en defensa del Marxismo Nº 39
Agosto-septiembre
de 2010
El fracaso
de los rescates estatales
1. La
bancarrota capitalista internacional ha ingresado, definitivamente, en una fase
aun más explosiva que la de septiembre de 2008, cuando la quiebra de Lehman
Brothers amenazó con producir un colapso del conjunto de la economía mundial.
La gigantesca operación de rescate al sistema bancario que siguió a esa quiebra
ha desembocado en una crisis fiscal sin precedentes y en una inminente
situación de cesación de pagos de numerosos Estados.
Quedaron así al desnudo las
limitaciones insalvables de la intervención estatal para rescatar a la economía
mundial de la bancarrota capitalista y, concretamente, para recomponer las
mismas bases que produjeron su estallido. La gigantesca emisión de moneda, de
parte de los bancos centrales, para socorrer al sistema financiero, ha servido
para ‘apalancar' -o sea, para financiar un nuevo proceso especulativo. Con
tasas de interés oficiales cercanas a cero, los fondos financieros se volcaron
a las Bolsas, las materias primas y al mercado de títulos públicos, para inflar
sus balances deteriorados con ganancias especulativas. El sistema fiscal fue
forzado a incurrir en un nuevo endeudamiento para absorber los fondos generados
por los rescates. Los llamados ‘estímulos' del Estado para neutralizar la
recesión fueron financiados por medio de este mecanismo especulativo. La deuda
pública de Estados Unidos, por ejemplo, pasó del 40 al 100% del PBI, y en
España del 30 al 80%. En lugar de ‘limpiar' de sus balances los ‘activos
tóxicos' (incobrables), en especial los créditos hipotecarios en un mercado que
sigue cayendo, los bancos incorporaron nuevos activos de esas características -
ahora los títulos públicos. La insolvencia fiscal es un producto de este
financiamiento parasitario, y no al revés (o sea, que este financiamiento fuera
una operación de rescate de Estados insolventes). Basta para demostrarlo la
carga enorme de pérdidas que están provocando, en las regiones italianas y los
estados norteamericanos o alemanes, los contratos de productos derivados que
cargan en sus presupuestos.
La bancarrota fiscal se ha fusionado
con una nueva crisis financiera: ha crecido el volumen de ‘activos tóxicos' en
poder de los bancos y el financiamiento a mediano o largo plazo con deuda
contraída a corto plazo (conocido como "descalce"). Los planteos de ajuste
fiscal constituyen un reconocimiento de la bancarrota. Pero este ajuste fiscal,
que apunta a liquidar derechos conquistados por los trabajadores, no se aplica
a los gastos juzgados de ‘interés nacional', como los militares, que han
aumentado. Los bancos centrales han ingresado en una nueva ronda de emisión de
moneda, para rescatar otra vez a los bancos, ahora de la insolvencia fiscal. Es
lo que ocurre con la compra de deuda pública en poder de los bancos por parte
del Banco Central Europeo. Los países de la ‘zona euro' y del FMI han
comprometido 900 mil millones de euros para evitar el ‘default'. De este modo,
un conjunto de Estados en estado efectivo o potencial de ‘default' pretende
rescatar a otros que se encuentran en una situación más apremiante. La
contradicción que encierra este operativo está demostrada en el hecho de que no
se trata de un aporte efectivo a un fondo de rescate, sino de una declaración
de garantía para el caso de que tenga efectivamente lugar una cesación de
pagos. En resumen, todos los Estados se siguen endeudando a tasas de interés
cada vez mayores, financiados por la emisión de dinero de los bancos centrales.
A la bancarrota bancaria se ha sumado
la bancarrota fiscal. En lugar de eliminarla o reducirla, la ‘pirámide'
especulativa del endeudamiento de bancos y Estados, ha crecido todavía más. La
intervención estatal, en lugar de neutralizar o contrarrestar la bancarrota
capitalista, le ha dado un nuevo impulso. Es esta intervención del Estado la
que ha sido saludada por el izquierdismo burgués como una reacción al régimen
‘neo-liberal' o como una negación estatal del mercado. El Estado, sin embargo,
no ha intervenido contra el mercado sino en su socorro; no como un poder
exterior al capital sino como otro engranaje de la acumulación capitalista. En
lugar de forzar al capital a aceptar una ‘quita' sobre sus activos valorizados
en forma ficticia, aplica esa ‘quita' a los explotados en un intento de
rescatar el capital ficticiamente inflado por la especulación. En lugar de
liquidar el capital excedente y reordenar las proporciones entre el capital
acumulado, de un lado, y la capacidad adquisitiva del consumo, del otro, ha
incrementado la desproporción entre uno y otro, mediante el ‘estímulo' a nuevos
gastos de inversión. Ha autorizado que los bancos contabilicen sus activos
incobrables a sus precios de adquisición y no a los precios desvalorizados de
mercado, para mantener una pléyade de ‘bancos zombis', sostenidos por fondos
públicos o emisión de moneda, y ha bloqueado el mecanismo capitalista de la
quiebra y el ‘default' y la ‘quita' de los Estados. Se trata de un intento de
socorro del sistema ‘neoliberal', negando los principios básicos del
capitalismo y del ‘neoliberalismo. Pero al operar de esta manera, impide la
recreación del crédito y una salida capitalista a la crisis. Al vetar el
default estatal, ha creado ‘Estados zombis', que deben ser tutelados como
protectorados por otros Estados.
Al separar las esferas ‘públicas y
privadas', como si no fueran dos caras de la misma moneda, ocultando con ello
los lazos indisolubles entre ellos en el engranaje de la acumulación
capitalista, la izquierda que se reivindica marxista contrabandea un
keynesianismo que ha sido completamente refutado en el desarrollo de la propia
crisis. El keynesianismo, sin embargo, no pretende prevenir la bancarrota
financiera, u ofrecer una salida ‘no ortodoxa' a esa crisis, sino que es un
planteo para la superación de la depresión económica creada por esa bancarrota,
o sea, cuando la bancarrota ya ha sido consumada. La bancarrota capitalista,
sin embargo, no puede ser superada, dentro del marco capitalista, sin una
depuración del capital sobrante en todas las esferas. El Estado capitalista
tiene la posibilidad de proceder a esta depuración, mediante nacionalizaciones
que impongan una ‘quita' al capital excedente y permitan proceder a una
reestructuración parcial del capital, apelando al recurso de una planificación
igualmente parcial. Pero esta alternativa, que supone que el Estado se coloca
en forma excepcional por encima de las clases, lleva la crisis capitalista al
plano político: por un lado, porque convierte a la competencia entre
capitalistas en una lucha entre Estados rivales y, por otro lado, porque supone
una movilización parcial de las masas y una agudización de la lucha de clases
(la hija del fascistoide Le Pen acaba de proponer una alianza de Francia,
Alemania y Rusia, contra Estados Unidos). Por una vía u otra, la crisis
capitalista, en especial cuando tiene un alcance mundial, plantea la creación
de situaciones revolucionarias. La caracterización del derrumbe capitalista
mundial se ha convertido, por su carácter estratégico, en la delimitación
política fundamental en el campo de la clase obrera y de la izquierda.
