aspectos de la
legislación y la política relativas a Irán se supervisan estrechamente y a
menudo se formulan por el lobby judío pro Israel. Como consecuencia, los
esfuerzos de los políticos estadounidenses que tratan de llegar a acuerdos con
Irán en asuntos de interés estratégico se han visto saboteados exclusivamente
por los partidarios de Ante Todo, Israel. Lo que se expone a
continuación ilustra bien el caso:
a) Justo después del 11 de septiembre
de 2001, Irán apoyó el ataque estadounidense contra los talibanes y desempeñó
un papel importante en la estabilización de la mitad oriental de Afganistán,
especialmente de Herat; apoyó el derrocamiento de Saddam Hussein, aunque se
opuso a cualquier ocupación militar a largo plazo de EEUU en Iraq. Influyentes
agentes sionistas, de dentro y fuera del régimen de Bush, rechazaron y
bloquearon con toda eficacia cualquier consideración por parte de Washington de
la oferta de Irán sobre un acuerdo mutuo de seguridad. A pesar de las
declaraciones de algunos elementos del alto mando del ejército estadounidense
que reconocían el importante papel de Irán al facilitar las invasiones
estadounidenses de Afganistán e Irán, no se ofreció ni una concesión recíproca
a Irán. En vez de hacerlo, todo el “estado” sionista dentro del Estado de EEUU
lanzó una serie de medidas de castigo, haciéndose eco de la hostilidad israelí
hacia Irán, que incluían el establecimiento y entrenamiento de escuadrones de
la muerte a través de la frontera para asesinar a funcionarios iraníes, tanto
en las fronteras iraquí como afgana-pakistaní. Israel pidió sanciones más
duras: el AIPAC elaboró la legislación para implementar sanciones severas y sus
títeres en el Congreso firmaron en comandita y aseguraron la aprobación de la
Cámara. Los sionistas colocados en el Tesoro pusieron en marcha las medidas
necesarias y los funcionarios de Ante Todo, Israel en el
Departamento de Estado estadounidense presionaron a los gobiernos europeos para
que hicieran lo mismo. El régimen israelí, a través de su red universal, lanzó
una exitosa campaña mediática contra el programa de energía nuclear, totalmente
legal y estrechamente controlado, de Irán. La histérica campaña de propaganda
sionista se desarrolló con una intensidad que sobrepasó incluso su anterior
agresivo ataque contra Iraq. Todo el aparato sionista-judío se esforzó por
colocar a EEUU en una senda que llevaba hacia una nueva guerra en Oriente Medio
al mezclar y confundir la largamente afirmada oposición iraní a las masacres
coloniales israelíes contra palestinos y libaneses con una amenaza hacia la
supervivencia misma del Estado judío y la seguridad de EEUU frente a un ataque
nuclear iraní.
b) Dieciséis agencias de inteligencia
estadounidenses publicaron un informe en noviembre de 2007 con unas
Estimaciones de Inteligencia Nacional sobre Irán, que cuidadosa y
sistemáticamente rechazaban las acusaciones israelíes y sionistas contra el
programa de energía nuclear de Irán. El informe descartaba absolutamente
cualquier acusación de que actualmente Irán estuviera desarrollando armas
nucleares, y mucho menos en fase avanzada…. En respuesta a la “herejía”
del establishmentde la inteligencia estadounidense, la
Configuración del Poder Sionista impulsó una nueva vuelta de tuerca y, en el
momento en que se eligió a Obama, se las arregló para convencer a la
administración entrante de que aceptara las mentiras israelíes sobre la
“amenaza nuclear” iraní y creó sus propias Estimaciones de Inteligencia
Nacional (NIE) “revisadas” para plasmar en ellas sus objetivos políticos.
