22/12/11
Una nueva fase recesiva de la crisis
iniciada en el 2007 se vislumbra en las economías desarrolladas. El rebote
logrado con desembolsos estatales se está agotando y la próxima recaída
incluirá un alto piso de desempleo. Sólo para retomar el nivel de ocupación
vigente al comienzo del temblor se necesitarían crear en el mundo 17 millones
de puestos de trabajo y las tesorerías están exhaustas por el socorro brindado
a los bancos.
En el debut de la convulsión hubo dos
interpretaciones económicas predominantes. Los neoliberales subrayaron la
culpabilidad de los deudores, que tomaron préstamos sin capacidad de repago y
la irresponsabilidad de los Estados, que asumieron pasivos inmanejables. Los
keynesianos remarcaron, en cambio, la falta de regulación financiera y los
excesos de especulación. También subrayaron el deterioro de la demanda solvente
por el estancamiento de los salarios y la polarización social. Ambas corrientes
enfatizaron distintos desaciertos de la política económica que condujo al
colapso actual.
Pero esta atención inicial en el
origen de la crisis se ha desplazado posteriormente hacia otro problema: el
impacto regional diferenciado de la convulsión y los consiguientes cambios en
el tablero geopolítico. Esta mirada realza el viraje hacia la multipolaridad,
la pérdida de hegemonía estadounidense, al ascenso de China y la gravitación de
las economías emergentes.
¿Cómo se desenvuelve la crisis
económica en cada región? ¿Cuáles son las estrategias en juego de las clases
dominantes? ¿Qué tipo escenarios están despuntando a nivel global?
FRACTURA DE LA ECONOMIA
ESTADOUNIDENSE
El desplome inmobiliario desató la
crisis en Estados Unidos, cuando los deudores insolventes (subprime) no
pudieron afrontar el pago de sus cuotas. Los bancos afrontaron un gran bache de
cobranza frente a 11 millones de viviendas valuadas por debajo de sus hipotecas
y un quinto de los propietarios asfixiados por créditos impagables.
Posteriormente salió a flote el mismo
endeudamiento en otros terrenos. Las familias soportan pasivos equivalentes al
112% de sus ingresos y obligaciones financieras 37% superiores a la década
pasada. Toda la cadena de financiación está afectada por una morosidad que
induce a los bancos a retacear los préstamos y a crear un círculo vicioso de
recesión y mayor fragilidad financiera.
Los economistas ortodoxos acusan a
los deudores y sus adversarios a los bancos. Pero ambos olvidan que la bola de
nieve de consumos financiados sin respaldo se arrastra desde hace varias
décadas, como consecuencia de la reorganización capitalista que impuso la
mundialización neoliberal. Esta transformación introdujo un deterioro en las
condiciones laborales (precarización, estancamiento de los salarios,
segmentación de las calificaciones), que retrajo los ingresos populares e
impulsó a mantener el consumo con el auxilio crediticio.
Con grandes préstamos a las familias
se sostuvo la demanda frente a un desempleo que ya bordea los dos dígitos, una
pobreza que afecta al 15% de la población, sueldos retraídos al nivel vigente
hace 15 años y una concentración escandalosa de la riqueza [2] .
La reestructuración neoliberal
también incluyó una significativa deslocalización de las firmas, que lucran en
el exterior con menores costos salariales acentuando la pérdida de puestos de
trabajo. Las empresas estadounidenses crean fuera del país, los empleos que
destruyen internamente y por esta razón, la recesión local coexiste con el
aumento de las utilidades foráneas que obtienen las principales 500
firmas [3]
En las últimas décadas el enorme
consumo norteamericano persistió sobre endebles cimientos de endeudamiento, en
un contexto de regresión industrial interna, aumento de la explotación, déficit
comercial y emigración de firmas. Este crítico escenario fue un resultado de la
presión competitiva que impuso el neoliberalismo.
Los desequilibrios generados por esta
remodelación salieron a flote con el estallido de la deuda hipotecaria. Pero la
magnitud de los desajustes se tornó visible a partir de la bancarrota de Lehman
Brothers (2008) y la erosión de todo el sistema financiero (2009).
El socorro posterior ha creado
finalmente la actual pesadilla de insolvencia fiscal y bancaria, que hace
temblar a los mercados. Las entidades permanecen en terapia intensiva y la
deuda estatal se elevó del 62 % (2007) al 100% del PBI (2011)[4]
El gobierno gestiona el agujero
fiscal sin ninguna coherencia. Un día acepta la presión de los republicanos
para recortar el gasto y a la jornada siguiente lanza un programa de inversión
con grandes recortes fiscales. Obama está paralizado entre la presión de la
derecha que copó el Congreso y un electorado que sigue esperando el
cumplimiento de sus promesas.
REACCION EXTERNA NORTEAMERICANA
Estados Unidos ha intentado ordenar
la gestión global de la crisis, mediante la organización del G 20 y la
intervención conjunta de los Bancos Centrales. Pero desenvuelve, además, varias
estrategias utilizando sus principales instrumentos económicos.
El primer recurso es el dólar que
concentra el 85% de las transacciones en divisas, el 65% del comercio global y
un porcentaje semejante de las reservas mundiales. Este signo nomina la mitad
de la deuda internacional y el grueso de las operaciones con petróleo o
materias primas.
El dólar ha perdido el reinado
indiscutible que tenía en la posguerra, pero mantiene su primacía ante la
ausencia de reemplazo. El euro no logró la influencia requerida para actuar
como moneda global, el yen ha perdido influencia y el yuan no se ha
internacionalizado como signo convertible.
Esta carencia de sustituto le permite
al dólar mantener una intervención predominante, que podría anticipar la futura
convivencia de tres monedas (dólar, euro, yuan), el retorno a los tipos de
cambio fijo o la negociación de una nueva canasta de varios
signos [5] .
En cualquiera de estas alternativas
el dólar podría mantener la incidencia que ha conservado desde su
in-convertibilidad, en sucesivas etapas de revalorización y desvalorización de
su cotización. El margen para administrar tipos de cambios altos (que atraigan
capitales) y bajos (que fomenten las exportaciones) se ha estrechado, pero no
ha desaparecido.
La influencia norteamericana es
también significativa en la reforma del sistema financiero mundial (Basilea
III). Este cambio se tramita para incrementar el patrimonio de los bancos,
mediante negociaciones sobre el monto que deberían aportar las entidades.
También se discute como regular los nuevos mecanismos de especulación
(derivados, CDS, Hedge Funds) y las operaciones financieras que las empresas
desenvuelven en forma directa.
La internacionalización de las
finanzas y la interconexión de las Bolsas tornan imperioso este ajuste
normativo, que se procesa a través de una reorganización previa de las
entidades norteamericanas. Un reconocido jefe del clan bancario (Paul Volcker)
está comandando esa remodelación.
Wall Street actúa en este terreno en
estrecha sociedad con la City Londinense. Ambas comparten el manejo de las
cúspides financieras y pretenden restringir todas las regulaciones al mínimo
compatible con sus negocios.
