miércoles, 25 de mayo de 2011

América LATINA: La tendencia al estancamiento. Una Nueva visita - Pierre Salama

Revista Globalizacion
Febrero de 2004 
 
En los años ochenta, las principales economías latino-americanas rompieron con la tendencia al crecimiento fuerte de los años cincuenta a los setenta, y conocieron dificultades muy grandes. El servicio de la deuda externa se elevó en muchos puntos del PIB y se tradujo en la transferencia neta de capitales de estos países hacia los bancos de los países desarrollados. Aún sin asegurarse enteramente, este servicio de la deuda, a partir de un molde inflacionista, provocó una aceleración en el alza de los precios y en muchos países se desarrolla la hiperinflación, que persiste aunque se la quiera evitar, y en algunas excepciones toma un carácter explosivo. El crecimiento per cápita durante el período es negativo o próximo a cero. Cae la tasa de inversión y presenciamos un ascenso en la potencia de las acrtividades financieras concentradas en la compra de bonos del tesoro. La distribución del ingreso, cada vez más desigual, se traduce en una polarización del ingreso en detrimento de las capas más modestas y de los dos tercios de las capas medias. La pobreza, y la pobreza extrema, aumentan. El conjunto de estas características se inscriben en un contexto de reclamos de proteccionismo pero de pérdida de la eficiencia del Estado, de pérdida de credibilidad en sus políticas económicas, dedicadas a pagar una parte significativa del servicio de la deuda externa.
En los años noventa. estas economías conocen un repentino y rápido proceso de liberación del conjunto de los mercados: liberación brutal en las cuentas de bienes y capitales en sus balanzas de pago; retirada del Estado de lo económico (reducción substancial de los subsidios a la industria, sobre todo a la de exportación, después, privatización masiva, lucrativa para los intereses privados, nacionales y extranjeros (fuente de un crecimiento de la corrupción), reducción masiva de préstamos que se bonificaban con las alzas de las tasas de interés, que supuestamente trataban de reducir la presión financiera. La liberalización más retrasada, y probablemente más prudente, del mercado de trabajo, se caracterizó a la vez por una precarización creciente en la utilización de fuerza de trabajo, y niveles de vida caracterizados esencialmente por una separación entre los salarios reales y la productividad del trabajo.
Esta liberalización de los mercados da credibilidad a la nueva política económica ante los mercados financieros internacionales y locales. La hiperinflación desaparecía con la relativa estabilización de las tasas nominales de cambio. Todavía más, éstas últimas tienden a apreciarse con el flujo de capitales especulativos atraídos por políticas de tasas elevadas, con la seguridad también de que podrían repatriar sus capitales con costos muy débiles en las transacciones, acelerando la apreciación de las tasas reales de cambio, provocada por la rápida reducción de la estimación de su inflación con respecto a los países desarrollados. El fin de las hiperinflaciones mejoró por un breve tiempo el ingreso de las categorías más modestas, y los pobres entre los pobres conocieron un aumento sensible de su poder de compra. El rango de pobreza se encoge varios puntos. Este mejoramiento del poder de compra, de la reducción del ahorro y del préstamo en otras capas de la población más desahogadas , inflan la demanda final, disminuyen las capacidades de producción ociosas, y el crecimiento—si es que estaba ausente-- tiene un nuevo despegue, sin el esfuerzo de nuevas inversiones, al menos al principio. Los mecanismos keynesianos que permitieron este retorno, han sido descritos muchas veces y no insistiremos en eso.
Los efectos de esta libertalización estuvieron lejos de corresponder a las expectativas.
Ciertamente, la hiperinflación ha desaparecido y estas economías se encuentran en armonía con el período no inflacionista que conocieron las principales economías desarrolladas y las economías semi-industrializadas de Asia desde comienzos de los años ochenta, sólo que con diez años de retardo. Pero es necesario constatar muchos puntos negativos: en primer lugar, la tasa de crecimiento medio del decenio de los años noventa está muy atrás de las tasas de crecimiento medio de los años 50, 60 y 70. hasta la crisis de la deuda de 1982. Por un conjunto de razones que convendrá analizar, estas economías no llegan a conocer un aumento sensible y sobre todo durable, de la tasa de crecimiento, a inversa de lo que se observa en numerosos países asiáticos. En segundo lugar, el regreso del crecimiento después de los años noventa no condujo a un mejoramiento en la situación de los más pobres, a excepción de los dos primeros años de estabilización relativa de los precios. Una vez pasados los primeros efectos positivos producidos por el fin de la hiperinflación, se observa una clara dificultad en la reducción de la pobreza. Con excepción de Argentina en los años 90, se puede anotar que el proceso de polarización se ha atenuado y que las desigualdades de ingreso, situadas en niveles extremadamente elevados, no crecen de manera significativa, salvo en períodos de abierta crisis y en las antesalas de alguna retoma económica.
.La tercera característica de este régimen de crecimiento instituido en los años 90, es una fuerte volatilidad de las tasas de crecimiento que, a diferencia de la observada en la década perdida de los años ochenta, es menos elevada y se sitúa en una tendencia ligeramente creciente en el período. Sin embargo, esta volatilidad no toma las mismas formas en Brasil, en Argentina o en México, tres economías cuyo peso en América Latina es determinante. Esta volatilidad tiene efectos incubadores muy importantes: el aumento en la amplitud de la pobreza prosigue aún en los primeros años del relanzamiento económico, y habrá que esperar algunos años para que este proceso cese o se invierta.

En cuarto lugar, estos regímenes de crecimiento se caracterizan por una internacionalización financiera muy pronunciada: la apertura repentina de la cuenta en capitales de la balanza de pagos, inserta inmediamente a estas economías en lo que se ha convenido el llamar "la economía mundo", en tanto la brutal liberación de la cuenta en mercancías no llega a alcanzar, con excepción del caso mexicano, la ubicación de las economías abiertas, y las tasas de apertura, si bien elevadas, siguen siendo relativamente modestas. Es esta dominancia financiera de su régimen de crecimiento lo que confiere a la evolución del PIB una fuerte y singular volatilidad, en la medida en que las dos vertientes de la economía, la "real" y la "financiera", tienen sensibilidades diferentes frente a los choques externos. La obligación de atraer capitales, cuando éstos son insuficientes frente a las necesidades de financiamiento, o de frenar la fuga de capitales, incitan a los gobiernos a alzar considerablemente las tasas de interés, variable de ajuste privilegiada, generadora de recesión o de su agravación cuando ésta ya se ha hecho presente.

Uno puede caracterizar estos regímenes de crecimiento por tres rasgos: una dominancia financiera fuerte y singular, una reducida intervención del Estado en lo económico y una reproducción de las desigualdades a un alto nivel.
El objeto de este artículo es mostrar que estos regímenes de crecimiento con dominancia financiera provocan una tendencia hacia el estancamiento que uno podría caracterizar como ondulatoria. Se la puede observar empíricamente, aunque ha sido poco teorizada. Inspirándonos en los trabajos de la CEPAL en los años sesenta, y más particularmente en los de Celso Furtado, mostraremos el modo específico de crecimiento que marca a estas economías, desde comienzos de los años noventa. Favorece al lado rentista, ya presente de los inversionistas, y conduce a un débil crecimiento per cápita. Este crecimiento es volátil. La volatilidad actúa rebotando sobre el crecimiento, y socavándolo.
I. La tendencia hacia el estancamiento.
La tesis sobre la tendencia al estancamiento ha sido desarrollada por la CEPAL y más particularmente por Celso Furtado. Esta tesis explica que la tendencia al estancamiento tiene dos orígenes: el primero proviene de la imposibilidad de proseguir con el proceso de sustitución de importaciones pesadas en razón de la rigidez creciente de la estructura de las importaciones. La presión externa, ayer fuente de dinamismo ("el crecimiento impulsado por el mercado interno") se transforma poco a poco en su contrario. La prosecución del proceso suscita en efecto importaciones de equipos y de productos intermedios de modo que en un momento el valor de los bienes importados sobrepasa al de los bienes que se trata de sustituír, mediante una producción local. Si el país no llega a endeudarse de modo suficiente, la falta relativa de divisas hace imposible la integración de la conversión de dinero en capital en el sector industrial, ya que se hace imposible importar bienes de equipo en cantidad suficiente. El aumento relativo de los precios de producción que de ahí resulta, hace todavía más costosa la inversión en la industria, y el dinero se orienta entonces hacia otros lugares de valorización, que necesitan menos de las importaciones, como el sector inmobiliario, y hacia el consumo de productos llamados de lujo (bienes durables, inmuebles), y lo menos hacia inversiones en el sector industrial. Flaquea la tasa de crecimiento bruto en la formación de capital fijo, crece el consumo improductivo , quedan afectados los precios relativos, y se acentúa el comportamiento rentista entre los empresarios.
La deformación de los precios relativos favorece el crecimiento de la especulación sobre los inmuebles. La fragilidad de una tal demostración está en que ella presupone que hay obstáculos que impiden la contratación de empréstitos externos. Para la época esto es erróneo, ya que estos países iniciaron en los años setenta una fuerte operación de endeudamiento externo a favor de la sobreliquidez de la economía mundial, luego de la elevación de los precios del petróleo y del aparecimiento de los petro-dólares.
La segunda razón para la tendencia al estancamiento, más original, explica la debilidad en las tasas de crecimiento esencialmente por evoluciones divergentes de la demanda de bienes durables, de sus inputs y de bienes de equipos y de la oferta de estos bienes. Del lado de la demanda de estos bienes, la responsabilidad principal recaía en la muy fuerte desigualdad de los ingresos, mantenida por el modo de crecimiento de sustitución de importaciones de bienes pesados. Del lado de la oferta, la influencia más fuerte que en el pasado de la presión tecnológica internacional, se traduce en un aumento de la dimensión óptima de producción, y a pesar del nivel de proteccionismo relativamente elevado, las economías permanecen poco abiertas. Las dimensiones de la demanda y de la oferta de estos productos específicos (bienes durables pero también bienes intermedios y bienes de producción necesarios para su producción), no se someten a la misma lógica o tienden a no corresponderse. O bien, se trata de productos más dinámicos, caracterizados por una fuerte elasticidad de la demanda con relación a los ingresos, y susceptibles de tener considerables efectos de captura – a contracorriente o a favor de ella—sobre el resto de la economía. Veamos más precisamente esta contradicción.
La curva de la demanda no es lineal sino quebrada. La demanda se caracteriza por su angularidad. Según la expresión de Sweezy, la demanda sería "quebrada": siendo muy pronunciadas las desigualdades de ingreso, las capas de bajos ingresos (la mayor parte de la población) no pueden acceder a bienes durables importantes, sobre todo a esos producidos por la industria automovilística. Es por eso que en la literatura, uno puede nombrar esos bienes como "bienes suntuarios", retomando así la expresión de Ricardo, a fin de oponerlos a los bienes "obreros", o bienes de consumo no durables. La originalidad de la aproximación de la CEPAL está en que más allá de las razones históricas que estén en el origen de estas profundas desigualdades (modos de colonización o de poblamiento de estos países), la deformación en la distribución de los ingresos se explica en lo esencial por el régimen de crecimiento adoptado.
A: una pequeña vuelta atrás :
La industrialización acompaña a la economía exportadora. Ella es más o menos importante según la naturaleza del producto exportado, y la intensidad del comercio con las economías del Centro. Viene de la monetarización (industria de bienes de consumo), del mantenimiento de infraestructuras (industrias mecánicas), y de economías de agregación ligadas a ciudades (industrias de la construcción). Se frena por los dictados de las economías del centro que temen una concurrencia sobre sus productos y la consolidación en esos países de motivos para poner en duda su dominación. Ella utiliza una mano de obra inmigrante de origen europeo, y relativamente muy pocos campesinos: Fue menos el caso, cuando la industrialización, luego de la grave crisis de los años treinta, que conocieron bien los países del Centro, se desarrolló después de una fase de crisis. La mano de obra inmigrante y la que vino de los campos poco monetarizados, será utilizada en pequeñas empresas de débil intensidad capitalística.
A la primera fase de sustitución de importaciones ligeras le corresponde pues un fuerte proceso de monetarización: los campesinos migran hacia las ciudades y ofrecen su fuerza de trabajo no calificado a una industria productora de bienes de consumo y de producción simple. El espectro de los ingresos de estos trabajadores es débil y uno ha podido caracterizarlo como "horizontal", para distinguirlo de lo que va a seguir con la puesta en escena de una industria más sofisticada, productora de bienes intermedios, y de producción de bienes de consumo durable. Esta nueva fase se caracteriza por una sustitución de importaciones pesadas. La fuerte intensidad capitalística se acompaña de una profunda diferenciación de la mano de obra absorbida: los espectros de calificación se amplían, y con esto el de los ingresos salariales. De manera significativa comienza a aparecer una demanda particular, la de las capas medias en expansión (técnicos, ingenieros) generada por este tipo de industrialización más pesada y sofisticada, que demanda más y más bienes de consumo durable. El crecimiento de la mano de obra flaquea y como el proceso de monetarización prosigue en razón de la atracción de las ciudades, de la expuslsión económica de los campos poco monetarizados, la mano de obra en exceso ocupa empleos informales, poco remunerados. Bajo esta configuración, la distribución de los ingresos tiende a hacerse "vertical". Las desigualdades aumentan a partir de un umbral ya elevado, y las razones de esta elevación ya son endógenas al sistema de crecimiento adoptado. En tanto las demandas de las capas medias armonizan con las dimensiones de la oferta de bienes durables. (1) El círculo desencadenado por este tipo de industrialización es virtuoso. Y llega un momento en que los ingresos de un treinta a cuarenta por ciento de la población no son suficientes para enfrentar el crecimiento de las dimensiones óptimas de la oferta de bienes durables y de sus inputs (productos intermedios y equipos) (2).
Esta evolución divergente de las estructuras de la oferta y de la demanda de estos productos está en el origen de importantes capacidades de producción ociosas. El mayor peso de los costos unitarios que resulta de esto, puede entonces ser parcialmente compensado por un alza de sus precios (alimentando así la inflación estructural), permitido por el grado de protección elevado del que se benefician estas economías. El alza de los precios relativos de los equipos con relación a los bienes de consumo no durable, hace que la inversión sea más costosa. Estamos entonces en presencia de un prejuicio en el "uso del capital" en el sentido de Robinson, prejuico que afecta negativamente la rentabilidad del capital ya que frena las posibilidades para un crecimiento elevado. (3)
El proteccionismo, aún siendo elevado, no es sin embargo el de la autarquía, ya que existen limites al alza de los precios relativos que pueden ser insuficientes para asegurar una tasa de valoración mínima. Desde entonces uno se encuentra ante la siguiente paradoja: las empresas son obligadas a invertir en tecnologías que, si no son de punta, son al menos sofisticadas, aún cuando sean de segunda mano, y que al ponerse en marcha, e igualar las cosas, reducen sus márgenes, como ya habíamos señalado. Esta reducción es sin embargo menor, como si no se hubiera hecho todo eso. Resulta que las empresas están ya debilitadas y constituyen presas más fáciles para los inversionistas extranjeros. De partida, el alza de los precios relativos de los bienes de equipo en relación a los bienes de consumo no durables, introduce un "prejuicio en el uso del capital" de tal naturaleza que debilita la rentabilidad del capital invertido y, al hacerlo, el del crecimiento. Por estas dos razones, la tendencia a la baja de la rentabilidad alimenta una tendencia al estancamiento económico.