c) El régimen de Obama, enfrentado a
una guerra de contrainsurgencia fracasada en Afganistán, se ha vuelto hacia
Irán, una vez más, en busca de apoyo. El lobby, para asegurarse de que no se
produzca ninguna negociación significativa que lleve a concesiones recíprocas,
se aseguró el nombramiento del fanático pro Israel Dennis Ross para encabezar
el equipo. En el verano de 2007, Ross fue el coautor de un extraordinario
informe “político” sobre Irán que abogaba por sanciones más duras, incluyendo
un bloqueo naval total, una escalada del embargo aéreo y terrestre y un
inevitable ataque militar. Bajo la tutela sionista, Obama amplió las duras
sanciones económicas contra Irán en febrero de 2009, logrando que Teherán no
tomase en serio su muy publicitada oferta de marzo de 2009 de abrir un nuevo
capítulo en las relaciones irano-estadounidenses (Financial Times, 23
de marzo de 2009). Cualquier pro-forma que pudiera producirse (si es que se
produce alguna) entre EEUU e Irán será automáticamente transmitida, filtrada,
censurada y sometida a la aprobación final de Israel.
7. Israel, sus políticos
estadounidenses y sus partidarios en el Congreso han estado a la vanguardia de
la feroz propaganda antimusulmana y antiárabe de la agresión “diplomática” y
militar. El régimen de Obama refleja su omnipresente influencia. A pesar del
fracaso de la guerra de Afganistán y de la creciente oposición masiva en la
región, a pesar de la catastrófica crisis interna, Obama ha aumentado el
presupuesto militar, ha incrementado el número de tropas estadounidenses (sin
ningún apoyo europeo) y ha ampliado la guerra al territorio pakistaní,
bombardeando a diario los pueblos pastunes antiestadounidenses en Pakistán. La
ZPC y su delegación de compañeros de viaje en el Congreso han cogido por
sorpresa a millones de ciudadanos estadounidenses, especialmente demócratas,
que votaron por Obama como el “candidato de la paz” y ahora se encuentran con
una prolongada presencia a gran escala de tropas estadounidenses en Iraq, una
escalada en Afganistán, bombardeos estadounidenses en el interior de Pakistán y
buques de guerra, portaviones y submarinos nucleares frente a las costas de
Irán. El poder sionista hizo caso omiso de todo el aparato de la Inteligencia
Nacional de EEUU y de los votantes estadounidenses en lo relativo a Irán y
promete incluso mayores confrontaciones con Dennis Ross al frente.
8. Israel está desahuciando a la
fuerza de Jerusalén a miles de palestinos, que residen allí desde hace muchas
generaciones, en su empeño por judaizar, limpiar étnicamente y anexionarse toda
la ciudad, en oposición a las demandas de la Unión Europea, la opinión mundial,
el derecho internacional y cualquier “solución de dos Estados” propuesta por
todos los presidentes de EEUU, incluido Obama, en los tres últimos decenios (The
Guardian, Londres, 7 de marzo de 2009). Bandas destructoras de judíos
se dedican con ahínco a arrasar con bulldozer los hogares de
las familias palestinas, mientras la Secretaria de Estado Hillary Clinton
prometía apoyo incondicional a Israel y, como de pasada, comentaba que la
limpieza étnica y los desalojos no “ayudaban mucho” (ibid). Obama y Clinton
ignoran desvergonzadamente las fuertes objeciones presentadas por los
dirigentes de congregaciones religiosas cristianas y musulmanas que representan
a muchos cientos de millones de fieles. Las organizaciones judías
estadounidenses más importantes y todo el liderazgo sionista en el Congreso,
incluido el acérrimo partidario de Ante Todo, Israel, el senador
Joseph Lieberman, apoyan con el mayor entusiasmo el aval prestado por el
régimen de Obama a la limpieza étnica israelí (Boston Globe, 9 de
marzo de 2009).