Los próceres del neoliberalismo
(Greenspan y Bernanke) se encuentran a la defensiva para comandar esta
reorganización. Ya no ponderan en público la eficiencia suprema de los mercados
para auto-contener las burbujas. Pero sus oponentes keynesianos (como William
Dudley), tampoco logran apoyo para implementar un mayor control previo de las
oleadas especulativas. En ambas variantes la dirección de los cambios se define
en Estados Unidos [6] .
La influencia norteamericana es
también decisiva dentro del FMI. A pesar de las crecientes atribuciones
obtenidas por los nuevos participantes del Fondo, Washington marca la pauta del
organismo. En los últimos cónclaves del G 20 logró duplicar los fondos de la
entidad, otorgarle mayores facultades como auditora y asignarle crecientes
potestades de intervención nacional.
El FMI define actualmente en Europa
las sanciones contra cualquier obstrucción del apriete. Suspendió créditos a
Ucrania cuando se dispusieron aumentos del salario mínimo, impuso la reducción
de los sueldos en Letonia, exigió privatizaciones en Grecia y objetó el
referéndum de Islandia contra los acreedores. Ya no actúa sólo en las economías
menores, sino que supervisa el rescate de Italia [7] .
Partiendo de estas acciones el
establishment norteamericano evalúa estrategias de salida de la crisis,
tanteando las opciones inflacionistas. Desde el 2008 la Reserva Federal (FED)
inyectó 2 billones de dólares, mediante políticas ultra-expansivas (conocidas
como “relajamiento cuantitativo”). Instrumentó emisiones monetarias que inundan
de dólares el planeta y facilitan la exportación de los desequilibrios
estadounidenses. Esta política apunta a licuar la deuda pública con inflación,
repitiendo un mecanismo ya utilizado por Estados Unidos para achicar sus
pasivos estatales, empapelando al resto del mundo.
Pero esta reiteración presenta
mayores dificultades, no sólo por la resistencia que oponen los economistas
ortodoxos. La reducción inflacionaria de la deuda se consumó en el pasado en
contextos de alto crecimiento, que permitían achicar la proporción total de esa
carga en comparación al PBI. Nadie avizora esos escenarios de prosperidad en
los próximos años [8] .
EL DESCALABRO EUROPEO
Muchos analistas europeos
caracterizaron inicialmente la crisis del Viejo Continente como un simple eco
del temblor norteamericano. Pero esa visión quedó desmentida por la
impresionante dimensión del tsunami europeo [9] .
La magnitud de ese desplome se
explica por los desequilibrios específicos que generó la formación de la Unión
Europea (27 países) y la Eurozona (17 naciones). Ambas iniciativas buscaron
amoldar la región a las reglas neoliberales de la competitividad global,
sustituyendo la antigua diversidad de economías por un bloque liderado por la
locomotora alemana y la diplomacia francesa.
El comando económico germano se
consolidó con la anexión del territorio oriental (ex RDA). Las clases
dominantes utilizaron el poderío tecnológico y la alta productividad de la
industria, para reforzar la disciplina salarial y transformar al país en la
gran potencia exportadora de la zona euro.
Pero la crisis actual ha demostrado
el carácter inacabado de ese bloque. La moneda común fue introducida para
asegurar la colocación de los excedentes germanos, mientras se posponía la
organización del presupuesto y la fiscalidad compartida. Esa carencia ha sido
letal. La ausencia de instituciones estatales comunes para respaldar el signo
monetario socavó la cohesión del proyecto y potenció la heterogeneidad de la
comunidad. En lugar de consolidar la estructura en gestación acrecentó la
distancia que separa a las economías pujantes de los países rezagados.
Inicialmente se esperaba acortar esas
brechas mediante el desarrollo de un mercado compartido y la instrumentación de
transferencias hacia las zonas relegadas. Pero terminó prevaleciendo un proceso
inverso, de sistemática pérdida de posiciones de los países con mayores tasas
inflación y menores índices de productividad. Esta fractura condujo a
desequilibrios comerciales que fueron compensados con endeudamiento. Al final,
sobrevino el pase de facturas de las economías excedentarias (Alemania,
Holanda, Austria) a los países deficitarios (Grecia, Portugal,
Irlanda) [10]
El endeudamiento público y el
quebranto de los bancos acentuaron esta brecha entre el centro y la periferia
de la Eurozona. Primero colapsaron las pequeñas economías agobiadas por el
desbalance comercial (Grecia), la inversión extranjera sesgada (Irlanda) y la
financiación foránea especulativa (Islandia, Chipre). Luego el desplome fiscal
se expandió a Italia (tercer país la zona) y ahora amenaza a España (que
afronta una enorme morosidad hipotecaria).
Todos los bancos tienen repletas sus
carteras de títulos públicos insolventes. Las frágiles entidades de Grecia,
Irlanda o Islandia ya colapsaron y hay pavor por la situación de grandes
instituciones de Francia, Alemania, Austria o Italia. Las transacciones
inter-bancarias se han encogido, crece el temor por la toxicidad de los
balances y hay salidas de fondos hacia lugares más seguros [11] .
LA ESTRATEGIA GERMANA
Alemania no puede intentar las
respuestas globales que tantea Estados Unidos. Carece de los recursos
imperiales que conserva la primera potencia y ha optado por una estrategia
deflacionaria defensiva, que ese ubica en las antípodas de la opción inflacionaria
norteamericana. Mientras que la FED ha impulsado reducciones sistemáticas de
las tasas de interés, el Banco Central Europeo (BCE) ha encarecido el costo del
dinero.
Frecuentemente se explica esta
diferencia por un cruce de tradiciones. La memoria de Weimar es contrastada con
el recuerdo del New Deal. Este contrapunto entre temores europeos a la
hiperinflación y recuerdos norteamericanos de la Gran Depresión ilustra la
brecha de influencia que existe entre ambos países, en la gestión internacional
de la crisis [12] .
Alemania actúa a nivel europeo con
una política de atropello para descargar sobre los trabajadores el costo de la
crisis. Esta embestida no implica un ajuste más. Supone demoler el estado de
bienestar construido desde la posguerra y barrer con conquistas sociales nunca
alcanzadas por los asalariados de otros continentes. Las tasas de desempleo
europeo ya promedian el 20 % y bajo el impacto de la precarización laboral, la
pobreza se ha extendido a un cuarto de la población [13] .
El otro cimiento de la política
germana es el apriete fiscal para sostener el euro. En los últimos meses la
continuidad de este signo quedó en la cornisa y se ha especulado con su
reorganización, fractura o desaparición. Pero esa moneda ha sido la llave de un
dominio exportador alemán basado en la unificación de los mercados y la
eliminación de las barreras proteccionistas.
Para preservar el euro se impuso la
suscripción del reciente pacto fiscal. Se fija un plazo para restaurar reglas
de déficit y deuda pública, con sanciones automáticas para los países que
violen esos límites. Tendrán que incorporar ese principio presupuestario como
una norma constitucional y someterse al control de cortes supra-nacionales.
Estos poderes supervisarán el gasto, imponiendo recortes en cualquier momento
del año y colocando a los pueblos entre la espada y la pared. Quienes incumplan
el cronograma serán automáticamente excluidos de la Eurozona.