Estos dos resultados son importantes. Se trata de la primera demostración en la literatura del desarrollo de la existencia de elevadas capacidades de producción ociosa, y a la vez, del mantenimiento de una inflación fuerte, llamada estructural, en los años sesenta y setenta. La inflación relativamente elevada, y la existencia de fuertes capacidades de producción ociosas, no encontraron en efecto explicación científica satisfactoria que no fuera la de los neoclásicos (una demanda demasiado elevada que convendría disminuir, y una asignación de los recursos de un modo no óptimo que habría que corregir mediante una especialización según ventajas comparativas). Esta aproximación de la CEPAL permitía a la vez comprender por qué las industrias experimentaban una presión tecnológica que las obligaba a elegir técnicas "de uso de capital", entre un espectro de técnicas reducidas a la alta intensidad tecnológica, y por qué, sin embargo, esta elección conducía a un despilfarro de capital y a una rentabilidad del capital en caída por estas capacidades ociosas, rentabilidad sin embargo, más elevada que si esa elección no se hubiera hecho. En fin, esta interpretación permitía comprender por qué la inflación resultaba de rigideces estructurales y no de un exceso en la demanda global.
B. Los límites y los aportes:
Hasta aquí pareciera que esta "tendencia" al estancamiento vendría a ser como la tendencia a la baja de la tasa de ganancia de Marx. Pudiera ser lo opuesto. A diferencia de la tesis de Marx, las fuerzas que pudieran contrarrestar esta tendencia no son producto de fuerzas en el origen de este movimiento. Le son externas, y dependen, entre los estructuralistas, de decisiones públicas. Según la CEPAL, esta tendencia podría ser contrarrestada por una redistribución de los ingresos a favor de las capas más modestas, una reforma agraria y una acción más sostenida del Estado, gracias a la adopción de una política de cambios, y en fin, una planificación clara.
Venimos de ver cuan original era esta tesis. Paradójicamente "el milagro económico brasileño" (fines de los años sesenta y años setenta) no contradijo la justeza de este análisis. El advenimiento de la dictadura permitió una redistribución de los ingresos a favor, en un primer tiempo, de las capas medias, y la valoración del capital entre los sectores más dinámicos de la industria. Éstas son algunas palabras para describir este proceso: La fuerte caída de los ingresos de los obreros (del orden del cincuenta por ciento a comienzos de la dictadura) va a reducir fuertemente los costos salariales sin afectar la demanda de esos sectores dinámicos en la medida en que los obreros no constituían una demanda de bienes durables. Las posibilidades reencontradas de crecimiento de ese sector ampliaban la dimensión de la demanda de bienes de consumo durables en la medida en que la estructura del empleo favorecía la utilización de una mano de obra calificada con poder de compra más elevado. La "verticalización" de la distribución del ingreso analizada más arriba tiende a acentuarse y con ella aumenta el peso de las capas medias y su demanda por bienes durables. Esta estructuración diferente del tejido industrial, a favor de este sector más dinámico que se ha encontrado, suscita una demanda fuerte de bienes de equipo (de bienes intermedios provistos por el Estado) y frena el alza de los precios relativos, o lo inverso, según los casos y la duración del proceso. Es cierto que la demanda de bienes no durables, menos dinámica, recibirá el contragolpe de esa baja del poder de compra durante numerosos años. La letargia que caracterizará a las empresas de ese sector las debilitará y muchas de ellas llegarán a ser presa fácil de los inversionistas extranjeros. Pero al reencontrar la revalorización, junto con un desarrollo del sector de servicios, (marketing, créditos a mediano plazo) favorecerá la captura de cuadros cuyos niveles de ingreso inflará la demanda de esos bienes. Así, tanto desde la demanda como de la oferta, se echará a andar un círculo virtuoso. La redistribución del ingreso será así permitida mediante una mayor explotación de los obreros, un ascenso de las capas medias y la correspondencia que se da entre la dimensión de esta oferta y la dimensión de esta demanda en un proceso virtuoso endógeno, que opera a medida que el Estado siga interviniendo en los sectores más pesados (productos intermedios y energéticos). La aproximación colbertista de la intervención pública de la dictadura brasileña, a inversa de la dictadura argentina caracterizada por el muy fuerte monetarismo, permite esta armonización.
La tesis de la tendencia al estancamiento permite comprender lo esencial del "milagro" económico del Brasil y la lentitud económica de Argentina hacia la misma época. Sin embargo, el crecimiento muy fuerte del Brasil puso también en relieve algunas insuficienias de esta tesis. Ya lo indicamos en una nota: la demanda de bienes durables es endógena, y analizada de manera relativa, la de su oferta es exógena (dependencia tecnológica), y presentada de manera absoluta. Es exacto que la aproximación de la demanda en términos relativos se traduce en términos absolutos, pero así no deja de ser cierto un deslizamiento en el análisis, deslizamiento que debilita el razonamiento cuando muy puntualmente se puede observar una armonía o una desarmonía entre las respectivas evoluciones de su dimensión. Habría sido preciso analizar primero las dimensiones absolutas y en seguida sus evoluciones potenciales mediante la distribución de ingresos en un caso, y la limitación externa en el otro. Y éstas difieren según los países: Brasil, México o Argentina, a pesar de las desigualdades muy importantes entre los dos primeros, tienen un mercado para numerosos bienes durables, comparable al de numerosos países europeos, y tal no es el caso de Chile ni de Colombia. Y éstos difieren igualmente según los bienes durables: la producción de estos bienes precisa de una dimensión tal, que no puede ser emprendida en cualquier país. Al presente, podemos admitir que una intervención del Estado, directa o indirecta, puede permitirle el acceso a ciertas industrias de grandes dimensiones, en las que las pérdidas se socializan. Es lo que en esta época explica la presencia del Estado en el sector pesado, y por otro, la incapacidad de las bolsas para centralizar suficientemente los capitales que pongan en plaza a las industrias de este sector.
Una segunda debilidad, ligada a la precedente, es la de no haber considerado los bienes de consumo durables según su accesibilidad a la demanda de capas modestas o pobres. Se sabe hoy que toda una serie de bienes, como los refrigeradores por ejemplo, son accesibles a una fracción importante de quienes son definidos como pobres. Una tercera debilidad es no haber dado suficiente importancia a las condiciones de la producción, El análisis parece quedarse a menudo en el nivel de la circulación (la oferta de una industria frente a la demanda de un segmento de la población). Nosotros lo hemos señalado al plantear de antemano el aumento repentino e importante de la tasa de explotación de los obreros, e indicamos que esto permitiría una reducción de costos, y con eso una mejor valorización en las ramas dinámicas de las industrias, pero también, de una manera derivada, del ascenso de capas medias, llevadas por el empuje del sector (siendo diferente la composición de las calificaciones en este sector que en el sector de los bienes ligeros, y más importante, la parte de los trabajadores calificados) y por la aparición de un sector de servicios (marketing y créditos a corto plazo). Es este desarrollo consecuente de las capas llamadas medias lo que nos condujo (Salama 1976) a calificar al régimen de acumulación tanto por su capacidad para excluir de los beneficios del crecimiento a gran parte de la población, o darle beneficios marginales, como por esta "tercera demanda", cuya armonía con el sector de bienes de consumo durable, daba lugar a un círculo virtuoso de crecimiento.
Pero antes de analizar este aspecto hoy por hoy esencial, conviene cerrar provisoriamente este paréntisis y continuar tratando los aspectos "reales".
La tesis de la tendencia al estancamiento sigue siendo pertinente por diferentes aspectos: las fuertes desigualdades hacen difícil un aumento de las tasas de formación bruta de capital, y esta última se "estanca" en un débil nivel si se la compara con las tasas alcanzadas en las economías asiáticas, caracterizadas por menores desigualdades. Esta importante desigualdad permite a más o menos un 30% de la población tener un nivel de ingresos más o menos equivalente al que corresponde a las mismas capas de los países llamados desarrollados. Ella alimenta un comportamiento "rentista" en tanto las tasas de valoración del capital muestran ser satisfactorias. En tanto esta desigualdad no es contrabalanceada por une intervención consecuente del Estado en la esfera económica (activa política industrial), se puede asegurar que los factores que favorecen una tendencia al estancamiento continúan predominando. Es este sentido, la tesis sobre la tendencia al estancamiento en los años sesenta-setenta, conserva una fuerte pertinencia y puede servir de base a la elaboración de una nueva teoría del estancamiento.
II. Hacia una nueva teoría de la tendencia al estancamiento
A. Desigualdades que conforman un comportamiento rentista:

