La Nación
Editorial
Buenos Aires, 22/6/13
La autarquía que gobierna nuestra política comercial externa nos mantiene lejos de nuevas e importantes negociaciones
La prédica desarrollada en esta columna editorial respecto del grave error que representa mantener e incrementar el aislamiento a que se somete la economía nacional respecto del mundo sigue sumando motivos de intensa crítica. Al respecto, cabe tomar nota de una asociación comercial latinoamericana del Pacífico conformada por Chile, Perú, Colombia y México que, además, de aunar beneficios propios, les permitirá una mejor inserción en el mundo. Prueba del dinamismo de esta nueva alianza cabe puntualizar que, a partir de la reciente reunión de Cali, se convino la desgravación total del 90% del universo arancelario y continuar con el resto en un período de tres a siete años con un listado de situaciones especiales.
La nueva alianza ha despertado gran interés en otras naciones como Paraguay y Uruguay. Por su parte, un grupo de 15 países ha manifestado su interés en participar en carácter de observadores. Ello ocurre en circunstancias en las que Ecuador y Bolivia procuran su ingreso en el Mercosur, cuyas políticas comerciales se asemejan a las de Venezuela. Brasil, por su lado, se muestra incómodo con su pertenencia en el Mercosur.
Si para muestra basta un botón, cabe la reciente manifestación de la Federación de Industrias del Estado de San Pablo: "No vamos a lograr nuevos acuerdos teniendo como socios a la Argentina y Venezuela". O también la de la Confederación Nacional de la Industria, que dijo: "Necesitamos librarnos de la camisa de fuerza del Mercosur". En este mercado regional ocurren también hechos poco edificantes como la dilatada negociación Mercosur-Unión Europea en pos de una zona de libre comercio que lleva años de hibernación.
Sin agotar el recetario, figuran también las frecuentes demandas sobre el cobro de retenciones a las exportaciones de bienes argentinos a miembros del Mercosur, no admitidas en los estatutos de la organización a las que se les ha dado una interpretación política para evitar un dilema indescifrable.
En un ámbito multilateral viene al caso el desarrollo de las negociaciones en la Organización Mundial del Comercio (OMC), integrada por 159 países, que suman virtualmente la totalidad del comercio mundial, que tendrá su reunión ministerial a principios de diciembre en Bali, Indonesia, en procura de desatar las trabas que han dilatado un acuerdo final de la Rueda Doha, iniciada en 2001 para finalizar en tres o cuatro años y que ya lleva 12. En ruedas pasadas, principalmente en la Rueda Uruguay, la Argentina mantuvo un perfil alto, primordialmente en el ámbito agrícola, que ahora difícilmente conservará por el agudo proteccionismo y la violación de las normas que han dado lugar a reclamos legales en el Órgano de Solución de Controversias de la organización multilateral.
Esta inconclusa negociación de la Rueda de Doha está dando paso a nuevos escenarios negociadores ajenos a la OMC, como es el caso de la Asociación Interregional Transatlántica entre los Estados Unidos y la Unión Europea, donde han tenido lugar los aprestos para la iniciación formal de las tratativas. Y también la Asociación Interregional del Pacífico con la participación de 11 naciones, entre las que figuran los Estados Unidos, Canadá y otro importante grupo del este asiático al que adheriría Japón . En suma, grandes acuerdos comerciales que incluyen bienes, servicios, capitales y otros temas de gran relieve, cuyos protagonistas procuran canalizar corrientes de comercio que impulsen un crecimiento económico que no han podido lograr en el sistema multilateral de la OMC.
Ante la magnitud de los acuerdos por sobrevenir en procura de la liberalización del comercio que siguió a la crisis de 2008, cabe preguntarse cuál es el porvenir de una nación como la nuestra, de escasísimo comercio internacional, del orden del 0,4%, y sistemáticamente proteccionista, basada firmemente en la sustitución de importaciones y el sesgo antiexportador. Mientras el mundo decide bajar aranceles de unos productos a cambio de otros en acuerdos preferenciales, nuestro país permanece al margen, cerrando más sus puertas. Nada aconseja continuar el rumbo elegido, máxime teniendo en cuenta la creciente demanda de gran parte de nuestras exportaciones en un contexto de mejora de los términos del intercambio internacional. Sólo cambiando ese erróneo rumbo se podrá contribuir a obtener los recursos que permitan impulsar la economía nacional, hoy asediada por crecientes dificultades que no encuentran solución.
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