Este endurecimiento es congruente con
la estrategia alemana de reforzar su patrón exportador sin emitir dinero. Busca
afianzar el rol de la periferia europea como proveedora de insumos a costos
decrecientes. La poda de los salarios griegos, la pulverización de la seguridad
social irlandesa y el generalizado aumento de la edad de jubilación anticipan
las consecuencias de esta reorganización [14] .
Alemania impone esta estrategia
deflacionaria, vetando todas las iniciativas financieras que amenazan su
competitividad. Bloqueó la creación de los Eurobonos y la mutualización de las
deudas. Obstruyó la ampliación del fondo de rescate bancario (FEEF- MEE),
impidió la compra de bonos en los mercados secundarios y reforzó las
prohibiciones de financiamiento directo del BCE a los estados.
Este rigor no implica abandonar a los
bancos en quiebra. Alemania aprueba el auxilio, pero buscando preservar su
potencial industrial. No renuncia a la financiación futura de la Eurozona con
los mecanismos federales que rigen en Estados Unidos, pero quiere garantizar su
control fiscal previo. Aceleró esta supervisión ante la vulnerabilidad de los
bancos y la imposibilidad de de repetir la paulatina absorción de acreencias,
que implementó por ejemplo Estados Unidos hace dos décadas, frente a las
acreencias latinoamericanas [15] .
Pero el nuevo cuadro fiscal abre otra
gama de conflictos en las cúpulas de la Unión Europea (UE). Gran Bretaña
rechazó el pacto franco-alemán y decidió mantenerse al margen para proteger la
autonomía de la City. Objetó someter sus bancos a la supervisión de Bruselas y
no consiguió el poder de veto para resguardar sus negocios. A los capitalistas
ingleses les interesa participar en el mercado continental, pero preservando la
internacionalización de sus finanzas.
La alianza Merkel-Sarkozy emergió
como ganadora del reciente round, pero sólo el tiempo permitirá evaluar la
consistencia de esa victoria. La crisis devora los liderazgos políticos y cada
elección consagra algún castigo al gobernante de turno. Esta sanción afecta por
igual a los socialdemócratas (Irlanda, Portugal, España) y a los conservadores
(Francia, Italia, Alemania)[16] .
INTERROGANTES SOBRE CHINA
El continuado crecimiento de China a
tasas del 9-10% anual constituye una importante novedad de la crisis en curso.
En la última década las exportaciones del gigante oriental se multiplicaron a
un ritmo desenfrenado. China captura recursos naturales en África, afianza los
intercambios comerciales con América Latina y ya destronó a Japón como segunda
economía del mundo.
Este avance confirma la profundidad
de los cambios registrados durante la etapa neoliberal. China se integró a la
mundialización utilizando la baratura de su fuerza de trabajo, sin repetir la
vieja trayectoria de debut proteccionista, gestación de una burguesía nacional
y despliegue de rivalidades internacionales. Se insertó directamente en la
acumulación global del capitalismo.
Al comienzo de la crisis muchos
economistas suponían que el crecimiento chino contrarrestaría la retracción de
las economías avanzadas. En los hechos se registró tan sólo un contrapeso
parcial. El gigante asiático ha sostenido financieramente a Estados Unidos y a
Europa en los picos de la crisis, para asegurar la continuidad de sus ventas
externas, preservando la demanda interna y motorizando la adquisición
internacional de materias primas. Con estas acciones frenó la depresión general
y acotó el alcance geográfico de la recesión, aunque sin reemplazar a las
locomotoras del mundo desarrollado. ¿Mantendrá este rol?
Quiénes apuestan a esa continuidad
esperan un fuerte auxilio del yuan al Viejo Continente, mediante enormes adquisiciones
de títulos públicos nominados en euros. Pero China ya compró grandes sumas de
la deuda italiana, española o portuguesa y tiene un cuarto de sus reservas en
esa moneda. El incremento de esas adquisiciones suscita divergencias en la
dirigencia oriental.
El sector más asociado con negocios
globales (“elite de la costa”) acepta participar en el nuevo rescate, a cambio
de fuertes contrapartidas. Busca aminorar las sanciones por dumping, obtener el
status de “economía de mercado” e ingresar en la inversión de la
infraestructura europea.
Esta fracción también intenta
posicionar a China en el futuro diseño de una moneda mundial. Por eso reclama
que una porción de cualquier auxilio quede nominado en yuanes. Pero esa
inserción monetaria también valorizaría el tipo de cambio y deterioraría el
modelo exportador. China ha resistido numerosas presiones para revaluar el yuan
y no aceptó las exigencias, que en la década pasada Estados Unidos le impuso a
Japón. Sin embargo, la propia internacionalización del yuan podría generar ese
debilitamiento de la autonomía que mantiene la principal economía
asiática [17] .
Los fondos de inversión chinos han
participado activamente en el sostén del dólar y los bonos del tesoro.
Compraron acciones de General Motors y porciones del banco Morgan Stanley. Pero
otra escala de estas adquisiciones (especialmente en Europa) introduciría al
país en una riesgosa política imperial. Para defender lo obtenido en el
extranjero se necesita una presencia geopolítica que la dirigencia china rehúye.
Por esta razón muchos sectores de la
conducción (“elite del interior”). Cuestionan el desmedido aumento de las
inversiones foráneas y destacan la necesidad de incrementar primero la bajísima
proporción del consumo interno en el producto total. La oleada de internautas
que objetó el reciente financiamiento del Viejo Continente refleja esta
preocupación. Conviene recordar que el ingreso per capita de los chinos es aún
10 veces inferior al promedio de los europeos.
El dilema de sostener el modelo
exportador o procesar un giro hacia el consumo interno persiste sin resolución.
Existe una fuerte presión para apuntalar el segundo curso, pero sin resultados
significativos. Este giro no se consuma, ante la magnitud de los desequilibrios
que podría desatar.
Para aumentar sustancialmente el
poder adquisitivo interno habría que subir el salario e introducir prestaciones
sociales generalizadas. Estas medidas chocarían con el costo laboral reducido
que permitió el ascenso capitalista del país. Un anticipo de este problema se
observa en las corrientes de inversión, que fluyen hacia las economías
asiáticas con sueldos inferiores a China.
El curso económico a seguir está
sujeto a múltiples tensiones. La burbuja inmobiliaria es el desequilibrio más
inmediato. En las 30 principales ciudades los precios de las viviendas subieron
50% en los últimos dos años, repitiendo el ciclo de endeudamiento dudoso que
afectó a Estados Unidos y España. Como el 25% de la economía está vinculada a
la construcción, una brusca reversión de esa valorización podría afectar al
PBI.
También existen graves problemas
financieros. Aunque el estado mantiene el control del crédito se ha gestado un
enorme mercado de préstanos clandestinos, que solventa el consumo de la clase
media y la oscura administración de los gobiernos locales. Estos desajustes
explican la inflación, que durante la década pasada osciló en torno al 2% anual
y actualmente ha trepado al 6,2%.
La inestabilidad de los negocios
también obedece a la magnitud de los beneficios acumulados por los segmentos
privilegiados. Los ingresos del 10% más rico de la población son 23 veces más
elevados que el 10% más pobre y la crema de los ejecutivos percibe salarios 128
veces superiores al promedio general [18] .