9. En su intento de controlar
totalmente todos los posibles o potenciales nombramientos que puedan afianzar
las posiciones de Israel, la ZPC lanzó con éxito una masiva campaña difamadora
nacional para bloquear el nombramiento del veterano diplomático y funcionario
de inteligencia estadounidense Charles Freeman, uno de los pocos no sionistas
(o gentiles, si vamos al caso) para el puesto de presidente del Consejo
Nacional de Inteligencia. Desde el primer momento en que los “informadores
sionistas colocados dentro” filtraron la propuesta para
nombrar a Freeman, la ZPC se lanzó a un ataque frontal: escribieron artículos
injuriosos atacando a Freeman, un veterano funcionario que sirvió en sucesivas
administraciones estadounidenses desde los tiempos de Richard Nixon, que
aparecieron publicados en los periódicos y revistas más importantes y que se retransmitieron
en los principales programas de radio y televisión. La AIPAC se dirigió a su
establo de congresistas sionistas dirigidos por el representante Eric Cantor
para que reunieran a la manada habitual de cómplices electos en deuda con la
financiación sionista de sus campañas. Diez representantes estadounidenses
pidieron que el director de la Inspección General de la Inteligencia Nacional:
“Investigara minuciosamente la pasada relación del Sr. Freeman con el reino
de Arabia Saudí y examinara a los donantes del Consejo Político para Oriente
Medio (un think tank ubicado en Washington encabezado por
Freeman)” (Financial Times, Londres, 7 de marzo de 2009, pág. 3).
Todo el liderazgo republicano dirigido por el “azote” de la Cámara Cantor
corrió llevando el balón de la ZPC despellejando a Freeman y a sus partidarios,
para quienes también se pidió castigo. Obama, enfrentado al violento ataque
sionista, capituló sin un quejido. “La Casa Blanca no hace
comentarios” (ibid). El Poder Sionista se trabajó a ambos partidos
políticos. “Steve Israel (¡qué nombre tan apropiado!), un
demócrata del Panel de Supervisión de las Inteligencias Selectas de
la Cámara, escribió a Mr. Maguire (el Inspector General) sobre las, al parecer,
perjudiciales declaraciones públicas hechas por el propuesto presidente del
Consejo Nacional de Inteligencia (Charles Freeman)” sobre la guerra de
Israel contra Líbano durante el verano de 2006 y su inacabable represión de
palestinos bajo su ocupación. Ni un solo sector del gobierno, ni un solo nombramiento,
escapa al ojo crítico de la estructura de poder judío pro Israel en EEUU y de
su establo de obedientes miembros no judíos del Congreso. El éxito sionista al
purgar a Freeman del nombramiento para dirigir el Consejo Nacional de
Inteligencia es un esfuerzo para evitar una repetición del revés de
inteligencia más importante en su propaganda contra Irán en 2007. Fue entonces
cuando dieciséis agencias de inteligencia estadounidenses publicaron su
Estimación de Inteligencia Nacional sobre el programa de armas nucleares de
Irán, socavando totalmente las proclamas estadounidenses e israelíes de que
Irán estaba produciendo material nuclear a nivel de armamento y que era
cuestión de “meses” que pudiera fabricar armamento nuclear. La NIE forzó a la
ZPC a lanzar un ataque furioso sobre sus hallazgos y sobre las agencias
profesionales de inteligencia para sostener la campaña de Israel que trataba de
empujar a EEUU a una guerra contra Irán. El objetivo central de la campaña
dirigida por los sionistas en el Congreso contra Freeman era utilizar la
“investigación” para acosar y socavar su defensa independiente, profesional y
experta de un enfoque imparcial. Al etiquetarle de
pro árabe y pro Hamás (con implicaciones de vínculos con el terrorismo),
forzaron la retirada de su nombramiento a favor de un funcionario dispuesto a
manipular la inteligencia para ajustarse a los objetivos israelíes.
