lunes, 21 de marzo de 2011

¿El final de una era...? Entrevista a Manuel Monereo


 Eduardo Luque
El Viejo Topo 76, enero de 2011
p.48-53
  Esta entrevista es fruto de un seminario recientemente celebrado en La Habana (Cuba) y es una introducción a una ponencia presentada por Manolo Monereo en curso de reelaboración. La visión de los conflictos que se han iniciado al calor de la crisis económica, resitúan las relaciones internacionales en un nivel nuevo desde la II Guerra Mundial. Es pues de máxima actualidad para la izquierda y las fuerzas progresistas, resituar los marcos de análisis teórico en la perspectiva de las nuevas realidades.
—Poco antes de iniciarse la crisis actual, el debate sobre la “transición geopolítica”, es decir el cambio en las relaciones de dominación internacional, era un debate prácticamente inexistente. Sólo autores como Giovanni Arrighi o Fernand Brau del con anterioridad habían reflexionado sobre la cuestión. El estallido de la crisis mundial y su agudización, parece que sitúan en el centro del debate teórico este concepto. Tú has reflexionado sobre ese tema. ¿Cómo lo definirías?
—El término exacto que yo utilizo es: la “gran transición geopolítica”. Es un concepto que abarca muchos aspectos, uno de los más significativos y al cual yo doy especial importancia es el siguiente; la crisis, que es económica al principio, se trasforma en guerra monetaria y deriva en crisis geopolítica. El conflicto salta pues del espacio económico hacia la redistribución del poder mundial con nuevos equilibrios y nuevos actores. Es un proceso que se produce en fases y etapas. Sabemos cuándo se inicia, pero no sabemos cómo finalizará.
Sobre esta idea hay ya mucha literatura, que abarca a amigos y enemigos: el Consejo Nacional de Inteligencia norteamericana, a finales del 2008 elaboró un informe titulado “tendencias globales 2025” –disponible en la red–. Su tesis fundamental es que el mundo tiende a la multipolaridad, es decir, EEUU no podrá seguir mandando como antes y emergen nuevas potencias que están iniciando un proceso de cambio del poder a nivel mundial.
Robert Kagan en su libro El fin de los sueños y el retorno de la historia afirma que la globalización es un sueño acabado y que se inicia la competencia entre grandes potencias. Zbigniev Brzezinski, en el libro titulado La segunda oportunidad: tres presidentes va más lejos y define la nueva situación como el “despertar político global que es históricamente antiimperial, políticamente antioccidental y emocionalmente antinorteamericano, lo que implica un enorme desplazamiento y redistribución del poder”. El autor señala, también, que la gestión del conflicto por parte de los Estados Unidos le podría permitir una segunda oportunidad; pero no tendría una tercera.
—Si no recuerdo mal, en otro de tus artículos en esta revista, hará cosa de un año, planteabas un análisis de la crisis, donde definías su profundidad y situabas nuevos elementos de reflexión. ¿Qué relación estableces a la luz de las nuevas realidades entre la crisis actual y el fenómeno que estás analizando?
—Efectivamente, en un artículo anterior afirmaba que estamos pasando de las tensiones económicas a tensiones políticas y éstas a su vez, a tensiones político–militares. Se está intentando dar una salida “neoliberal a la crisis del neoliberalismo”. Esta salida no acabará con la crisis sino que la profundizará. Michel Husson define esta etapa como de “regulación caótica” y por tanto predice una intensificación de la misma. La actual situación –y no es un juego de palabras– es la crisis de la respuesta a la crisis de los años 70. La tesis que planteo es que el capitalismo no es un ente abstracto sino que se concreta en “configuraciones históricas”. Son las crisis económicas y las respuestas a las mismas las que definen dichas configuraciones.
—¿Hemos de entender, pues, que la actual situación es el fin de un ciclo anterior que se proyecta en la actualidad?