Esta fractura social coexiste con
problemas estructurales de sobre-inversión, que ya alcanzó una tasa anual del
45% del PBI. Este ritmo de actividad exige abrir nuevos mercados en un
escenario internacional recesivo, mientras se acrecientan los peligros de un
descontrol ecológico.
Nadie sabe como impactará la recaída
de la economía global sobre China. Algunos economistas estiman que ese efecto
será digerible (Stiglitz) y otros pronostican duras consecuencias (Roubini).
Pero todos coinciden en la centralidad de este dato para el devenir inmediato
de la coyuntura mundial [19] .
BRICS, EAGLES Y EMERGENTES
No sólo China ha podido sustraerse de
la crisis global. También un grupo de economías intermedias (denominadas
emergentes, ascendentes o BRICS) ha logrado capear el temporal. Este núcleo de
países conforma el conglomerado semiperiférico actual de la estratificación
mundial.
Este sector mantuvo su crecimiento el
año pasado, incrementó significativamente la tasa de inversión y aumentó su
participación en el PBI global. Si estas tendencias perduran, la localización
de la producción y el empleo sufrirá un importante desplazamiento en el próximo
período. Estos cambios son congruentes con la nueva división internacional del
trabajo que privilegia la región asiática.
Las economías ascendentes son las
niñas mimadas del capitalismo. Reciben elogios del FMI y fueron las estrellas
de los últimos foros empresarios de Davos. Los nuevos multimillonarios de
China, Rusia o India se integran rápidamente al club de los poderosos.
Otro indicador de las modificaciones
en curso es la distribución de las reservas mundiales. Estos reaseguros suman
6,5 billones dólares en las economías ascendentes y sólo 3,2 billones de los
países del Norte. El endeudamiento externo del primer grupo ha caído y algunos
integrantes de esa membrecía ya son acreedores. En el otro polo ha irrumpido la
nueva categoría de “Países Ricos Altamente Endeudados”.
Pero es muy frecuente extraer
conclusiones engañosas de estas mutaciones. La principal confusión surge de la
indiscriminada clasificación de todo el grupo ascendente, en un mismo rubro de
BRIC. Esta denominación (Brasil, Rusia, India, China) fue primero extendida a
BRICS (con Sudáfrica) y luego a BRIIC-K (con Indonesia y Corea). Otra
ampliación reciente habla de EAGLES (con México, Egipto, Taiwán y
Turquía) [20] .
Los creadores de estas marcas son
operadores bancarios (Goldman Sachs, BBVA) que incluyen o excluyen a los países
de su lista, en función de las oportunidades de inversión financiera. El
carácter coyuntural de esta evaluación salta a la vista. Pero su principal
inconveniente radica en equiparar bajo una misma sombrilla, a un país que
avanza hacia un status de potencia central (China), con economías intermedias
de incierta evolución.
La distancia que mantiene el gigante
asiático con cualquiera de sus seguidores es abismal en cualquier terreno de la
producción, las exportaciones o las reservas. Esta brecha es particularmente
visible frente a otra economía de gran crecimiento reciente (India) o en
comparación a un vecino que precedió al avance chino y se estancó frente a esa
irrupción (Corea del Sur) [21] .
Al ubicar a todo el grupo en la misma
canasta se olvida que muchos países del pelotón han ascendido como proveedores
de los insumos básicos demandados por China. Más que impulsar el crecimiento
global, estas economías han sido arrastradas por ese avance. Es importante
también notar la línea divisoria que separa a los protagonistas de un
desarrollo industrial de los actores que se expanden por el repunte de la renta
petrolera (Rusia) o agrícola (Brasil). Estas diferencias definen grados de
consistencia muy disímiles del crecimiento.
Las distinciones entre los emergentes
presentan contornos más categóricos en el plano geopolítico. La autonomía de
las políticas imperiales que tienen Rusia o China, no se extiende a la India,
Brasil o Sudáfrica. Estos países mantienen estrechos vínculos de asociación o
dependencia con las potencias que regulan el orden mundial. Por esta razón, el
propio funcionamiento de los BRICS no ha incluido la adopción de estrategias
comunes.
Es cierto que la mayor estabilidad
política de todo el grupo contrasta coyunturalmente con el generalizado
desarreglo que impera en las potencias centrales. Pero tampoco este rasgo
determina patrones de acción internacional conjunta.
Las nuevas alianzas Sur-Sur en
desmedro de las viejas conexiones con los centros metropolitanos presentan un
alcance limitado y no anticipan la “segunda globalización” comandada por los
emergentes que pronostican algunos analistas. Hasta ahora el dato más relevante
ha sido la integración de los emergentes al G 20, para ampliar el sostén del
capitalismo en crisis[22] .
LOS PADECIMIENTOS DE LA PERIFERIA
El alivio de los países intermedios
no se extiende al resto de la periferia. La crisis golpea nuevamente con mayor
virulencia a las economías más empobrecidas, reiterando una norma de las
convulsiones capitalistas. Este impacto se verifica en cualquier terreno del
empleo o los ingresos. Los emigrantes enfrentan mayores obstáculos para
ingresar al Primer Mundo, las remesas se recortan y las oleadas de refugiados
se multiplican.
Mientras la prensa sólo habla de
economías centrales y emergentes, la inmensa mayoría de los países se encuentra
fuera del G 20, soportando el drama cotidiano de la miseria. Allí se localizan
los 2050 millones de personas sin acceso a la sanidad básica y los 884 millones
carentes de servicios de agua potable.
Pero lo más novedoso del tsunami
actual es la convergencia de estos sufrimientos con una tragedia de hambre. El
aumento de los precios de los alimentos que precedió a la crisis no fue
revertido por la recesión y en muchas zonas se acentúa el drama de la
desnutrición. En Somalia, por ejemplo, ya se observan todos los síntomas de una
catástrofe alimentaria.
La cifra total de hambrientos se
ubica en torno a los 1020 millones de personas, pero la amenaza se extiende a
los 2.500 millones que subsisten en condiciones de pobreza. Este flagelo
aumenta al compás del encarecimiento de los cereales, que obedece a la
consolidación de un esquema neoliberal de agricultura exportadora, que destruye
la pequeña propiedad, aniquila el abastecimiento local tradicional, generaliza
la desposesión de los campesinos y multiplica la emigración rural.
Esta reorganización capitalista del
agro determina la falta de comida que agobia a una sexta parte de la humanidad,
cuando la producción total alcanzaría para satisfacer esa nutrición. El reinado
de la rentabilidad y el manejo oligopólico del comercio agrícola por parte de
un puñado de transnacionales (ADM, Bunge, Cargill y Dreyfus) potencian la
tragedia del hambre.
Las expectativas de atenuar el
problema por el efecto deflacionario de la desaceleración económica global no
se están cumpliendo. El ascenso de los precios alimenticios que comenzó en 2003
persiste sin grandes modificaciones.
Muchos autores estiman que ese
comportamiento alcista obedece a la formación otra burbuja. Especular con los
precios a futuro de los cereales se ha convertido en una operación muy
redituable. Permite canalizar los excedentes de liquidez que genera la pérdida
de oportunidades de inversión en los países desarrollados [23] .
Otros analistas consideran que el
encarecimiento de los alimentos es un problema más estructural y derivado de la
creciente demanda ejercida por los nuevos consumidores asiáticos. También
destacan la presencia de costos crecientes de producción y productividades
declinantes en el sector agrícola [24] .
