Revista globalización,
2002
El severo estancamiento del
Japón en los noventas y la presente década, es uno de los desarrollos más
portentosos de la historia reciente del capitalismo mundial. En este artículo,
Joseph Halevi y Bill Luicarelli dan cuenta de este estancamiento en términos
inspirados en las obras de Paul Baran, Paul Sweezy y Harry Magdoff.
Introducción
En este artículo sostenemos
que la crisis japonesa está conectada con un proceso de acumulación
oligopolístico y con el papel del Japón como hegemón en el Asia del Este. La
combinación de estos dos factores genera una perspectiva Baran-Sweezy Magdoff
sobre la crisis en el Japón.
Lasmanufacturas actuaron
como el motor del crecimiento en el desarrollo económico del Japón de la
posguerra. La expansión de la producción manufacturera creaba un círculo
virtuoso de aumentos acumulativos de colocaciones y productividad, que a su
turno ponía en movimiento una porción expansiva de mercados de exportación. El
Ministerio de Comercio e Industrias (MITI) desarrolló una estrategia altamente
exitosa de impulso industrial en sectores de la industria pesada tales como el
acero, la petroquímica, automóviles, maquinaria industrial y maquinaria
eléctrica. El crecimiento de los salarios quedaba atrás del crecimiento
industrial, que aumentaba así el crecimiento de sus ganancias para futuras
inversiones. Al mismo tiempo, la inversión pública en infraestructura se dedicó
ampliamente a la provisión de bienes públicos para el servicio del sector
privado (ej. Transporte, R &D, entrenamiento, etc), en vez de apoyar un
servicio social y servicios públicos ( ej. Habitaciones, bienestar social,
recreación,etc.). Este desarrollo "egoísta" a favor del sector de
bienes de capital y de las exportaciones a expensas del sector salarias y sus
bienes aún caracteriza al desarrollo económico Japonés.
Japón exhibía un tipo de
desarrollo que estaba explícitamente diseñado para alcanzar a los países
industriales más avanzados. La secuencia había seguido tres etapas desde la Restauración Meiji :
- Exportación de productos primarios e
importación de productos de la industria liviana.
- Exportación de productos de la industria
liviana e importación de productos de la industria pesada y de materia
prima.
- Exportación de productos de la industria
pesada e importación de materia prima.
De este modo, la mayor parte del desarrollo del período de postguerra
hasta los 1980s, estuvo dirigido a inversiones en las industrias pesadas.
Estos sectores exhibían altos costos fondeados y economías a escala, que
actuaban como barreras muy efectivas para su penetración. Consecuentemente
emergió una estructura industrial ampliamente oligopolística, dominada por unos
cuantos "keiretzu", como Mitsui, Mitsubishi y
Sumitomo. Estos grandes conglomerados mostraban una pauta altamente jerárquica
a través de sus sistemas de subcontratación con las empresa pequeñas y medianas
(SMEs) o chusho-kigyo. Esta estructura aún sobrevive, y los SMEs
utilizan el 80% del total de la fuerza de trabajo. Sin embargo, su contribución
a la productividad total es bastante baja, estimada en la mitad del nivel de
las grandes firmas. De este modo, Japón exhibe, en cuanto a su anatomía
industrial, características duales en donde los grandes conglomerados dominan
la economía, mientras el crecimiento de la demanda efectiva queda a cargo del
sector relativamente despreciado de los productores de bienes vinculados al
salario.
El control estatal sobre el
sistema bancario da a las autoridades inmensa influencia sobre la inversión. Al
mismo tiempo, se han impuesto restricciones a las firmas japonesas para juntar
un capital mediante flotación accionaria o recurriendo a fuentes extranjeras.
La sala de máquinas de este "sistema-convoy" de inversiones dirigidas
por el estado, se ha venido cumpliendo por el Ministerio de Finanzas, que da
viabilidad a los mayores bancos y al Banco de Japón. La competencia ha sido
efectivamente regulada a través de una monitoreo administrativo en donde el
estado estimulaba el intercambio de acciones entre grandes bancos y grandes keiretzu.
Consecuentemente, el flujo y la circulación de fondos se hacía corrientemente a
través de financiamiento indirecto provisto por bancos afiliados a cada grupo
industrial. La formación de una red burocrática de "derechos a
crédito" tácito, fue parte integral de la reconstrucción del capitalismo
japonés.