La cultura de la calumnia y la
degradación de los valores democráticos
La exitosa purga del nombramiento de
Charles Freeman como presidente del Consejo Nacional de Inteligencia por parte
de la ZPC ilustra el poder que ésta detenta en todos los nombramientos que
se producen dentro del gobierno estadounidense. La purga de Freeman revela los
métodos y tácticas de la ZPC, su red de poder entre las diferentes ramas del
gobierno y sus vínculos con los dirigentes de la organización estadounidense
judío-sionista. La purga pone de manifiesto el hecho de que la lealtad al
estado de Israel se ha convertido en una condición indispensable para
poder acceder a cualquier puesto importante en el gobierno estadounidense y
que, a la inversa, cualquier candidato para un cargo importante, no importa las
cualificaciones posea, si se le ha ocurrido criticar la política israelí, se le
elimina autormáticamente. La aplicación del juramento de lealtad a Israel, que
se produjo en el caso de la purga de Charles Freeman, es un acto claro de
intimidación dirigido contra toda la clase política estadounidense: Pónte a
criticar a Israel, en cualquier contexto, ¡y ya te puedes
despedir de tu carrera para siempre! La purga de Freeman tiene inmensas
consecuencias presentes y futuras para los políticos estadounidenses, para el
debate público y para las libertades democráticas en EEUU.
Como ocurre casi siempre, cuando en
EEUU se plantea alguna cuestión o nombramiento político de interés para el
estado de Israel, el AIPAC toma la iniciativa. En el caso de la purga de
Freeman, cuando el director de la Inteligencia Nacional, Dennis Blair, anunció
la designación de aquél, el AIPAC hizo circular un “dossier” de mentiras,
calumnias y difamaciones sobre Freeman y sus posiciones, centrado en sus
críticas hacia acciones específicas israelíes, a saber, su brutalidad en Gaza y
en Líbano y sus violaciones de los derechos humanos. El ataque judío-sionista
fue dirigido (no podía ser otro) por Steve Rosen, el encargado desde hace mucho
tiempo de hacer el trabajo sucio para el AIPAC, acusado de graves delitos y
actualmente juzgado por espionaje por pasar documentación clasificada estadunidense
relacionada con la política iraní a agentes del gobierno israelí. Promovido por
el AIPAC, un tsunami de artículos y comentarios atacando a Freeman aparecieron
en los medios más importantes, describiéndole como un “instrumento árabe”,
“anti Israel” y cosas aún peores. En paralelo a la campaña en los medios, los
principales senadores judíos-sionistas Schumer y Leiberman y el representante
Cantor lanzaron una virulenta campaña en el Congreso, aunque su nombramiento no
necesitaba la aprobación del Congreso. Schumer se aseguró la complicidad de la
Casa Blanca en la purga a través de comunicaciones directas con el Jefe del
Gabinete de la Casa Blanca y compañero sionista Rahm Emmanuel, quien
probablemente pasó la “línea” al compañero sionista Axelrod, el asesor jefe de
Obama. En ningún momento, ni un solo funcionario en todo el régimen de Obama
pronunció una sola palabra en apoyo del nombramiento de Freeman propuesto por
Blair ni rechazó las mentiras ni las asesinas arengas de los compadres de
Lieberman, Schumer y sus compañeros de viaje. Donde el régimen de Obama no fue
abiertamente cómplice, la maquinaria de la purga sionista se dedicó a intimidar
logrando un silencio aquiescente.
El profundo, insidioso, autoritario y
partidista carácter del liderazgo sionista en el Congreso puesto en evidencia
con la purga de Charles Freeman es consistente con el apoyo de Lieberman y
Schumer para que se nombre a Michael Hayden director de la CIA de Obama, el
agente fundamental en poner en marcha el ilegal programa de espionaje interno
de Bush y su apoyo para el ultrasionista Michael Mukasey como Fiscal General de
Bush, que perdonó la utilización de torturas con agua a “sospechosos” por
agentes estadounidenses.
Lo que más sorprende en la purga de
Freeman emprendida por los sionistas del Congreso es el hecho de que sus
dirigentes afirmaran abiertamente que se habían “cargado” su nombramiento para
sofocar cualquier crítica a la política israelí. El senador por Nueva York
Schumer dijo: “Charles Freeman era el chico equivocado para este puesto. Sus
declaraciones contra Israel superaban todo lo aceptable e iba contra corriente
en la administración. Insté repetidamente a la Casa Blanca para que le
rechazaran y me alegra que hicieran (sic) bien las cosas”. (citado por
Glen Greenwald en “Charles Freeman Fails the Loyalty Test”, www.salon.com, 10 de marzo de 2009).
