jueves, 17 de marzo de 2011

Imperialismo de crisis - Robert Kurz

 
 
6 tesis sobre el carácter de las nuevas guerras de ordenamiento mundial.
 
Robert Kurz, ha publicado en Alemania en el 2003 el libro "Guerra de ordenamiento mundial. El fin de la soberanía y las mutaciones del Imperialismo en la era de la globalización". Las seis tesis presentadas aquí resumen algunos de los pensamientos fundamentales de este libro.
1.
El capitalismo no es una ceremonia budista y una mirada ahistórica no puede llegar a comprenderlo. La lógica, siempre idéntica, del principio de valorización, no provoca su eterno retorno, sino un proceso histórico irreversible con situaciones cualitativamente diversas. Una constelación mundial así solo puede ser explicada en cada momento sobre la base del desarrollo del capital mundial. Cada vez que se agota una determinada fase de valorización, las instituciones políticas, los conceptos y las ideologías correspondientes se vuelven asimismo obsoletas. Esto se comprueba particularmente en el nivel de madurez alcanzado por el sistema mundial a finales del siglo XX. Desde los años 80, la tercera revolución industrial, la de la micro-informática, ha empezado a imponer un límite histórico a la valorización de la fuerza humana de trabajo. El capital se vuelve entonces "incapaz de explotar", en el sentido de que se hace imposible una reproducción ampliada en términos económicos reales (expansión de la valorización) a la altura de los estándares de productividad y rentabilidad irreversibles por él mismo alcanzados. En las metrópolis, esta "sobreacumulación estructural" del capital mundial, provocada por la utilización de la micro-informática, conduce a un paro estructural de masas, una sobrecapacidad productiva global y a la fuga del capital monetario hacia la superestructura financiera (coyuntura de las burbujas financieras). En las periferias, la falta de capital impide pertrecharse con equipos micro-informáticos; y es así como economías nacionales y regiones enteras del planeta se hunden tan rápidamente que caen por debajo del estándar de la lógica del capital y su reproducción social es declarada "nula" para el mercado mundial.
En consecuencia se produce una carrera en la disminución de los costes y en el cierre de empresas. La globalización no es otra cosa que una racionalización transnacional y, en este sentido, representa efectivamente un fenómeno cualitativamente nuevo. La exportación tradicional de capitales, bajo forma de inversiones de ampliación en el extranjero, según el sistema de construcción Lego, es sustituida por la outsourcing (terciarización, NdT) de ciertas funciones de la economía empresarial para aprovechar la diferencia de costos en el ámbito global. Emergen así por un lado circuitos transnacionales de valorización, mientras que por el otro partes crecientes de la reproducción social se agotan y mueren. Este proceso es inducido y alimentado por el capital, igualmente globalizado, de la burbuja financiera.
Y en las condiciones de crisis de la globalización, la distancia entre las metrópolis y la periferia no se reduce; de ahora en adelante ya no se trata de una distancia en el grado de desarrollo capitalista sino en el grado de descomposición social. La creación transnacional de riqueza se concentra en los espacios de la "Tríada" (EEUU/América del Norte, Unión Europea, Japón / sudeste asiático) mientras que decrece en el resto del mundo. Paralelamente, en el contexto de los mercados financieros transnacionales, la dinámica de la globalización en los moldes de la economía empresarial revienta los mecanismos de regulación de las economías nacionales.
En las metrópolis, el Estado no desaparece, pero deja de ser el "capitalista global ideal" en el sentido clásico. Como no puede, a diferencia de la economía de empresas, ramificarse de forma transnacional, pierde una tras otra sus funciones de regulación y se reduce progresiva y crudamente a la gestión represiva de la crisis. Y no se trata solo de la degradación social de partes crecientes de la sociedad. Ya que, además, el capital destruye involuntariamente toda una serie de sus propias condiciones de encuadramiento y existencia. Esto sale al descubierto, y no en último lugar, en la contradicción -cualitativamente nueva- entre la valorización, transnacional, del capital y la forma, nacional, del dinero (moneda).