La posición desarrollada en este estudio es post keynesiana. La oferta y la demanda están separadas y son dependientes. La demanda está primero, y que se sepa proviene tanto de mercados interiores como exteriores. Según este curso, los empresarios evalúan la demanda, y si las coindiciones de valoración se consideran satisfactorias en términos tanto absolutos como relativos, si el financiamiento de la inversión no encuentra obstáculos (tasas de interés demasiado elevadas, cargas sobre su deuda que supere un umbral juzgado peligroso, etc), ellos invierten. El aumento de la inversión produce un crecimiento de los ingresos, generadores de un ahorro suplementario. Se reconoce aquí el razonamiento keynesiano clásico. Es un razonamiento de este tipo el que permite comprender en parte la fuerte coyuntura de los EEUU en los años noventa: en el nivel doméstico hay un comportamiento de gastos extravagantes (la demanda efectiva es ya elevada y crece), alimentados por una fracción de este nivel que tiene anticipaciones favorables en cuanto a la evolución de su patrimonio virtual, debido al alza en la bolsa de valores, de los precios de los bienes inmuebles, que permiten un aumento de la plusvalía a través de la venta de acciones que se destina al consumo, o por las posibilidades de préstamos importantes. La demanda impulsa a la oferta, todavía más, si las condiciones de valoración requeridas son satisfactorias. A la inversa, se podría considerar que un comportamiento que favoreciera al ahorro, habría frenado el crecimiento. Ya que el financiamiento de la inversión se habría relajado. Se sabe igualmente que el ascenso en el crecimiento de Corea y Taiwán a fines de los años cincuenta, no se debió a la apertura de sus fronteras ni al crecimiento de sus exportaciones (Rodrik,2001), a contrario de lo que piensan los economistas del "mainstream". La inversión ha estado primero, y se materializó por importantes importaciones de bienes de equipo, y es sólo después cuando la parte de las exportaciones en el PIB crece. El crecimiento ha precedido al aumento de las exportaciones. La inversión masiva, fuente del crecimiento, ha sido posible porque la balanza comercial ha sido deficitaria, y porque la ayuda del estado ha sido directa o indirectamente masiva. Esta indicación no se hace con el objeto de excluir el papel de los gastos externos en el crecimiento. Estos pueden alimentar la inversión posteriormente y tonificar el crecimiento.
Sabemos que la industrialización en América Latina ha sido posible gracias a la constitución de un mercado interno, que respondía a presiones externas en alza. La migración de los campos a las ciudades proporcionaba la mano de obra asalariada y dinamizaba en una primera etapa la demanda de bienes de consumo y de productos livianos. Lo que sobre todo importa en este proceso es que esta migración y estos salarios se traducían en una monetarización de la fuerza de trabajo. Ésta actuaba como una demanda adelantada, un poco como el desplazamiento de la frontera del Oeste en el siglo XIX, que explica la industrialización de EEUU.
La industrialización lationoamericana ya no genera un proceso de este tipo: las economías se han monetarizado y la reproducción de la fuerza de trabajo en lo esencial pasa por el mercado. Ya no hay pues "reserva"de ese tipo posible, habiéndose alcanzado la frontera de la monetarización. A priori quedan dos posibilidades: sea que el ingreso aumente e impulse una renovación en la dinámica del capital, o sea que el mercado externo vuelva a ser accesible. Estas dos posibilidades no son excluyentes la una de la otra. Todavía más, la dinamización de la una pasa por la dinamización de la otra, y sería vano elegir una opción independiente, en razón del contexto de globalización. Para decirlo más claramente, esto significa que una redistribución de los ingresos susceptibles de aumentar el poder de compra de las categorías modestas y pobres y de dinamizar las industrias correspondientes, no es viable a mediano y a largo plazo a menos que se tomen en cuenta las limitaciones a la competitividad. El crecimiento del mercado interno pasa por el crecimiento del mercado externo. Es esto lo que torna difícil el cambio de régimen de crecimiento. Hecha esta indicación, analicemos algunas especificidades producidas por las fuertes desigualdades en los ingresos.
Como habíamos señalado antes, estas economías se caracterizan por sus muy fuertes desigualdades en los ingresos. La industrialización ha provocado una modificación en las estructuras de las desigualdades. Polarizada con una distancia considerable entre el ingreso del 5% más rico y el resto la la población monetarizada, luego de la fase exportadora, la estructura de los ingresos ha evolucionado con la industrialización: en un primer tiempo, la concentración de los in gresos es "horizontalizada", y en un segundo tiempo, es "verticalizada". Se ha pasado de una bipolarización a una estructura tripolar: el 5% de los más favorecidos, el 30% que le sigue y en fin, de manera heterogénea el resto de la población. Esta descomposición de la población pareciera identificar la formación social: primero, los notables, grandes propietarios industriales y terratenientes; en seguida las capas medias y finalmente, los obreros y los campesinos, pero a la vez conduciría a una aproximación sociológica de la formación social, al menos primaria y superficial. Sea lo que fuere, esta aproximación tripolar de la demanda pareciera corresponder igualmente a una aproximación tri-sectorial de la oferta: los bienes de equipo son demandados por las empresas, los bienes de consumo durables por el 35 al 40% de la población más favorecida y los bienes de consumo no durables por el 65% restante, legitimando una aproximación teórica por grandes secciones (bienes de capital, "de lujo" y "obreros"), a partir de ecuaciones de reproducción revisitadas por Kalecki. Aunque rica, esta aproximación es algo reductora: el 5 ó 10% de la población más rica dista de tener un comportamiento inversor agresivo; los bienes de consumo durables llegan a ser en parte "bienes obreros", y cesan de ser exclusivamente "bienes de lujo", sobre todo aquéllos que no tienen un precio muy elevado. En efecto, teniendo en cuenta el ingreso medio de la población, muy inferior al de los países desarrollados, y considerando por otra parte el nivel de ingresos del 30 al 35% de la población de estos países con igual proporción en los países desarrollados, aún cuando la estructura de sus gastos sea diferente, la distancia de sus ingresos con los del 65% de la población restante, y es matemáticamente mucho más importante que en los países desarrollados. Es esta circunstancia la que explica la dificultad para un número de bienes durables, como para los automóviles, para "proletarizar"su oferta, ya que no encuentran demanda solvente en esta fracción de la población, a diferencia de lo que se ha podido observar en los países desarrollados. Es esto también lo que explica que cuando se reduce el mercado de manera absoluta y de manera relativa con relación a las limitaciones dimensionales de la oferta.
Las expectativas de crecimiento para este tipo de bienes son limitadas, y se puede asistir a la paradoja de una valorización satisfactoria del capital y de una reinversión débil, y a los capitales, prefiriendo salir del sector o del país, porque las perspectivas de expansión de ese mercado son poco favorables. La Argentina de los años noventa ilustra este tipo de comportamiento: valorización elevada del capital en las grandes empresas, repatriación de considerables ganancias hasta el abandono del plan de convertibilidad.
Hemos evocado la estructura de los gastos de las capas altas y medias. Esto reviste importancia en los modos de consumo y de ahorro de esta capa heterogénea y favorece un comportamoiento rentista. El régimen de crecimiento con dominancia financiera tiende a producir una nueva modificación en la estructura de los ingresos. Más exactamente, el nivel de las desigualdades permanece más o menos estable en un nivel alto, pero aparece una nueva tendencia a la bi-polaridad. El 5 a 10% de la población más favorecida conoce de un aumento en la parte de sus ingresos en relación al ingreso total; el treinta a cuarenta por ciento que sigue, se caracteriza por una fragmentación de sus ingresos: los que tienen ingresos más elevados siguen la evolución del 10% superior, pero con una rapidez menos fuerte que los anteriores; el sector que sigue, conoce un empobrecimiento relativo. Un proceso parecido al que está teniendo lugar en EEUU: las capas medias pierden su importancia y la sociedad se aproxima a la de comienzos del siglo XX. Es esa la sociedad que frecuenta Gasby, el héroe de la novela de Fitsgerald, recuerda Krugman, sociedad caracterizada por numerosos empleos de servicio, cerca del 5 al 10% más rico de la población. Este "regreso" manifiesta una regresión social importante. La única diferencia con los EEUU es que el proceso opera en América Latina a partir de un nivel de desigualdades ampliamente superior al de los EEUU. Una cifra permite aclarar esto: en 1998, según el BID, el coeficiente de Gini del 100% de la población era de 0.38, y el del 9% de la parte menos favorecida en EEUU, era de 0.35%. La relación entre los dos Gini no es pues muy elevada. No es ese el caso de Chile, pequeño país y ejemplo extremo de América Latina: las cifras son allí respectivamente 0.58% y 0.27%. Para hacer memoria, el Gini del Brasil, gran país, según el BID, avecina el 0. 6 para la población total, y 0.44 para el noventa por ciento. La separación entre el 100 y el 90% son considerables en relación a EEUU. Y es entonces lógico que las estructuras del gasto se vean afectadas. Más precisamente los gastos ostentosos de las capas altas y su "redistribución" de ingresos entre los empleados de casa, no son de una naturaleza capaz de dinamizar una oferta sectorial que incida en la valorización del capital, salvo en el sector de la construcción. Es verdad que las capas altas tienen una tendencia al ahorro mayor que las capas medias empobrecidas, pero gran parte de sus ahorros se refugian en fondos que no alimentan la inversión. En efecto, el ahorro sería para comprar bonos del tesoro especialmente lucrativos, emitidos por el Estado para el servicio de su deuda interna, situación que se ha vuelto principal en el presupuesto. Si este ahorro se deposita en bancos, no por eso financia inversiones: las tasas de interés son demasiado elevadas para incitar a prestar a empresarios, y los fondos depositados alimenta mejor la demanda de liquidez del Estado para financiar sus deudas, y muy poco para invertir.
Venimos de señalar el rol jugado por las tasas de interés en este régimen de crecimiento. Ellas son elevadas ya que constituyen la variable principal de amarre de este régimen de crecimiento. Son elevadas a fin de atraer capitales en cantidades suficientes y para hacer que las crecientes necesidades de financiamiento sean cubiertas por el financiamiento externo. Están también en el origen de arbitrajes que desfavorecen la inversión en beneficio de la especulación y de comportamientos rentistas, y por eso son causa de una lentitud en el crecimiento. Este régimen de crecimiento, que produce siempre más necesidades de financiamiento determina la importante volatilidad de la actividad económica. Ésta, en rebote, actúa sobre el crecimiento. Se impone aquí una importante indicación. Mira ésta a señalar las especificidades de las economías latinoamericanas, caracterizadas por desigualdades muy pronunciadas. En el Sur-este Asiático, la dominancia financiera está también presente, pero los regímenes de crecimiento son diferentes y la desigualdad de ingresos son más débiles que en América Latina. Este aspecto dominante de lo financiero explica en parte su vulnerabilidad y la fuerte crisis financiero-productiva que conocieron a fines de los noventa. Sin embargo estas economías han conocido y conocen de nuevo un crecimiento muy elevado y tasas de formación bruta de capital fijo entre el 50% y el 70% superiores a las que se han observado en las economías latinoamericanas. No es pues la dominancia financiera la que explica por sí sola la rémora económica de las economías latinoamericanas, sino que ésta se junta a las importantes desigualdades y a la también importante restricción del Estado en lo económico, restricción que no podemos analizar en el estrecho marco de este artículo, bastándonos señalar que hoy su rol consiste sobre todo en alimentar el financiamiento de actividades, en consolidar el comportamiento rentista gracias a la emisión masiva de bonos del Tesoro a tasas de interés elevadas, que sirven para financiar el servicio de la deuda que ha llegado a ser el lugar más importante de su presupuesto.(4)
Después de esta importante señalización, pasamos a presentar el análisis del círculo vicioso del crecimiento debido a esta dominancia financiera enmarcada en sustanciales desigualdades de ingresos y en una retirada del Estado de lo económico.
B. La consolidación de una economía casino gerenardora de estancamiento