El poder y la arrogancia de la ZPC
son tales que Schuman no se cortó en alardear abiertamente de cómo obligó al
director de la Inteligencia Nacional, Dennis Blair, a capitular y renunciar a
su candidato. En su ampliamente publicado comunicado de renuncia, Freeman
describió con elocuencia el poder destructivo y las operaciones puestas en
marcha por la Configuración del Poder Sionista:
“Los libelos contra mí y su
fácilmente rastreable huella de emails demuestran de forma
terminante que hay un lobby poderoso determinado a impedir cualquier punto de
vista que no sea el suyo propio”.
“Las tácticas del lobby israelí llegan
hasta las más profundas simas del deshonor y la indecencia e incluyen la
difamación, la intencionada manipulación de los archivos, la fabricación de
falsedades y un absoluto desprecio por la verdad”. (Citado en Al
Yasira, 10 de marzo de 2009).
Al purgar a Freeman, la ZPC está en
posición de influir sobre los futuros directores de la inteligencia
estadounidense y asegurarse de que sus informes no contradigan la
“inteligencia” israelí, especialmente sus mentiras acerca del programa nuclear
de Irán. Schumer, Lieberman, el AIPAC y los presidentes de las Organizaciones
Judías Estadounidenses Más Importantes se han apoderado de otro nivel vital de
poder al impulsar la política estadounidense hacia una confrontación militar
con Irán en línea con los dictados de Israel.
El poder de la ZPC sobre el régimen
de Obama tiene consecuencias importantes en la política exterior de EEUU,
especialmente en la política bélica en Oriente Medio y en todo el mundo, donde
países, regiones, movimientos y pueblos rechazan el Estado militar-colonialista
de Israel y la ideología racista sionista. Los mismos políticos que se
“mantienen junto a Israel” son también los que apoyan la línea de
enfrentamiento militar con Irán a menos que capitule ante los ultimátum
israelíes y estadounidenses y renuncie sus políticas de energía nuclear y a sus
vínculos con los árabes/musulmanes anticolonialistas y otros movimientos y
gobiernos independientes.
Las “negociaciones” con Irán, Siria y
Palestina, según las formuló Obama a partir de sus nombramientos sionistas y de
las condiciones que éstos exigen, no tienen futuro: Se han convertido
automáticamente en unos tinglados que llevan a una confrontación militar, a una
escalada de las sanciones y a consentir los robos de tierra de Israel. El
resultado es el aumento de la tensión y de los gastos militares masivos
continuados del régimen de Obama en una época de catastrófica recesión
económica. La aparente irracionalidad de dedicar los escasos recursos
económicos a guerras sin fin y confrontaciones militares en las no hay
intereses de seguridad estadounidenses en juego, sólo puede explicarse por los
intereses militaristas del Estado de Israel y el poder de sus partidarios en
EEUU para imponer su definición de “seguridad” sobre el gobierno
estadounidense.
Para probar empíricamente nuestra
hipótesis sobre el alcance y profundidad de la influencia de la Configuración
del Poder Sionista y su capacidad para subordinar las políticas de la
Administración Obama a los intereses de Israel, hemos examinado diez áreas de
cuestiones importantes. Planteamos las posiciones y acciones israelíes,
especialmente en las cuestiones vitales relativas a la paz y la guerra que
afectan a los intereses, nombramientos clave y relaciones estratégicas de
Estados Unidos. Hemos hallado que en casi todas las áreas temáticas, la
posición israelí se había trasladado a la política estadounidense. Este alto
nivel de correlación se explicaba sucesivamente en la intensa actividad de la
Configuración del Poder Sionista y en el alto nivel de penetración de esos
funcionarios partidarios de Israel en todos los puestos importantes de la
política y en el poder de veto que son capaces de ejercer ante determinados
nombramientos, tanto la ZPC como sus dirigentes en el Congreso.