En la periferia, la descomposición de los aparatos del estado avanza a un ritmo mucho rápido que la mayor parte de la reproducción capitalista. Los servicios públicos desaparecen casi por completo, la administración capitula, los aparatos represivos se vuelven salvajes. En un océano de desorganización y de empobrecimiento, solo pequeños islotes de productividad y de rentabilidad sobreviven. Se interrumpe cualquier desarrollo de la economía nacional, y los grandes consorcios anexan estos sectores "insulares" para transformarlos en partes integrantes de su economía empresarial transnacional. Paralelamente emerge una economía de pillaje, en la que es reventada la sustancia física de la economía nacional desmoronada y, según criterios étnicos o religiosos, los grupos de población se lanzan unos contra otros, en una continuación de la competencia por otros medios. Las instituciones sociales son sustituidas por pandillas de saqueadores. La mayor parte de las elites se transforman en jefes de bandas étnicas, religiosas o de milicias de clanes, en señores de la guerra y en príncipes del terror.
Estas evoluciones no representan más que un estadio de transición en el avance de la crisis mundial hacia los límites históricos del proceso de valorización. Por ahora, la economía de pillaje puede aún acoplarse al mercado mundial y hace aparecer el descuartizamiento de los despojos económicos como una perpetuación del proceso de valorización, igual que ocurre en los centros con la incesante hinchazón de las burbujas financieras. Pero ambos fenómenos se aproximan a su agotamiento total.
2.
Sobre este telón de fondo, el imperialismo clásico pasó a la historia. Si por un lado la economía empresarial ya no puede ser formada y regulada en el ámbito nacional, por otro lado la sujeción e incorporación de las masas de la población inútiles para el capitalismo, ya no tienen sentido. La forma territorial de dominación y de expansión se vuelven obsoletas. Las "hands" (mano de obra), en su mayoría global, están fuera de uso sin por ello poder sustraerse a la lógica capitalista que, como sistema de socialización negativa del mundo, es mantenida en pie a toda costa.
Ya en la historia de la post-guerra, la competencia entre las viejas potencias expansivas (sobre todo europeas) había sido sustituida por la competencia bipolar entre las superpotencias, los EEUU y la Unión Soviética. En este ámbito ya no era la conquista de zonas de influencia nacionales lo determinante, sino la cuestión de los principios de regulación y de las modalidades de la reproducción capitalista. Se trataba de la competencia sobre el mercado mundial entre los retrasados históricos, las sociedades de la "modernización de recuperación" en el espacio de referencia de la pax soviética, y las del centro capitalista desarrollado en el espacio de referencia de la pax americana. Los EEUU, ya a esa altura se habían convertido en la única potencia dominante de Occidente, fuertes por sus recursos continentales y detentores del mayor mercado interior del mundo; desde la segunda guerra mundial habían adquirido un avance definitivo gracias al dinamismo de su complejo militar e industrial.
Ahora, después del hundimiento de la Unión Soviética y del fin de la "modernización de recuperación", en el contexto de crisis de la tercera revolución industrial, no se puede regresar a los viejos conflictos interimperialistas entre potencias expansionistas nacionales. En cambio ahora estamos confrontados a la unificación planetaria de la pax americana, pero en el contexto de un precario capitalismo minoritario basado en las burbujas financieras y una economía de pillaje. Sería ridículo hablar de una nueva competencia interimperialista entre los EEUU y la RFA, o la Unión Europea. El aparato militar de los EEUU, montado en los tiempos de la bonanza de la post-guerra, no tiene competencia; cada año, el presupuesto militar de los EEUU sobrepasa en más de veinte veces el de Alemania. No existen las condiciones militares o económicas para que emerja una potencia rival.
A pesar de cierta retórica en este sentido y algunos intereses aislados, los EEUU no actúan en nombre de una expansión territorial nacional, sino como una especie de potencia protectora del imperativo de la valorización y de las respectivas leyes sobre las condiciones de crisis del sistema mundial. Todo el mundo funciona en el contexto de los procesos transnacionales de valorización y bajo la presión simultanea de una masa creciente de "superfluos". Por eso, el papel de los EEUU como última superpotencia monocéntrica no se explica exteriormente solo por su peso militar, sino también a través de las mismas situaciones desterritorializadas que caracterizan a la propia globalización. La totalidad del capital transnacional, los mercados financieros y los residuos de aparatos del estado del centro dependen de la capacidad de dominio de los EEUU como gendarme del mundo.