Un alto nivel de autonomía
estructural del estado con respecto a la sociedad civil se desarrolló en el
contexto geopolítico de la
Guerra Fría , en la que los americanos apoyaban a regímenes
autoritarios o semiautoritarios como "barricadas" estratégicas en su
lucha contra las supuestas amenazas del comunismo. En esta línea, el boom de la
guerra de Corea y la Guerra
de Vietnam promovieron el ascenso de la economía y del poder regional Japonés.
Al mismo tiempo Japón gozó de los beneficios del paraguas militar de los EEUU,
que tenía el efecto de desviar el gasto potencial militar hacia inversiones en
la capacidad productiva. Los EEUU tambi{en alzó las barreras para la
transferencia de tecnlogía. Japón podía ahora tomar ventajas de las economías a
escala más dinámicas y asimilar tanto en conocimiento tácito como el codificado
que encarnaba en las tecnologías extranjeras.
El
establecimiento del Estancamiento y de la Crisis
El desarrollo económico en
el Japón se había caracterizado por la exportación de capital. Excedentes
comerciales persistentes habían conducido a la acumulación de reservas de
divisas. Bajo un régimen de tasas de intercambios flexible, la acumulación de
excedentes había inducido inevitablemente una apreciación secular de la tasa de
cambios. Bajo circunstancias normales esto habría llevado a erosionar la
competitividad en las exportaciones internacionales. Sin embargo, en Japón, la
apreciación del yen había sido efectivamente contrabalanceada con la
exportación de capital a través de inversiones extranjeras directas (IEDs). El
Ministerio de Finanzas también ha sido capaz de limitar la extensión en la
apreciación del yen sea a través de operaciones a mercado abierto de acuerdo
con el Banco de Japón, o mediante un acuerdo tácito con las autoridades
monetarias de los EEUU.
Por muchos año EEUU ha sido
una nación deudora, esto es, importa más de lo que exporta. Japón ha usado su
balanza comercial favorable, que toma la forma de una acumulación de divisas
extranjeras en Japón (por ejemplo, dólares, usados para comprar yenes cuando la
gente o las empresas de EEUU compran productos japoneses que se usan para
acomodar el déficit comercial de EEUU). EEUU debe solicitar dinero en préstamo
para financiar su déficit comercial, y los japoneses han sido sus principales
prestamistas. Mediante sus excedentes externos, Japón ha financiado sucesivos
déficits de EEUU, sea directamente al comprar bonos y securities de los EEUU, o
indirectamente al establecer la denominación de su comercio y cobros en
ultramar en dólares en vez de yenes. Este acuerdo tácito entre las autoridades
monetarias de Japón y de Norteamérica se ha basado en la presunción de que
Japón continuará en el reciclaje de sus excedentes mediante la compra de bonos
y securities de los EEUU. Como contrapartida, el Japón tendría acceso al
mercado doméstico de EEUU, que proporcionaría un ímpetu expansionista al
crecimiento japonés guiado por sus exportaciones. Esta reciprocidad tácita da
una considerable influencia a las autoridades monetarias japonesas sobre sus
contrapartes norteamericanas, y se ha desplegado como un arma de regateo en las
negociaciones comerciales.
. A la larga, el flujo de
IED puede proveer sólo un respiro al proceso de madurez económica. Tarde o
temprano, los capitales extranjeros generan ingresos en la forma de ganancias
repatriadas y de dividendos, que habrán de gastarse en el mercado doméstico. El
Japón inevitablemente cesará de ser un exportador neto de capital y se
transformará en una nación "rentista". Esta evolución tiene sus
antecedentes en la declinación de la Pax Britannica en el siglo pasado, y en la
relativa retirada de la
Pax Americana tras el colapso del sistema de Breton Woods a
principios de los 70s. En el caso del Reino Unido, la madurez industrial se
caracterizó por la exportación de capital, que promovió la industrialización de
rivales extranjeros y eventualmente llevó a la declinación industrial del Reino
Unido. El mismo proceso general contribuyó a la relativa declinación de los
EEUU en el período que llevó al abandono por Nixon, en 1971, de la
convertibilidad del dólar en oro.