Ambos enfoques subrayan explicaciones
complementarias (de corto y largo plazo) del mismo fenómeno. Pero en cualquier
caso, las maniobras financieras y las brechas estructurales entre la oferta y
la demanda presagian el agravamiento de la crisis alimentaria, que auguran
todos los expertos de la FAO.
Este padecimiento se intensificará
además por las presiones d el agro-negocio, que bloquea en los cónclaves del G
20 cualquier regulación internacional de los precios. En ese ámbito actúan los
países que producen el 77% de los cereales y manejan el 80% del comercio
agrícola. El hambre de los desamparados aporta un buen negocio para varios
integrantes de esa asociación.
MUILTIPOLARIDAD Y HEGEMONÍA
La diversidad de situaciones
regionales que rodea a la crisis actual ha generalizado las predicciones de un
viraje hacia la multipolaridad. Este contexto es diferenciado de la bipolaridad
de posguerra (Estados Unidos versus la URSS) y de la unipolaridad de los años
90 (supremacía norteamericana). La declinación estadounidense es asociada al
avance de China y los emergentes. Algunos enfoques también resaltan
el agotamiento del neoliberalismo y pronostican un crecimiento desarrollista de
la periferia, asentado en la intervención estatal y el intercambio entre las
economías del Sur [25] .
Pero estas miradas omiten las
significativas continuidades que vinculan al actual período con su precedente.
La multipolaridad podría modificar las relaciones de poder entre las potencias,
pero no altera los pilares de la mundialización neoliberal. El protagonismo de
las empresas transnacionales persiste, junto a la competencia global por lucrar
con la explotación de la fuerza de trabajo .
Esta internacionalización del capital
determina, además, la continuidad del libre comercio y los flujos financieros
transfronterizos. A diferencia de lo ocurrido durante la entre-guerra, la
multipolaridad actual no anticipa el surgimiento de bloques proteccionistas,
dispuestos a batallar por la conquista de los mercados a través de la guerra .
El estancamiento del centro determina
efectivamente una mayor interacción entre las economías intermedias. Pero estos
enlaces se desenvuelven en estrecha asociación con empresas del Primer Mundo.
Esta colaboración no es un imperativo tecnológico, ni obedece a necesidades de
financiación. Las burguesías emergentes ampliaron su radio de acción junto al
capital extranjero y continúan reforzando esos vínculos.
Sus estrategias no incluyen
propósitos antiimperialistas o iniciativas de “No Alineados”. Tampoco
incentivan planificaciones para-mercantiles del comercio (Comecon) o proyectos
de solidaridad (Bandung). Actúan siguiendo criterios de rentabilidad, que
tienden a recrear los viejos desniveles de la relación centro-periferia-
semi-periferia.
La mundialización ha modificado los
patrones geográficos de esos lazos. Ya no se requiere cercanía territorial
entre las economías dominantes y sus abastecedores de insumos. Las relaciones
de dependencia comienzan a desbordar su radio tradicional.
Resulta imposible predecir el
ordenamiento final de esta mutación, pero es evidente que no saldrán airosos
todos los jugadores. La acumulación exige equilibrar los avances de un polo con
las pérdidas del segmento opuesto. Si una región prospera otra debe decaer,
para que el enriquecimiento de los capitalistas ganadores sea solventado por la
población de las zonas perdedoras.
La multipolaridad no altera este
principio selectivo del desarrollo burgués. El capitalismo excluye crecimientos
compartidos en el largo plazo o eliminaciones progresivas de todas las
desigualdades socio-regionales. Los admiradores del nuevo escenario ignoran
esta extensión de brechas de distinto signo.
Frecuentemente visualizan a la
multipolaridad como un cambio de hegemonía política a favor de China y en
desmedro de Estados Unidos. Pero nunca aclaran qué significado le asignan al
concepto de hegemonía. Esta noción puede ser identificada con la supremacía
imperial o con formas de gestión consensuadas opuestas a la coerción bélica. En
el primer caso se sugiere que el expansionismo chino reemplazaría al dominador
estadounidense. En la segunda variante se supone que esa sustitución será pacífica
y resultante de una avasalladora primacía económica. Los desaciertos de ambas
hipótesis saltan a la vista
Desde la posguerra Estados Unidos ha
ejercido una explícita dirección imperialista. Actúa como garante militar de la
reproducción de capital y brinda protección a todas las clases dominantes,
frente a la insurgencia popular y la inestabilidad del sistema. Los dirigentes
chinos no se imaginan a sí mismos cumpliendo ese rol, en ningún momento del
futuro.
Quiénes suponen que la sustitución
coercitiva será innecesaria por el simple efecto de la pujanza económica
oriental, no explican cómo funcionaría el capitalismo global sin garantes
militares de ninguna especie. Esta visión olvida que un sistema de competencia
por beneficios surgidos de la explotación, no puede desenvolverse sin el uso de
la fuerza.
La identificación de la
multipolaridad con el repliegue bélico de Estados Unidos o sus socios europeos
es una hipótesis ingenua. En cualquier “des-occidentalización” de la economía
mundial, el gendarme norteamericano continuará supervisando invasiones,
ocupaciones y matanzas. Ciertamente la primera potencia ya no actúa con la
omnipotencia de los años 90, pero dirige la OTAN, concentra la mitad del gasto
bélico mundial y mantiene una estrecha asociación con todos los países que
alineó durante la guerra fría.
Los principales integrantes de esa
alianza no suelen quebrantar esta familiaridad cuando expanden su poder
económico. La invariable lealtad de las burguesías petroleras del Golfo al
liderazgo norteamericano es un ejemplo de esa actitud. El sometimiento de Japón
es más sintomático, puesto que no ha buscado caminos de autonomía
político-militar para contrarrestar su estancamiento. La regresión económica
nipona se profundiza con el endeudamiento público más elevado del mundo
desarrollado y con el fracaso de los planes pos-terremoto de
reactivación [26] .
El rol central de Estados Unidos se
ha verificado nuevamente en la ampliación del G 7, la cooptación de los países
intermedios y el resurgimiento de FMI para preservar el orden imperial vigente
. El gendarme global utilizará también su poder para intentar la recuperación
del terreno que ha perdido. Ya insinúa formas de presión sobre su rival chino
con maniobras navales en Corea del Sur, ejercicios en Mongolia e instalaciones
bélicas en Australia. Incluso tantea la reacción de su oponente en los litigios
con Taiwán, las disputas con la India y la resolución del status de Tíbet. Pero
estas tensiones no quebrantaron hasta ahora el marco asociativo vigente con China
desde hace varias décadas.
También el gigante asiático ha
jerarquizado la solidaridad capitalista. En lugar de propiciar la caída de los
bancos occidentales socorrió a los quebrados. En el reciente desplome europeo
reforzó incluso su convergencia con el FMI y ha condicionado los préstamos
futuros a las auditorias del Fondo. Esta integración refuerza la hostilidad de
los dirigentes chinos frente a cualquier protesta local o internacional contra
el neoliberalismo [27] .
