miércoles, 25 de marzo de 2015

Caminos y agentes del saqueo en América Latina - Ana Esther Ceceña

Caminos y agentes del saqueo en América Latina1
Ana Esther Ceceña2
Nos encontramos actualmente en un momento de crisis. Crisis sistémica que no
anuncia una caída o estallido inmediato, sino que es la expresión de la vocación
mutante del capitalismo y de su capacidad de adaptación o readecuación a las
condiciones cambiantes del acontecer no sólo económico sino social. Si bien el
carácter sistémico de la crisis muestra la insustentabilidad civilizatoria del
capitalismo, ni lo elimina de manera natural, ni le impide buscar su
recomposición. La crisis da paso a una mucho mayor concentración de la riqueza
y el poder y concede condiciones de fuerza y al mismo tiempo de vulnerabilidad
a un poder cada vez más exclusivo y excluyente que, en su arrogancia, va
poniendo en operación mecanismos variados de soporte y de articulación o
cohesión en un entorno crecientemente contradictorio.
La crisis cíclica, en las circunstancias actuales, es indicativa de la incapacidad del
mercado para garantizar por sí solo las condiciones generales del proceso de
acumulación del capital y de apropiación privada de la riqueza y, en ese sentido,
apela a los mecanismos de contención social para asegurar aquello que el
mercado no logra cohesionar y controlar, sobre todo cuando la economía
capitalista es al tiempo legal e ilegal. A nadie escapa que la crisis económica no
está tocando los sectores ilegales que sin duda contribuyeron a generarla y muy
probablemente serán parte de su solución.
Como quiera, la crisis exige un cambio de estrategia y un cambio de modalidad
de dominación que abarca todas las dimensiones de la organización social,
territorial y política del sistema, sobre todo porque la necesidad de
restablecimiento de las condiciones generales de valorización correspondiente a
los momentos de ajuste cíclico, característicos del funcionamiento regular del
proceso de acumulación de capital, ocurre ahora en un contexto de
cuestionamiento integral, de crisis sistémica, de incapacidad para resolver
internamente la contradicción progreso-depredación que proviene de los
fundamentos mismos de la sociedad capitalista como lugar del dominio de la
naturaleza por el hombre.
Por este motivo la crisis actual no es solamente financiera ni se resuelve con
subsidios y ajustes estatales o con fusiones y centralización del capital. Eso
permite seguir adelante pero simultáneamente agrava la situación de suicidio
técnico en que se encuentra irremediablemente el capitalismo, a pesar de su
capacidad para mantener al mundo entero bajo sus reglas de funcionamiento,
aun sabiendo que tienden, paradójicamente, a la insustentabilidad de la vida
misma.
La IIRSA como estrategia de poder hegemónico
La fuerza interna del capitalismo se defiende y se reconstruye permanentemente
a través del diseño de un conjunto de estrategias integrales, multidimensionales,
que se despliegan planetariamente, entre las que se encuentran los
megaproyectos de reordenamiento territorial, que son necesariamente también
de reordenamiento político, como el de la Integración de la Infraestructura
Regional de Sudamérica, IIRSA. La principal virtud de proyectos como IIRSA es
la de ser capaces de restablecer y potenciar las condiciones generales de la
valorización, más que la de generar negocios suculentos en su propia puesta en
práctica, cosa que también ocurre.
Observados desde una perspectiva amplia, el IIRSA y el Plan Puebla Panamá son
dos partes de un mismo proyecto: los dos fueron supuestamente ideados por
algún Presidente de la región, en un caso Fox, en México, y en el otro Cardoso,
en Brasil. Con toda la distancia cultural, intelectual y política que hay entre
ambos, presuntamente al mismo tiempo diseñaron dos proyectos similares y
geográficamente empatados. Las negociaciones y puestas en práctica específicas
varían de acuerdo a las condiciones subregionales, pero los fundamentos de los
proyectos no: construir una infraestructura de comunicaciones, transportes y
generación de energía que constituya un ágil y dinámico sistema circulatorio que
permita enlazar las economías regionales al mercado mundial.
Un único proyecto de mercantilización total de la naturaleza para uso masivo
desde el centro de México hasta la punta de Tierra del Fuego. No se trata de la
explotación de los elementos naturales para uso doméstico, ni local ni nacional,
sino de su explotación de acuerdo con las dimensiones de un comercio
planetario sostenido, en un 50 %, por empresas transnacionales. La
infraestructura que se propone –y que se requiere- es justamente la que
permitirá a América Latina convertirse en una pieza clave en el mercado
internacional de bienes primarios, a costa de la devastación de sus territorios,
abriendo nuevamente esas venas de la abundancia que sangran a la pachamama
y que alimentan la acumulación de capital y la lucha mundial por la hegemonía.
El diseño de esta infraestructura va del corazón a las extremidades, del centro de
Sudamérica hacia los puertos en el caso de IIRSA y de Colombia-Panamá hacia
la frontera con Estados Unidos en el caso del Proyecto Mesoamericano, nuevo
nombre del Plan Puebla Panamá.
La dimensión de la explotación del territorio de América Latina y de extracción de
sus elementos valiosos se encuentra en relación con los niveles crecientes
demandados por una economía mundial que responde a las vertiginosas
necesidades de multiplicación de las propias ganancias mucho más que a las
necesidades reales de la población del mundo, y llama a una agilización de la
circulación de mercancías para reducir al máximo los momentos improductivos
del capital. El nivel de extracción y producción de las empresas involucradas, aun
cuando su origen sea local, se ha modificado en proporción a esta nueva
demanda de recursos. Casos como el de Vale do Río Doce son sintomáticos de
las nuevas dinámicas: empresa enraizada en la producción minera en una zona
de gran abundancia de yacimientos es poco a poco extranjerizada a través de la
colocación de acciones en la bolsa de valores de Nueva York o similares y sus
niveles de producción, ya grandes, se multiplican de acuerdo con las
necesidades de valorización de los capitales propietarios. El ritmo de los trenes
que transportan el hierro al puerto se incrementó y la cantidad de vagones
cargados se multiplicó en los últimos años, asegurando con ello la posesión
privada, fuera de la tierra, ya en calidad de mercancía, de un elemento natural
que se ha convertido en parte importante de la disputa hegemónica. Con esto se
acrecienta el saqueo del que han sido objeto los pueblos latinoamericanos desde
hace más de 500 años, con los inicios de la conquista-colonización, y se somete
a los territorios, espacio de la relación naturaleza-sociedad a una depredación
salvaje e irreversible3.
La exportación de materias primas, vista por los analistas macroeconómicos
como un signo de desarrollo y prosperidad, está alterando las condiciones
mismas de la vida por su carácter masivo y por responder a necesidades ajenas
a las de las sociedades locales. Y lo mismo ocurre con las modernas vías de
transporte que se proponen y se están habilitando con la IIRSA. Las rutas de la
IIRSA colocan al enorme territorio sudamericano a disposición de las necesidades
de saqueo de los recursos estratégicos, como puede observarse en el mapa 1
que muestra lo que yo considero el diseño estratégico de la IIRSA .