Pero a diferencia de los
EEUU, el Japón ha sido muy resistente en eso de relocalizar elementos
estratégicos como la alta tecnología y el conocimiento de las industrias
intensivas entre sus competidores del Asia del Este. Tampoco ha manifestado la
voluntad de exportar sus capacidades técnicas o su conocimiento científico. La
mayor ventaja competitiva en el plano internacional del Japón es la maquinaria
sofisticada y el sector de equipos. La exportación de productos electrónicos,
de circuitos integrados, de computadoras y mecatrónicos (robots industriales)
ha llegado a ser uno de los más dinámicos polos de crecimiento de la pasada
década. En resumen, Japón a buscado sacar ventajas de su papel dirigente en el
alto valor agregado, en industrias de bajo consumo de energía.
Sin embargo, nada de esto
permite a Japón escapar de las tendencias al estancamiento que acompañan
normalmente a la madurez económica. La actual crisis japonesa tiene tanto un
aspecto que tiene que ver con la liquidez como con la sobreacumulación. La
crisis de liquidez tiene sus raíces en la cadena de sucesos que llevaron a las
políticas monetarias expansionistas establecidas después de los acuerdos Plaza
de Septiembre de 1985, que apreciaron al yen en relación con el dólar. El
intento de mantener la economía en alza mientras el yen se sobrepreciaba llevó
a la más intensa construcción de exceso de liquidez de la historia moderna.
Cuando la burbuja especulativa eventualmente estallo a principios de 1990s, la
economía japonesa quedó englutida en una trampa de liquidez de la que todavía
no sale. Ya no era cuestión de cuán bajo se fueran las tasas de interés,
siempre fallaron en reencender a la inversión.
La crisis de sobreacumulación
se debe a la propensión estructural a construir una capacidad productiva
mientras se experimenta con una disminución relativa y concomitante de la
demanda efectiva. En un gran país industrializado como Japón, la inversión de
los grandes "keiretzu" oligopólicos que donminan a la economía
japonesa, depende del nivel de la demanda efectiva, que determina el grado de
utilización de capacidad productiva y el nivel de las ganancias. Los únicos
componentes de demanda efectiva que todavía mantienen a flote a la economía
japonesa son el gasto del gobierno y las exportaciones. En ausencia de una
recuperación del consumo doméstico, estos dos componentes alcanzaran finalmente
sus límites políticos y económicos.
Con la aguda apreciación del
yen después de los acuerdos Plaza de 1985, las corporaciones japonesas
aceleraron su exportación de capital, la mayoría con destino al Asia del Este,
lo que tenía como efecto el aumento de la ganancia agregada. Y asi fue como, a
finales de los 1980s, la mayoría de los grandes "keiretzu" comenzaron
a generar fondos internos de inversión y limitaron su dependencia tradicional
con los grandes bancos y con el Banco de Japón. Al mismo tiempo, el Banco de
Japón bajó sus tasas de interés, y el Ministro de Finanzas prosiguió una política
monetaria expansionista después de la quiebra de los mercados de valores en
1987. Sin embargo, la liquidez excesiva tuvo el efecto de inducir una
"burbuja" financiera. Los grandes "keiretzu" que habían
invertido en una capacidad superior para cubrir la demanda en el boom de los
1980s, pronto se encontraron recargados con una masiva capacidad sobrante. En
1980-90, el Banco de Japón aumentó las tasas de interés de 3.8 a 8.2 por ciento, lo que
gatilló el estallido de la burbuja financiera. Y desde sus cumbres, los precios
del mercado de valores, se derrumbaron perdiendo un 60%.
El alto precio del yen hizo
que los salarios fueran simultáneamente muy altos y también demasiado bajos. En
términos de costos, los salarios eran demasiado altos para competir contra las
exportaciones del este Asiático y sostener niveles previos de empleo
manufacturero. Sin embargo, desde el punto de vista de la demanda efectiva, los
salarios eran demasiado bajos para absorber el exceso de capacidad. A través
del período post-1985, las corporaciones japonesas han tratado de acelerar sus
exportaciones a fin de resolver sus problemas de inventarios y contraatacar una
caída en las ganancias. El alto precio del yen después de 1985 tuvo un efecto
perverso ya que el capital podía apropiarse altos beneficios mediante la
estrategia de exportar capital al Asia del Este para luego exportar bienes
desde esas zonas de producción hacia Europa y los EEUU. El mercado doméstico
japonés no podía él mismo actuar como la máquina propulsora del crecimiento mientras
los salarios reales se arrastraban detrás del crecimiento productivo. La IED proveía sitios con bajos
costos de producción en el Asia del Este que permitían a las corporaciones
japonesa exportar hacia los mercados con altos salarios en Europa y los Estados
Unidos. En esencia, el Japón buscó "mantener su estrategia exportadora,
‘regionalizándola".(1)
La crisis de la
estrategia Este-Asiática del Japón: Una perspectiva Baran-Sweezy-Magdoff.