En los últimos diez años el crecimiento promedio de las principales economías latinoamericanas ha sido débil y hasta mediocre. Ha sido también particularmente volátil: crisis en 1995, pronunciada en México y en Argentina; crisis de nuevo en 1998, esta vez sobre todo en Brasil y en Argentina, donde toma una dimensión dramática en 2002 (-11% del PIB, más un 50% de la población cayendo a la pobreza); seria detención en el crecimiento en México, en Brasil y en la mayor parte de las economías latinoamericanas en el 2002 y en 2003, pero alguna viva recuperación en Argentina. La volatilidad de los años noventa es sin embargo menos fuerte que la de los años ochenta, llamada "la década perdida". Su origen y especificidad son igualmente diferentes. En un caso ella está ligada al servicio de la deuda a partir de recursos propios de estos países; en el segundo, se genera por la elevada dependencia financiera propia de los nuevos modos de crecimiento puestos en pie con la salida de las crisis hiperinflacionistas. Las tasas de interés juegan entonces un rol central: su manipulación al alza es de tal naturaleza que permite equilibrar la balanza de pagos y así hacer corresponder crecientes necesidades de financiamiento con capacidades de financiamiento casi insuficientes. Pero el alza de las tasas de interés, o su mantenimiento a un nivel elevado, favorece el comportamiento rentista ya presente de las capas altas de la población y de las instituciones financieras, haciendo más difícil el financiamiento de la inversión. Este régimen de crecimiento tiene su talón de Aquiles: las tasas de interés en un contexto de fuertes desigualdades. Este régimen de crecimiento genera en promedio un débil crecimiento, y un crecimiento volátil, que en rebote frena ese crecimiento. Para comprender esta especificidad, vamos a analizar brevemente los componentes de la necesidad de financiamiento y su evolución, positivas para algunos, negativas para otros.
La balanza comercial tiende a hacerse excedentaria
A comienzos de los años noventa, los saldos de la balanza comercial eran profundamente deficitarios, seguidos por la degradación del aparato industrial en los años ochenta, la eliminación de las subvenciones y la drástica disminución de la protección aduanera. Esta situación cambia en la mayor parte de los países con la modernización de un aparato de produccvión remodelado. La apertura de estas economías ha conducido a una reestructuración del tejido industrial y a una relativización de la industria con relación a otras fuentes de riqueza como la agricultura o las materias primas. El tejido industrial se ha reestructurado gracias a la importación de bienes de equipo que incorporan nuevas tecnologías, que se vuelven menos costosas en razón de la liberación de intercambios exteriores y de la apreciación monetaria, es cierto, interrumpida por depreciaciones luego de las crisis financieras. Estas importaciones, en conjunto con una nueva organización del trabajo y una creciente flexibilización de la mano de obra, permiten, fuera de los períodos de crisis, un crecimiento sostenido de la productividad del trabajo, que viene a ser causa de un crecimiento en las exportaciones. En algunos países estos procesos van más lejos: espacios completos del aparato industrial desaparecen y el crecimiento de las exportaciones será el fruto de una especialización acrecida sobre los productos primarios agrícolas o mineros, Tal es el caso por ejemplo, de Argentina y de Chile. En otros, en fin, como México y de numerosos países de América Central, las inversiones extranjeras se multiplican a fin de producir para el mercado interior (México), o para destinar la producción al mercado externo con muy poco valor agregado nacional (México, América Central). En fin de cuentas, todos han conocido una apertura importante: las exportaciones se han quintuplicado en México, se triplicaron en Argentina, se duplicaron en Brasil entre 1985 y el 2000 (5), pero por otro lado estas economías, con excepción de México, permanecen todavía relativamente cerradas.

Los saldos positivos de la balanza comercial en algunos casos, la disminución del déficit comercial en otros, tienen por fundamento un ascenso en las exportaciones debido parcialmente a una modernización de los aparatos de producción, al alza de los precios de ciertas materias primas, a una progresión más débil de las importaciones o bien, su caída cuando se impone una recesión. En fin, una mayor posibilidad para manipular las tasas de cambio con la instalación de cambios flotantes, llamados sucios, a finales de los años noventa, luego de devaluaciones masivas no sujetas a control. Sin embargo, aunque la productividad del trabajo crece fuertemente en esos diez o quince últimos años, su nivel medio permanece débil en tanto el retardo había llegado a ser importante en los años ochenta. La debilidad en las tasas de formación bruta de capital fijo, el débil esfuerzo en materia de "investigación y desarrollo" explican el grado de sofisticación todavía tan débil de las exportaciones y los límites de su avance, al menos para los bienes industriales.
Retomemos rápidamente estos factores uno por uno. La tasa de formación bruta de capital fijo, más elevada de entre dos a tres puntos de la de los años ochenta se mantiene modesta y se sitúa aproximadamente en los tres quintos de la de los países del Sud Este de Asia. La inversión extranjera ha conocido un alza muy importante en los diez últimos años, al punto que para un país como Brasil, la parte tomada por la internacionalización del capital en el sector productivo es aproximadamente dos veces más elevada que en los EEUU. Las empresas extranjeras en el sector manufacturero son, considerando dimensiones equivalentes, más exportadoras que las empresas nacionales. Ellas son igualmente más importadoras. Poniendo a parte a México, donde la mayor parte de las inversiones extranjeras directas—la mitad aproximadamente—se dirige hacia las industrias de ensamblaje ("maquiladoras"), las inversiones directas se orientan en contraste con el pasado, hacia el sector de los servicios, sector que no exporta sino que importa (6). El grado de sofisticación de los bienes industriales exportados permanece, a pesar de los progresos visibles, bastante débil. Si se dividen los bienes exportados en cuatro categorías según su grado de crecimiento: muy dinámicos, dinámicos, poco dinámicos y estacionarios, el comercio mundial ha crecido, de 1990 a 1998, en un 186% para la primera categoría, donde se concentran los bienes de alta tecnología (computadoras, telecomunicación, medicamentos, etc, como también otros bienes menos sofisticados como los tissus d’interieur). 96% para la segunda, 67% y 49% para las dos últimas. Cuando se comparan las exportaciones de estos grupos de bienes en relación a su crecimiento mundial, se observa que el balance para el conjunto de América Latina es inquietante: las exportaciones de los latinoamericanos hacia la América Latina bajan de 8% en relación al comercio mundial destinado a la región por el grupo de bienes más dinámicos. Las exportaciones de los países latinoamericanos con destino a países industrializados aumentaron en un 93% con relación al crecimiento del comercio mundial en esta categoría de bienes destinados a esta región, es decir muy por detrás de su crecimiento mundial (186%). Y esta última alza se explica esencialmente por la parte muy elevada de las industrias de ensamblaje de El Salvador, de Honduras, de Guatemala y de México. En Brasil, donde este tipo vde industria no tiene tanta presencia, las cifras son elocuentes: - 12% y .17% para los bienes del primer grupo, esta pérdida de "partes del mercado" viene ocurriendo en el país más indstrializado de América Latina (Benavente, 2002). Estos resultados se pueden reunir con los obtenidos por la UNCTAD (2002). Cuando se consideran los 20 productos exportados más dinámicos de 1980 a 1998, se observa que la parte en el comercio mundial de las exportaciones de los países "en vías de desarrollo", pasa del 14,1% al 28,7%, lo que parece positivo. Esta impresión parece confirmarse cuando se nota que en los veinte productos más exportados por estos países, 8 pertenecen a los veinte productos más dinámicos a nivel mundial (la relación es de 15 a 20 en los países industrializados). Pero cuando se analizan estas cifras por grupos de países, los resultados son diferentes: las economías de América del Sur ( por definición sin México y sin América Central), no exportan más que dos productos entre los 20: bebidas no alcohólicas y adornos: los ordenadores y el equipo electrónico son más bien exportaciones de los asiáticos. La constante es todavía más severa cuando se analiza de cerca el caso de México. Los productos son definidos a partir de una clasificación en 3 "dígitos", así bienes que son clasificados como "de alta tecnología y de fuerte calificación de la mano de obra", como las computadoras, las telecomunicaciones, los productos farmacéuticos,etc.y que se caracterizan por un crecimiento importante de las exportaciones de los paóses en desarrollo, son de hecho la mayor parte de los bienes producidos en las usinas de ensamblaje. Más exactamente, se trata de segmentos con fuerte utuilización de mano de obra en líneas de producción de productos de alta tecnología que una división más fina hubiera permitido mostrar más claramente. Numerosos bienes "de alta tecnología" en realidad no lo son, y su aspecto tramposo les viene de la clasificación insuficientemente precisa. Tal es el caso para México (a excepción de la industria automotriz) y para la mayor parte de los países de la ASEAN. A diferencia de Corea del Sur estos países se han orientado hacia ese tipo de especialización sin optar por una política industrial que mire a integrar nacionalmente los segmentos deslocalizados por las empresas de los países industrializados, quedando localmente con un valor agregado my débil , y han dejado de lado el esfuerzo por la investigación para el desarrollo y no han creado casi nada en materia de zonas especiales de alta tecnología.
En general, la progresión de las exportaciones en América Latina encuentra su paralelo en un movimiento más general: el comercio mundial que crece más rápido que la media del PIB mundial. Ese progreso de las exportaciones traduce una modernización de la mayoría de las economías latinoamericanas, pero a la vez es revelador del retardo acumulado desde decenios y, al contrario, de la necesidad de una política industrial selectiva, la única capaz de dar un impulso consecuente a este movimiento, impulso tanto más necesario ya que la dependencia financiera ha aumentado en los años noventa. El deglose durable de un saldo positivo de la balanza comercial y más consecuente –fuera de fases de recesión- podrá entonces atenuar la vulnerabilidad financiera y al hacerlo, atenuar sus efectos perniciosos sobre las categorías más pobres de la población.
La pareja necesidades y capacidades de financiamiento se vuelve más y más problemática. Las necesidades de financiamiento tienen la tendencia a aumentar o a permanecer en un nivel elevado. Hemos analizado la evolución del saldo de la balanza comercial y los límites de esta evolución favorable. El saldo de la balanza del turismo se ha vuelto fuertemente negativo en el Cono Sur, cuando la moneda se ha apreciado (7), pero sobre todo los gastos ligados al retorno de los dividendos (a los que convendría agregar los de las ganancias que figuran en otra línea de la balanza de pagos) de las firmas multinacionales que aumentan considerablemente a medida que aumenta la internacionalización del capital, como las ligadas a la compra de brevetsextranjeros. En fin, los gastos ligados al servicio de una deuda externa en plan de expansión, aumentan: las salidas a título de pago de intereses son relativamente estables en porcentaje de las exportaciones fuertemente crecientes, la amortización de préstamos contratados, el reembolso de bonos (situados en otra línea del balance) aumentan de tan suerte que el servicio de la deuda, tomada en su totalidad, crece en porcentaje de exportaciones, en poco más de diez puntos en diez años, entre 1990 y 2000.
La variable de ajuste más importante
, susceptible de influir sobre una parte de los movimientos de capitales y hacer corresponder necesidades de financiamiento y capacidades de financiamiento, es la tasa de interés. El alza de las tasas de interés, o su mantenimiento a niveles relativamente elevados, condición necesaria pero no suficiente para atraer capitales, cuando estos se retraen en cantidades suficientes, de un lado tornan más vulnerables a los bancos, al bajar en parte el valor de sus activos, al incitarlos a acordar malos créditos y a aumentar el riesgo de falta de pago por sus deudores (8) y, de otro, los enriquece, cuando afectan una parte importante de sus depósitos en la compra de bonos del Tesoro. Al hacerlo se produce un efecto de evicción: menos créditos para las empresas y los particulares, más para el Estado. La inversión se vuelve más difícil pues es más costosa, la demanda de bienes durables puede verse en caída por la misma razón, y los fondos recogidos por el Estado alimentan el financiamiento del servicio de la deuda más que inversiones públicas o cualquier otro gasto. El efecto recesivo del alza de las tasas de interés produce un círculo vicioso: toda alza de esta tasa agrava las dificultades presupuestarias, arrastra una recesión, conduce a una nueva alza de las tasas de interés y a la devaluación/depreciación de la tasa de cambio. Saneadas las cuentas, puede retomarse el crecimiento, pero a un costo social elevado.
El funcionamiento de la economía se orienta hacia lo que Keynes llamaba "una economía casino".  La necesidad de financiamiento demanda la entrada de capitales. Es la relación entre la necesidad de financiamiento y las capacidades de financiamiento la que es importante, y no la necesidad y la capacidad tomadas aisladamente. La necesidad de financiamiento puede decrecer, sobre todo si el saldo de la balanza comercial se vuelve fuertemente positivo, pero si crece la separación con la capacidad de financiamiento, las tensiones que se describen, aumentan.
Conclusion :
Siendo considerables las desigualdades de los ingresos, la modificación del reparto de los ingresos a favor de las capas altas de la sociedad y al encuentro de una fracción de las capas medias, la separación de la evolución de los salarios con respecto al crecimiento de la productividad, el retiro del Estado de lo económico, el peso creciente del servicio de la deuda, la institucionalización de las tasas de interés como principal variable de ajuste cuando las necesidades de financiamiento no corresponden con las capacidades de financiamiento, generan una tendencia al estancamiento. Estas son pues características del régimen de crecimiento que producen un débil crecimiento. Este régimen de crecimiento es la causa de una fuerte volatilidad. Esta depende del régimen de cambios adoptado ( fijo con sistema de cambios, con pegue, flotante), pero también de la amplitud de medidas de apertura adoptadas. La volatilidad del crecimiento tiende a tener un efecto negativo a mediano y largo plazo sobre la tasa de crecimiento. Es pues el conjunto de características de este régimen de crecimiento lo que explica su incapacidad para impulsar un fuerte crecimiento, directa o indirectamente. La tesis de la tendencia al estancamiento desarrollada por Celso Furtado, revisitada al tomar en cuenta la dimensión financiera, permite comprender las causas profundas del empantanamiento económico y proporcionar las claves para un desarrollo alternativo que disminuya la vulnerabilidad social al reforzar la cohesión social.
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Notas