 
Ahora los canales interoceánicos no buscan la ruta más corta entre oceanos sino
la más vasta, la más rica. Los 80 kms del Canal de Panamá son ahora sustituidos
por 20 mil kms de la ruta amazónica. Esta diferencia de criterios pone en
evidencia que la conexión tiene otros propósitos que los buscados en el pasado,
de conformidad con el aumento de capacidades y envergadura de la apropiación
capitalista. Con las rutas de la IIRSA se asegura no solamente la extracción de
recursos de cada una de sus partes, sino que esa extracción se realice de
manera articulada. Se vinculan intereses nacionales o locales con intereses
transnacionales e incluso estratégicos.
Las rutas de IIRSA pasan por las fuentes de agua, minerales, gas y petróleo; por
los corredores industriales del subcontinente; por las áreas de diversidad
genética más importantes del mundo, por los refugios indígenas y por todo
aquello que es valioso y apropiable en Sudamérica. La ampliación de los caudales
de los ríos para dedicarlos al tránsito intenso está poniendo en riesgo los
pantanales y degradando las condiciones de vida de especies animales y
vegetales al tiempo que violenta los modos de vida de comunidades aledañas o
vinculadas; la explotación y exportación masiva de minerales castiga a la selva
con un tráfico pesado constante que va comiéndose rápidamente la mancha
amazónica y amenaza los glaciares; las modalidades locales de organización de
la vida se ven confrontadas con una dinámica vertiginosa que no les corresponde
y que las altera externa e irreversiblemente.
El entramado de intereses de la IIRSA
Han sido ampliamente denunciados los daños presentes o previsibles que
acompañan este proyecto y aun así la insistencia por mantenerlo es tenaz. Cabe
preguntarse entonces qué clase de intereses prevalecen sobre los altísimos
riesgos ecológicos y sociales que entraña la IIRSA.
Por un lado, el hecho de contar con la anuencia o incluso el entusiasmo de
muchos de los gobiernos latinoamericanos es resultado de una combinación en la
que gobiernos y empresas locales reciben algunos beneficios que, a su nivel,
pueden ser significativos.
Por otro lado, evidentemente una red infraestructural de las características de la
planeada es sin duda un facilitador de las actividades extractivas, y económicas
en general, de los grandes capitales del mundo en busca de recursos competidos
y valiosos, que en muchos casos pueden ser considerados estratégicos para la
reproducción global del sistema y, por tanto, para el aseguramiento no sólo de
las condiciones de vida del capitalismo sino también de la hegemonía.
La construcción misma de la infraestructura parece no ser el plato más codiciado.
Las grandes transnacionales tienen como foco de interés la explotación de los
recursos, mucho más que los negocios grandes para los inversores locales, pero
relativamente pequeños para ellas, de construcción de carreteras, ferrovías,
hidrovías, represas y otros similares.
Por la manera como se han comportado los gobiernos y las empresas, parece
haber casi un acuerdo de complementariedad en el que ambos se benefician y
por ello mismo ambos defienden el proyecto como propio. El abigarramiento de
intereses se ha acrecentado últimamente por la entrada de capitales extranjeros
a empresas locales, las más de las veces relacionadas con las actividades
extractivas, como es el caso de Vale do Río Doce. Estas empresas se potencian,
aumentan su producción y, evidentemente, sus exportaciones; se vinculan más
estrechamente al mercado mundial, pero siguen apareciendo como nacionales
cuando en varios casos su capital es ya mayoritariamente extranjero.
Quizá la empresa latinoamericana más favorecida por la IIRSA actualmente es la
Odebrecht, que se anuncia como empresa brasileña. Por tratarse de una
empresa de ingeniería y construcción, en esta primera etapa se ha involucrado
en proyectos en toda la región de IIRSA.
Odebrecht tiene inversiones en América en 13 países, además de Brasil. Abarca
geográficamente desde México hasta Argentina, con actividades también en el
Caribe (República Dominicana), Centroamérica (Costa Rica, Panamá) y
Sudamérica (Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile, Paraguay y
Uruguay), como puede observarse en el mapa, que muestra la cercanía de las
áreas de sus proyectos de inversión con las que contienen los recursos más
valiosos.
 