La crisis
bancaria se profundiza
2. La crisis
bancaria ha generado una crisis fiscal, y no al revés. La crisis fiscal ha
acentuado la crisis bancaria y reabierto la crisis monetaria. A pesar de la
gigantesca inyección de fondos públicos, la oferta monetaria global -el
crédito- ha disminuido. En los últimos meses, los bancos han vuelto a dejar de
prestarse entre si -como ocurriera en septiembre de 2008. Estamos ante el
principio clásico de la deflación en un marco, sin embargo, de devaluación de
las monedas (como lo prueba la cotización del oro), o sea de inflación. Las dos
décadas de crisis de Japón ya han demostrado que la emisión monetaria (la deuda
pública de Japón es del 250% de su PBI) no contrarresta la deflación. La
deflación agrava la crisis porque revaloriza las deudas y los créditos, o sea
que aumenta la insolvencia, es decir que desarrolla nuevos factores de impasse.
La declaración de cese de pagos de la
deuda pública de Grecia se da por descontada; lo mismo vale para España y
Portugal -aunque aquí la prioridad la tienen las quiebras bancarias. Pero la
zona euro recibiría un golpe decisivo si se concretaran estos ‘defaults'. La
crisis fiscal se ha extendido, dentro de las naciones, hacia los Estados
locales o regionales -catorce Estados en Estados Unidos (en primer lugar
California), las entidades autónomas en España, los entes locales en Italia, e
incluso algunos Estados en Alemania; existe la posibilidad de la cesación de
pagos fiscal, al interior de los Estados nacionales. Los Estados en situación
de ‘default' evitan usar el paquete de garantías de la zona euro para no
delatar esta condición, y para evitar que sus bancos acreedores se vean
obligados a dar por perdidos sus créditos y tengan que ir a la quiebra. El
paquete, concebido para rescatar los títulos públicos en manos de los bancos,
acentúa, sin embargo, potencialmente la quiebra bancaria. Nada muestra esto
mejor que la decisión de la Comisión europea de someter a un centenar de bancos
a una ‘prueba de resistencia' en escenarios de crisis -cuyos resultados,
naturalmente, serán falsificados. La utilización del paquete de la Comisión
Europea y el FMI por parte de un Estado que caiga en ‘default', desplaza los
derechos de cobro de los bancos en beneficio de los Estados que han suscripto
ese paquete. Además, las deudas entre Estados deben ser pagadas en forma
integral, no admiten quitas. Esta prioridad para los Estados prestamistas,
desvaloriza de inmediato las tenencias en poder de los bancos. El rescate de un
Estado que declare la cesación de pagos, se convierte en un nuevo episodio de la
insolvencia de los bancos. Ese rescate público europeo no es, entonces, tal. En
Europa, los bancos con mayor proporción de créditos incobrables son los
alemanes, franceses y españoles (los ‘activos tóxicos' de los bancos alemanes
alcanzan a casi 300 mil millones de euros). O sea que la crisis no está
concentrada en la ‘periferia' sino en el ‘centro'. No sorprende que se
encuentre cuestionada la sobrevivencia del euro y de la Unión Europea. Para
enfrentar esta posibilidad, la Comisión europea ha lanzado un plan de
liquidación de bancos menores o públicos a ser acaparados por los grandes
bancos con financiamiento de los bancos centrales. Es lo que ya ocurre con las
Cajas, en España, cuya mayor parte será absorbida y transformada en bancos; con
los Landesbank en Alemania e incluso con bancos semi-privados en Francia. Cada
país debe someterse a una directiva supra-nacional -como lo reiteran
cotidianamente el español Zapatero y la CiU, el partido de la gran burguesía de
Cataluña, cuyos votos permitieron la aprobación del ‘ajuste' en ese país. La
Unión Europea va tomando, en forma más definida, el carácter de un protectorado
bajo la batuta del capital alemán. Pero esta perspectiva entra en contradicción
con la tendencia al ‘default' de varios países y la posibilidad de su salida
‘transitoria' de la zona euro, y con las crisis políticas que se extienden por
las naciones europeas (Francia, Grecia, España, Italia, Alemania) y las luchas
crecientes de los trabajadores. La combinación de ambos factores plantea la perspectiva
de una disolución de la zona euro y de la Unión Europea. Esta tendencia
disolvente se manifiesta ya en los choques al interior de numerosos Estados,
entre los gobiernos locales y el nacional -como ocurre con el nonato
‘federalismo' de Berlusconi-Bossi, con los Länder, en Alemania, y con la
autonomía de Cataluña.
El reciente derrumbe del euro, en
abril-mayo, ya es considerado el segundo episodio del tipo de Lehman Brothers,
el cual, en septiembre de 2008, estuvo a punto de provocar la dislocación del sistema
bancario. La repetición de un momento disolvente en el desarrollo de la
presente crisis, atestigua su carácter sistémico y catastrófico. La remontada
posterior del euro y el aparente congelamiento del default de las naciones
europeas afectadas, ha sido el resultado de una intervención pactada de China,
que ha salido al socorro de varios bancos españoles (compra de bonos) y de una
transferencia, por parte de ella, de activos en dólares a euros (acompañado por
la flotación del yuan). China se ha convertido en árbitro de la desvalorización
del dólar y el euro, y por eso exige el derecho a comprar empresas
industriales. Bien mirado, sin embargo, China, con el rescate del euro, se ha
convertido en un rehén de las desvalorizaciones de monedas en las que tiene
invertidas más de dos billones de dólares. China ha sido arrastrada aún más a
la crisis mundial. Entramos en un estado superior de la crisis: una crisis
monetaria generalizada. La superación histórica del impasse de la Europa
capitalista, es la destrucción de la Unión Europea, que se convierte de cada
vez más en un régimen de protectorado, y su reemplazo por los Estados Unidos
Socialistas de Europa -desde el Atlántico a Rusia.