Se cristalizó así un "imperialismo global ideal" bajo el liderazgo solitario de los EEUU, prolongado por la OTAN y otras instituciones del capitalismo mundial. La imagen del enemigo no está claramente asociada a los intereses nacionales interiores al imperialismo, sino al cariz democrático atribuido a la globalidad imperial, contra los espectros de la crisis del sistema mundial unificado. El imperio del capitalismo de Estado de la "modernización de recuperación" que ha fracasado es sustituido hoy como nuevo "Imperio del Mal" por un conjunto difuso de potencia perturbadoras, de terrorismo étnico y religioso, de situaciones anómicas, etc.
El "imperialismo global ideal" actúa esencialmente, sin poder lograrlo jamás, como imperialismo de seguridad y exclusionista del centro democrático y capitalista contra las situaciones crisis creadas por el propio capital. Se intenta crear seguridad afín de garantizar el funcionamiento regular de las transacciones capitalistas hasta en los precarios islotes de valorización de la periferia. Forma parte de esto, como uno de los presupuestos principales, que sea salvaguardado el abastecimiento de combustible para la maquina del mundo capitalista. Tampoco se trata aquí de intereses petroleros de carácter específicamente nacional sino del proceso de valorización transnacional. Y, sobre todo, se encuentra fuera del ámbito de pretensiones de poder territorial o de los intereses comunes y exclusionistas del centro frente a los movimientos globales de fuga y migración venidos de las regiones hundidas de la periferia.
3.
Las contradicciones en el interior del marco del imperialismo colectivo democrático (por ejemplo la disputa actual entre Alemania, Francia, Bélgica, etc. de un lado y los EEUU del otro) son secundarias. Deducir de ello la posibilidad de un nuevo gran conflicto interimperial, según el modelo de la época de las guerras mundiales, sería tan poco clarividente como intentar presentar las divergencias entre la Alemania nazi y la España de Franco (que como se sabe se mantuvo al margen de la segunda guerra mundial) como el conflicto "verdadero" de esa época.
No es una relación de competencia nacional según el patrón antiguo lo que motiva las actuales querellas interimperiales, sino el temor por parte de ciertos gobiernos subalternos de las consecuencias que pueden ser incontrolables. La OTAN y el resto de los estados se dividen entre vasallos devotos y vacilantes, sin que estos últimos sean capaces de mantener una actitud rebelión abierta contra los EEUU y ni siquiera de quererlo. La vacilación nace más del miedo de los que no tienen el dedo en el gatillo, mientras que los voluntarios son reclutados preferentemente entre los que no tienen nada que perder, pero que de todas formas no tienen tampoco nada que decir.
Dado que hasta la intervención en Afganistán incluida, no hubo ninguna oposición a las guerras de ordenamiento mundial bajo la égida de los EEUU y el gobierno alemán rojo-verde envió sus tropas germánicas auxiliares al campo de batalla provistas de una ideológica democratera, ahora el golpe preventivo anunciado contra Irak provoca inquietud, porque el derecho internacional, la ONU y el principio de soberanía -las garantías de la famosa comunidad internacional de los Estados y de los "pueblos"- son abiertamente escarnecidos. La RFA, Francia y compañía comienzan a temer ser tratados pronto de esa misma manera y que el edificio ideológico de legitimación que ha funcionado hasta ahora pueda hundirse.
Que los EEUU pisoteen de manera tan dura las reglas de juego del mundo político capitalista que ellos mismos han promulgado después de 1945 es el resultado de la contradicción interna entre la constitución nacional de la última potencia mundial y su "misión" transnacional como potencia protectora del proceso globalizado de valorización. Mientras tanto la razón más profunda que se toma como contenido es que se volvió obsoleto el propio principio de soberanía que consiste justamente en reunir territorialmente poblaciones como "fuerza de trabajo global". Hasta los Estados del centro, incluidos los propios EEUU, ceden "privatizando" cada vez más funciones internas de soberanía, incluso hasta el aparato represor. Negando la soberanía de los "Estados golfos", los EEUU no hacen otra cosa que proyectar la crisis mundial al nivel político-jurídico, sobre el que se anuncia el fin de las relaciones contractuales burguesas de un modo general (y finalmente el fin, incluso, de la soberanía de los EEUU). La resistencia conservadora frente a esta dinámica de una parte de los Estados europeos está condenada al fracaso. Es probable que viejos resentimientos antiamericanos jueguen aquí un papel, pero ya no decisivo.
4.