Japón constituye el núcleo
duro del desenvolvimiento capitalista en el Asia del Este. Representa la fuente
de crecimiento desde el lado productivo y tecnológico; sin embargo no
representa la fuente principal de demanda efectiva. Esta última es provista por
mercados externos a la región, en particular por los EEUU. Por eso el Este de
Asia mantiene un déficit estructural con Japón. La habilidad para sostener esta
situación depende de a capacidad para generar ingresos netos de exportación
fuera de la misma área. Entre 1985-1995 la declinación en el valor del dólar y
el consecuente giro de las inversiones extrajeras del Japón en dirección al
Asia, generó un déficit todavía mayor para el Asia en relación con el Japón. La
presión por encontrar mercados de exportación fuera de Japón se hizo más
fuerte. En este contexto, debemos poner atención a lo que sigue.
Precisamente porque las
corporaciones japonesas tenían todos requerimientos necesarios para generar
nueva maquinaria y equipo con que producir nuevos items, estas corporaciones
estaban en posición de cosechar los beneficios de la producción de bienes
altamente competitivos y apreciables, dado que venían a ser el resultado de
innovaciones tecnológicas. Más aún; Japón es el mayor proveedor de bienes de
capital en la región Este-Asiática, incluyendo países donde el FDI es bajo,
como en el caso de Corea del Sur. En adición a bienes de capital y de sistemas
usados en la producción, gran parte de la infraestructura del Este y del
Sureste de Asia (estaciones y redes eléctricas, puentes,etc), han sido
construidos usando compañías japonesas ys sus sistemas tecnológicos. Estos dos
factores, bienes de capital usados en la producción y bienes de capital usados
en infraestructuras, unen a todo el Este y el Sureste de Asia al sistema
productivo de Japón. Esto da a las corporaciones japonesas un dominio
estructural e institucional en el área, sin hacer, al mismo tiempo a Japón una
fuente dinámica de demanda efectiva en la región.
La falla estructural que
separa a Japón del resto de Asia tiene que ver con el posicionamiento de la
economía japonesa en el marco de la presencia geopolítica de los EEUU en el
área. La guerra de Washington en Corea dio impulso a la economía japonesa. Más
tarde, gastos adicionales de los EEUU en materia de transferencia directa de
pagos al Japón, y los mayores gastos engendrados por la guerra de Vietnam
liberaron a la economía japonesa de la obsesión con un déficit estructural en
su balanza de pagos. Las exportaciones subieron rápidamente mediante una
estrategia de objetivos industriales, en gran parte debido dado los altos
niveles de inversión y crecimiento externo. Por sobre todo, sin embargo, la
porción de las exportaciones en el ingreso nacional permaneció siendo modesta,
no excediendo nunca el 12 por ciento del producto bruto. En contraste con los
1930s—cuando la industrialización se acompañaba de la expansión imperialista
sobre China y por una fuerte preocupación en generar ingresos externos a fin de
pagar por la importación de productos estratégicos—cuando las exportaciones
excedían el 18% del producto bruto.