1. La dependencia tecnológica es fuerte a pesar de que estas economías permanecen en esa época relativamente cerradas al comercio internacional (años sesenta y setenta). El espectro de técnicas elegibles es restingido, el proteccionismo se amplía pero no da la posibilidad de elegir no importa qué técnica, como la teoría neoclásica daba a pensar (ditribución óptima según las rarezas relativas y en cosecuencia utilización de técnicas intensivas ligadas a la mano de obra) Al contrario, la aproximación de Kaldor murestra que la selección de las técnicas está restringida pues lo que importa son los costos unitarios del trabajo (combinación del salario de la productividad del trabajo) y que los empresarios eligen técnicas más o menos de punta y experimentan asi una dependencia tecnológica. El proteccionismo permite adelgazar esta limitación. Esta ampliación va a producir sin embargo efectos perversos. El proteccionismo incita, por ejemplo, a las empresas transnacionales a penetrar el mercado para producir alli bienes que están obsoletos en los países de origen, sea a partir de lineas de producción obsoletas, de segunda mano, o porque exigen a la parte gubernamental proseguir con esa producción, la que ya se vive como una renta (en el sentido de A.Krueger). Tal ha sido el caso de la industria de automóviles cuya característica principal durante largos años ..desde los sesenta a los ochenta—ha sido la exportación de capital productivo desvalorizado en sus países de origen, facilitado por la protección de la industria, pero valorizable en otros lugares gracias a este proteccionismo. Este último, siendo elevado, no es el de una autarquía, existen límites al alza de los precios relativos y estos pueden ser insuficientes para una tasa de valoración satisfactoria.

2. Se ve también inmediatamente que tal análisis es pertinente si a las evoluciones en términos reltivos, de la demanda de estos productos (debido al aumento de las desigualdaes) corresponden evoluciones en términos absolutos de la oferta de estos productos. Dicho de otra manera, el ingreso del treinta por ciento de la población más importante no tiene la misma dimensión que el del treinta por ciento de la población menos importante. De una manera más general, este análisis realiza un deslizamiento: trata de la demanda de estos productos en términos relativos ( pues es dependiente de la evolución de la distribución de los ingresos), y de la oferta en términos absolutos (pues depende de la dependencoia tecnológica). Las dos dimensiones pudieras ciertamente estar en armonía, pero un tal razonamiento no permite deducir a un nivel teórico que permanezcan o no en esta dinámica.

3.A la inversa, en los años noventa, la apreciación de las monedas frente al dólar durante varios años, la reducción masiva de los derechos aduaneros, la importación de bienes de equipo "al día", favorecen un proceso de tipo "catching up" de las técnicas y de modernización de los aparatos de producción, e introducen igualmente una separación "capital saving" en el sentido de Robinson, favorable a una mejor valorización del capital invertido.

4.
Al ir un poco más lejos, las dificulotades para financiar la integridad del servicio de la deuda externa (intereses y principal) conducen a los gobiernos a aceptar las obligaciones impuestas por el FMI a fin de obtener financiamientos de las instituciones internacionales, a más bajas tasas de interés que las del mercado, incluyendo primas de riesgos a veces leoninas. Estas condiciones consisten en parte en limitar los gastos públicos a fin de separar un saldo primario positivo de sus presupuestos (saldo antes del pego de los intereses). En economías relativamente cerradas, esta limitación, o sea esta redicción de los gastos que no sean los del servicio de su deuda, tiene efectos recesivos de tipo keynesiano, al reducir la propensión a invertir de los empresarios, y alk aumentar la vulnerabilidad de los pobres ante la crisis, en lugar de aligerarla.
5.Para relativizar, recirdemos que las exportaciones de China de 1980 al 2000 se han multiplicado 15 veces.

6 Por ejempo en Brasil: el 64,7% de las inversiones se dirigen hacia el sector industrial en 1995; el 22,7 % en 1996; y el 13,3% em 1997, el 11,9% en 1998, el 26,6% en 1999, el 17% en 2000. Después suben: en 2001 al 32,80% (SOBEET, 2000). Sin embargo, recordemos que a partir del 2001 se observa una baja muy pronunciada de la inversión extranjera directa.
7 El estudio de la evolución de las tasas de cambio real supera el marco de este artículo. Sin embargo, se puede observar una tendencia "estructural" a la apreciación de las tasas de cambio real. Ësta es el resultado del "éxito" de la política de liberalización emprendida en los años noventa: el flujo de los capitales tiende a apreciar la tasa de cambio. Esta apreciación es entrecortada con depreciaciones brutales cuando la credibilidad de la política gubernamental es emparejada por la incapacidad para hacer corresponder las necesidades de financiamiento y las capacidades de financiamiento, lo que en conse cuencia trae un aumento de riesgos de incapacidad de pago. El paso a tasas de cambio fltantes llamnadas "sucias" a fines de los años noventa tiende a atenuar la amplitud y sobre todo lo sorpresivo de las crisis en los cambios, por lo que la volatilidad de las tasas de cambio se mantiene importante: apreciaciones estructurales beneficiosas para la repatriación de capitales hacia las economías del centro, y depreciaciones que sueldan esta apreciación.
8 La vulnerabilidad de los bancos aumenta cuando los depósitos no siguen el mismo ritmo del crecimiento de las tasas de interés, y su capitalización llega a ser más preocupante cuando aparece la crisis. El costo para recapitalizar los bancos y socializar sus pérdidas alcanza entonces dimensiones considerables.
Bibliografía

Intencionalmente hemos hecho pocas citas. La obra de referencia de Celso Furtado (1969) : Développement et sous développement, PUF (Paris)
Benavente J.M. (2002) : «  Cuán dinámicas son las exportaciones intraregionales latinoamericanas ?» Cepal, série macro économie du développement n°12 . Santiago du Chili
CEPAL (2002) : Globalizacion y desarrollo. Santiago du Chili
Rodrik D. (2001) : « Por qué hay tanta insecuridad económica en América Latina » Revista de la Cepal n°73, Santiago du Chili
Salama P (1976) : Un procés de sous développement, ed Maspéro, seconde édition remaniée, Paris
Salama P (1999) : Riqueza e pobreza en América latina, la fragilidad de las nuevas políticas económicas. Ed Fondo de cultura económica, Mexico
SOBEET différents numéros, Sao Paulo
UNCTAD : Trade and Development, Report 1997 et 2002). Genève
Trad.del original en francés: Federico García M. para Globalización Revista de Economía, Sociedad y Cultura.