En las actividades extractivas históricamente se ha registrado la presencia de
grandes transnacionales extranjeras, y de ahí esta vinculación de intereses que
mencionábamos. Es un sector en el que la competencia dificulta la entrada de
capitales nacionales, sobre todo después de la desprotección y el cambio de
criterios sobre los patrimonios nacionales inducidos por el neoliberalismo.
Revisando las listas de las 500 empresas más grandes del mundo elaborada
desde hace ya largo tiempo por la revista Fortune, y las de las 500 más grandes
de América elaborada por la revista América economía, lo que se observa es la
escasa participación de empresas latinoamericanas en las actividades de mayor
envergadura. Aún cuando se encuentren en estas actividades, su participación es
de mucho menor monta, excepto en los casos de Odebrecht, Aracruz y
Votorantim, las tres originalmente brasileñas.
La extracción de petróleo y gas tiene en algunos países exclusividad de empresas
del Estado pero, en lo que toca al resto, las empresas principales en este sector
son Exxon, Royal Dutch, British Petroleum, Chevron, CONOCO-Phillips, ENI,
Petrobras, Repsol-YPF, SK, Occidental Petroleum, Lukoil, EnCana y Oil and
Natural Gas. La localización de proyectos de estas empresas no deja duda de su
buen tino pues se encuentran en todas las regiones de importantes yacimientos,
como se observa en el mapa. Estas locaciones quedan bien protegidas por las
facilidades infraestructurales proyectadas por IIRSA, de manera que su acceso al
mercado mundial, de por sí ya bastante ágil, se vería aún mejorado.
 