. Comparados con Japón, los
mayores países de Asia con industrialización capitalista—Corea del Sur y
Taiwán—no siguieron la misma pauta aún cuando tenían el propósito de alcanzar
un autoabastecimiento significativo en relación a los flujos de inversión directa
extranjera.. Su industrialización suponía una alta proporción de importaciones
en relación a su ingreso nacional, una pauta que ellos no cambiaron cuando
alcanzaron altos niveles de desarrollo y de ingreso per cápita. En los 15 años
que precedieron a los 60s y la invasión Kennedy-Johnson a Vietnam, Corea del
Sur y Taiwán tendieron a ser dependientes de los EEUU en materia de
importaciones, y dependientes del Japón en cuanto a exportaciones, reflejando
en relación con éste último, una pauta colonial de comercio. La situación
cambió brusca y radicalmente con el rápido impulso industrial que comenzó a
principios de los sesentas en conjunción con el renovado gasto americano en el
área conectado con la intervención en Vietnam. EEUU llegó a ser el mercado exportador
en el área en su conjunto, incluido el Japón, mientras Corea del Sur y Taiwán
importaban en su mayoría desde Japón. Este proceso recreaba una zona económica
japonesa en el Asia. El fuerte déficit frente al Japón implicaba que los
mercados de exportación gananciosos podían encontrarse solamente en áreas
externas a la región, sobre todo en los EEUU.
Esta pauta se ha reforzado
con el crecimiento de la FDI
japonesa en Tailandia, Malaysia y Singapur. A primera vista, la República Popular
China – que rápidamente se insertó en una zona puramente
Americana-Japonesa—pareció no seguir la pauta señalada más arriba. Con todo, si
se incluye Hongkong, y debe serlo ya que es el portón mayor del comercio de la República Popular ,
actualmente la cuenta combinada de China con respecto a Japón, es negativa
Hacia fines de los 1960s, ya
se acercaba a su madurez la economía japonesa. Como lo señalara Paul Sweezy en
1953, se alcanza la madurez cuando el excedente del trabajo en la agricultura
disminuye y cuando el sector industrial en su conjunto llega a ser un sector
moderno con un stock de capital a la fecha. Necesidades expansionistas pueden
alcanzarse sin fondos en depreciación y con poca inversión neta, ya que no es
necesario construir capacidad productiva de la nada. Bajo estas condiciones la
acumulación puede mantenerse realizando ganancias afuera, o alternativamente,
las ganancias y la acumulación tendrían que abrir espacio a una mayor
proporción de salarios y consumo social. Esto no sucede ya que la dinámica de
los salarios reales rara vez va a parejas con la productividad. Por supuesto,
desde 1973 en adelante la expansión del salario real siempre quedó corta en
relación con el crecimiento de la productividad.
Los gastos bélicos de EEUU
en Asia, al tiempo que permitieron el renacimiento capitalista de Japón y la
creación de una zona económica japonesa, también trajeron consigo la crisis del
sistema monetario internacional basado en el dólar-oro. La proclama de Nixon en
1971, que pone fin al régimen de paridad fija enraizado en la convertibilidad
del dólar en oro, inció una confrontación entre el dólar y sus asociados
rivales, con la consiguiente devaluación de la divisa americana. Esa
confrontación impactó al Japón más que a Europa. Durante los últimos años de
los 1960s, Japón comenzó a acumular un excedente en su balanza de pagos. Esto
significó que el sector externo comenzó a generar ganancias netas substanciales
para las corporaciones japonesas. Sin embargo, el abandono del sistema
paritario fijo y el consiguiente avance especulativo en los precios de la
materia prima y del petróleo, empequeñeció la habilidad de las corporaciones
japonesas para expandir sus ganancias por medio de las exportaciones.
Entre 1973 y 1980 Japón
sufrió una declinación significativa en su disposición de excedentes externos
en su Producto Bruto, cuando el promedio no fue mayor al 0.3 por ciento del
Producto Bruto (OECD, Historical Statistics 1986,1996). A través de los
1970s, Japón tuvo una crisis endémica de capacidad no utilizada haciendo su
economía mucho más vulnerable que la de Alemania. Alemania fue capaz de
proteger las ganancias realizadas afuera, de la devastación del dólar, mediante
el uso de su hegemonía en Europa. Alemania fue, y permanece siendo el corazón
de la estructura industrial de Europa. Y por eso, las exportaciones alemanas
eran esenciales para el normal funcionamiento de cualquier aspecto del aparato
productivo industrial de Europa.
Aunque Asia comenzó en esos
años a atraer inversión extranjera directa de Japón, no podía todavía actuar
como una tierra firme que sostuviera la realización de ganancias dado el
todavía limitado nivel de desarrollo de esos países. Las corporaciones
japonesas respondieron a la crisis reforzando una dura política salarial y
reestructuraciones que, sin embargo, somprimieron todavía más la demanda
relativa doméstica en relación a la capacidad del crecimiento productivo.