La Configuración del Poder Sionista
La Configuración del Poder Sionista
(ZPC) planeó y organizó la retirada del veterano diplomático Charles Freeman de
la dirección del Consejo Nacional de Inteligencia (NIC) del presidente. Es una
de las mayores victorias de Israel en sus esfuerzos por controlar la política
exterior de EEUU en Oriente Medio. El NIC es un aparato de alcance mundial,
compuesto por dieciséis agencias de inteligencia con 100.000 empleados y un
presupuesto de de 50.000 millones de dólares. Es el “cerebro” y las “manos” a la
hora de reunir la información más importante y confidencial utilizada para
analizar y formular la política estadounidense y para dirigir las operaciones
clandestinas de todo el imperio global estadounidense. Mediante su
desvergonzada purga de la elección del Almirante Blair como Jefe de
Inteligencia de Obama, la ZPC ha anunciado a todo elestablishment político
de EEUU, a sus aliados y a sus enemigos, que la próxima designación debe ser
sometida a su examen y aprobación, lo que significa que el candidato debe
ofrecer su lealtad a las políticas israelíes. Además de su abrumadora presencia
en la rama del ejecutivo, incluida la Casa Blanca y los asesores más cercanos
al presidente, la demostración pública de su total dominio sobre ambas Cámaras
y su creciente penetración en el mando cívico-militar en el Pentágono, su
eficaz absorción de los altos puestos de inteligencia cierra el círculo del
control sionista, o mejor dicho, del dominio absoluto sobre todo el Estado
estadounidense. El resultado es la subordinación de las políticas e intereses
nacionales de EEUU a los objetivos militaristas de Israel, incluyendo el apoyo
a las conquistas y hegemonía israelíes en Oriente Medio y en otros lugares.
Sionistas en el poder
La “coincidencia” o correlación entre
las ilegales políticas militaristas de Israel y la aprobación y conformidad del
régimen de Obama, aunque esto implique sacrificar promesas electorales,
intereses securitarios y económicos a nivel nacional y la opinión pública
mundial, puede explicarse en gran medida por el nombramiento de veteranos
partidarios de Ante todo, Israel para puestos decisivos de
política exterior y asesoría. En el mismo centro del régimen de Obama, en la
posición más influyente a la hora de elaborar políticas tenemos a David
Axelrod, el principal asesor del presidente, a quien el New York Times describió
recientemente como: “Tiene más peso que ningún otro en la nómina del
presidente… Muy pocas de las palabras que salgan de la boca del presidente no
contarán con la bendición de Axelrod. Revisa todos los discursos, estudia todas
y cada una de las posiciones y trabajos políticos de importancia… para preparar
las respuestas a la crisis actual”. (New York Times, 9 de marzo de
2009). El amigo y compañero sionista más antiguo de Axelrod, el Jefe del
Gabinete de la Casa Blanca, el israelo-estadounidense Rahm Emmanuel, se reúne
con él cada mañana para coordinar sus agendas para la Casa Blanca. El dueto
sionista, los Rasputines de Chicago mascadores de pizza y bebedores de té de
hierbas, son los sionistas políticos más directos e influyentes que aseguran la
primacía de los intereses de Israel a la hora de elaborar la política
estadounidense para Oriente Medio, desde matar de hambre a los habitantes de
Gaza a atacar a Irán. Sin duda, Axelrod y Emmanuel tuvieron “algo que ver” en
el nombramiento efectuado por Obama-Clinton del compañero sionista Jeffery
Feltman y de Daniel Shapiro como jefes de las negociaciones con Siria (BBC,
7 de marzo de 2009). Su agenda, las prioridades de Israel, aseguran que no hay ninguna
posibilidad de conseguir un acuerdo global. El dueto sionista de la Casa Blanca
estuvo sorprendentemente silencioso mientras sus compañeros sionistas
criticaban con ganas la designación de Charles Freeman para dirigir el Consejo
Nacional de Inteligencia de Obama e ignoraban la humillación que Israel le
infligió a la Secretaria de Estado Clinton durante su visita a ese país cuando
el estado judío arrasó los hogares de familias palestinas en el Jerusalén Este
árabe el mismo día de su llegada, en claro repudio de la solución de “dos
Estados” de Obama.