—Efectivamente, la crisis fordista de los 70 dio paso a la contrarrevolución de masas neoliberal. Fue dirigida por el capitalismo anglosajón; es este modelo, el neoliberal, el que ahora está en crisis. Walden Bello, haciendo un excelente ejercicio de síntesis define bien el paradigma neoliberal como respuesta a la crisis de los años 70. Señala tres elementos que concretan dicha respuesta:
1. Políticas neoliberales en sentido estricto, entendidas como reacción de clase a favor del capital.
2. Acumulación extensiva. Siguiendo el horizonte teórico  de Rosa Luxemburg, en “la acumulación del capital” Bello define el proceso que vulgarmente se ha conocido como globalización como la “expansión geográfica de la mercantilización capitalista a sociedades periféricas, pre-capitalistas y post-capitalistas”.
3. Acumulación intensiva o la financiarización de la económica mundial. Es muy interesante en este último aspecto tomar nota, como señalan John Bellamy Foster y Fred Magdoff, que detrás del fenómeno de la financiarización lo que hay es una tendencia al estancamiento y a la sobreproducción de las economías centrales que intentan superar  con la financiarización de la economía-mundo.
El paradigma neoliberal está en crisis y a mi juicio de forma irreversible. Fernand Braudel indicó hace muchos años que la financiarización de la economía es la señal del “otoño” de una gran potencia y el inicio de su decadencia histórico-social o sistémica. Es ésta la centralidad del problema actual.
Cada configuración histórica del capitalismo realmente existente, tiene una concreción en la geopolítica del poder internacional. Giovanni Arrighi, desde su teoría de los ciclos hegemónicos, afirma que estamos en la “crisis terminal del poder unipolar de EEUU”. Este no es el lugar para debatir a fondo estas teorías. A mi juicio, hay mucha verdad en la hipótesis de Arrighi, y proporciona elementos de análisis para comprender las líneas de fractura que se están abriendo en la organización del sistema-mundo. Son pocos los que hoy niegan que el epicentro de la crisis económica esté en EEUU. Una de las características del neoliberalismo ha sido lo que algún autor ha llamado el sistema dólar–Wall Street. En el año 1985 se produce el golpe de estado económico de Paul Volcker. EEUU pasa de ser una economía acreedora a economía deudora. Se convierte en una economía sedienta del ahorro mundial. Este país parasita la economía internacional convirtiéndose en una maquina de succionar ahorro y emplearlo en su país. La potencia norteamericana necesita entre el 40 y el 45 % del ahorro mundial para financiar lo que orgullosamente denominan el “modo de vida americano”. Al igual que sus gemelos europeos (Gran Bretaña, Irlanda o España) ha vivido de prestado.
La financiarización está ligada a la militarización de las relaciones internacionales. Se podría decir que las finanzas son “la continuación de la guerra por otros medios”. A este respecto hay que subrayar que la financiación del “gigante norteamericano” proviene en gran medida de China, Japón, los países petroleros y Rusia, que son los que compran los bonos norteamericanos que sirven, entre otras cosas, para financiar las guerras de EEUU y su enorme potencial militar. Es un círculo infernal que hace que el resto del mundo financie a una economía parasitaria que para perpetuarse provoca guerras e impulsa la militarización de las relaciones internacionales. Ahora vivimos una guerra monetaria. EEUU expande al mundo su crisis y obliga a las demás potencias a pagar los desmanes de lo que podríamos llamar el “nacionalismo económico norteamericano”. En el centro de la disputa está la existencia del dólar como moneda de reserva. Parafraseando a Lenin diríamos que la “moneda es la política concentrada”, la cuestión del dólar es, pues, la cuestión de la hegemonía norteamericana.
—¿Podemos hablar realmente de un declive norteamericano cuando poseen bases militares en más de 100 países y gastan la mitad del presupuesto militar mundial, muy lejos de las demás potencias?
—El tema merece ser discutido a fondo. No por casualidad esta teoría es polémica en América Latina y el Caribe; el llamado patio trasero del Imperio.