Estados
Unidos, siempre en el centro de la tormenta
3. Aunque la
crisis de las deudas soberanas han convertido a Europa en el centro aparente de
la crisis mundial, ese centro sigue localizado en Estados Unidos. Su
endeudamiento, nacional e internacional, público y privado, no solamente es
creciente -es insuperable. En los meses recientes quedó expuesto el fracaso de
su programa de ‘estímulos' y subsidios bancarios, con pronósticos de ingreso a
una "doble recesión", luego de la de finales de 2007 a mediados de
2009. La tasa oficial de desocupación, 9.5%, está groseramente subestimada,
pues no tiene en cuenta a las personas que han dejado de buscar trabajo, como a
aquellas que están forzadas a trabajar tiempo parcial. El dato más contundente
del impasse de Estados Unidos frente a la crisis es el continuo derrumbe del
mercado hipotecario, que desencadenó la crisis, y que fue el objeto de las
mayores operaciones de rescate. Las agencias hipotecarias, Fannie Mae y Freddie
Mac, con alrededor de cinco billones de dólares en garantías hipotecarias,
fueron primero nacionalizadas y, recientemente, retiradas de la Bolsa, cuando
sus acciones cayeron por debajo del dólar. O sea que estas agencias se
encuentran en bancarrota por sumas que superan a la deuda del conjunto de los
estados de la Unión Europea. Pero en ellas están invertidas la mayor parte de
las reservas de los países acreedores de Estados Unidos. Una bancarrota formal
de F & F, llevaría la deuda pública norteamericana a un 140% del PBI; lo
mismo ocurre con los sistemas de pensión estatal, que se encuentran
completamente desfinanciados. La propuesta del Partido Republicano -privatizar
F & F y liquidar los sistemas estatales de pensiones y de salud- no
solamente sería un golpe descomunal contra las masas, sino que también
obligaría al Estado a hacerse cargo de sus deudas. Informes recientes dan
cuenta de que dos grandes bancos, Wells Fargo y Wachovia, absorbidos luego por
otros bancos, han estado lavando dinero de los cárteles de México, por
alrededor de 500 mil millones de dólares -o sea que ni el dinero criminal los
ha salvado de la bancarrota.
El financiamiento de la deuda pública
de Estados Unidos (el mayor del mundo) por parte de capitales internos y
externos, se torna a cada momento más difícil. Observadores e historiadores
vaticinan el default de su deuda -bajo la forma de una devaluación del dólar, o
sea del 70% de las reservas internacionales. El derrame descomunal de petróleo
provocado por British Petroleum en el Golfo de México (la prueba del saqueo
ecológico por parte del capital, forzado a reducir costos para contrarrestar la
caída de su tasa de beneficio), va camino a convertirse en un gran disparador
de una nueva etapa de la bancarrota financiera -por un lado, por los efectos
que acarreará su quiebra, como los golpes que el derrame ha asestado al
conjunto de la industria petrolera mundial. La tendencia que opera a favor del
derrumbe del dólar neutraliza la desvalorización de las divisas rivales y puede
provocar devaluaciones en cascada y el aumento cualitativo de la guerra
comercial. En Estados Unidos, más que en ningún otro lado, el Estado se
enfrenta al imperativo de proceder a una quita del capital existente, sea por
la vía caótica de la inflación, o por un reescalonamiento de la deuda pública,
es decir una suerte de ‘default'. El período de vencimiento promedio de la
deuda pública norteamericana se ha reducido a los seis meses.
La crisis
mundial, una transición histórica
4. Las
contradicciones al interior de Europa no se desglosan de la crisis mundial. La
devaluación del euro en el curso de 2010 ha inaugurado una nueva fase de una
guerra monetaria que viene desde el derrumbe del dólar en la década de los 70 y
el colapso del acuerdo de Breton Woods de 1945.
En el centro de la crisis monetaria
se encuentra el dólar, debido a las descomunales necesidades de financiamiento
fiscal de Estados Unidos. El dólar ha sido respaldado hasta ahora por una
continua acumulación de reservas por parte del resto de las naciones. Como se
ve, esta acumulación (de la que se jactan los Lula, Kirchner o Correa) no es
una señal de solvencia sino la contrapartida de un derrumbe potencial del
dólar. La demanda de dólares que sostiene esta situación, es otra forma de
subvención estatal al capital atrapado por la crisis. La acumulación artificial
de reservas ha convertido a los países que las poseen en rehenes de la política
monetaria de Estados Unidos: una devaluación del dólar significaría una
descomunal pérdida de valor de las reservas, que suman entre seis y ocho
billones de dólares, principalmente en manos de China, Japón y Alemania. La
disputa por el destino de estas reservas está asociada a una lucha por un nuevo
reparto de mercados. En tanto China quiere convertir sus reservas en activos de
capital en el resto del mundo, y en especial Estados Unidos, estos pelean por
un acceso en mayor escala en el mercado de China. China, como todos los países
con reservas internacionales elevadas, exporta capital en la forma de dinero e
importa capital en forma productiva. Las enormes reservas de dólares en China
constituyen una garantía oficial de China para esas inversiones extranjeras. O
sea que las tenencias financieras en dólares, por parte de China, financian las
inversiones norteamericanas en este país. Se trata, en principio, de una
relación de dependencia, que la bancarrota capitalista (guerra monetaria por una
revaluación de la moneda de China) solamente ha puesto en evidencia. La lucha
por la reestructuración del mercado mundial es un aspecto decisivo de la
presente crisis mundial. Esta confrontación es una semilla de nuevas guerras.