Con el consejo y consentimiento del
principal asesor económico sionista, Laurence Summers, el régimen de Obama
designó al compañero sionista y ex compinche clintoniano David Cohen para el
puesto más importante en la tarea de controlar la “financiación terrorista” (Financial
Times, 9 de marzo de 2009, pág. 2). Cohen estará en posición de
desempeñar varias tareas fundamentales para el Estado israelí, incluyendo las
de perseguir a todas y cada una de las instituciones de beneficencia musulmanas
y organizaciones humanitarias palestinas y presionar sobre los fondos de
inversión, de exportación y financieros estadounidenses y exteriores para que
retiren sus inversiones de los países musulmanes y árabes críticos con Israel.
Se puede esperar que presione de forma agresiva a los bancos y exportadores
asiáticos y europeos para que pongan fin a su comercio e inversiones en Irán.
Aunque sobre el papel es un “nombramiento secundario”, en realidad Cohen jugará
un papel clave a la hora de promover las sanciones económicas israelo-sionistas
de línea dura contra Irán y de mantener el bloqueo contra Gaza. El director de
la agencia de no proliferación nuclear de Obama es Gary Samore, quien
estableció claramente sus credenciales como partidario de Ante Todo,
Israel en un discurso ofrecido en Israel el 18 de diciembre de 2008,
cuando declaró que estaba a favor de bombardear Irán si no se conseguía cerrar
su programa de enriquecimiento de uranio, un programa que es legal bajo el Tratado
de No Proliferación Internacional (Financial Times, 24 de febrero
de 2009, pág. 9). El 24 de febrero de 2009, el régimen de Obama nombró a Dennis
Ross como asesor especial de Hillary Clinton para la región del Golfo. Ross es
uno de los altos operativos de Israel en el establishment político
de Washington con largo historial de relaciones de trabajo con institutos
políticos estadounidenses e israelíes con vínculos con el establishment de
la política exterior, la inteligencia y el ejército israelíes. En noviembre de
2008, Ross firmó un documento defendiendo un ataque militar contra Irán. Ross,
como enviado del presidente Clinton en las negociaciones entre Israel y
Palestina, contribuyó a que éstas se rompieran al asumir las posiciones no
negociables de Israel y difamar a Yaser Arafat calificándole de “escollo”.
La Configuración del Poder Sionista
domina todos los comités políticos exteriores clave en el Congreso, bien
directamente o a través de sionistas judíos o representantes electos que van a
remolque vía contribuciones financieras o amenazas de venganzas electorales y
campañas calumniosas en los medios de comunicación. En las primeras semanas en
el poder, la maquinaria política sionista ha bloqueado con todo éxito las
iniciativas de algunos de los asesores de Obama para asistir a la conferencia
antirracismo de Durban y ha desviado las críticas del criminal bloqueo de
Israel contra Gaza de dos congresistas que visitaron Gaza para contemplar la
destrucción con sus propios ojos. La ZPC ha calumniado y forzado la retirada
del nombramiento de Charles Freeman como jefe del Comité Asesor de
Inteligencia. Ha endosado abiertamente la apropiación masiva de territorio en
Cisjordania y Jerusalén Este. El régimen de Obama, alineado con Israel, ha
enterrado eficazmente cualquier pretensión de negociaciones de paz con los
palestinos cambiando el enfoque a unas “negociaciones/acuerdo regional”, por
las que los enviados sionistas se dedican a presionar a Siria, Líbano e Irán
para aislar a los dirigentes palestinos que se oponen a la anexión de su tierra
por Israel y a la expulsión de su pueblo.