La primera cuestión a señalar es que decadencia no implica colapso. Decadencia es el inicio de un declive y en este caso la emergencia de nuevas potencias. Las dos cosas van unidas. La segunda cuestión es el tiempo; en Inglaterra el proceso duró casi 50 años, José Luis Fiori dice que cuando una potencia decae no desaparece, sino que se mantiene como potencia durante mucho tiempo en la división jerárquica internacional del poder. Hay un declive, una decadencia que marcará toda nuna época histórica.
—Entiendo que esta transformación entraña un incremento en las tensiones entre los diferentes países al reconfigurarse internamente.
—Efectivamente, la “gran transición geopolítica” se puede resolver, como todas las anteriores, por medio de la guerra. EEUU tiene más de 700 bases militares fuera de su país. Como dices bien, gasta la mitad del presupuesto militar mundial. Hay una estrecha relación entre economía y guerra en su caso. El peligro es justamente que EEUU intente compensar lo que pierde económicamente por medio del control militar reforzado.
Está usando ya las dos armas fundamentales que tiene, las finanzas y el “séptimo de caballería”. Si añadimos a esto la disputa por unos recursos naturales cada vez más escasos y más imprescindibles, podemos cerrar el círculo del problema, en un contexto presidido por la crisis ecológica-social del planeta, de la cual la crisis climática es su aspecto más relevante. Se está acumulando mucho combustible que puede provocar un incendio de grandes dimensiones. En este momento cualquier chispa por banal que parezca puede ser el nuevo Sarajevo. No es casual que Fidel Castro dedique una gran parte de sus reflexiones en estos últimos años, a la crisis económicaambiental, la militarización del planeta y a las posibilidades de guerra.
—Insistes mucho en lo que llamas “crisis del occidentalismo”, por otra parte tema tratado por más autores como Tariq Ali, Samir Amin, Anibal Quijano y otros…. Desde tu punto de vista ¿cuáles serían sus elementos esenciales?
—Uno de los aspectos cruciales de esta “gran transición geopolítica” tiene que ver con la crisis del eurocentrismo, concepto que ha dominado nuestra visión del mundo. La constitución de la economía-mundo y la modernidad están unidas irreversiblemente al descubrimiento de América. El dato esencial de dicho descubrimiento es la categoría de raza como criterio básico de clasificación social, que en lo fundamental ha durado hasta el presente. Modernidad y racismo están íntimamente unidas en lo que Aníbal Quijano denominó la “colonialidad del poder”. No es cosa menor que sean los pueblos originarios los que lleven a cabo la lucha social más intensa en el mundo andino. El enfrentamiento contra el neoliberalismo está implicando en América Latina la lucha contra la “colonialidad del poder”, para construir sociedades y estados que reconozcan el pluralismo étnico y nacional. Están refundando la nación, la política y la democracia.
La “transición geopolítica” en la que estamos traslada el centro de gravedad hacia Oriente. Cambiará sin duda los marcos intelectuales y sociales de referencia.
El gran desafío es ver el mundo como ha sido y es; es decir, un mundo ancho, complejo, donde Occidente ha sido y es una minoría.
—La reconfiguración de la escena política internacional está determinada por las aparición de nuevos actores en la escena internacional. Son los llamados países BRIC (Brasil, Rusia, India y China). ¿Cómo definirías su evolución?
—Antes de responder directamente el tema de los BRIC, quiero empezar como lo hacen dos economistas latinoamericanos muy interesantes, Oscar Ugarteche y Leonel Carranco. Al hablar del G-7 hablan del G-7 más uno, que era Rusia. Este grupo de países fue el instrumento que pretendió organizar la llamada gobernanza mundial. Ahora bien, como dicen los mencionados economistas, el G-7 (ellos lo llaman el G-7 político) se caracteriza porque son países ricos altamente endeudados (los PRAE). Por contraposición hay otro G-7 que es el acreedor, es decir, son los financiadores del G-7 político. Obviamente en este G-7 acreedor están China, Rusia, India, Brasil, es decir los BRIC. Esto dice mucho de la distribución del poder que se está produciendo en el mundo. Los cambios se producen con enorme celeridad. Medidos en poder de paridad de compra, en el 2010 ya han desaparecido del primitivo G-7 Francia, Gran Bretaña e Italia y se han incorporado Brasil e India, es más, según los mencionados economistas que corroboran los informes de las Centrales de Inteligencia de EEUU antes mencionados, China alcanzará ya en el 2016 a EEUU y la India superará a Japón. Estos datos expresan gráficamente la magnitud de los cambios que estamos viviendo, eso que vengo denominando la gran transición geopolítica.