NEOLIBERALES Y KEYNESIANOS
El debate económico sobre la crisis
continúa centrado en la oposición entre visiones ortodoxas y heterodoxas. Los
neoliberales atribuyen la crisis a la “irresponsabilidad fiscal” y despotrican
contra los gobiernos que despilfarraron dinero en gastos improductivos. Pero
omiten recordar que estos desembolsos sostuvieron inicialmente la expansión de
las economías industrializadas y que el descontrol posterior obedeció al
rescate de los bancos. Antes del 2007 había, por ejemplo, en Europa superávit
fiscal en la mayoría de los países.
El discurso neoliberal oculta este
auxilio y atribuye el descalabro actual a “los pueblos que vivieron por encima
de sus posibilidades”, como si fuera un pecado mejorar el nivel de vida.
Tampoco explica por qué razón se exime a los acaudalados de cualquier
sacrificio. El carácter duradero de la crisis es incluso utilizado para
justificar los atropellos. Ya nadie presenta la flexibilización laboral como un
pasaporte a la prosperidad. Hay que apretarse el cinturón como una necesidad de
supervivencia[28] .
En Estados Unidos los mismos
argumentos son esgrimidos por los republicanos para exigir mayores reducciones
del gasto social, manteniendo los privilegios de los banqueros, el gasto
militar y las rebajas impositivas a los ricos. Reclaman fijar un estricto techo
al endeudamiento supervisado por los popes del establishment y eluden mencionar
que el socorro otorgado a los financistas contradice todos los principios del
libre-mercado.
Los keynesianos estiman, en cambio,
que la crisis obedece a la persistencia de la desregulación financiera y a la
contracción de la demanda. Por eso Krugman propone gravar a los acaudalados,
relanzar la inversión pública y recomponer los ingresos. En la misma sintonía,
Stiglitz convoca a condonar las hipotecas y a penalizar a los
bancos [29] .
Estos autores ilustran acertadamente
como el descontrol del riesgo, los malabarismos contables, los títulos
empaquetados y las operaciones con derivados desencadenaron el tsunami actual.
Pero omiten registrar que ese des-manejo irrumpió por la propia competencia que
impone el capitalismo en la gestión del crédito. Lo mismo ocurre con el
endeudamiento familiar y la exclusión social, que no irrumpieron sólo como
consecuencia de errores en la política económica.
Los teóricos heterodoxos olvidan que
la propia acumulación genera divorcios entre el consumo y la producción, junto
a incrementos de la productividad desgajados del poder compra. Estas
contradicciones fueron exacerbadas por la rivalidad que introdujo a escala
global la mundialización neoliberal.
Los economistas keynesianos estiman
que resulta igualmente factible atenuar estos desequilibrios, a través de un
reparto equitativo de la crisis. Proponen una distribución pareja de las
pérdidas financieras entre deudores y acreedores. Pero basta observar la
reacción que tuvieron los banqueros ante una quita de las acreencias griegas,
para notar cuán dura sería esa batalla. Ese anuncio desató una tormenta entre
las calificadoras de riesgo y precipitó el ajuste fiscal de la Unión Europea.
La misma virulencia tuvo la reacción precedente de los financistas, ante
iniciativas de suprimir los paraísos bancarios, o anular las bonificaciones de
los ejecutivos.
Neutralizar esa resistencia de los
banqueros requeriría la adopción de medidas más contundentes, como la
suspensión del pago de la deuda, la auditoría de los pasivos y la
nacionalización del sistema bancario. Lo mismo ocurre con el relanzamiento del
crecimiento y la creación de empleos. El logro de estas metas exige cerrar la
canilla de pagos a los acreedores, controlar los movimientos de capital e
introducir drásticos impuestos progresivos [30] .
En la coyuntura actual se ha
estrechado el espacio para ejecutar reformas sociales sin acciones
anti-capitalistas. Hay un clima de sálvese quien pueda, con escaso margen para
políticas de “capitalismo humanitario”. Prevalece la presión para procesar las
quiebras bancarias, depurar las empresas y desvalorizar la fuerza de trabajo.
Estas tendencias no obedecen sólo a
la ideología derechista imperante o a la influencia preeminente de los
financistas. Todas las clases dominantes sostienen el ajuste junto a los
banqueros. Esta coincidencia se refleja también en el comportamiento de los
socialdemócratas europeos. A la hora de aplicar el torniquete no se han
diferenciado de sus adversarios derechistas y aceptan la verticalidad
autoritaria que imponen Merkel y Sarkozy. Esta cúpula dispuso, por ejemplo, el
desplazamiento de Papendreu ante su atrevimiento de solicitar una consulta
popular y envió un contundente mensaje de intervención neocolonial a
Grecia [31] .
La misma tendencia se verifica en la
indiferencia del gobierno estadounidense ante a las peticiones de los
liberales. Esta actitud contrasta con la permeabilidad reformista que imperaba
en los años 30 bajo el mandato de Roosvelt.
Muchos keynesianos reconocen la
adversidad de estos escenarios. Pero consideran viable generalizar a escala
internacional, las soluciones intermedias que aplicó Argentina a partir del
default y los canjes de la deuda [32] .
Pero omiten registrar las causas
específicas que permitieron esa experiencia. Argentina pudo permanecer
relativamente desconectada de la financiación internacional, porque está
inserta en el comercio mundial como gran exportadora de alimentos. Ha gozado de
altos precios internacionales y se convirtió en proveedora privilegiada de las
ascendentes economías asiáticas. Utilizó, además, las enormes rentas de
exportación para reanimar la demanda interna, luego de una brutal devaluación
que depuró capitales, abarató salarios y facilitó la recomposición cíclica de
la tasa de ganancia.
Es evidente que el grueso de las
economías dependientes afectadas por la crisis no cuenta con los recursos y las
condiciones que permitieron esa recuperación. Podrían efectivamente adoptar ciertas
iniciativas de Argentina, pero sólo como punto de partida de medidas más
radicales y audaces [33] .
La intensidad de la crisis exige
asumir un horizonte anticapitalista, alejado de la atadura actual a distintas
variantes del mismo régimen social. El pensamiento dominante impone esta
restricción, obligando a optar entre el modelo anglosajón, el esquema alemán o
la opción china [34] .
Ese enfoque niega las raíces
intrínsecamente capitalistas de la crisis actual y oculta las contradicciones,
que el proceso de acumulación genera en forma periódica y extiende de manera
itinerante. Un sistema basado en la rivalidad por la apropiación de beneficios
surgidos de la explotación necesariamente produce el tipo de conmociones, que
se observa en la actualidad.
Si se reconoce que el capitalismo no
es el único, ni el mejor sistema posible resulta factible concebir otra gama de
alternativas para resolver la crisis. Esta apertura permite superar la
resignación, consolidar la voluntad de lucha e imaginar salidas provechosas
para la mayoría de la población.
RESISTENCIAS SOCIALES
El devenir de la crisis puede ser
abruptamente transformado por las acciones populares que cobraron impulso en
los últimos meses. Los análisis que omiten esta reacción razonan los procesos
económicos en un vacío social, que a lo sumo es ocupado por funcionarios y
financistas.