lunes, 21 de marzo de 2011

¿El final de una era...? Entrevista a Manuel Monereo


 Eduardo Luque
El Viejo Topo 76, enero de 2011
p.48-53
  Esta entrevista es fruto de un seminario recientemente celebrado en La Habana (Cuba) y es una introducción a una ponencia presentada por Manolo Monereo en curso de reelaboración. La visión de los conflictos que se han iniciado al calor de la crisis económica, resitúan las relaciones internacionales en un nivel nuevo desde la II Guerra Mundial. Es pues de máxima actualidad para la izquierda y las fuerzas progresistas, resituar los marcos de análisis teórico en la perspectiva de las nuevas realidades.
—Poco antes de iniciarse la crisis actual, el debate sobre la “transición geopolítica”, es decir el cambio en las relaciones de dominación internacional, era un debate prácticamente inexistente. Sólo autores como Giovanni Arrighi o Fernand Brau del con anterioridad habían reflexionado sobre la cuestión. El estallido de la crisis mundial y su agudización, parece que sitúan en el centro del debate teórico este concepto. Tú has reflexionado sobre ese tema. ¿Cómo lo definirías?
—El término exacto que yo utilizo es: la “gran transición geopolítica”. Es un concepto que abarca muchos aspectos, uno de los más significativos y al cual yo doy especial importancia es el siguiente; la crisis, que es económica al principio, se trasforma en guerra monetaria y deriva en crisis geopolítica. El conflicto salta pues del espacio económico hacia la redistribución del poder mundial con nuevos equilibrios y nuevos actores. Es un proceso que se produce en fases y etapas. Sabemos cuándo se inicia, pero no sabemos cómo finalizará.
Sobre esta idea hay ya mucha literatura, que abarca a amigos y enemigos: el Consejo Nacional de Inteligencia norteamericana, a finales del 2008 elaboró un informe titulado “tendencias globales 2025” –disponible en la red–. Su tesis fundamental es que el mundo tiende a la multipolaridad, es decir, EEUU no podrá seguir mandando como antes y emergen nuevas potencias que están iniciando un proceso de cambio del poder a nivel mundial.
Robert Kagan en su libro El fin de los sueños y el retorno de la historia afirma que la globalización es un sueño acabado y que se inicia la competencia entre grandes potencias. Zbigniev Brzezinski, en el libro titulado La segunda oportunidad: tres presidentes va más lejos y define la nueva situación como el “despertar político global que es históricamente antiimperial, políticamente antioccidental y emocionalmente antinorteamericano, lo que implica un enorme desplazamiento y redistribución del poder”. El autor señala, también, que la gestión del conflicto por parte de los Estados Unidos le podría permitir una segunda oportunidad; pero no tendría una tercera.
—Si no recuerdo mal, en otro de tus artículos en esta revista, hará cosa de un año, planteabas un análisis de la crisis, donde definías su profundidad y situabas nuevos elementos de reflexión. ¿Qué relación estableces a la luz de las nuevas realidades entre la crisis actual y el fenómeno que estás analizando?
—Efectivamente, en un artículo anterior afirmaba que estamos pasando de las tensiones económicas a tensiones políticas y éstas a su vez, a tensiones político–militares. Se está intentando dar una salida “neoliberal a la crisis del neoliberalismo”. Esta salida no acabará con la crisis sino que la profundizará. Michel Husson define esta etapa como de “regulación caótica” y por tanto predice una intensificación de la misma. La actual situación –y no es un juego de palabras– es la crisis de la respuesta a la crisis de los años 70. La tesis que planteo es que el capitalismo no es un ente abstracto sino que se concreta en “configuraciones históricas”. Son las crisis económicas y las respuestas a las mismas las que definen dichas configuraciones.
—¿Hemos de entender, pues, que la actual situación es el fin de un ciclo anterior que se proyecta en la actualidad?
—Efectivamente, la crisis fordista de los 70 dio paso a la contrarrevolución de masas neoliberal. Fue dirigida por el capitalismo anglosajón; es este modelo, el neoliberal, el que ahora está en crisis. Walden Bello, haciendo un excelente ejercicio de síntesis define bien el paradigma neoliberal como respuesta a la crisis de los años 70. Señala tres elementos que concretan dicha respuesta:
1. Políticas neoliberales en sentido estricto, entendidas como reacción de clase a favor del capital.
2. Acumulación extensiva. Siguiendo el horizonte teórico  de Rosa Luxemburg, en “la acumulación del capital” Bello define el proceso que vulgarmente se ha conocido como globalización como la “expansión geográfica de la mercantilización capitalista a sociedades periféricas, pre-capitalistas y post-capitalistas”.
3. Acumulación intensiva o la financiarización de la económica mundial. Es muy interesante en este último aspecto tomar nota, como señalan John Bellamy Foster y Fred Magdoff, que detrás del fenómeno de la financiarización lo que hay es una tendencia al estancamiento y a la sobreproducción de las economías centrales que intentan superar  con la financiarización de la economía-mundo.
El paradigma neoliberal está en crisis y a mi juicio de forma irreversible. Fernand Braudel indicó hace muchos años que la financiarización de la economía es la señal del “otoño” de una gran potencia y el inicio de su decadencia histórico-social o sistémica. Es ésta la centralidad del problema actual.
Cada configuración histórica del capitalismo realmente existente, tiene una concreción en la geopolítica del poder internacional. Giovanni Arrighi, desde su teoría de los ciclos hegemónicos, afirma que estamos en la “crisis terminal del poder unipolar de EEUU”. Este no es el lugar para debatir a fondo estas teorías. A mi juicio, hay mucha verdad en la hipótesis de Arrighi, y proporciona elementos de análisis para comprender las líneas de fractura que se están abriendo en la organización del sistema-mundo. Son pocos los que hoy niegan que el epicentro de la crisis económica esté en EEUU. Una de las características del neoliberalismo ha sido lo que algún autor ha llamado el sistema dólar–Wall Street. En el año 1985 se produce el golpe de estado económico de Paul Volcker. EEUU pasa de ser una economía acreedora a economía deudora. Se convierte en una economía sedienta del ahorro mundial. Este país parasita la economía internacional convirtiéndose en una maquina de succionar ahorro y emplearlo en su país. La potencia norteamericana necesita entre el 40 y el 45 % del ahorro mundial para financiar lo que orgullosamente denominan el “modo de vida americano”. Al igual que sus gemelos europeos (Gran Bretaña, Irlanda o España) ha vivido de prestado.
La financiarización está ligada a la militarización de las relaciones internacionales. Se podría decir que las finanzas son “la continuación de la guerra por otros medios”. A este respecto hay que subrayar que la financiación del “gigante norteamericano” proviene en gran medida de China, Japón, los países petroleros y Rusia, que son los que compran los bonos norteamericanos que sirven, entre otras cosas, para financiar las guerras de EEUU y su enorme potencial militar. Es un círculo infernal que hace que el resto del mundo financie a una economía parasitaria que para perpetuarse provoca guerras e impulsa la militarización de las relaciones internacionales. Ahora vivimos una guerra monetaria. EEUU expande al mundo su crisis y obliga a las demás potencias a pagar los desmanes de lo que podríamos llamar el “nacionalismo económico norteamericano”. En el centro de la disputa está la existencia del dólar como moneda de reserva. Parafraseando a Lenin diríamos que la “moneda es la política concentrada”, la cuestión del dólar es, pues, la cuestión de la hegemonía norteamericana.
—¿Podemos hablar realmente de un declive norteamericano cuando poseen bases militares en más de 100 países y gastan la mitad del presupuesto militar mundial, muy lejos de las demás potencias?
—El tema merece ser discutido a fondo. No por casualidad esta teoría es polémica en América Latina y el Caribe; el llamado patio trasero del Imperio.
La primera cuestión a señalar es que decadencia no implica colapso. Decadencia es el inicio de un declive y en este caso la emergencia de nuevas potencias. Las dos cosas van unidas. La segunda cuestión es el tiempo; en Inglaterra el proceso duró casi 50 años, José Luis Fiori dice que cuando una potencia decae no desaparece, sino que se mantiene como potencia durante mucho tiempo en la división jerárquica internacional del poder. Hay un declive, una decadencia que marcará toda nuna época histórica.
—Entiendo que esta transformación entraña un incremento en las tensiones entre los diferentes países al reconfigurarse internamente.
—Efectivamente, la “gran transición geopolítica” se puede resolver, como todas las anteriores, por medio de la guerra. EEUU tiene más de 700 bases militares fuera de su país. Como dices bien, gasta la mitad del presupuesto militar mundial. Hay una estrecha relación entre economía y guerra en su caso. El peligro es justamente que EEUU intente compensar lo que pierde económicamente por medio del control militar reforzado.
Está usando ya las dos armas fundamentales que tiene, las finanzas y el “séptimo de caballería”. Si añadimos a esto la disputa por unos recursos naturales cada vez más escasos y más imprescindibles, podemos cerrar el círculo del problema, en un contexto presidido por la crisis ecológica-social del planeta, de la cual la crisis climática es su aspecto más relevante. Se está acumulando mucho combustible que puede provocar un incendio de grandes dimensiones. En este momento cualquier chispa por banal que parezca puede ser el nuevo Sarajevo. No es casual que Fidel Castro dedique una gran parte de sus reflexiones en estos últimos años, a la crisis económicaambiental, la militarización del planeta y a las posibilidades de guerra.
—Insistes mucho en lo que llamas “crisis del occidentalismo”, por otra parte tema tratado por más autores como Tariq Ali, Samir Amin, Anibal Quijano y otros…. Desde tu punto de vista ¿cuáles serían sus elementos esenciales?
—Uno de los aspectos cruciales de esta “gran transición geopolítica” tiene que ver con la crisis del eurocentrismo, concepto que ha dominado nuestra visión del mundo. La constitución de la economía-mundo y la modernidad están unidas irreversiblemente al descubrimiento de América. El dato esencial de dicho descubrimiento es la categoría de raza como criterio básico de clasificación social, que en lo fundamental ha durado hasta el presente. Modernidad y racismo están íntimamente unidas en lo que Aníbal Quijano denominó la “colonialidad del poder”. No es cosa menor que sean los pueblos originarios los que lleven a cabo la lucha social más intensa en el mundo andino. El enfrentamiento contra el neoliberalismo está implicando en América Latina la lucha contra la “colonialidad del poder”, para construir sociedades y estados que reconozcan el pluralismo étnico y nacional. Están refundando la nación, la política y la democracia.
La “transición geopolítica” en la que estamos traslada el centro de gravedad hacia Oriente. Cambiará sin duda los marcos intelectuales y sociales de referencia.
El gran desafío es ver el mundo como ha sido y es; es decir, un mundo ancho, complejo, donde Occidente ha sido y es una minoría.
—La reconfiguración de la escena política internacional está determinada por las aparición de nuevos actores en la escena internacional. Son los llamados países BRIC (Brasil, Rusia, India y China). ¿Cómo definirías su evolución?
—Antes de responder directamente el tema de los BRIC, quiero empezar como lo hacen dos economistas latinoamericanos muy interesantes, Oscar Ugarteche y Leonel Carranco. Al hablar del G-7 hablan del G-7 más uno, que era Rusia. Este grupo de países fue el instrumento que pretendió organizar la llamada gobernanza mundial. Ahora bien, como dicen los mencionados economistas, el G-7 (ellos lo llaman el G-7 político) se caracteriza porque son países ricos altamente endeudados (los PRAE). Por contraposición hay otro G-7 que es el acreedor, es decir, son los financiadores del G-7 político. Obviamente en este G-7 acreedor están China, Rusia, India, Brasil, es decir los BRIC. Esto dice mucho de la distribución del poder que se está produciendo en el mundo. Los cambios se producen con enorme celeridad. Medidos en poder de paridad de compra, en el 2010 ya han desaparecido del primitivo G-7 Francia, Gran Bretaña e Italia y se han incorporado Brasil e India, es más, según los mencionados economistas que corroboran los informes de las Centrales de Inteligencia de EEUU antes mencionados, China alcanzará ya en el 2016 a EEUU y la India superará a Japón. Estos datos expresan gráficamente la magnitud de los cambios que estamos viviendo, eso que vengo denominando la gran transición geopolítica.
—Los países denominados BRIC tienen características económicas y sociales singulares. ¿Cuales son a tu juicio las más relevantes?
—Básicamente cuatro:
1) Son estados continente, con grandes territorios, población y culturas muy arraigadas y antiguas.
2) Todos, de una u otra forma, no han seguido las directrices de lo que se conoce como el consenso de Washington.
3) Todos tienen más o menos explícitamente una estrategia nacional de desarrollo en torno al fortalecimiento del estado-nación convertido en el centro y en articulador del proyecto nacional.
4) De una u otra forma, la idea de construcción de nación, es decir, superar la exclusión y la pobreza, es un elemento central.
—En estos momentos la presión de Norteamérica por controlar su “patio trasero”, es decir, América Latina y el Caribe, tiene un interés renovado. ¿Qué elementos nuevos o centrales configuran a tu juico la nueva situación?
Hay un elemento central y diferenciador en la situación de América Latina y el Caribe. Por primera vez, en más de un siglo, es un territorio en disputa y presenta una de las líneas de fractura fundamentales en la reorganización del sistemamundo.
Lo es al menos por tres razones:
1) La presencia de otras potencias no americanas, destacadamente Rusia y China, aunque no únicamente, en ese contexto geográfico.
2) La insubordinación que con mayor o menor radicalidad se está acentuando contra el amigo del norte, insubordinación que llega a niveles de enfrentamiento abierto en torno a los países integrantes del ALBA.
3) La aparición como potencia de Brasil, que cambia las reglas de juego del continente.
Vuelvo a una reflexión anterior: aunque EEUU sufra un prolongado declive no significará necesariamente que las cosas mejoren en América Latina y el Caribe, más bien puede suceder lo contrario; cada vez es más urgente para la potencia del Norte restablecer los mecanismos de dominación que desde una u otra forma le han permitido construir su hegemonía mundial.
Son cuatro cuestiones las que hay que analizar para comprender la coyuntura actual en la zona:
1) El relativo desacople de América Latina y el Caribe de la crisis actual. Cuando hablo de desacople me refiero a que la crisis se nota mucho menos que en otros continentes.
Como se trata fundamentalmente de una crisis de los países centrales, se propicia –paradoja de las paradojas– una cooperación sur-sur en torno al “tirón” de los países emergentes, en especial China….. Esto tiene aspectos positivos si se sabe aprovechar bien la coyuntura, y uno especialmente negativo: el peligro de una reprimarización de toda la economía; es decir, la perpetuación del modelo primario exportador que bloquea cualquier alternativa al modelo de desarrollo.
2) La contraofensiva norteamericana. Que está siendo especialmente brutal y tenderá a hacerse más dura conforme la crisis avance. Al restablecimiento de la IV Flota como elemento de proyección estratégica, se le suman las nuevas bases que controlan un arco que se extiende desde la costa venezolana hasta Paraguay, y una presencia cada vez más intensa, con el pretexto de la lucha antidroga, en Perú y en Costa Rica. El golpe de Honduras señala ya un punto de inflexión. La consecuencia de todo ello es la militarización acelerada del continente. Baste señalar como ejemplo, que nada más descubrirse por parte de Brasil las nuevas reservas de petróleo de Pre-sal, este país decidió la compra de submarinos nucleares a Francia y un portaviones, y es que América Latina sigue poseyendo recursos naturales estratégicos (petróleo, gas, agua, biodiversidad...)
3) La pérdida de impulso de lo que podemos llamar el “espíritu de Porto Alegre” y un cierto agotamiento de los procesos más radicales de América Latina y el Caribe. Sin embargo hay que tomar nota que todos los movimientos sociales que de una u otra forma se habían convertido en actores fundamentales en torno a los Foros viven un reflujo relativo
4) La cuestión de Brasil. La gran diferencia de America Latina y el Caribe respecto a otros continentes, es que en este territorio la movilización de masas ha conseguido pasar de la resistencia a la alternativa de gobierno y de poder. Lo que diferencia substancialmente a Venezuela, Bolivia y Ecuador es que la lucha social propició una crisis de régimen y nacional, que obliga no sólo a cambios constitucionales profundos, sino a refundar el estado y la democracia. Este es el dato fundamental con Brasil. Por las razones antes señaladas, su presencia sería muy importante tanto a nivel de cada país como a nivel regional.
El otro aspecto es que algunos de estos países, de democratización más avanzada, están encontrando límites a su acción de gobierno y de transformación de la realidad. El punto más preocupante sigue siendo Venezuela, donde se vive un estancamiento del proceso que requiere medidas urgentes y alternativas.
Tras el último proceso electoral, Brasil puede profundizar aún más los cambios que ha iniciado. A la vista de tu experiencia ¿cómo ves la situación brasileña?
—Es un tema delicado y que requiere de mucha matización. Brasil es una potencia emergente, es una obviedad. Tiene pretensiones hegemónicas en Sud américa. Es necesario subrayar que éstas no son unívocas y que los pueblos sudamericanos puedan aprovechar las contradicciones entre Brasil y EEUU para avanzar en una integración no subalterna y equilibrada. Lo fundamental sigue siendo el reconocimiento de la contradicción y saberla usar a favor de los pueblos que más han avanzado en una integración alternativa. Dentro de las élites dirigentes brasileñas hay dos proyectos que se han enfrentado duramente en las últimas elecciones. De una parte, la derecha Paulista (De Sao Paulo), que busca repartirse la hegemonía en Sudamérica con los EEUU, y de otra la élite estatal (Petista –del PT) que postula un potenciamiento de la integración regional y de la UNASUR. Como todo el mundo sabe, las distintas naciones latinoamericanas están intentando construir un modelo alternativo de desarrollo, social y ecológicamente sostenible. Es un esfuerzo titánico y extremadament difícil. Una de sus condiciones es que el modelo de integración regional contribuya a este esfuerzo y no se oponga a él; la experiencia de la Unión Europea es muy importante a este respecto.
—Recientemente tú y otros autores os habéis referido a la llamada integración post-neoliberal ¿Cómo la identificas?
La integración regional no es un bien en sí y depende de su orientación y contenido, puede servir a las multinacionales o puede servir a los pueblos y las naciones. Puede ayudar a liberar o puede subordinar y perpetuar los esquemas de dominación imperial. América Latina y el Caribe están inventando mecanismos de integración que vayan más allá de una simple extensión de mercados y el fomento del intercambio comercial, para comprometerse en proyectos que va- loricen la cooperación, la formación de grandes consorcios públicos y el apoyo a los derechos sociales de unas mayorías tradicionalmente oprimidas y sin derechos. Es decir, se buscan procesos de integración que sirven de complemento y apoyo a las transformaciones ya iniciadas que buscan el control estatal de los recursos naturales y la recuperación de la soberanía económica y política de las naciones. Se trata, ahora que estamos en el bicentenario de la Independencia, de construir la patria grande, que es la única posibilidad que tiene América Latina de ser un sujeto activo y de tener voz en la construcción de un mundo multipolar, más democrático, justo e igualitario.
La construcción nacional y la integración regional no sólo no se oponen, sino que se refuerzan mutuamente. Como siempre, esto es un problema de acción práctica y depende en definitiva de los gobiernos y de los pueblos, así como de su ncapacidad de ser poder, es decir, de tener organización y proyecto político propio nacional.