El problema que se le plantea al gendarme del mundo del "imperialismo global" reside en el hecho de que solo puede actuar sobre la base de la soberanía nacional, que por otro lado debe destruir con sus propias manos para mantener su existencia. Esto concierne también a los sistemas de armamento high-tech que son concebidos para conflictos territoriales clásicos. Los fantasmas de la crisis, los disturbios potenciales, las bandas terroristas, etc., no pueden ser afectados por esos sistemas, porque ellos mismos actúan entre los pliegues de la globalización. Al Qaïda está organizada exactamente como una gran empresa transnacional. Frente a ella, la superioridad militar se vuelve inútil y "la guerra contra el terror" es como un golpe de espada en el agua. Simultáneamente con el fin inminente de la coyuntura de las burbujas financieras se hace sentir la amenaza de un avance de la crisis en el mismo centro capitalista, y en especial en su corazón que es la economía USA, y esto puede traer consigo una depresión grave en el ámbito mundial. Ello volvería a poner en cuestión la capacidad de financiamiento del aparato militar high-tech de la última potencia mundial.
Por esta razón la administración de los EEUU ha retrocedido de la "guerra contra el terror" al paradigma de los "Estados golfos". El ataque preventivo contra Irak representa una doble huida hacia adelante. Por un lado se trata de "vencer" la soberanía iraquí ya en ruinas, estado territorial clásico y adversario fácil con su ejército desvencijado, para mostrar al mundo quien manda a bordo. Por otro, existe la intención de amortiguar la inminente quiebre económica metiendo mano directamente en los campos de petróleo iraquíes (y quizás también saudíes) y destruyendo la OPEP. Aquí lo que está en causa no es tanto el flujo material del petróleo, que estaría garantizado incluso sin intervención militar, como la salvación a corto plazo de los mercados financieros. El reciclaje de las burbujas financieras, en vías de agotarse, debe ser renovado lo cual solo es posible con una "opción de futuro" para una nueva prosperidad secular. Después de que la opción del "siglo del Pacífico", con el hundimiento del modelo japonés y de los países de Asia del sur-este, se haya revelado como un fracaso, lo mismo que la New Economy del capitalismo de comunicación (Internet y Telecom), ahora es la opción destinada a traer "petróleo a precios de antes de la OPEP" la que debe asegurarse bajo control directo de los EEUU
Pero el tiro les podría salir por la culata. Claro que el ejército iraquí no constituye un serio adversario. Sin embargo si los combates de calle en Bagdad y otros centros ocasionaran un gran número de víctimas, importantes destrucciones y millones de refugiados, esto desacreditaría moralmente a los EEUU a ojos del mundo entero. Y sobre todo la instauración de un régimen estable va a ser imposible; Milosevic y Saddam representan de cualquier modo modelos de fin de la línea de soberanía. Una administración militar de los EEUU en Irak y en toda la región petrolera en confrontación permanente con la guerrilla y el terrorismo no sería ni financiable ni sostenible de forma política y militar. Sería además todo lo contrario de una señal de euforia para los mercados financieros. La "victoria" sobre Irak sería inevitablemente una victoria pírrica, que no haría más que reforzar la crisis del sistema mundial.
5.
De todas formas, no se trata solo de la falsa racionalidad de ciertos "intereses", siempre subordinados al irracional fin en sí mismo del principio de valorización. El vulgar materialismo de intereses no ve la "metafísica real" del capital como una religión secularizada, cuya irracionalidad en los márgenes del sistema, aplasta sus intereses racionales del interior. El imperativo de valorización, indiferente a cualquier contenido sensible, exige finalmente la disolución del mundo físico en la abstracción formal y vacía del valor, es decir su destrucción. A este nivel, se puede hablar de una pulsión de muerte gnóstica propia del sistema capitalista, que se expresa tanto en la lógica destructiva de la economía empresarial como en las potenciales de violencias inherentes a la competencia. Puesto que las contradicciones ya no se pueden resolver en un nuevo modelo de acumulación, esta pulsión de muerte se manifiesta hoy de forma inmediata y a escala global.
La defensa del sistema a cualquier precio se transforma en autodestrucción de sus actores. Furia asesina, sectas suicidas y autores de atentados suicidas conforman esta locura objetiva: son reacciones a la crisis sin perspectiva que toman proporciones hasta ahora desconocidas. El síndrome antisemita, directamente ligado a este fenómeno, resurge como último recurso ideológico de la crisis de la forma del sujeto capitalista, que vuelve a hacerse sentir pero ya no en relación con una determinada historia de constitución nacional e imperial (como la alemana y la austriaca en el pasado)sino inundando previamente el mundo de amalgamas difusas, postmodernas y postnacionales, principalmente religiosas.