El debut de la crisis provocó
inicialmente un gran desconcierto, entre poblaciones acostumbradas a
identificar los desastres económicos con el Tercer Mundo. Ese estupor estuvo
también signado por el temor al desempleo. Pero a fin del 2010 los
levantamientos del mundo árabe introdujeron una bisagra en esta conducta.
Ilustraron como se pueden conquistar grandes victorias democráticas.
Este impulso profundizó la
resistencia en Grecia, que se ha transformado el principal bastión de la
respuesta popular. Hay un estado de sublevación entre los manifestantes que
ocupan plazas y cercan el Parlamento. Estas protestas alentaron a su vez a los
indignados españoles, que cuestionan el socorro a los banqueros y demandan
“democracia de verdad”. Este movimiento ya conquistó legitimidad,
acompañamiento y presencia nacional.
Otro tipo de reacciones sociales se
verifican en Inglaterra, tanto entre los jóvenes desempleados y hostigados por
la policía, como entre los trabajadores sindicalizados. En Italia despuntan las
huelgas y en Portugal hay movilizaciones. Estas luchas comienzan a extenderse
junto al desmoronamiento de la imagen benevolente que tenía la Unión Europea.
Una victoria impuesta desde abajo permitiría actualizar el gran legado de
rebeliones que acumula el Viejo Continente
Pero el dato más llamativo del año se
registró al otro costado de l Atlántico, con el surgimiento del movimiento “
Ocupar Wall Street”. Esta organización ya tiene alcance nacional, simpatía
popular, solidaridad intelectual y sostén sindical. Por primera vez en décadas
ha reintroducido las manifestaciones masivas en el corazón del capitalismo.
Menor difusión internacional han
logrado los movimientos de lucha que conmueven a China. El año pasado se
registraron 180.000 protestas, en su mayoría inspiradas en demandas contra la
explotación fabril. Una nueva generación de obreros –ya emancipada de la
migración rural- recuperó confianza y obtiene conquistas en enfrentamientos
directos con los patrones [35].
En todos los continentes se verifica
el mismo protagonismo juvenil, en movimientos que utilizan las redes sociales
para informarse y organizarse. El primer embrión de un empalme internacional se
produjo el 15 de octubre pasado, en la marcha global que congregó multitudes en
950 ciudades de 80 países. Una acción coordinada de esta magnitud no se
registraba desde las movilizaciones contra la guerra en Irak (2003).
Si la convergencia regional e
internacional de estas resistencias se afianza, podría gestarse una respuesta
al intento burgués de enfrentar a los trabajadores de distintas nacionalidades.
Los dominadores de Alemania encabezan esa estrategia, divulgando la creencia
que los obreros germanos “ya hicieron su sacrificio” y no deben pagar la cuenta
de los ociosos del sur. Este mensaje busca oponer a un asalariado contra otro,
ocultando los beneficios que obtienen los capitalistas de esa división. El
mismo propósito persiguen las campañas de la derecha contra los inmigrantes [36] .
Una salida progresista de la crisis
exige contrarrestar esta fractura entre hermanos de clase. Las tensiones entre
asalariados alemanes y griegos, estadounidense y chinos o españoles y
marroquíes conducen a descargar todas las consecuencias del desastre actual
sobre los pueblos. Las respuestas internacionalistas neutralizarían esa amenaza
y permitirían un reencuentro de la juventud con los sectores de la clase
obrera, que no se han recompuesto de la andanada neoliberal. El año 2012 ofrece
la oportunidad de cambiar el escenario de la crisis a favor de los
trabajadores.
RESUMEN:
Se vislumbra una nueva fase recesiva
con impactos regionales muy diferenciados. En Estados Unidos se expande el
empobrecimiento con ajustes e inacción del gobierno. Pero la primera potencia
interviene activamente a escala global a través del dólar, la reforma bancaria
y el FMI, tanteando una opción inflacionaria.
En Europa se destruyen conquistas
sociales históricas bajo el comando de Alemania, que amplió su dominio
exportador pero gestó un bloque inacabado. El pacto fiscal intenta una
centralización ultra-liberal, para amoldar la periferia del Viejo Continente a
la competitividad germana. Los derechistas ya no prometen prosperidad, sino tan
sólo supervivencia. Su reorganización regional abre grandes fisuras e introduce
políticas autoritarias.
El crecimiento de China limita la
recesión global, pero fractura el ciclo mundial e ilustra las transformaciones
del período neoliberal. Múltiples desequilibrios obstruyen la internacionalización
del yuan y el esperado viraje hacia el mercado interno. Es erróneo clasificar a
China junto a economías semiperiféricas de incierta evolución. Las diferencias
de status geopolítico y el sustento industrial o rentista determinan enormes
diferencias dentro de los BRICS. El encarecimiento de los alimentos que agobia
a la periferia empobrecida persiste en la recesión, por maniobras financieras y
desequilibrios acentuados por la especialización exportadora.
Las tendencias a la multipolaridad
alteran las relaciones entre las potencias al interior de la mundialización
neoliberal. Las burguesías ascendentes carecen de propósitos antiimperialistas
y los cambios de hegemonía no implican atenuación del militarismo
norteamericano. Los socialdemócratas gestionan los atropellos demostrando la
reducción del espacio para políticas reformistas. Los keynesianos soslayan la
confrontación requerida para frenar la agresión social y generalizan en forma
abusiva la experiencia argentina.
Una salida progresista exige concebir
horizontes anticapitalistas. La resistencia social ha comenzado después del
estupor creado por un estallido en el Primer Mundo. Las rebeliones árabes
impulsaron esta reacción, que afronta presiones de los dominadores para oponer
a los trabajadores de las distintas nacionalidades.
Notas:
[1] Economista, Investigador, Profesor. Miembro del EDI
(Economistas de Izquierda). Su página web es: www.lahaine.org/katz
[2] El 1% más rico 1979 percibía el 9% de la renta nacional en
1979y actualmente obtiene el 24%. Cuando los ocupantes de Wall Street afirman
que “somos el 99% de la ciudadanía”, saben muy bien de que están hablando.
Roberts Paul Craig, “Las pérdidas de puestos de trabajo en Estados Unidos son
permanentes”, Rebelión, 9-10- 20.
[3] Wall Street Journal, “La recuperación de EEUU es una de las más
decepcionantes”, La Nación, 31-12-10.
[4] Aunque alguno bancos mejoraron últimamente su patrimonio y liquidez,
el reciente desplome de la octava firma de inversión (MF Global) es muy
ilustrativo de los peligros en ciernes. Se derrumbó por su exposición con bonos
de la deuda europea, que se encuentran asegurados en grandes proporciones por
financistas norteamericanos. Montero Alberto, “Cuando la democracia entra por
la puerta”, Rebelión, 2-11-11.
[5] Kennedy Paul, “Un mundo de tres monedas”, Clarín, 8-6-11, Robert
Mundell, “El futuro de las monedas de reserva luego de la crisis”, El País,
18-1-10, Michel Crittenden, “Puede el dólar ser destronado”, online.wsj
, 1.3-11. Ver también: Wallerstein Inmanuel “Guerra de divisas, La Jornada,
6-11-10, Eichengreen Barry, “El reinado del dólar llega a su fin”, La Nación,
2-3-11
[6] Ocampo Emilio, “Brujas y burbujas”, Ámbito Financiero, 2-9-10.