La solución temporal de la
crisis de sobreacumulación japonesa vino desde la economía política
geoestratégica de los EEUU. Los años de Reagan de renovado gasto militar y de
déficit presupuestales, acoplados con una política monetaia restrictiva de
altas tasas de interés, levantó, de una manera selectiva, el nivel de la
demanda en los EEUU, revaluó el dólar, y permitió un crecimiento de las exportaciones
tanto de Japón como del Este de Asia. Este es el período en que se estableció
el círculo virtuoso. En adici´n a las exportaciones japonesas a Norte América,
las exportaciones de Japón eran reclamadas para sostener las exportaciones
regionales, y sobre todo extraregionales del Asia del Este. Esta región
rápidamente llega a ser una tierra firme japonesa y, hacia 1995, la mayor parte
del excedente de la balanza de pagos japonesa se realizaba en esa región. De
hecho, la sinergia económica entre Japón y el Este de Asia aumentó cuando se
renovó el conflicto económico con los EEUU debido a la devaluación del dólar
después que los acuerdos de La
Plaza fueran firmados en Nueva York en septiembre de 1985.
Esta vez la devaluación de
dólar continuó incesantemente por toda una buena década y reflejaba el cambio
en la percepción por parte de los EEUU de su rol en el capitalismo mundial.
Aunque tambaleante desde el comienzo de su derrota en la intervención en
Vietnam, Washington continuó por cerca de dos décadas adicionales operando como
el garante de los intereses económicos y políticos de los europeos y
especialmente de los japoneses y del capitalismo asiático. Durante el periodo
Nixon-Carter, Washington usó la devaluación del dólar para reapropiarse porciones
de las ganancias entregadas a las corporaciones japonesas y europeas. Al
hacerlo abrió una serie de conflictos con Japón. Pero al mismo tiempo, como lo
relata elocuentemente en un libro muy importante Jung-En Woo, Washington le
manifestó claramente a Japón su decisión de lanzar una operación de rescate en
gran escala para Corea del Sur que se encontraba cayendo en una profunda crisis
financiera.
La posición de poder de
Japón en el Asia del Este no es de ningún modo independiente de las estrategias
geopolíticas y geoeconómicas y de las percepciones de los EEUU. Durante el
primer período de Reagan, otra ola de concesiones, entremezcladas con políticas
de desregulación perseguidas domésticamente, habían favorecido a Japón, Asia
del Este y China. Y todo lo que estimulaba las exportaciones de Japón y la
inversión directa en la región Japón, aún siendo un poder económico regional (y
hasta un hegemón), no es en si mismo el factotum de un sistema regional de
producción y coordinación, ya que toda el área, incluyendo a Japón, se ancla
firmemente en el sistema económico centrado en los EEUU.
La devaluación del dólar a
las vísperas de los acuerdos Plaza, fue un instrumento deliberado para el
lanzamiento de la estrategia unilateralista de los EEUU de apertura de mercados
para las corporaciones americanas, y su principal objetivo fue Japón. La guerra
del automóvil, la guerra de las telecomunicaciones (Motorola) y la guerra de
los microchips, fueron sucesos salientes durante una década. Que acompañaba una
devaluación sin fin de la divisa norteamericana frente al yen japonés. Si bien
el resultado de estas confrontaciones no quedó claro, si puso a la dirección
japonesa en un pie constantemente defensivo, debilitando con ello la cohesión
entre los componentes políticos, burocráticos y de negocios de las clases
dirigentes de estos dos países.
En el frente americano de
Japón, la devaluación monetaria no podía menos que producir efectos negativos
sobre las ganancias de las corporaciones japonesas. Financieramente devaluó los
fondos denominados en dólares; productivamente puso otro límite a los márgenes
de ganancia que recibían esos productos exportados a los EEUU, para los cuales
habría un competidor americano o europeo. Aunque la devaluación del dólar
estimulaba el flujo de FDI japonesa a los EEUU, la persistente devaluación no
ayudaba a los enlaces entre las fábricas transplantadas a los EEUU y sus bases.