La profunda y extensa penetración de
la ZPC en el régimen de Obama representa la mayor amenaza para la seguridad
nacional de una potencia exterior desde la fundación de la República
estadounidense. El alcance y destructivas consecuencias se detallan más
ampliamente en el texto “Israel Asserting Middle East Supremacy:
from Gaza to Tehran”. [En español, “Israel reafirma su supremacía en Oriente
Próximo, de Gaza a Teherán”: http://www.rebelion.org/
noticia.php?id=80506].
El poder de la ZPC también se pone de
manifiesto en la rama judicial y queda ilustrado en el juicio por espionaje a
dos importantes dirigentes del AIPAC -el principal lobby pro Israel- Steven
Rosen y Keith Weissman. Ambos fueron arrestados y acusados después de que
admitieran haber cogido documentos clasificados estadounidenses relativos a la
política de EEUU hacia Irán y habérselos entregado a un espía del Mossad, la
inteligencia israelí, asignado a la embajada israelí en Washington DC. El juez
federal del caso, R. S. Ellis ha emitido varios fallos a favor de los espías:
reforzando el punto de vista de aquéllos de que el acto de entregar documentos
clasificados a una potencia extranjera es una “práctica habitual” en Washington
y no espionaje. La ZPC ha movilizado con éxito a todo su aparato en los medios
de comunicación de masas, a sus seguidores en el Congreso y a un amplio
espectro de progresistas judíos y gentiles en defensa de Rosen y Weissman en
nombre de la “libertad de expresión”, equiparando perversamente el robo de
documentos oficiales clasificados estadounidenses relativos a cuestiones de
seguridad, pasándoselos a un agente de un gobierno extranjero con el uso por el
periodismo de investigación de fuentes gubernamentales. Los numerosos arrestos
del FBI y discretas deportaciones de decenas de espías israelíes sin acusación
ni juicio, y la frecuente queja de antiguos funcionarios estadounidenses de que
“órdenes desde arriba” bloqueaban sus testimonios acusatorios ante el poder de
sionistas colocados en puestos muy altos o autoridades bajo su control que
aseguraban la impunidad a los espías que cometían actos hostiles e ilegales
contra la seguridad y los intereses económicos de EEUU. La presencia de tantos
sionistas en puestos de poder en el régimen de Obama asegura que las
operaciones israelíes de espionaje en EEUU pueden suspenderse porque Israel
puede obtener cualquier documento o deliberación directamente de los
funcionarios de la Administración Obama. ¡Mejor incluso, los israelíes pueden
“coelaborar” ellos mismos algunos documentos de toma de posición!
Con los sionistas en el poder,
significa que el imperio de EEUU proseguirá enérgica y agresivamente los
enfrentamientos militares y las guerras regionales en Oriente Medio a
instancias de Israel. La Casa Blanca o el Congreso dominado por los sionistas
no han cuestionado a ningún nivel los costes exorbitantes de servir a los
intereses de Israel incluso en medio de una depresión económica grave.
Virtualmente, todo el establishment de los medios más
importantes y las 51 Organizaciones Judías Estadounidenses Más Importantes, que
están presionando a favor de bloqueos, sanciones y guerra preventiva contra
Irán, son libres de ignorar las pérdidas inmensas y los sufrimientos que
suponen para el pueblo de EEUU estas desviaciones de miles de millones de
dólares de los impuestos estadounidenses, de las inversiones en el interior del
país a las guerras para Israel. El control sionista sobre la política hacia
Oriente Medio de la Casa Blanca asegura que EEUU se enredará en guerras sin fin
en el Golfo Pérsico y en el Sur de Asia, porque Israel tiene una agenda militar
abierta que abarca a toda la región y un ejército de agentes dispuestos y
deseosos de imponer esa agenda al gobierno estadounidense.
S. Seguí pertenece a los colectivos
Tlaxcala, Rebelión y Cubadebate. Esta traducción se puede reproducir libremente
a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a los traductores y
la fuente.
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