También La Nación, 13-9-10 y 30-8-10 y Financial Times, 20-9-10.
[7] Estados Unidos también apostó muy fuerte para neutralizar la crisis
de legitimidad que afectaba al Fondo y todavía se desconoce su rol en el
escándalo montado contra el ex directivo Dominique Strauss Kahn. CADTM, “El FMI
lamentable símbolo de un sistema”, www. cadtm .org/ 18-5-11.
[8] Fiori José Luis, “Muy lejos del equilibrio”, Sin Permiso,
19-12-10, Cantelmi Marcelo, “El G 20 en las puertas”, Clarín, 23-10-10.
[9] La mirada inicial en Pasquino Gianfranco, “La UE aún representa
el progreso”, Clarín, 31-8-10.
[10] Husson Michel, “Euro: en sortir ou pas”, Inprecor 575-576,
7-8-9-2011. Samary Catherine, “The Eastern periphery”, www.attac , 31-10-11.
[11] Desde la caída de la principal entidad belga (Deixa) sobrevuelan
muchas hipótesis de repetición de lo ocurrido con Lehman Brothers. Las “pruebas
de resistencia” realizadas a los bancos europeos dejaron muy intranquilos a los
expertos, cuando las entidades necesitan recapitalizarse y recaudar dinero.
Esta exigencia contrae, a su vez. el crédito y agrava la recesión.
[12] Llach Juan, “Pulseadas en el palacio global”, La Nación, 30-6-10.
[13] La Nación, 16-1-10.
[14] Husson Michel, “Una crisis sin fondo”, www.vientosur , 19-7-11 Louca Franciso, “La izquierda contra la dictadura de la
deuda”,www.sinpermiso , 17-10-11
[15] No hay tiempo suficiente para transferir los títulos a los
tenedores marginales , limpiar los balances o crear mercados paralelos para los
papeles incobrables. La crisis actual golpea en una coyuntura muy turbulenta, a
economías entrelazadas y localizadas en el centro del capitalismo . Arceo
Enrique, Página 12, 9-12. Toussaint Eric, “Crash do Deixa”, www.CDTM , 7-10-11
[16] La reorganización de la eurozona prepara la introducción de
formas federativas en la UE, que someterían las atribuciones locales a una
mayor centralización estatal. Este cambio introduce enormes fisuras y puede
potenciar el secesionismo en los países con fracciones separatistas influyentes
(Bélgica, España o Italia). Estos sectores podrían reforzar sus demandas de
integración directa a la Eurozona, puenteando las estructuras estatales
existentes para desembarazarse de las regiones empobrecidas.
[17] Shujie Yao, “Los límites del modelo China”, Cash-Pagina 12, 7-8-11.
También Wall Street Journal, La Nación,17-11-11)
[18] La Nación, 5-6-10.
[19] Roubini, Nouriel, “El boom de China tiene fecha de vencimiento”, La
Nación, 24-4-11. Stigtiz Joseph, www.elperiodico.com , 9-8-11
[20] Bocco Arnaldo, “De los Brics a las Eagles” Página 12, 10-1-11.
Abeledo Anahí, “El desafío para los emergentes es tener crecimiento”, Clarín,
10-7-11
[21] Beckett Paul, “Pese al crecimiento, aumentan las dudas sobre el
milagro indio”, La Nación, 30-3-11. Nye Jospeh, “La carrera de fondo, Clarín,
2-2-11, Ramstad Evan, “El milagro coreano”, La Nación, 8-11-10.
[22] Un cuestionable enfoque en: Kateb Alexander, “Los países BRICS dan
una lección”, Página 12, 20-9-11
[23] Halevi Jospeh “Se avecina una nueva crisis”, Il Manifesto 8-6-11.
[24] Krugman Paul, “Las limitaciones que nos impone un mundo finito”, La
Nación, 29-12-10. Blejer Mario, “Argentina y la seguridad alimentaria” La
Nación, 4-12-11.
[25] Distintas visiones en De La Balze Felipe, “La crisis acelera el
curso de la historia”, Clarín 27-11-11 Turzi Mariano, “La nueva divisoria
global: emergentes y declinantes”, 18-8-11. Tokatlian Gabriel, “El año de la
encrucijada”, La Nación, 11-1-11. Cufré David, “Con la vieja receta”, Pagina
12, 26-6-10.
[26] Belson K, Onishi N, “Una falta de liderazgo que agudiza la crisis”,
La Nación, 17-2-11.
[27] Hemos desarrollado los temas de este capítulo en nuestro
reciente libro , Katz Claudio, Bajo el imperio del capital, Espacio Crítico
Ediciones, Bogotá 2011. Próxima edición Luxemburg, Buenos Aires.
[28] Estas visiones en: Gros Daniel, Eco “En defensa de la austeridad
para Europa”, Clarín, 4-12-11, Pagni Carlos, “La crisis del estatismo”, La
Nación, 19-7-10, Schauble Wolfang y MacFadden Daniel, Página 12, 28-8-2011.
[29] Krugman Paul, Clarín, (11-7-10, 13-7-10, 22.5-10, 10-8-10,
6-11-2010, 28-8-2010, 14-8-10). Stigliz Joseph, “Qué puede salvar el Euro”, El
País, 8-12-11, “El mercado hipotecario”, Clarín, 6-11-201, “La austeridad es
camino suicida”, Página 12, 7-12-11, “Un contagio de malas ideas”, Sin Permiso,
14-8-11. También, Skidlesky Robert, “El mundo para volver a leer a Keynes”,
Página 12, 2-8-11, Mitchell. William, “Entrevista”, Página 12, 10-10-11.
[30] Wolff Rick “Krugman frustrado”, Monthly Review 10-3-10 . Onaran
Ozlem, “ An
internationalist transitional program towards an anti-capitalist Europe ”, April 2011. www. international viewpoint . Lapavitsas Costas “ A Left
Strategy for Europe ”, April 2011, www.internationalviewpoint.Albarracín Daniel,
“Sobre el debate del euro. Una estrategia”, www.economiacritica.net , 10-10-11
[31] Esta reacción fue coronada con la instalación de un gobierno
directo de los banqueros (Papademos). La misma sustitución se impuso en Italia
(Berlusconi por Monti) con tecnócratas que postulan una ideología derechista
para sortear al parlamento, impugnando a los políticos y menospreciando a los
partidos. Stathis Kuvelakis, “Golpe de Estado europeo frente al levantamiento
popular”, www.vientosur 11-11-1. John Brown, “El capital
financiero castiga a sus devotos partidarios”, www.rebelion 23-11-11.
[32] Stiglitz Joseph, “Europa no aprendió la lección de Argentina”
Página 12. 10-12-11.
[33] Nuestra visión en: Claudio
Katz, “Lecciones de Argentina para Grecia” www. cadtm . org, 25-10-2011.
|
[34] Es la visión de Rogoff Kenneth, “El capitalismo está lejos de
encontrar su sucesor”, La Nación, 11-12-11.
[35] Li Minqi, “El ascenso de la clase obrera y el futuro de la
revolución en China”, www.rebelión , 14-7-11. Bello Waldem, “O capital e
um amante caprichoso” www.outroladodanoticia.com.br , 22-7-11
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