jueves, 17 de marzo de 2011

Imperialismo de crisis - Robert Kurz

 
 
6 tesis sobre el carácter de las nuevas guerras de ordenamiento mundial.
 
Robert Kurz, ha publicado en Alemania en el 2003 el libro "Guerra de ordenamiento mundial. El fin de la soberanía y las mutaciones del Imperialismo en la era de la globalización". Las seis tesis presentadas aquí resumen algunos de los pensamientos fundamentales de este libro.
1.
El capitalismo no es una ceremonia budista y una mirada ahistórica no puede llegar a comprenderlo. La lógica, siempre idéntica, del principio de valorización, no provoca su eterno retorno, sino un proceso histórico irreversible con situaciones cualitativamente diversas. Una constelación mundial así solo puede ser explicada en cada momento sobre la base del desarrollo del capital mundial. Cada vez que se agota una determinada fase de valorización, las instituciones políticas, los conceptos y las ideologías correspondientes se vuelven asimismo obsoletas. Esto se comprueba particularmente en el nivel de madurez alcanzado por el sistema mundial a finales del siglo XX. Desde los años 80, la tercera revolución industrial, la de la micro-informática, ha empezado a imponer un límite histórico a la valorización de la fuerza humana de trabajo. El capital se vuelve entonces "incapaz de explotar", en el sentido de que se hace imposible una reproducción ampliada en términos económicos reales (expansión de la valorización) a la altura de los estándares de productividad y rentabilidad irreversibles por él mismo alcanzados. En las metrópolis, esta "sobreacumulación estructural" del capital mundial, provocada por la utilización de la micro-informática, conduce a un paro estructural de masas, una sobrecapacidad productiva global y a la fuga del capital monetario hacia la superestructura financiera (coyuntura de las burbujas financieras). En las periferias, la falta de capital impide pertrecharse con equipos micro-informáticos; y es así como economías nacionales y regiones enteras del planeta se hunden tan rápidamente que caen por debajo del estándar de la lógica del capital y su reproducción social es declarada "nula" para el mercado mundial.
En consecuencia se produce una carrera en la disminución de los costes y en el cierre de empresas. La globalización no es otra cosa que una racionalización transnacional y, en este sentido, representa efectivamente un fenómeno cualitativamente nuevo. La exportación tradicional de capitales, bajo forma de inversiones de ampliación en el extranjero, según el sistema de construcción Lego, es sustituida por la outsourcing (terciarización, NdT) de ciertas funciones de la economía empresarial para aprovechar la diferencia de costos en el ámbito global. Emergen así por un lado circuitos transnacionales de valorización, mientras que por el otro partes crecientes de la reproducción social se agotan y mueren. Este proceso es inducido y alimentado por el capital, igualmente globalizado, de la burbuja financiera.
Y en las condiciones de crisis de la globalización, la distancia entre las metrópolis y la periferia no se reduce; de ahora en adelante ya no se trata de una distancia en el grado de desarrollo capitalista sino en el grado de descomposición social. La creación transnacional de riqueza se concentra en los espacios de la "Tríada" (EEUU/América del Norte, Unión Europea, Japón / sudeste asiático) mientras que decrece en el resto del mundo. Paralelamente, en el contexto de los mercados financieros transnacionales, la dinámica de la globalización en los moldes de la economía empresarial revienta los mecanismos de regulación de las economías nacionales.
En las metrópolis, el Estado no desaparece, pero deja de ser el "capitalista global ideal" en el sentido clásico. Como no puede, a diferencia de la economía de empresas, ramificarse de forma transnacional, pierde una tras otra sus funciones de regulación y se reduce progresiva y crudamente a la gestión represiva de la crisis. Y no se trata solo de la degradación social de partes crecientes de la sociedad. Ya que, además, el capital destruye involuntariamente toda una serie de sus propias condiciones de encuadramiento y existencia. Esto sale al descubierto, y no en último lugar, en la contradicción -cualitativamente nueva- entre la valorización, transnacional, del capital y la forma, nacional, del dinero (moneda).
En la periferia, la descomposición de los aparatos del estado avanza a un ritmo mucho rápido que la mayor parte de la reproducción capitalista. Los servicios públicos desaparecen casi por completo, la administración capitula, los aparatos represivos se vuelven salvajes. En un océano de desorganización y de empobrecimiento, solo pequeños islotes de productividad y de rentabilidad sobreviven. Se interrumpe cualquier desarrollo de la economía nacional, y los grandes consorcios anexan estos sectores "insulares" para transformarlos en partes integrantes de su economía empresarial transnacional. Paralelamente emerge una economía de pillaje, en la que es reventada la sustancia física de la economía nacional desmoronada y, según criterios étnicos o religiosos, los grupos de población se lanzan unos contra otros, en una continuación de la competencia por otros medios. Las instituciones sociales son sustituidas por pandillas de saqueadores. La mayor parte de las elites se transforman en jefes de bandas étnicas, religiosas o de milicias de clanes, en señores de la guerra y en príncipes del terror.
Estas evoluciones no representan más que un estadio de transición en el avance de la crisis mundial hacia los límites históricos del proceso de valorización. Por ahora, la economía de pillaje puede aún acoplarse al mercado mundial y hace aparecer el descuartizamiento de los despojos económicos como una perpetuación del proceso de valorización, igual que ocurre en los centros con la incesante hinchazón de las burbujas financieras. Pero ambos fenómenos se aproximan a su agotamiento total.
2.
Sobre este telón de fondo, el imperialismo clásico pasó a la historia. Si por un lado la economía empresarial ya no puede ser formada y regulada en el ámbito nacional, por otro lado la sujeción e incorporación de las masas de la población inútiles para el capitalismo, ya no tienen sentido. La forma territorial de dominación y de expansión se vuelven obsoletas. Las "hands" (mano de obra), en su mayoría global, están fuera de uso sin por ello poder sustraerse a la lógica capitalista que, como sistema de socialización negativa del mundo, es mantenida en pie a toda costa.
Ya en la historia de la post-guerra, la competencia entre las viejas potencias expansivas (sobre todo europeas) había sido sustituida por la competencia bipolar entre las superpotencias, los EEUU y la Unión Soviética. En este ámbito ya no era la conquista de zonas de influencia nacionales lo determinante, sino la cuestión de los principios de regulación y de las modalidades de la reproducción capitalista. Se trataba de la competencia sobre el mercado mundial entre los retrasados históricos, las sociedades de la "modernización de recuperación" en el espacio de referencia de la pax soviética, y las del centro capitalista desarrollado en el espacio de referencia de la pax americana. Los EEUU, ya a esa altura se habían convertido en la única potencia dominante de Occidente, fuertes por sus recursos continentales y detentores del mayor mercado interior del mundo; desde la segunda guerra mundial habían adquirido un avance definitivo gracias al dinamismo de su complejo militar e industrial.
Ahora, después del hundimiento de la Unión Soviética y del fin de la "modernización de recuperación", en el contexto de crisis de la tercera revolución industrial, no se puede regresar a los viejos conflictos interimperialistas entre potencias expansionistas nacionales. En cambio ahora estamos confrontados a la unificación planetaria de la pax americana, pero en el contexto de un precario capitalismo minoritario basado en las burbujas financieras y una economía de pillaje. Sería ridículo hablar de una nueva competencia interimperialista entre los EEUU y la RFA, o la Unión Europea. El aparato militar de los EEUU, montado en los tiempos de la bonanza de la post-guerra, no tiene competencia; cada año, el presupuesto militar de los EEUU sobrepasa en más de veinte veces el de Alemania. No existen las condiciones militares o económicas para que emerja una potencia rival.
A pesar de cierta retórica en este sentido y algunos intereses aislados, los EEUU no actúan en nombre de una expansión territorial nacional, sino como una especie de potencia protectora del imperativo de la valorización y de las respectivas leyes sobre las condiciones de crisis del sistema mundial. Todo el mundo funciona en el contexto de los procesos transnacionales de valorización y bajo la presión simultanea de una masa creciente de "superfluos". Por eso, el papel de los EEUU como última superpotencia monocéntrica no se explica exteriormente solo por su peso militar, sino también a través de las mismas situaciones desterritorializadas que caracterizan a la propia globalización. La totalidad del capital transnacional, los mercados financieros y los residuos de aparatos del estado del centro dependen de la capacidad de dominio de los EEUU como gendarme del mundo.
Se cristalizó así un "imperialismo global ideal" bajo el liderazgo solitario de los EEUU, prolongado por la OTAN y otras instituciones del capitalismo mundial. La imagen del enemigo no está claramente asociada a los intereses nacionales interiores al imperialismo, sino al cariz democrático atribuido a la globalidad imperial, contra los espectros de la crisis del sistema mundial unificado. El imperio del capitalismo de Estado de la "modernización de recuperación" que ha fracasado es sustituido hoy como nuevo "Imperio del Mal" por un conjunto difuso de potencia perturbadoras, de terrorismo étnico y religioso, de situaciones anómicas, etc.
El "imperialismo global ideal" actúa esencialmente, sin poder lograrlo jamás, como imperialismo de seguridad y exclusionista del centro democrático y capitalista contra las situaciones crisis creadas por el propio capital. Se intenta crear seguridad afín de garantizar el funcionamiento regular de las transacciones capitalistas hasta en los precarios islotes de valorización de la periferia. Forma parte de esto, como uno de los presupuestos principales, que sea salvaguardado el abastecimiento de combustible para la maquina del mundo capitalista. Tampoco se trata aquí de intereses petroleros de carácter específicamente nacional sino del proceso de valorización transnacional. Y, sobre todo, se encuentra fuera del ámbito de pretensiones de poder territorial o de los intereses comunes y exclusionistas del centro frente a los movimientos globales de fuga y migración venidos de las regiones hundidas de la periferia.
3.
Las contradicciones en el interior del marco del imperialismo colectivo democrático (por ejemplo la disputa actual entre Alemania, Francia, Bélgica, etc. de un lado y los EEUU del otro) son secundarias. Deducir de ello la posibilidad de un nuevo gran conflicto interimperial, según el modelo de la época de las guerras mundiales, sería tan poco clarividente como intentar presentar las divergencias entre la Alemania nazi y la España de Franco (que como se sabe se mantuvo al margen de la segunda guerra mundial) como el conflicto "verdadero" de esa época.