Estas tendencias disolventes hacen
añicos las pretensiones de "coordinación internacional" de los
Estados capitalistas, que arranca de la propia incapacidad del capital y de sus
Estados para ‘coordinar' sus contradicciones. Se estima que la sobrecapacidad
de producción, en el conjunto de la economía mundial es de cerca de 200 (índice
100), o sea el doble, mientras la capacidad de consumo ha caído, en el curso de
la crisis, a alrededor de 70 - es decir que el potencial destructivo de la
crisis no tiene paralelo en la historia. Por medio del desarrollo del crédito
y, en definitiva, del capital ficticio (que se autonomiza del capital
productivo sobre el cual se basa), el capital ha procurado superar sus propios
límites, para estrellarse, como en el pasado, ante un muro infranqueable de mayor
porte económico y de mayor alcance histórico. Ha procurado valorizarse por
encima del trabajo socialmente necesario para ello, o sea ficticiamente. La
crisis es la manifestación de la vigencia de la ley del valor, que preside todo
el desarrollo capitalista. La devaluación del conjunto de los capitales
mundiales frente al oro, en el orden del 85% (un proceso que se encuentra en
pleno desarrollo), mide el nivel de ‘ficticiación' del capital que precedió a
la presente crisis. En este sentido, la bancarrota capitalista mundial
representa el desenvolvimiento de una transición histórica al socialismo o a la
barbarie. Cuando los teóricos del reformismo y del centrismo concluyen que
después de la presente crisis "el capitalismo ya no será como era",
no sólo baten todos los registros conocidos de frases vacías y exponen su
hostilidad al socialismo; además, evitan decir que ese capitalismo ignoto será
más bárbaro. Pretenden que podría retornar el capitalismo que siguió a la
segunda guerra mundial, es decir una repetición de la historia. Pero el
capitalismo de posguerra fue condicionado por la victoria de revoluciones
enormes -y, además, duró muy poco, no ‘treinta años gloriosos', como dicen sus
apologistas, sino apenas doce, desde 1956, cuando se recuperó el nivel de
preguerra, hasta 1968, cuando fue declarada la inconvertibilidad de facto del
dólar al oro. En el medio, entró en decadencia el imperialismo inglés, sus ex
colonias enfrentaron crisis revolucionarias, y Francia atravesó diferentes
crisis de alcance histórico, desde el golpe bonapartista de 1962 hasta el
levantamiento de Mayo del 68. La bancarrota capitalista actual es solamente el
episodio gigantesco de una crisis mundial que atraviesa el medio siglo.
La
restauración capitalista y la crisis mundial
5. ¿Puede
China (y el resto de los llamados Bric -Brasil, Rusia e, India-) "salvar
al mundo"? Es confundir el número de habitantes de un país con las
condiciones de un marco social definido. Si China pudiera abrir un período de
realizaciones sociales progresivas del capitalismo, ya los habrían conseguido
la India e Indonesia. Lo mismo vale para su capacidad para limitar o atenuar
las crisis mundiales; en realidad ha acentuado esta incapacidad. La
restauración del capitalismo en China supone, en principio, la apertura de una
enorme posibilidad al capital mundial; sin embargo, hasta ahora ha acentuado
las tendencias a la crisis, al acrecentar mucho más la capacidad de producción
que el desarrollo del mercado para absorberla. La restauración capitalista ha
eliminado las posibilidades de una transición económica al capitalismo basada
en una clase media agraria (el campo es el mayor mercado potencial de China)
-como, salvadas las distancias, ocurrió en Estados Unidos en el siglo XIX. En
la transición norteamericana se produjo un reparto de tierras fiscales
gratuito; en China hay un proceso de confiscación de tierras inmensamente
carísimo para la masa rural que se encuentra en posesión de ellas. El proceso
económico de China es confiscatorio de las masas rurales por parte del capital
internacional y por parte de la burocracia que transita hacia la condición de
clase capitalista intermediaria del capital extranjero. Ha desarrollado
prematuramente las características parasitarias propias del capital ficticio
(el 60% del crédito está concentrado en la especulación inmobiliaria de lujo);
gran parte del capital controlado por el Estado es insolvente. La restauración
capitalista enfrenta un mercado mundial en retracción, con relación a la
capacidad productiva acumulada. Las fuerzas endógenas, agrarias, son
históricamente más débiles, con relación a los protagonistas de procesos
similares hace siglo y medio atrás, que las fuerzas externas actuales
corporizadas en el capital mundial, y que las fuerzas del proletariado (el de
mayor concentración del planeta). En definitiva, la transición de China de un
Estado transitorio no capitalista hacia una restauración completa del capital,
tiene lugar en un período de decadencia del capitalismo, no de ascenso. La
restauración capitalista se ha de caracterizar, de más en más, por crisis
políticas, luchas de masas agrarias y proletarias, y revoluciones.
La crisis mundial se ha desarrollado,
desde los años 70, de una manera desigual, y esto ocurre ahora también cuando
la crisis tiene un carácter generalizado. Los ‘estímulos' fiscales y la
inyección de dinero de rescate para los bancos han provocado una reactivación
temporal de la economía, que se ha manifestado en forma más acentuada en la
mayoría de los ‘países emergentes'. Luego de una fuerte recesión en 2008, han
logrado recuperar sus niveles económicos a partir de 2009. Esto ha llevado a
los ‘analistas' a pronosticar que los ‘emergentes' traccionarían al conjunto de
la economía mundial. Se trata de un despropósito. Esto no ocurrió ni siquiera en
la "gran recesión" de 1873-90, cuando comenzó una ola de inversiones
de Europa a la periferia y el reparto del mundo entre las principales
potencias. La perspectiva es más bien la contraria: que las metrópolis
arrastren a los ‘emergentes' a una nueva recesión de mayor alcance que la
anterior. Es que la ‘bonanza' reciente reposa en los mismos factores
especulativos que han entrado en crisis en las naciones desarrolladas. Los
precios de las materias primas han comenzado a retroceder, en muchos casos. De otro
lado, la reactivación de los ‘emergentes' ha sido incentivada por el ingreso de
capitales especulativos espoleados por la emisión monetaria en los países
centrales. Varias de estas naciones han comenzado a instaurar un control al
ingreso de capitales. Estos países están importando la política monetaria de
Estados Unidos y Europa. Son objeto de un ‘carry trade', que toma prestado a
tasas de interés irrisorias para invertir en operaciones que pagan tasas muy
superiores. En esta fase ulterior de la crisis mundial, los llamados
‘emergentes' están creando la ‘burbuja' financiera que hizo estallar la crisis
en las metrópolis en junio de 2007. La situación de los ‘emergentes' está muy
bien definida por el hecho de que la mayor parte de ellos sufre una salida de capitales
igual o superior al que ingresa. La especulación inmobiliaria en China o la del
crédito al consumo en Brasil, por ejemplo, plantean un episodio bancario en
gran escala o la entrada en una nueva recesión. El desarrollo de la crisis
mundial ha acentuado la dependencia de los llamados ‘emergentes' respecto a los
centros del capitalismo mundial. La acumulación de reservas, por parte de los
‘países emergentes' no constituye una formación de capital capaz de generar la
correspondiente tasa de beneficio, sino un adelanto de riqueza que financia el
rescate del capital mundial.