El alto costo en yenes de los productos intermedios y de las tecnologías
importadas de las matrices de las compañías no podían pasar la prueba del
precio final. Esto es, las corporaciones japonesas que operaban en los EEUU
podrían haber llegado a ser unidades más o menos autónomas, como las
multinacionales de EEUU en Europa, y así menos dependientes de las
importaciones de sus filiales centrales. Sin embargo, una de las principales
características de la inversión multinacional del Japón, es el fuerte lazo que
mantiene con su patria como base productiva, de ingenierías y de exportación.
Por fin, el Este y el Sur
Este de Asia resultaron ser la ruta más fácil para el mantenimiento del dominio
económico del Japón. Sin embargo, una zona de salvación puede muy bien llegar a
ser una zona de estancamiento. El dinamismo del área estaba ligado a su
capacidad de exportación, principalmente hacia los EEUU. Las exportación, las
expectativas acerca de la exportación, empujaban inversiones en la forma de IED
en dirección a la región del Asia del Este, lo que significaba importaciones de
Japón como un crecimiento doméstico que también requería importaciones de
Japón. Bajo las condiciones de un dólar en depreciación, el mecanismo podía
operar exitosamente dada la particular posición que tenía la divisa americana
en los arreglos sobre tasas de cambios de los países del área. La cotización de
las divisas del área frente al dólar estimulaba una pauta de expectativas en
relación a las exportaciones y, consecuentemente el flujo de IED japonés. De
este modo, aún la sinergia económica entre Japón y su zona dependía de factores
en los que la economía política de EEUU jugaba un papel crucial.
En los hechos, la sinergia
entre Japón y el Este y el Sureste de Asia dependía de circunstancias
especiales que permitían a esos países generar exportaciones extra-regionales.
Las razón por la que la misma economía japonesa no podía llegar a ser el eje de
una alianza de producción regional, se debe a dos factores. Aunque Japón
utilizaba exitosamente su dominio económico regional en orden a realizar
exportaciones netas, era al mismo tiempo incapaz y carecía de voluntad para garantizar
la estabilidad de la región. Más aún, sus clases dirigentes habrían comprendido
que una depreciación continua del dólar más adelante minaría la economía
nacional del Japón, impidiéndole cuadrar el círculo.
Los efectos destructivos
causados por la devaluación del dólar sobre el conjunto del sistema financiero
y productivo de Japón fueron entendidos a su manera por las autoridades
americanas que en Junio de 1995 comenzaron a hablar de subir el dólar. Los tres
años siguientes presencian una apreciación de a divisa americana frente al yen,
que termina con la sinergia de la zona asiática. En otras palabras, desde junio
de 1995, la expansión exportadora de Japón en dirección a su territorio
continental en Asia del Sur y del Este llegó a estar en conflicto con la
viabilidad económica de su propia esfera nacional. Durante la década de la
devaluación del dólar frente al yen, la cotización de las divisas del este de
Asia con relación al dólar actuó como un mecanismo anti-inflacionario y como un
estímulo a las exportaciones. Las corporaciones japonesas literalmente
construyeron su poder regional sobre los movimientos asimétricos de las divisas
del área con relación al yen.
Los comentaristas han
indicado que el afiatamiento ya había sido socavado por las devaluaciones
recurrentes del yuan, la divisa china. Algunos subrayan que las exportaciones
de Japón y el IED hacia China se estaban en el momento beneficiando del éxito
del empuje exportador y de las devaluaciones competitivas de China. El poder
económico de Japón en la región – usado crecientemente no como un proceso de
integración como el de Alemania dentro de Europa, sino para combatir los
efectos desgarradores de la devaluación del dólar—se orientaba a ganar todo lo
que fuera posible de paridades en contra del dólar tanto como del crecimiento
del sector exportador de China.
Bajo las circunstancias. El
alivio representado para la economía nacional japonesa por la reevaluación del
dólar en 1995, no llegó a materializarse debido al colapso de la sinergia
asimétrica entre Japón y Asia. Un economista bien conocido, Mishio Morishima,
ha sugerido una solución basada en una suerte de Comunidad Económica del Asia.