Una vez que la racionalidad interior capitalista del sujeto iluminista burgués no se puede presentar en un nuevo modelo de acumulación, ya no constituye una potencia inmanente contra la pulsión de muerte sistémica, y se convierte ella misma de forma inmediata en un momento de esa irracionalidad. Iluminismo y contrailuminismo, razón y locura, democracia y dictadura vienen a ser lo mismo. El imperialismo global democrático es incapaz de pacificar su propio mundo en crisis y se convierte entonces en "loco furioso colectivo ideal", capaz de llegar hasta la utilización de armas nucleares, amenaza que la administración USA ha proferido ya abiertamente contra zonas de inseguridad, contra los espectros inasequibles de la crisis o también contra las masas de "superfluos".
6.
Ya no existe una alternativa inmanente. Pero como la izquierda no sabe hacer otra cosa que ensalzar alternativas inmanentes no solo de la ontología y de la historia del desarrollo capitalista, se refugia en gran parte en el pasado y se entretiene con una absurda disputa sobre si estamos en 1914 o en 1941. Ambas facciones han quedado intelectualmente atrapadas en la época de un capital formado en las economías nacionales por las potencias expansivas nacional-imperiales; ambas son analfabetas en cuanto a la teoría de la crisis y más ampliamente a propósito de toda crítica de la economía política y ambas se agarran a la racionalidad interior capitalista del sujeto iluminista burgués.
Los nostálgicos de 1914 y los adeptos de la momia de Lenin, invocan el fantasma de una alianza "antiimperialista" de los opositores de izquierda a la guerra de las metrópolis junto con los "soberanistas" y los "pueblos" del Tercer Mundo que necesitan defender su independencia burguesa contra los imperialismos de los EEUU, de la RFA o de la UE. Los nostálgicos de 1941, por el contrario, deliran con la idea de una coalición "anti-Hitler" bajo la égida de las potencias occidentales "buenas" contra el "fascismo islámico" y sus cómplices alemanes para la defensa de Israel y de la "civilización".
Mientras tanto el régimen de Saddam no sirve ni para hacer de imperio nazi que amenaza el mundo, ni como fuerza llena de esperanzas para el desarrollo nacional, y Bin Laden no es ni Hitler, ni Che Guevara. El estado palestino se hunde antes de su fundación porque la soberanía del Estado ya no constituye una opción emancipadora; por el contrario, la Intifada y los atentados suicidas bárbaros no pueden ser puestos al mismo nivel que el aniquilamiento industrial de los judíos en Auschwitz. Los falsos amigos del Tercer Mundo sitúan a Israel dentro del imperialismo ignorando su cualidad esencial, resultado del antisemitismo global; los falsos amigos de Israel glorifican las fuerzas reaccionarias y ultra-religiosas responsables del asesinato de Rabin y se dejan arrastrar ellos mismos hacia una agitación racista primaria. Unos niegan a Israel como lugar de refugio, los otros ignoran el hecho de que su existencia está más amenazada por su propia barbarie de crisis interna que por amenazas militares exteriores.
Los zombis de 1914 aceptan la barbarización nacionalista y antisemita, culturalista y antiamericana de la "lucha de clases" y del "antiimperialismo". Los zombis de 1941 sacrifican cualquier crítica de la guerra imperial de ordenamiento mundial, denuncian impávidos y serenos a la acosada oposición israelita, así como la oposición de izquierda en los EEUU y transforman la crítica necesaria del antisemitismo y del antisionismo en legitimación del terror democrático de las bombas. Lo que es necesario en lugar de todo esto, es una oposición radical a la guerra, que encare de frente la verdadera situación del mundo y desarrolle una critica de las categorías de la modernidad capitalista que vaya más allá de la errónea inmanencia de las aparentes alternativas, que ya solo representan formas diversas de la misma barbarie de crisis cosmopolita.
(NdT: Este apartado 6 analiza la especificidad de una parte de la izquierda en Alemania).
Robert Kurz.
Março de 2003


Traducción portuguesa: Lumir Nahodil, http://obeco.planetaclix.pt/
Traducción al español: Contracorriente
Original alemão: http://www.exit-online.org/

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