Crisis
políticas generalizadas
6. Esta nueva
etapa de la bancarrota capitalista se caracteriza también, junto al estallido
de la crisis fiscal, por una secuencia de crisis políticas en las naciones
centrales, que van desde Japón a Estados Unidos, con centro en la Unión
Europea. Estas crisis están acompañadas con movilizaciones populares
crecientes. En Italia, España y Grecia se discute el adelantamiento de las
elecciones parlamentarias. El eje de estas crisis es la implementación del
‘ajuste' fiscal en detrimento de los gastos y derechos sociales, y de los
rescates bancarios, toda vez que Alemania impulsa la liquidación de la mediana
banca europea en beneficio de la banca alemana y sus asociados. Con
independencia del carácter por el momento más o menos limitado de estas crisis
políticas, sirven para demostrar que la bancarrota capitalista no se limita a
un fenómeno económico, incluida la crisis fiscal. Esa bancarrota mina las bases
financieras del Estado, se convierte en una crisis de dominación política y
altera la orientación prevaleciente de cada una de las clases sociales. Lo
subjetivo emana de lo objetivo; la conciencia social se modifica con las
alteraciones que sufre la existencia social; el encadenamiento de los seres
humanos a sus propias condiciones entra en crisis con la crisis de estas
condiciones. Estamos ante otro gran punto de delimitación en la izquierda, para
la cual la crisis mundial es inocua para el proceso político, al cual entiende
como un enfrentamiento (abstracto) entre posiciones alternativas abstractas,
que son ajenas al carácter histórico (transicional) de la crisis capitalista.
En Francia y en Italia están en
proceso de desintegración dos alternativas que emergieron para modificar el
régimen político vigente e instaurar formas de dominación bonapartista, o sea
antiparlamentarias. La izquierda centrista y reformista, en Italia y Francia,
había caracterizado las victorias de Berlusconi y de Sarkozy, respectivamente,
como un retroceso histórico de la clase obrera y una derechización de las masas
que abría el camino a un bonapartismo estructural, ignorando en esta
caracterización a las distintas manifestaciones de rebeldía popular. Resulta
obvio que habían excluido, en esa caracterización, la labor disolvente de la
crisis mundial. Ahora, sus propios partidos se encuentran divididos, en
especial en Italia, mientras pululan en ellos las conspiraciones por su
derrocamiento (Fini, Villepin). Sarkozy y Berlusconi son acosados por sus
propias burguesías, con la imputación de incapacidad para hacer el ‘ajuste'
fiscal (incluido el remate de las propiedades culturales y la privatización) y
atacar a fondo las condiciones laborales. La posibilidad de un adelantamiento
electoral en Grecia, responde a la intención oficial, luego de llegar al
gobierno con un programa de progreso social, de obtener un nuevo mandato de las
urnas, de apoyo al programa de la UE, para oponerlo a la resistencia de los
trabajadores al ignominioso ‘ajuste' de los gastos sociales. En España,
Zapatero ha prolongado por un tiempo su agónico gobierno gracias al apoyo
provisorio de la gran burguesía de Cataluña a su plan de ‘ajustes' y, en lo
fundamental, al esfuerzo político de la burocracia de los sindicatos por
controlar una rebelión popular. En los años 30, la crisis mundial derribó en
España no solamente al gobierno sino a la propia monarquía. El destino de los
Papandreu, Zapatero, Berlusconi y Sarkozy depende de la crisis mundial. Al
margen de estas crisis evidentes, se procesó otra más explosiva -la del
gobierno de Merkel, en Alemania, que ha quedado en minoría en el Senado al
perder las elecciones recientes en el Estado de Renania del norte. En la casi
totalidad de los países europeos, la crisis políticas de los gobiernos enfrenta
una crisis política mayor de las oposiciones de turno. Esto caracteriza a una
crisis de régimen. Basta señalar que el opositor mejor cotizado a Sarkozy, en
Francia, es el director general del FMI, o, en Italia, el presidente de la Cámara
berlusconiana. Hace pocas horas, la mayor manifestación independista en la
historia de Cataluña expulsó de la cabecera a los representantes socialistas y
nacionalistas, o sea a todos los representantes de esa nación. Este hecho,
lejos de representar una ausencia de alternativas, plantea la necesidad y
ofrece la posibilidad de una alternativa obrera y socialista. Las vísperas de
una crisis revolucionaria se caracterizan siempre por el extremo inmovilismo
del régimen de turno.
Asistimos a una crisis política del
conjunto de la Unión Europea, como lo testimonió la dilación para intervenir en
la crisis griega, lo que llevó a una duplicación del paquete de rescate a
Grecia y al establecimiento de otro paquete para toda la zona euro. El acuerdo
para ese rescate fue impuesto por la intervención de Obama, cuya prioridad en
ese momento era evitar la caída de Zapatero. Se volvió a manifestar, en el
curso de la crisis, la dependencia de la Unión Europea con Estados Unidos. La
crisis política y los planes de austeridad ponen de manifiesto la actualidad de
la reivindicación planteada por la CRCI, en su congreso de fundación: Abajo los
gobiernos del capital, por un gobierno de trabajadores para los Estados de
Europa.