Pero ni Japón ni los Estados Unidos tienen la voluntad política para iniciar un
Mercado Común del Asia del Este que tendría que asignar un papel político mayor
a la República
Popular de China, y todavía crear dentro de esto una Unión de
Pagos Asiática. El gasto público internacional generado por el keynesianismo de
la Guerra Fría ,
ha terminado pero las políticas de la Guerra Fría con sus programas especiales de
armamentos (dirigidas contra China) están muy lejos de haberse abandonado. Esta
orientación política se acompaña hoy por una fuerte lucha por el control sobre
las finanzas y los mercados líquidos, que es en lo que consiste al fin de
cuentas toda la ideología de la globalización. El crack asiático y el
estancamiento japonés terminan siendo simplemente un nuevo episodio en la
crisis del régimen que sostuvo el período de post guerra de la expansión
capitalista.
Conclusiones
En el momento en
que escribimos este trabajo, Japón está
todavía cogido por la pesadilla de la recesión. Sucesivas medidas de estímulo a
través de programas de trabajos públicos y el cierre de bancos insolventes ha
inflado el déficit presupuestario por encima del 10% del Producto bruto,
mientras la proporción de la deuda gubernamental se estima que está por encima
del 129% del producto bruto. Estas medidas mantuvieron la economía a flote,
pero no la sacaron de la crisis. Por otro lado, si las autoridades japonesas
hubieran de sucumbir ante las demandas occidentales de la OECD y del FMI y lanzaran una
estrategia neoliberal de liberación de mercados, el impacto a corto plazo sería
desastroso. Se pondría en movimiento una espiral depresiva de bancarrotas y de
creciente desempleo, no vistos desde la Gran Depresión.
Sería más correcto ver la
crisis bancaria como sintomática de una distorsión estructural más profunda.
Durante décadas se ha estado construyendo una severa capacidad de exceso. Sin
embargo, las posibilidades de reencender una demanda generadora de ganancias en
una escala masiva son limitadas. Muy simplemente, los trabajadores japoneses no
gastarán ya que su creciente inseguridad de empleo y la necesidad de ahorrar
para el retiro, frente a salarios sociales rudimentarios, y una red de
seguridad social amenazante. Japón continúa acumulando un excedente en cuenta
corriente, muy notablemente con los EEUU. Pero una alta proporción de este
excedente comercial se debe a una caída de las importaciones como resultado del
estancamiento de su economía doméstica. El problema de la capacidad excedente
obligará a las corporaciones japonesas a expandir sus exportaciones en orden a
impedir la caída de las ganancias en el mercado doméstico, pero la expansión de
as exportaciones es difícil que pueda alcanzarse sin recurrir a medidas
drásticas de reducción y reestructuración salarial, entrando en competencia y
choque con el Asia continental.
El estancamiento en
profundización en el Japón ahora es parte de una crisis asiática más amplia. Ya
no existen sinergias sistemáticas entre Japón y su área de influencia. A este
respecto, Japón y el Este de Asia constituyen los puntos más vulnerables de la
política económica internacional del imperialismo de EEUU: Por una parte, esta
área está plenamente amarrada a la economía americana, por oyro lado, contiene
dos países de importancia mundial. Japón, como un núcleo productivo, y la República Popular
de China. El excedente externo de estos dos países y de Taiwán representa la
mayor parte del déficit de los EEUU. Así los excedentes deben ser canalizados
para financiar la posición internacional de los EEUU. Por la misma razón, los
dos trillones de ahorros en dólares en los depósitos del Japón deber abrirse a hedge
funds o a otras instituciones que operan en relación con Wall Streeet. Pero
estos enlaces se ven amenazados por la crisis de acumulación en el Japón. De
ahí que un gran componente de la red financiera sobre la que reposa el capital
mundial moderno se encuentra gravemente socavado.
Notas
Robert Gilpin, The Challenge to Global Capitalism (Princeton , New Jersey : Princeton University Press, 2000), 270.
- Jung-en Woo, Race
to the swift: state and finance in Korean industrialization (New York:
Columbia University Press, 1991).
JOSEPH
HALEVI: Profesor en la Political Economy
Discipline en la
Universidad de Sydney. Asociado con el Institut de Recherches
Economiques sur la
Production et le Developement (IREPU) en la Univesrité Pierre
Méndez France en Grenoble, Francia
BILL
LUCARELLI es lecturer en
Economía en la University
of Wester Sydney (Mac Arthur) Australia.
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