No es una relación de competencia nacional según el patrón antiguo lo que motiva las actuales querellas interimperiales, sino el temor por parte de ciertos gobiernos subalternos de las consecuencias que pueden ser incontrolables. La OTAN y el resto de los estados se dividen entre vasallos devotos y vacilantes, sin que estos últimos sean capaces de mantener una actitud rebelión abierta contra los EEUU y ni siquiera de quererlo. La vacilación nace más del miedo de los que no tienen el dedo en el gatillo, mientras que los voluntarios son reclutados preferentemente entre los que no tienen nada que perder, pero que de todas formas no tienen tampoco nada que decir.
Dado que hasta la intervención en Afganistán incluida, no hubo ninguna oposición a las guerras de ordenamiento mundial bajo la égida de los EEUU y el gobierno alemán rojo-verde envió sus tropas germánicas auxiliares al campo de batalla provistas de una ideológica democratera, ahora el golpe preventivo anunciado contra Irak provoca inquietud, porque el derecho internacional, la ONU y el principio de soberanía -las garantías de la famosa comunidad internacional de los Estados y de los "pueblos"- son abiertamente escarnecidos. La RFA, Francia y compañía comienzan a temer ser tratados pronto de esa misma manera y que el edificio ideológico de legitimación que ha funcionado hasta ahora pueda hundirse.
Que los EEUU pisoteen de manera tan dura las reglas de juego del mundo político capitalista que ellos mismos han promulgado después de 1945 es el resultado de la contradicción interna entre la constitución nacional de la última potencia mundial y su "misión" transnacional como potencia protectora del proceso globalizado de valorización. Mientras tanto la razón más profunda que se toma como contenido es que se volvió obsoleto el propio principio de soberanía que consiste justamente en reunir territorialmente poblaciones como "fuerza de trabajo global". Hasta los Estados del centro, incluidos los propios EEUU, ceden "privatizando" cada vez más funciones internas de soberanía, incluso hasta el aparato represor. Negando la soberanía de los "Estados golfos", los EEUU no hacen otra cosa que proyectar la crisis mundial al nivel político-jurídico, sobre el que se anuncia el fin de las relaciones contractuales burguesas de un modo general (y finalmente el fin, incluso, de la soberanía de los EEUU). La resistencia conservadora frente a esta dinámica de una parte de los Estados europeos está condenada al fracaso. Es probable que viejos resentimientos antiamericanos jueguen aquí un papel, pero ya no decisivo.
4.
El problema que se le plantea al gendarme del mundo del "imperialismo global" reside en el hecho de que solo puede actuar sobre la base de la soberanía nacional, que por otro lado debe destruir con sus propias manos para mantener su existencia. Esto concierne también a los sistemas de armamento high-tech que son concebidos para conflictos territoriales clásicos. Los fantasmas de la crisis, los disturbios potenciales, las bandas terroristas, etc., no pueden ser afectados por esos sistemas, porque ellos mismos actúan entre los pliegues de la globalización. Al Qaïda está organizada exactamente como una gran empresa transnacional. Frente a ella, la superioridad militar se vuelve inútil y "la guerra contra el terror" es como un golpe de espada en el agua. Simultáneamente con el fin inminente de la coyuntura de las burbujas financieras se hace sentir la amenaza de un avance de la crisis en el mismo centro capitalista, y en especial en su corazón que es la economía USA, y esto puede traer consigo una depresión grave en el ámbito mundial. Ello volvería a poner en cuestión la capacidad de financiamiento del aparato militar high-tech de la última potencia mundial.
Por esta razón la administración de los EEUU ha retrocedido de la "guerra contra el terror" al paradigma de los "Estados golfos". El ataque preventivo contra Irak representa una doble huida hacia adelante. Por un lado se trata de "vencer" la soberanía iraquí ya en ruinas, estado territorial clásico y adversario fácil con su ejército desvencijado, para mostrar al mundo quien manda a bordo. Por otro, existe la intención de amortiguar la inminente quiebre económica metiendo mano directamente en los campos de petróleo iraquíes (y quizás también saudíes) y destruyendo la OPEP. Aquí lo que está en causa no es tanto el flujo material del petróleo, que estaría garantizado incluso sin intervención militar, como la salvación a corto plazo de los mercados financieros. El reciclaje de las burbujas financieras, en vías de agotarse, debe ser renovado lo cual solo es posible con una "opción de futuro" para una nueva prosperidad secular. Después de que la opción del "siglo del Pacífico", con el hundimiento del modelo japonés y de los países de Asia del sur-este, se haya revelado como un fracaso, lo mismo que la New Economy del capitalismo de comunicación (Internet y Telecom), ahora es la opción destinada a traer "petróleo a precios de antes de la OPEP" la que debe asegurarse bajo control directo de los EEUU
Pero el tiro les podría salir por la culata. Claro que el ejército iraquí no constituye un serio adversario. Sin embargo si los combates de calle en Bagdad y otros centros ocasionaran un gran número de víctimas, importantes destrucciones y millones de refugiados, esto desacreditaría moralmente a los EEUU a ojos del mundo entero. Y sobre todo la instauración de un régimen estable va a ser imposible; Milosevic y Saddam representan de cualquier modo modelos de fin de la línea de soberanía. Una administración militar de los EEUU en Irak y en toda la región petrolera en confrontación permanente con la guerrilla y el terrorismo no sería ni financiable ni sostenible de forma política y militar. Sería además todo lo contrario de una señal de euforia para los mercados financieros. La "victoria" sobre Irak sería inevitablemente una victoria pírrica, que no haría más que reforzar la crisis del sistema mundial.
5.
De todas formas, no se trata solo de la falsa racionalidad de ciertos "intereses", siempre subordinados al irracional fin en sí mismo del principio de valorización. El vulgar materialismo de intereses no ve la "metafísica real" del capital como una religión secularizada, cuya irracionalidad en los márgenes del sistema, aplasta sus intereses racionales del interior. El imperativo de valorización, indiferente a cualquier contenido sensible, exige finalmente la disolución del mundo físico en la abstracción formal y vacía del valor, es decir su destrucción. A este nivel, se puede hablar de una pulsión de muerte gnóstica propia del sistema capitalista, que se expresa tanto en la lógica destructiva de la economía empresarial como en las potenciales de violencias inherentes a la competencia. Puesto que las contradicciones ya no se pueden resolver en un nuevo modelo de acumulación, esta pulsión de muerte se manifiesta hoy de forma inmediata y a escala global.
La defensa del sistema a cualquier precio se transforma en autodestrucción de sus actores. Furia asesina, sectas suicidas y autores de atentados suicidas conforman esta locura objetiva: son reacciones a la crisis sin perspectiva que toman proporciones hasta ahora desconocidas. El síndrome antisemita, directamente ligado a este fenómeno, resurge como último recurso ideológico de la crisis de la forma del sujeto capitalista, que vuelve a hacerse sentir pero ya no en relación con una determinada historia de constitución nacional e imperial (como la alemana y la austriaca en el pasado)sino inundando previamente el mundo de amalgamas difusas, postmodernas y postnacionales, principalmente religiosas.
Una vez que la racionalidad interior capitalista del sujeto iluminista burgués no se puede presentar en un nuevo modelo de acumulación, ya no constituye una potencia inmanente contra la pulsión de muerte sistémica, y se convierte ella misma de forma inmediata en un momento de esa irracionalidad. Iluminismo y contrailuminismo, razón y locura, democracia y dictadura vienen a ser lo mismo. El imperialismo global democrático es incapaz de pacificar su propio mundo en crisis y se convierte entonces en "loco furioso colectivo ideal", capaz de llegar hasta la utilización de armas nucleares, amenaza que la administración USA ha proferido ya abiertamente contra zonas de inseguridad, contra los espectros inasequibles de la crisis o también contra las masas de "superfluos".
6.
Ya no existe una alternativa inmanente. Pero como la izquierda no sabe hacer otra cosa que ensalzar alternativas inmanentes no solo de la ontología y de la historia del desarrollo capitalista, se refugia en gran parte en el pasado y se entretiene con una absurda disputa sobre si estamos en 1914 o en 1941. Ambas facciones han quedado intelectualmente atrapadas en la época de un capital formado en las economías nacionales por las potencias expansivas nacional-imperiales; ambas son analfabetas en cuanto a la teoría de la crisis y más ampliamente a propósito de toda crítica de la economía política y ambas se agarran a la racionalidad interior capitalista del sujeto iluminista burgués.
Los nostálgicos de 1914 y los adeptos de la momia de Lenin, invocan el fantasma de una alianza "antiimperialista" de los opositores de izquierda a la guerra de las metrópolis junto con los "soberanistas" y los "pueblos" del Tercer Mundo que necesitan defender su independencia burguesa contra los imperialismos de los EEUU, de la RFA o de la UE. Los nostálgicos de 1941, por el contrario, deliran con la idea de una coalición "anti-Hitler" bajo la égida de las potencias occidentales "buenas" contra el "fascismo islámico" y sus cómplices alemanes para la defensa de Israel y de la "civilización".
Mientras tanto el régimen de Saddam no sirve ni para hacer de imperio nazi que amenaza el mundo, ni como fuerza llena de esperanzas para el desarrollo nacional, y Bin Laden no es ni Hitler, ni Che Guevara. El estado palestino se hunde antes de su fundación porque la soberanía del Estado ya no constituye una opción emancipadora; por el contrario, la Intifada y los atentados suicidas bárbaros no pueden ser puestos al mismo nivel que el aniquilamiento industrial de los judíos en Auschwitz. Los falsos amigos del Tercer Mundo sitúan a Israel dentro del imperialismo ignorando su cualidad esencial, resultado del antisemitismo global; los falsos amigos de Israel glorifican las fuerzas reaccionarias y ultra-religiosas responsables del asesinato de Rabin y se dejan arrastrar ellos mismos hacia una agitación racista primaria. Unos niegan a Israel como lugar de refugio, los otros ignoran el hecho de que su existencia está más amenazada por su propia barbarie de crisis interna que por amenazas militares exteriores.
Los zombis de 1914 aceptan la barbarización nacionalista y antisemita, culturalista y antiamericana de la "lucha de clases" y del "antiimperialismo". Los zombis de 1941 sacrifican cualquier crítica de la guerra imperial de ordenamiento mundial, denuncian impávidos y serenos a la acosada oposición israelita, así como la oposición de izquierda en los EEUU y transforman la crítica necesaria del antisemitismo y del antisionismo en legitimación del terror democrático de las bombas. Lo que es necesario en lugar de todo esto, es una oposición radical a la guerra, que encare de frente la verdadera situación del mundo y desarrolle una critica de las categorías de la modernidad capitalista que vaya más allá de la errónea inmanencia de las aparentes alternativas, que ya solo representan formas diversas de la misma barbarie de crisis cosmopolita.
(NdT: Este apartado 6 analiza la especificidad de una parte de la izquierda en Alemania).
Robert Kurz.
Março de 2003


Traducción portuguesa: Lumir Nahodil, http://obeco.planetaclix.pt/
Traducción al español: Contracorriente
Original alemão: http://www.exit-online.org/