La clase
obrera levanta la cabeza
7. La novedad
más importante de esta nueva etapa de la crisis mundial son, sin lugar a dudar,
las movilizaciones generalizadas de trabajadores en Europa y, por sobre todo,
las huelgas en las grandes fábricas del sur de China. Los paros generales de 24
horas resueltos por las burocracias sindicales han sido impuestos por la
presión de la crisis y el descontento general de la población. Se trata de un
método que no puede llevar a la victoria. Los seis paros generales en Grecia no
han torcido el brazo al gobierno `socialista´ de Papandreu, y lo mismo vale
para las movilizaciones cada vez más numerosas en Francia. La burocracia de los
sindicatos procura por esta vía encauzar la rebeldía popular y preservar a los
gobiernos de turno. Ni siquiera plantea el retiro sin condiciones de los planes
de austeridad sino su negociación, como si esto no fuera otra cosa que una
capitulación disfrazada. Precisamente, en Italia, las tres centrales
derechistas aceptaron (e incluso promovieron) el plan de flexibilidad de
Marchione-Fiat, en la planta de Pomigliano, con el pretexto de que sería la vía
para recuperar puestos de trabajo. La victoria del plebiscito convocado con
este fin por la patronal, demostró el terreno ganado por la burguesía.
A pesar de la enorme presión ejercida
por el conjunto de las fuerzas políticas de la burguesía y por las centrales
obreras burocráticas, casi el 40% de los trabajadores de la Fiat de Pomigliano
han tenido el coraje, sin embargo, de responder con un "No" al
acuerdo. Esto es más significativo incluso en la medida en que la propia
central de "izquierda", la CGIL, que había criticado el acuerdo,
llamo abiertamente a votar por el Sí en el referéndum. En este punto se
contrapuso a su "sindicato de rama", la Fiom, que rechazó el acuerdo
y apareció como la verdadera triunfadora política de la confrontación con la
patronal. La satisfacción de la clase obrera por el resultado, tan grande como
inesperado, del "No" se reflejó en la amplia y combativa
participación del proletariado de las fábricas, en primer lugar las
metalmecánicas, en las movilizaciones asociadas a la huelga general convocada
por la CGIL contra la política del gobierno, apenas tres días después de la
realización del referéndum. Pero, a pesar del rechazo a las propuestas de la
Fiat y el enfrentamiento con la dirección de la CGIL, implícita en Pomigliano y
explicita en el reciente congreso de la confederación, ni siquiera la dirección
de la Fiom ha sido capaz de ofrecer una dirección y una perspectiva a la
combatividad obrera. Para la patronal de Italia, el acuerdo flexibilizador es
la única vía para generalizar el plan Marchione al conjunto de la clase obrera.
La necesidad que tiene la burguesía de contar con el concurso de la burocracia
sindical, es una manifestación indirecta de la resistencia de los trabajadores.
Los sindicatos europeos han llamado a una jornada de protesta para una fecha
tan lejana como el 29 de septiembre. En este marco, la huelga indefinida del
metro de Madrid, votada en asamblea general apenas conocida la rebaja de sueldos
decidida por las autoridades, ha puesto de relieve el factor de fondo de todas
las movilizaciones obreras, a saber: el desencadenamiento de la fuerza
elemental del proletariado, la única que puede barrer, tanto con los planes de
austeridad como con la burocracia de los sindicatos. Los planes encuadrados de
la burocracia sindical son desafiados por la acción directa de las masas. El
giro que se ha producido en la resistencia popular en Europa queda en evidencia
cuando se la compara con las movilizaciones de los Fórums Sociales contra la
globalización, que en ningún momento lograron involucrar a la clase obrera como
tal.
Contrariamente, con la generalización
de las luchas obreras, el movimiento antiglobalizador ha desaparecido como
factor político. Su principal reclamo, una tasa impositiva al movimiento
financiero, ha sido tomado ahora por una fracción de este para establecer un
fondo de rescate para los bancos que quiebran. Los partidos y representaciones
de los Fórums Sociales se han desintegrado en el curso de la crisis y la mayor
parte de ellos se han pasado al campo del capital y de sus gobiernos. El
desarrollo de la crisis y de la lucha de clases ha dejado al desnudo los
límites insalvables de los movimientos pequeño-burgueses que reivindican el
anticapitalismo sobre la base de las relaciones sociales capitalistas.
El desencadenamiento de la fuerza
elemental del proletariado tuvo su manifestación contundente en las recientes
huelgas en China y en otras naciones de Asia. No sorprende, porque se trata de
un proletariado joven, de reciente emigración rural, que no ha pasado por una
secuela histórica de derrotas ni por la domesticación de la burocracia de los
sindicatos. Cuenta, sin embargo, con una tradición histórica revolucionaria
relativamente reciente, y viene de las filas de insurrecciones rurales contra
las expropiaciones de la burocracia estatal. Emerge en una sociedad
convulsionada por la restauración del capitalismo y en un período de transición
entre diversas formas de explotación social. Esas huelgas han producido
enseguida comités de fábrica, en el marco de una dictadura que castiga en forma
severa cualquier manifestación independiente. El reclamo del establecimiento de
convenciones colectivas de trabajo y sindicatos independientes del Estado, es
incompatible con el régimen político vigente, y su desarrollo implicaría un
principio de doble poder. En las filas de los huelguistas ya han aparecido
todos los matices de la oposición típicamente obrera: desde el planteo
socialdemócrata de un régimen laboral en el marco de un régimen político que
inserte en su seno formas semi-representativas de gobierno (una tendencia que
se emparenta con la oposición dentro del Partido Comunista, que reclama una
acentuación de los límites a la restauración capitalista, con el alegato de que
llevaría a un retorno del status semicolonial de China), hasta una oposición
obrera francamente revolucionaria. La dialéctica entre Rusia y América, que
permitió a los socialistas del siglo XIX pronosticar la inminencia de una
revolución en Rusia, se reproduce ahora con China (pero esta vez para sustentar
una perspectiva revolucionaria también en América, tanto por su simbiosis
económica con China como por los desafíos revolucionarios en su patio trasero).
La
transición a la barbarie
8. La bancarrota
capitalista no solamente es la expresión más aguda de un largo período de
crisis capitalista; también irrumpe en una sociedad inmersa en guerras y
rebeliones populares, en catástrofes y barbaries. La bancarrota internacional
potencia la descomposición del capitalismo que la precede. Representa una carga
adicional para las masas y para los propios Estados. La finalización de la
´guerra fría´ no ha resultado en una pacificación internacional sino en el
incremento potencial de las guerras imperialistas contra las naciones más
débiles. Este solo hecho refuta la pretensión de que la disolución de la URSS y
la restauración capitalista en los países de economía estatizada representen un
paso progresivo en el desarrollo social. Desde la guerra contra la ex
Yugoslavia, las guerras se han ido desencadenado unas otras y ahora amenazan
con un holocausto contra Irán y la limpieza étnica final contra la nación
palestina. Mientras somete a los pueblos a horrores infinitos, el capitalismo
mundial va cavando más hondo su propia tumba. El imperialismo no cuenta con la
fortaleza histórica y el aval social para desatar una tercera guerra mundial.