Los minerales, elementos que conforman la estructura material básica de los
procesos productivos, tienen en América Latina uno de sus espacios de mayor
diversidad y abundancia. Los minerales metálicos son foco de atracción de
grandes empresas de dimensión planetaria como Anglo American, BHP Billinton,
Río Tinto, Vale do Río Doce, Xstrata y Nippon Mining Holdings, y su distribución
territorial las lleva a diversas regiones sudamericanas que en todos los casos
tendrán la virtud de ser articuladas a través de las rutas de IIRSA (ver mapa).
 
La apropiación de bosques, naturales o generados artificialmente, tiene sus
principales zonas en puntos muy específicos. Su despliegue territorial es mucho
menos extendido que los de las actividades anteriores, pero se trata también de
capitales de gran envergadura, vinculados con la producción de celulosa y papel
(ver mapa). Las empresas principales que se encuentran en el sector son Stora
Enzo, Weyerhauser, Aracruz Celulose, Votorantim Celulose, Kablin, Suzano Papel
e Celulosa, CELCO y CMPC, las dos últimas con inversiones en el sur de Chile.
 
Evidentemente además de todas las empresas mencionadas hay un entramado
de empresas más pequeñas vinculadas con las actividades de las grandes, sin
embargo o bien son completamente dependientes de éstas, o sus niveles de
producción no repercuten en los grandes mercados ni definen las dinámicas de la
economía.
La idea de mostrar el despliegue geográfico de estas grandes inversiones
proviene del interés de revisar la capacidad de estos agentes capitalistas para
ocupar y definir el territorio y sus dinámicas. Una de las cosas que nos debe
preocupar es cómo el territorio está siendo expropiado y cómo proyectos como
IIRSA refuerzan esa tendencia.
Y, en realidad, aunque en este terreno podemos constatar la gran cantidad y
diversidad de los intereses en juego, es el sujeto hegemónico quien marcha a la
cabeza del proceso. Nosotros tenemos un cálculo del territorio extranjero
ocupado por bases militares estadounidenses pero sería necesario medir el
ocupado por las propiedades de las empresas para tener una idea cabal de la
dimensión territorial de la dominación.
Con esos cálculos podríamos encontrarnos en mejores condiciones para valorar si
es IIRSA un proyecto de los Estados sudamericanos o una exigencia de esos
grandes capitales que arrastran a los Estados a formular las políticas que los
benefician, porque ¿qué son los Estados hoy si no una parte de ese sujeto
económico, de ese sujeto dominante que a veces se llama capital brasileño, a
veces capital ecuatoriano, muchísimas más veces capital estadounidense pero
que, finalmente, revela una fusión de intereses en relación con el gran capital de
las empresas trasnacionales, impulsadas, protegidas y representadas por el
Estado norteamericano.
Incluso hoy aunque es difícil hablar de nacionalidad del capital, efectivamente
hay un enorme peso del capital estadounidense en todas las actividades más
importantes, más dinámicas y con mayor futuro en el mundo. Eso autoriza a
seguir hablando del sujeto estadounidense como sujeto hegemónico, es decir,
ese gran capital que se aglutina en torno al Estado estadounidense aunque
contenga algunos mexicanos, brasileños, japoneses o capitales provenientes de
cualquier otro lugar pero incorporados orgánicamente a esa estructura de poder.
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1 Este trabajo contó con la valiosa contribución de Rodrigo Yedra, miembro del Observatorio
Latinoamericano de Geopolítica.
2 Directora del Observatorio Latinoamericano de Geopolítica en el Instituto de Investigaciones
Económicas, Universidad Nacional Autónoma de México. Coordinadora del grupo de trabajo
Hegemonías y Emancipaciones de CLACSO. Libros: Producción estratégica y hegemonía mundial
(México: Siglo XXI); Hegemonías y emancipaciones en el siglo XXI (Buenos Aires-Sao Paulo:
CLACSO); Desafíos de las emancipaciones en un contexto militarizado (Buenos Aires: CLACSO);
Derivas del mundo en el que caben todos los mundos (México: Siglo XXI); De los saberes de la
dominación y la emancipación (Buenos Aires: CLACSO).
3 Basta observar lo que está aconteciendo en el estado brasileño de Pará, originalmente selvático,
lleno hoy de pastizales para el ganado y de cráteres mineros que deforestan, transforman las
lógicas locales de socialidad y organización de la reproducción.

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