—Los países denominados BRIC tienen características económicas y sociales singulares. ¿Cuales son a tu juicio las más relevantes?
—Básicamente cuatro:
1) Son estados continente, con grandes territorios, población y culturas muy arraigadas y antiguas.
2) Todos, de una u otra forma, no han seguido las directrices de lo que se conoce como el consenso de Washington.
3) Todos tienen más o menos explícitamente una estrategia nacional de desarrollo en torno al fortalecimiento del estado-nación convertido en el centro y en articulador del proyecto nacional.
4) De una u otra forma, la idea de construcción de nación, es decir, superar la exclusión y la pobreza, es un elemento central.
—En estos momentos la presión de Norteamérica por controlar su “patio trasero”, es decir, América Latina y el Caribe, tiene un interés renovado. ¿Qué elementos nuevos o centrales configuran a tu juico la nueva situación?
Hay un elemento central y diferenciador en la situación de América Latina y el Caribe. Por primera vez, en más de un siglo, es un territorio en disputa y presenta una de las líneas de fractura fundamentales en la reorganización del sistemamundo.
Lo es al menos por tres razones:
1) La presencia de otras potencias no americanas, destacadamente Rusia y China, aunque no únicamente, en ese contexto geográfico.
2) La insubordinación que con mayor o menor radicalidad se está acentuando contra el amigo del norte, insubordinación que llega a niveles de enfrentamiento abierto en torno a los países integrantes del ALBA.
3) La aparición como potencia de Brasil, que cambia las reglas de juego del continente.
Vuelvo a una reflexión anterior: aunque EEUU sufra un prolongado declive no significará necesariamente que las cosas mejoren en América Latina y el Caribe, más bien puede suceder lo contrario; cada vez es más urgente para la potencia del Norte restablecer los mecanismos de dominación que desde una u otra forma le han permitido construir su hegemonía mundial.
Son cuatro cuestiones las que hay que analizar para comprender la coyuntura actual en la zona:
1) El relativo desacople de América Latina y el Caribe de la crisis actual. Cuando hablo de desacople me refiero a que la crisis se nota mucho menos que en otros continentes.
Como se trata fundamentalmente de una crisis de los países centrales, se propicia –paradoja de las paradojas– una cooperación sur-sur en torno al “tirón” de los países emergentes, en especial China….. Esto tiene aspectos positivos si se sabe aprovechar bien la coyuntura, y uno especialmente negativo: el peligro de una reprimarización de toda la economía; es decir, la perpetuación del modelo primario exportador que bloquea cualquier alternativa al modelo de desarrollo.
2) La contraofensiva norteamericana. Que está siendo especialmente brutal y tenderá a hacerse más dura conforme la crisis avance. Al restablecimiento de la IV Flota como elemento de proyección estratégica, se le suman las nuevas bases que controlan un arco que se extiende desde la costa venezolana hasta Paraguay, y una presencia cada vez más intensa, con el pretexto de la lucha antidroga, en Perú y en Costa Rica. El golpe de Honduras señala ya un punto de inflexión. La consecuencia de todo ello es la militarización acelerada del continente. Baste señalar como ejemplo, que nada más descubrirse por parte de Brasil las nuevas reservas de petróleo de Pre-sal, este país decidió la compra de submarinos nucleares a Francia y un portaviones, y es que América Latina sigue poseyendo recursos naturales estratégicos (petróleo, gas, agua, biodiversidad...)