Antes deberá someter a las masas con el método de la fascistización. La
posibilidad de ganar estas guerras en forma aséptica, con economía de recursos
materiales y humanos, apelando a la guerra aérea y a la conscripción militar
voluntaria, ha fracasado. La Otan se encuentra empantanada en todos los
terrenos en que se ha desplegado: la ex Yugoslavia, Irak, Afganistán y la ex Asia
soviética. Es claro, en esta disposición de fuerzas, que el objetivo
estratégico es la colonización del ex espacio soviético y de China, para lo
cual cuenta con la complicidad parcial de las burocracias restauracionistas.
Pero la palabra de orden del imperialismo ante este impasse es:
"surge" (incremento militar). La crisis de la empresa bélica del
imperialismo norteamericano ya ha sumido al gobierno de Obama en una crisis
insuperable, y lo mismo ocurre con los gobiernos ´aliados´, que se ven obligados
a retirar tropas tanto por la crisis económica como por la resistencia popular,
en especial en Europa. La CRCI plantea convertir a todas estas guerras en una
tumba del imperialismo para acelerar, de este modo, el proceso de la revolución
social. Urge a impulsar movilizaciones por el retiro militar incondicional del
imperialismo de todos los países, y a apoyar a las fuerzas nacionales que lo
combaten al mediante la movilización y la lucha armada de las masas. En estas
condiciones, repite su crítica al terrorismo político, que de un modo general
tiene un carácter sectario y golpea sobre todo a las masas populares.
La
izquierda en el laberinto de la bancarrota
9. La
bancarrota capitalista ha dejado expuesta la bancarrota de la izquierda
democratizante en todo el mundo. Luego de transitar por los gobiernos de
Prodi-Bertinotti y de Lula, el llamado "Secretariado Unificado de la
Cuarta Internacional" acaba de votar favorablemente, junto al Bloque de
Izquierda de Portugal (integrado además por reformistas y maoístas) la
contribución de este país al fondo de rescate y el plan de austeridad de la
Comisión europea para Grecia. El pretexto ofrecido para esta traición política
es que el ‘default' de Grecia sería un mal mayor que la austeridad impuesta
contra los trabajadores. Del rechazo a la caracterización catastrofista de la
bancarrota capitalista (creación de situaciones revolucionarias), la izquierda
democratizante se ha pasado a la adaptación al capitalismo en crisis y al apoyo
al sistema de protectorados dentro de la Unión Europea, con la diáfana
intención de impedir el desarrollo de esas situaciones revolucionarias.
La posición del Bloque de Izquierda
de Portugal pone en evidencia que la crítica democratizante al catastrofismo se
apoya en la confianza de que las instituciones capitalistas tienen la capacidad
para neutralizar la crisis mundial, y que los rescates bancarios e
industriales, y los planes de ajuste, son la manifestación de esa capacidad.
Instalada en las instituciones del Estado, o procurando desarrollarse bajo su
sombra, la izquierda democratizante tiene horror al catastrofismo y espanto por
una crisis de poder; el temor a una situación revolucionaria la atrae como un
imán hacia el campo del capital. Otra manifestación de esta adaptación al
capital es el rechazo, en Grecia y en toda Europa, a la reivindicación del no
pago de la deuda externa. La izquierda democratizante de Grecia, que también
reclama para sí el mote de ‘anticapitalista', ha lanzado una iniciativa, por
intermedio de los así llamados "Economistas y Académicos de
Izquierda" - compuesta principalmente por una frágil coalición de miembros
de una fracción del NAR (Nueva Corriente de Izquierda, escisión del PC ),
algunos miembros de Antarsya (un "frente amplio anticapitalista"
formado por el NAR con otros centristas y la sección del Synapsismos/Syriza (un
frente de antiguos miembros del PC , de eurocomunistas, maoistas y centristas)-
que reclama al gobierno de Papandreu la declaración de una moratoria de la
deuda griega, su renegociación parcial o total y el retiro de la zona euro,
pero no de la Unión Europea. Reivindica explícitamente la ‘solución Kirchner'
para la crisis griega. Propicia de este modo una salida negociada con el
imperialismo, no la ruptura con el capital financiero internacional (una
posición similar ha adoptado el PC griego, con el argumento de que es necesario
que primero haya un gobierno obrero y popular en Grecia para encarar la salida
adecuada a la deuda externa). La moratoria ya ha provocado una escisión en los
Economistas de Izquierda de Grecia, cuya mayoría adhiere a Siryza, aunque
también cuenta con adherentes de la izquierda del partido del Gobierno. La
declaración de moratoria y la negociación con la banca opera como máscara de
una devaluación monetaria y un retorno a la vieja moneda, la dracma. Se trata
de una de las salidas que proponen los voceros del imperialismo (como el actual
asesor de Obama y ex asesor de Reagan, Martín Feldstein), con el añadido de
establecer un sistema de dos monedas -el euro, para pagar la deuda externa, y
la dracma, para los salarios y las transacciones corrientes.
Mientras los democratizantes de
Portugal justifican su apoyo al ajuste griego en la necesidad de evitar la
catástrofe de la devaluación, sus colegas de Grecia promueven esa devaluación sin
importar la catástrofe que representaría para las masas griegas -a igual título
de lo que representó para el pueblo de Argentina a principios de 2002. Desde
las propias filas democratizantes, François Chesnais (uno de los voceros
teóricos de esta izquierda) acaba de denunciar lo que llama la
"timidez" de la izquierda europea frente a la deuda externa, aunque
admitiendo haberla promovido hasta el momento. No se trata, como es obvio, de
una "timidez", sino del lineamiento de una capitulación política ante
el imperialismo. La "timidez" está en la crítica, toda vez que no
plantea, conjuntamente, la nacionalización sin pago de los bancos, ni tampoco
deriva el carácter revolucionario del planteo del no pago de la deuda. Mientras
tanto, el paquete de salvataje para Grecia está permitiendo, como ocurrió en
Argentina, que los bancos se deshagan de la deuda externa para inmunizarse de
un default inevitable. El "no pago" es rechazado por la izquierda
democratizante, cuando podría servir como reivindicación para unir a las masas
de Europa contra los bancos y el capital financiero en una movilización
política supra-nacional. La misma postura ha adoptado el grupo Lutte Ovrière,
cuyos editoriales periodísticos se empeñan en reclamar que el pago de la deuda
corra por cuenta de las ganancias de los capitalistas ("s'en prendre aux
profits"). Se trata, al fin y al cabo, de una salida impositiva (gravar
las ganancias) del tipo de la reclamada por el movimiento antiglobalizador con
respecto a los movimientos financieros. Estamos en presencia de un caso
vergonzoso de respeto por las deudas contraídas por gobiernos ‘democráticos' y
votadas en sus parlamentos. Se trata, también, de un ejercicio de culto y
respeto reverencial ante las clases medias propietarias o semi-propietarias, con
dinero en los bancos, como si ellas no se encontraran al borde de la
confiscación por parte del capital financiero, por medio de la corriente fuga
de capitales, el default y finalmente la devaluación. A pesar de esto, la
izquierda democratizante comparte la visión ilusoria de la pequeña burguesía de
que la protección de sus ahorros pasa por la protección del capital financiero.
Conectado con el tratamiento que da a la deuda externa, la izquierda
democratizante no plantea la ruptura política con la Unión Europea (y de la
Unión Europea) para poder construir una unión política de otro contenido
social, los Estados Unidos Socialistas de Europa (gobierno de trabajadores),
incluida la Federación Rusa.
Dentro de este marco de capitulación
ante la salida capitalista a la crisis mundial, se encuadra el retroceso
político del neonato Nuevo Partido Anticapitalista de Francia, que enfrenta
fuertes tendencias a la disolución. La manzana de la discordia la constituye la
fuerte presión interna para formar un frente democratizante con el Partido
Comunista y el Partido de Izquierda, que derivará inevitablemente en un acuerdo
con el Partido Socialista francés -una agencia de la gran burguesía gala. Esta
orientación frentista democratizante pone de relieve que la estrategia del NPA
no está determinada por la crisis mundial y la tendencia a la rebelión de los
trabajadores, sino por la aspiración a obtener una presencia parlamentaria en
los comicios de 2012 que, según las encuestas, ganaría un frente de los verdes
y los socialistas. Pero como los apetitos son mayores que las bancas en
disputa, el NPA enfrenta un camino duro para satisfacer los suyos. A la luz de
todo esto, es claro que la disolución de la Liga Comunista Revolucionaria para
parir el NPA no le ha abierto ningún camino promisorio a la ‘vieja guardia' de
aquella, que por eso mismo se encuentra dividida por primera vez.
Un caso especial en la izquierda
democrática europea podría estar representado por el partido Die Linke, pero no
porque tenga una política independiente del imperialismo, puesto que integra
gobiernos burgueses en varios Estados. La peculiaridad de los Linke es que han
abierto una expectativa de cambio en una parte de la clase obrera e incluso de
la burocracia sindical descontenta con el SPD (Partido Socialista) y la mayoría
del aparato sindical. Se encuentra posicionada como una estación de paso del
descontento de las masas. Bajo este tipo de presiones, un partido como Die
Linke podría radicalizarse y desarrollar en su interior tendencias
revolucionarias. Esta posibilidad pone a la orden del día el reclamo de que Die
Linke rompa por completo con los gobiernos burgueses regionales, se movilice
por el retiro de todos los planes de austeridad y reivindique un gobierno de
trabajadores.
La Cuarta
Internacional
10. El
agotamiento de las tentativas de desarrollo de la izquierda, por medio de la
adaptación a lo que ha caracterizado como nuevas circunstancias históricas
incompatibles con el ‘paradigma bolchevique de la Revolución de Octubre', es
completo. Para que ese ‘paradigma' (que nunca fue un dogma sino un método)
hubiera podido ser superado, habría sido necesario que el capitalismo dejara de
ser una organización social históricamente determinada, contradictoria, inmune
a la tendencia a la bancarrota y a la catástrofe social. León Trotsky, en 1936,
en lo más duro del terror staliniano, fundamentó "la vigencia de la
Revolución de Octubre... en la crisis mundial del capitalismo". Esa
vigencia plantea también el ‘paradigma' del Partido Bolchevique, o sea una
Internacional proletaria fundada en un programa de reivindicaciones
transitorias. Varias corrientes trotskistas han caído en el ridículo de
impulsar una Quinta Internacional promovida por el chavismo -o sea, por el jefe
de las fuerzas armadas de Venezuela, cuyos aliados son Kirchner, Lula, Mugabe y
Amadihneijad, el verdugo teocrático del pueblo iraní y de su naciones
oprimidas, como el pueblo kurdo. En oposición a todas estas adaptaciones, la
CRCI ha pronosticado en forma sistemática la tendencia a la bancarrota capitalista,
señala que ella conduce a la creación de situaciones revolucionarias y ha
desarrollado una propaganda en esa dirección. Desde su fundación, la CRCI ha
dejado en claro que la reconstrucción de la IV Internacional sobre la base de
la proclamación de una fracción que la reivindica es inviable; que ella
requiere un trabajo preparatorio y un reagrupamiento de fuerzas que reivindique
su programa histórico y su función revolucionaria. A la luz de la crisis
mundial, y de las movilizaciones generalizadas e incluso las rebeliones de los
trabajadores, la CRCI llama a volcarse de lleno a desarrollar estas
movilizaciones y rebeliones; a combatir a la burocracia sindical y a sus
partidos y, por sobre todo, a reclutar a la vanguardia obrera de estas luchas.
La caracterización de la crisis mundial capitalista y las tareas que se
desprenden de ella son el eje de delimitación política en la izquierda y el
trotskismo. Sin otras condiciones que esta base teórica y la correspondiente
acción práctica reiteramos nuestro planteo de refundar la Cuarta Internacional,
cuya misión histórica no ha sido todavía cumplida. El método para esta
construcción es el centralismo democrático. El terreno histórico de la
revolución socialista mundial ha ganado una amplitud sin paralelo.
Resolución Política del Secretariado Internacional de la CRCI - 10 de
julio de 2010
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