3) La pérdida de impulso de lo que podemos llamar el “espíritu de Porto Alegre” y un cierto agotamiento de los procesos más radicales de América Latina y el Caribe. Sin embargo hay que tomar nota que todos los movimientos sociales que de una u otra forma se habían convertido en actores fundamentales en torno a los Foros viven un reflujo relativo
4) La cuestión de Brasil. La gran diferencia de America Latina y el Caribe respecto a otros continentes, es que en este territorio la movilización de masas ha conseguido pasar de la resistencia a la alternativa de gobierno y de poder. Lo que diferencia substancialmente a Venezuela, Bolivia y Ecuador es que la lucha social propició una crisis de régimen y nacional, que obliga no sólo a cambios constitucionales profundos, sino a refundar el estado y la democracia. Este es el dato fundamental con Brasil. Por las razones antes señaladas, su presencia sería muy importante tanto a nivel de cada país como a nivel regional.
El otro aspecto es que algunos de estos países, de democratización más avanzada, están encontrando límites a su acción de gobierno y de transformación de la realidad. El punto más preocupante sigue siendo Venezuela, donde se vive un estancamiento del proceso que requiere medidas urgentes y alternativas.
Tras el último proceso electoral, Brasil puede profundizar aún más los cambios que ha iniciado. A la vista de tu experiencia ¿cómo ves la situación brasileña?
—Es un tema delicado y que requiere de mucha matización. Brasil es una potencia emergente, es una obviedad. Tiene pretensiones hegemónicas en Sud américa. Es necesario subrayar que éstas no son unívocas y que los pueblos sudamericanos puedan aprovechar las contradicciones entre Brasil y EEUU para avanzar en una integración no subalterna y equilibrada. Lo fundamental sigue siendo el reconocimiento de la contradicción y saberla usar a favor de los pueblos que más han avanzado en una integración alternativa. Dentro de las élites dirigentes brasileñas hay dos proyectos que se han enfrentado duramente en las últimas elecciones. De una parte, la derecha Paulista (De Sao Paulo), que busca repartirse la hegemonía en Sudamérica con los EEUU, y de otra la élite estatal (Petista –del PT) que postula un potenciamiento de la integración regional y de la UNASUR. Como todo el mundo sabe, las distintas naciones latinoamericanas están intentando construir un modelo alternativo de desarrollo, social y ecológicamente sostenible. Es un esfuerzo titánico y extremadament difícil. Una de sus condiciones es que el modelo de integración regional contribuya a este esfuerzo y no se oponga a él; la experiencia de la Unión Europea es muy importante a este respecto.
—Recientemente tú y otros autores os habéis referido a la llamada integración post-neoliberal ¿Cómo la identificas?
La integración regional no es un bien en sí y depende de su orientación y contenido, puede servir a las multinacionales o puede servir a los pueblos y las naciones. Puede ayudar a liberar o puede subordinar y perpetuar los esquemas de dominación imperial. América Latina y el Caribe están inventando mecanismos de integración que vayan más allá de una simple extensión de mercados y el fomento del intercambio comercial, para comprometerse en proyectos que va- loricen la cooperación, la formación de grandes consorcios públicos y el apoyo a los derechos sociales de unas mayorías tradicionalmente oprimidas y sin derechos. Es decir, se buscan procesos de integración que sirven de complemento y apoyo a las transformaciones ya iniciadas que buscan el control estatal de los recursos naturales y la recuperación de la soberanía económica y política de las naciones. Se trata, ahora que estamos en el bicentenario de la Independencia, de construir la patria grande, que es la única posibilidad que tiene América Latina de ser un sujeto activo y de tener voz en la construcción de un mundo multipolar, más democrático, justo e igualitario.
La construcción nacional y la integración regional no sólo no se oponen, sino que se refuerzan mutuamente. Como siempre, esto es un problema de acción práctica y depende en definitiva de los gobiernos y de los pueblos, así como de su ncapacidad de ser poder, es decir, de tener organización y proyecto político propio nacional.

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